Los analistas de la ‘casta’ política están devanándose los sesos en busca de una explicación para el inesperado furor despertado por Pablo Iglesias. Creen que su popularidad televisiva es una de las claves y ahora algunos buscan incluso destruirle y criminalizarle públicamente para atemorizar a su electorado. Se equivocan de estrategia, pues esa táctica lo que realmente consigue es fortalecer la figura de Iglesias y expandir el fenómeno de Podemos a otros colectivos.
Los asesores tradicionales no están sabiendo leer entre líneas lo que realmente ha sucedido el 25M con la agrupación liderada por Iglesias. Todo indica que los políticos intentarán próximamente emular la promoción televisiva que ha llevado a cabo Iglesias, pero pueden errar a la hora de ejecutar ese tour por las cadenas. Quizá, en un desesperado intento de sacar rédito televisivo, hasta decidan ir a 'Entre Todos', hacerse un polígrafo o incluso intentar lograr un hueco en el sofá de Ana Rosa. Quién sabe. Pero ni mucho menos se trata de eso.
El impulso de Iglesias no se basa en ese tipo de machacado populismo tan evidente de ir a platós en busca de desprender una simpatía estudiada para caer en gracia a la audiencia. No. Podemos ha congeniado con una población indignada porque ha tenido muy claro el nicho de acción política sobre el que actuar: su target y dónde encontrarlo. En los formatos televisivos donde están los votantes activos a la caza de simpatías y propuestas, lejos de quedarse en debates con un guion negociado y demasiado férreo que propicia el desinterés de las audiencias.
También Iglesias, y su responsable de campaña -Íñigo Errejón-, pertenecen a una generación más joven (y en las tripas de la universidad) que entiende en qué consisten las redes sociales para arropar sus mensajes. Saben que no deben ser sólo un púlpito (como los previsiblemente aburridos Twitter de Rajoy y Rubalcaba), sino que tienen claro que son un vehículo con el que interactuar y al que ilusionar. Así, Iglesias ha hecho creer en un proyecto a unos votantes que probablemente no hayan leído, como suele suceder siempre en las elecciones por otra parte, ni su programa electoral.
La situación social ha beneficiado a Iglesias. El mediático enfrentamiento con Alfonso Rojo en La Sexta Noche ha sido otro empujón. Y el resto lo ha propiciado los propios partidos, que se lo han puesto en bandeja, impulsando su figura de contrapoder. Lo han hecho al mirarse al ombligo del ‘y tú más’ y olvidándose de la calle. Una calle en la que Podemos es sólo una pequeña minoría pero que, quizá, gracias al favor que le hacen los demás partidos políticos criminalizando a su líder, puede hacerse más grande.
Y es que la ‘culpa’ no es sólo de la televisión. La pequeña pantalla es clave para la creación de posiciones visibles, marcando con rotundidad las opciones que conoce la gente. Sin la televisión no existes, dicen. Aunque también provoca rechazo social cuando muestra a políticos despegados de la realidad, que lanzan mal los mensajes, esquivando los temas de preocupación ciudadana, y que sólo acuden a programas amigos. Evitando enfrentarse a periodistas incisivos. Los gritones mítines políticos de bocadillo gratis y banderolas al viento ya han caducado. Por eso Pablo Iglesias no ha esquivado determinados platós, al contrario, sabe manejar los titulares efectistas en las cadenas donde logra más rédito electoral. En esos titulares efectistas está su debilidad de cara al futuro, porque la campaña de Podemos no escatima en argumentos tradicionales de la política populachera para atrapar a su perfil de votante, como cuando dice: 'compro la ropa en Alcampo'.
Los lenguajes, los símbolos y los vehículos han cambiado, también para los políticos, que cuanto más cerca se creen del poder más lejos están del ciudadano. Y tal vez las generaciones más veteranas de la política, acomodadas en sus puestos, no están preparadas para esta revolución de la credibilidad social. No entienden cómo lanzar los mensajes desde unos medios de comunicación en los que cada vez las plataformas más pequeñas son más efectivas y donde se entremezcla todo: televisión, radio, prensa, medios online, blogs y redes sociales. No existen las fronteras a los flujos de la información, tengan rigor o no, sean contrastados o no. Son las nuevas reglas del juego. Iglesias ha sabido jugar con ellas. La situación del país se lo ha puesto fácil.Texto: Borja Terán. Ver: El ocaso de la opinión pública
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