Sobre diversos acontecimientos actuales recibimos un constante bombardeo a través de los poderosos medios de comunicación nacionales e internacionales, los cuales nos presentan una sola versión de los hechos, muchas veces parcializada o tergiversada, con la que se nutre mentalmente a la mayoría de la población. Ésta “no tiene tiempo” o no le interesa investigar otras versiones sobre tales asuntos y toman aquélla como la única verdad, que repiten casi de manera mecánica y emocional, sin ningún tipo de análisis. Así se crean, lo que llaman algunos analistas, sólidas matrices de opinión (o en lenguaje coloquial: fuertes prejuicios) y profundos amores u odios respecto a personajes, países o modelos económicos, sentimientos que se cierran con enormes cadenas, impidiendo, de manera furibunda, la entrada de cualquier otra versión.
Dicho bombardeo mediático no es casual o consecuencia del capricho o error de un medio de comunicación. Corresponde a una estrategia, no sólo de tales medios, sino también de las grandes empresas transnacionales, que son sus reales propietarios, y de los respectivos gobiernos que las apoyan. Todos ellos consideran que son los únicos dueños del mundo, de la “democracia”, de la “libertad de expresión” y de la “verdad”, y no toleran que ningún otro poder, gobierno o país, adversos a sus intereses, puedan surgir, manifestarse o construir un modelo diferente de desarrollo. Por lo tanto trazan y ejecutan planes para combatirlos mediante operaciones de guerra psicológica, sabotajes económicos o acciones de desestabilización interna, para que se conviertan en naciones o regiones “ingobernables”, “violadoras” de los derechos humanos, y que exigen destitución “legal”, “constitucional”, de un gobernante, o una “intervención humanitaria” de fuerzas extranjeras (ONU, OTAN, Estados Unidos, Francia, Inglaterra...) para “salvar” a ese país de las garras de la “dictadura” en que vive.
Dentro de estos planes se encuentra lo que se ha llamado, en los últimos tiempos la guerra mediática, la cual forma parte de la nueva estrategia de los imperios, para hegemonizar su poder en todo el bloque terráqueo, con el propósito de producir un mínimo de resistencia de sus oponentes o la desaparición de ella. También, presentaremos algunas pautas para tratar de contrarrestar la guerra mediática, mediante estrategias comunicacionales democráticas y comunitarias. Es lo que intentaremos analizar someramente en este breve ensayo que, seguramente, será incompleto y planteará nuevos interrogantes.
Guerra de cuarta generación
La guerra mediática es parte integrante de lo que algunos teóricos contemporáneos de la guerra llaman “guerra de cuarta generación”. Ésta es una “denominación dentro de la doctrina militar estadounidense que comprende a la Guerra de guerrillas, la Guerra asimétrica, la Guerra de baja intensidad, la Guerra Sucia, el Terrorismo de Estado u operaciones similares y encubiertas, la Guerra popular, la Guerra civil, el Terrorismo y el Contraterrorismo, además de la Propaganda, en combinación con estrategias no convencionales de combate que incluyen la Cibernética, la Población civil y la Política. En este tipo de guerras no hay enfrentamiento entre ejércitos regulares ni necesariamente entre Estados, sinó entre un estado y grupos violentos o mayormente entre grupos violentos de naturaleza política, económica, religiosa o étnica… El término se originó en 1989 cuando William Lind y cuatro oficiales del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos titularon un documento: "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación". Ese año, el documento se publicó simultáneamente en la edición de octubre del Military Review y la Marine Corps Gazette. Está relacionada con la Guerra asimétrica y la Guerra Contraterrorista”.
Es decir, la guerra mediática está en coordinación con los otros componentes de la guerra de cuarta generación, señalados en el párrafo anterior. Aunque su énfasis está en la guerra psicológica y la propaganda calumniosa contra el considerado enemigo, se combina con las acciones desestabilizadoras de orden económico y político, la violencia de grupos armados antigubernamentales (generalmente mercenarios extranjeros, que utilizan también mercenarios nacionales) como antesala de la intervención masiva extranjera. Se busca, entonces, que la mayoría de la población nacional e internacional acepte como “necesaria” dicha intervención para “salvar” al país, “rescatar” la democracia, las “libertades” individuales y los “derechos humanos”. Lo que se pretende, en verdad, es apropiarse de los recursos naturales, del “capital” humano y demás bienes del país invadido, y someterlo a la órbita de los imperios.
Guerra psicológica
Como parte esencial de la guerra mediática, la guerra psicológica se desarrolla, principalmente, a través de los grandes medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales. Éstos tienen gran preponderancia en el mundo contemporáneo. Como lo expresa el especialista en comunicación JESÚS MARTÍN-BARBERO, “el proceso de comunicación se produce entre un emisor omnipotente y un receptor pasivo”, y los medios de comunicación “constituyen el eje de la industria cultural ya que es en ellos donde las mayorías son conformadas culturalmente”. Por la transnacionalización de la economía capitalista y el desarrollo tecnológico, “las tecnologías de comunicación tienen un papel no sólo difusor sino constitutivo en la redefinición del Estado y la remodelación de las identidades” y, por consiguiente, de las matrices de opinión y de la uniformidad cultural que se pretende imponer.
