En 1941 la Wehrmacht nazi aniquiló en unas cuantas semanas la resistencia griega. La ocupación fue brutal: más de 325 mil civiles murieron en Grecia antes de que concluyera la guerra. Durante la ocupación, Berlín impuso un préstamo forzoso a Atenas por 476 millones de marcos, con lo que el pueblo griego acabó pagando el costo de su propia ocupación por las tropas nazis. El préstamo nunca fue reembolsado.
En 2013 una comisión del gobierno griego concluyó que Alemania debía 160 mil millones de euros a Grecia para cubrir aquel préstamo y los daños de la ocupación. La cancillería alemana respondió que el tratado de 1990 sobre la reunificación había cerrado el tema.
El informe de la comisión griega fue un subterfugio demagógico del ex primer ministro Antonis Samaras para legitimarse ante el electorado griego. Hoy el nuevo gobierno de Alexis Tsimpras ha hecho alusión a este tema: en estricto rigor jurídico el tratado de 1990 no cierra el caso (Grecia no fue parte de él) y el asunto podría seguir envolviendo las tensas negociaciones entre Atenas y Berlín.
Las crisis del capitalismo en Europa (y en el mundo) llevan la marca de colosales transferencias de recursos en el plano internacional y entre clases dentro de cada país. El que estos grupos sean de una u otra nacionalidad es accidental. La historia económica muestra que estas transferencias son crónicas en Europa y con frecuencia han sido impuestas después de una guerra por los vencedores a los vencidos.
De aquí se desprende una narrativa equivocada, pues se piensa que las transferencias son entre países. Así, hoy se afirma que Grecia (o España) debe pagar sus deudas. Pero las palabras Grecia o Alemania se refieren a una abstracción. Si nos adentramos en el análisis, veremos que en cada uno de estos espacios nacionales hay obreros, capitalistas, terratenientes, banqueros y financieros, así como políticos corruptos.
El tema de la transferencia debe ser analizado con rigor para entender la crisis en Europa y la manera de superarla. El programa de austeridad impuesto en Grecia y España conlleva un inmenso flujo de transferencia de recursos que es soportado por ciertas clases sociales en beneficio de otros grupos o clases en esos y otros países (por ejemplo, del norte de Europa).
Es necesario superar la narrativa que ve en estas transferencias simples vínculos entre Estados nacionales e ignora la dinámica de las relaciones de clase. Las transferencias de recursos en Europa (y en el mundo) dependen de fuertes ajustes en la estructura de clases al interior de cada país.
Por eso una aportación interesante es el trabajo del analista financiero Michael Pettis. Pettis examina el proceso de estancamiento en el crecimiento del salario real en Alemania a partir de 1995 como precursor de la crisis. Al constreñirse el crecimiento salarial se forzó la reducción del consumo y, dice Pettis, creció el ahorro forzado. Los bancos alemanes no podían invertir el exceso de ahorro en Alemania y enfocaron la mira hacia países como España, Italia y Grecia. Los bancos alemanes buscaron y encontraron prestatarios ávidos de obtener créditos baratos para todo tipo de proyectos, algunos poco viables y otros especulativos.
Cuando estalla la crisis, los bancos alemanes observan el aumento de su cartera vencida e incobrable. El lobby financiero hace lo que sabe hacer muy bien: busca que los gobiernos trasladen el costo del ajuste a las clases media y trabajadora a través de la devaluación interna.
Observa Pettis con razón: antes de la crisis los trabajadores alemanes pagaron las burbujas griega y española al aceptar un crecimiento muy bajo del salario real (en un contexto en el que la productividad en Alemania se mantenía constante). Y después de la crisis los trabajadores españoles y griegos se vieron obligados a pagar el costo de la explosión a través de salarios deprimidos y desempleo.
Pero el análisis de Pettis es incompleto y sólo toca la punta del iceberg. La capacidad de creación monetaria de los bancos en Europa encontró un gigantesco espacio de rentabilidad con la unión monetaria. Así que no sólo se trasladó el ahorro forzado de países como Alemania hacia bancos y prestatarios en Grecia o España. Bajo la unión monetaria los bancos más fuertes pudieron ejercer su capacidad de creación monetaria en todo el euro espacio y fueron capaces de generar burbujas como las que estudia Minsky en su modelo de crisis bancarias.
Hoy la clase trabajadora en Europa se enfrenta a un escenario desfavorable: los bancos alemanes, franceses, holandeses e ingleses tienen grandes necesidades de recapitalización y ello necesitará de apoyo público, es decir, de una masiva transferencia de recursos de las clases medias y trabajadoras del continente hacia el sector financiero.
Los funcionarios del gobierno griego tienen razón cuando afirman que luchan no sólo por el ciudadano griego promedio, sino por el ciudadano europeo en general. La recuperación del alma social de Europa pasa por una exitosa renegociación de la crisis en Grecia. Texto: Alejandro Nadal. Ver: 'MAFIAS'.
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