En cuanto a la guerra psicológica como tal, ésta es definida, por el filósofo y militar soviético DMITRI VOLKOGONOV, como el conjunto de acciones, del imperialismo y sus agentes, en cuanto a desinformaciones, amenazas, mentiras, con el fin de crear pánico psicológico y manipular la conciencia de personas y pueblos, frente a un adversario, para que éste dé pasos que debiliten su potencia espiritual y material. Es una “agresión contra la capacidad de razonamiento del ser humano” y “siembra en la conciencia social enemistad, desconfianza y exasperación”. Se apoya en la creencia de que “la mayoría de la gente se guía sólo por las emociones y los impulsos”, como lo afirma el filólogo y politólogo norteamericano NOAM CHOMSKY.
Ya en 1944, el mando hitleriano, según Volkogonov, “afirmaba que la parte más vulnerable del hombre es su psicología, el aspecto sensitivo. Por eso se pueden lograr mayores éxitos dirigiéndose a los sentimientos y no a la conciencia en general”. El político nazi JOSEPH PAUL GOEBBELS (1897-1945), Ministro de Propaganda y “Educación Popular” (1933-1945), lanzó la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Goebbels expresó otros principios de su táctica de “propaganda”: “Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Principio de la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar. Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentaria. Principio de la silenciación: Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contra programando con la ayuda de medios de comunicación afines”.
Una propaganda similar a la de Goebbels y sus amigos ya la habían lanzado antes representantes de la “democracia liberal”: la Administración Wilson (Estados Unidos, 1916) y el gobierno británico de la época, para despertar en sus pueblos el odio a los alemanes e inducirlos a la Primera Guerra Mundial y transformarlos, así, de pacifistas en belicistas. “Fue una lección que aprendieron Hitler y muchos otros y que todavía se sigue”; lo expresa Chomsky.
Tales principios son aplicados, con frecuencia y al pie de la letra, por parte de numerosos líderes actuales de la “democracia” y la “libertad de expresión”, para quienes es propio del “mundo libre”, de la “libertad de prensa”, el manipular y engañar a la opinión pública. De esta forma, se resaltan, se maximizan y se repiten constantemente los errores, por pequeños que sean, de los adversarios de los poderes tradicionales, y se minimizan u ocultan sus aciertos o valores positivos, así éstos sean significativos. Así mismo, se utilizan y se divulgan masivamente imágenes y estadísticas falseadas de dirigentes o gobiernos que están realizando esfuerzos auténticos de construcción de una verdadera democracia popular, presentándolos como “populistas”, “dictadores”, “corruptos”, “asesinos”, “torturadores”, porque ellos, en verdad, representan peligros reales para los dueños del mundo y su política de libre saqueo del planeta Tierra.
HERBERT SCHILLER, profesor de la Universidad de California, en su libro 'Manipulación de la conciencia' señala que “únicamente mediante el fenómeno psicológico Occidente puede intentar el manejo de la conciencia de naciones y pueblos”. En la obra 'Pedagogía del Oprimido' (1968), el pedagogo brasileño PAULO FREIRE (1921-1997) señala que las élites dominantes utilizan como medio de conquista, para la manipulación de las mentes de las masas oprimidas, “una propaganda bien organizada, o por lemas, cuyos vehículos son siempre denominados ‘medios de comunicación de masas’, entendiendo por comunicación el depósito de este contenido enajenante en ellos”. Se lanza tal propaganda con el fin de dividir a las masas y hacer que éstas piensen como los opresores, y así no se rebelen y puedan seguir siendo manipuladas.
El profesor YRNE GIL en su artículo “Estamos viviendo una guerra de Cuarta Generación”, manifiesta: “Un ejército invisible se está apoderando de su mente, de su conducta y de sus emociones. Su voluntad está siendo tomada por fuerzas de ocupación invisible sin que usted sospeche nada. Las batallas ya no se desarrollan en espacios lejanos, sino en su propia cabeza. Ya no se trata de una guerra por conquista de territorios, sino de una guerra por conquista de cerebros, donde usted es el blanco principal”. En el mismo sentido, Chomsky afirma que “la imagen del mundo que se presenta al público tiene muy poco que ver con la realidad. La verdad del asunto se encuentra enterrada bajo un cúmulo de mentiras”.
Vemos, entonces, cómo la guerra psicológica es un poderoso instrumento que han utilizado gobiernos y grandes medios de comunicación masiva para imponer sus criterios, infundir miedos, suscitar odios, inducir a actitudes inhumanas, hacer pensar a las multitudes como piensan los dueños del poder y así defiendan enérgicamente los intereses de éstos.
Guerra ideológica
La guerra psicológica está acompañada de una guerra ideológica que busca desprestigiar al enemigo mediante el bombardeo de ideas o imágenes negativas y repulsivas acerca de él. Para el capitalismo internacional y sus poderes mediáticos, el enemigo principal, hoy en día, no son el narcotráfico o el terrorismo (de los cuales son promotores directa o indirectamente), sino el socialismo en general, o los intentos de construcción socialista en varios países llamados “emergentes”, sobre todo en América Latina. Por eso, desatan una intensa y continua guerra mediática, psicológica e ideológica, contra cualquier régimen que intente construir un modelo diferente al capitalismo. De ahí que es necesario desacreditar al sistema socialista como tal, no mediante la confrontación de ideas, sino con la propaganda falsa de sus postulados, manifestaciones y aplicaciones.
Entonces, falseando el sentido original del socialismo y las prácticas auténticas socialistas, se divulga, a menudo, con la finalidad de infundirles miedo a los pueblos en general, que dicho sistema: Trae miseria, reparte pobreza, no riqueza. Es enemigo de la propiedad privada y le quita a la gente su vivienda y demás bienes, “todo es del Estado, hasta los hijos”. Elimina la libertad y los derechos individuales; los individuos no tienen poder de decisión, deben hacer lo que imponga el Estado y su clase burocrática (“nuevos ricos”). Desaparece la libertad de expresión, de prensa y de pensamiento; se establece el totalitarismo, el pensamiento único socialista y la dictadura de la nueva clase dominante. Por lo tanto, socialismo y democracia son opuestos; se presenta la democracia sólo como democracia representativa (posibilidad de elegir gobernantes y representantes) y no se habla (o se habla a medias) de democracia participativa, popular, protagónica, poder popular, pues éstos últimos son “ideas comunistas”, diabólicas. Es decir, la palabra “comunista” equivale a satánico, demoníaco, y esto se ha inyectado en el cerebro de mucha gente y permanece allí invariable.
Además, se argumenta que “el socialismo fracasó” en la Unión Soviética, Europa Oriental, China, Vietnam, Corea del Norte, Cuba y, ahora, en Venezuela. Es un “sistema fallido”, imposible de llevar a cabo porque va “contra la naturaleza humana”, la cual conlleva, de por sí, los valores capitalistas, individualistas y el derecho sagrado de propiedad privada sobre los medios de producción. Por ejemplo, se dice que en Venezuela, en concreto, el socialismo está sumido en una “profunda crisis” (idea que repiten constantemente, con argumentos débiles, los poderosos medios de comunicación) y se ocultan o se tergiversan premeditadamente los logros democráticos y populares, de bienestar general de la población, de los últimos 15 años.
Por otra parte, “la ideología norteamericana del consumo se extrema por todo el mundo”, lo que busca, además de las ganancias para las grandes empresas, hacer creer que la felicidad está en consumir lo máximo posible, y esto va en contravía de la ideología socialista. La “naturaleza humana” es individualista, competitiva, invariable, (a lo sumo “filantrópica”), contraria a la cooperación y la solidaridad, que son valores socialistas. Así pues, es imposible que surja y se consolide un sistema diferente al capitalismo y a su derecho sagrado a la propiedad privada en todos los escenarios. Además, se fabrican encuestas amañadas en las que se dice que los pueblos bajo el capitalismo son “felices” porque son “libres”, así sufran pobreza, desempleo y discriminación, como se presenta en el caso colombiano.
El sacerdote, filósofo, antropólogo y comunicador norteamericano ROBERT WHITE, afirma que todo gran medio de comunicación está prácticamente teñido por una “falsa ideología y poco es dicho o hecho para corregirlo. Los medios, en términos generales, aceptan las enormes y crecientes injusticias de nuestro mundo prácticamente sin ningún comentario. Las ideologías de este tipo tienden a ser ‘naturalizadas’ por puntos de vista culturales mundiales. Se supone simplemente que ésta es la forma natural del hombre, y no hay posibilidad de cambiarla. En los peores casos, la naturalización está reforzada por una sacralización, es decir, que ésta es la voluntad de Dios”. Se plantea, entonces, que “el sistema de capitalismo internacional es el mejor sistema de economía política”. Por lo tanto, el socialismo debe ser eliminado o reducido a una simple palabra inofensiva, como los llamados partidos “socialistas” de la Europa contemporánea, que son igualmente neoliberales que los partidos tradicionales.
Resumiendo, toda ideología y todo sistema opuestos al capitalismo deben ser condenados, combatidos y quemados en la hoguera de la santa inquisición del arrogante y fraudulento capitalismo financiero y militarista (que está acabando con la humanidad y el planeta Tierra, en nombre de “la democracia” y “la libertad”), utilizando sus poderosos y “veraces” medios de comunicación, cada vez en manos de más pocas y poderosas corporaciones internacionales. Ésta es la “democracia” y la “libertad de expresión y de prensa” que defienden los dueños del poder mundial. Texto: E. A. Rico Cifuentes. Ver: ''PARTE II''.
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