El 20 de enero de 2009 Barack Hussein Obama toma posesión de sus funciones como presidente de los Estados Unidos de América. Un fervor popular sigue sus pasos desde que el 04 de noviembre de 2008 se convirtiera en presidente electo.
Recuerdo que en ese intervalo de tiempo me involucré en varios debates respecto a su figura. Desde el primer momento en el que fui recabando información, me di cuenta que asistíamos a una de las mejores performance ejecutadas desde hacía mucho tiempo. He de confesar que fui combativo con él, pero no lo suficiente como para demoler todo el aparato informativo. Ya antes de tomar investidura sus movimientos eran, cuando menos, desconcertantes. Aún retengo en la memoria su primer discurso, al día siguiente de su confirmación como candidato demócrata. Ante el AIPAC (American Israel Public Affairs Committe), el principal lobby judío estadounidense. Y recuerdo también la ingente cantidad de colaboradores pro israelíes con los que se rodeó formando el núcleo duro de su gobierno. Pequeños detalles sin importancia… Claro que la gente no tiene por qué saber todos esos “detalles”, pero del mismo modo pienso que tampoco debería promulgar fervientes discursos considerando “el gran trabajo de las agencias periodísticas institucionalizadas”. Y, lo que es peor, tampoco debería dar crédito a su intuición, porque ésta de nada sirve si no hay una base informativa y analítica previa. En un discurso pronunciado en Chicago el 2 de octubre de 2002, Obama declaró su oposición a la inminente invasión de Irak y la denominó una “guerra tonta, una guerra precipitada, una guerra no basada en la razón sino en la pasión, no basada en principios sino en la política”. Como miembro del Senado de Estados Unidos, prometió obstruir todo proyecto de ley que otorgara inmunidad retroactiva a las grandes empresas de telecomunicaciones que cooperaron en el programa del Gobierno de Bush de escuchas telefónicas de ciudadanos estadounidenses sin órdenes judiciales. Y el mismo día en que asumió la presidencia por primera vez, prometió cerrar la prisión de Bahía de Guantánamo. Robert Ford creó en Irak en 2004, junto con John Negroponte, los Escuadrones de la Muerte. Su asesor principal sería James Steele (conocido por sus letales operaciones de contrainsurgencia en territorio salvadoreño). Las atrocidades ocurridas en Irak desde ese momento son incontables. Barak Obama propuso a Robert Ford como nuevo embajador de Siria en enero de 2011 argumentando que esa elección era un deseo “por mejorar las relaciones”. El diplomático ejercía hasta ese momento de número dos de la embajada norteamericana en Bagdad. Cuando Ford tomó posesión de su cargo empezaron los atentados y las protestas violentas contra el gobierno de Assad. Obama, emocionado por la marcha de los acontecimientos propuso el 4 de agosto a Robert Ford como nuevo embajador de Egipto. Las redes sociales árabes se inundaron del hashtag #NoToRobertFord. Lo más agradable que le decían era ser “el nuevo patrocinador del terrorismo en Egipto”. El 11 de agosto, Ford es nombrado embajador, y el 14 del mismo mes, Estados Unidos cierra la embajada en El Cairo “por el clima de violencia que vive Egipto”. Los egipcios temen que EEUU aplique la misma receta de uso del terror, como bandera falsa para iniciar otra guerra civil. Los egipcios y los árabes, no están equivocados. El comienzo de la desestabilización en Egipto está en marcha. Irak, Siria, y Egipto, los tres grandes ejércitos árabes terminarán, de este modo, destruidos. Los sueños de Israel, con Barack Obama, se hacen realidad. Todos sus vecinos “se hunden” y se convierten en mini-estados controlables. El mayor beneficiario del desplome de los países árabes campa a sus anchas. Líbano, Irak, Sudán, Siria, y ahora Egipto, se deshacen. ¡Que viva la primavera árabe! A finales de 2003 Gadafi se compromete a desmantelar todo su arsenal de armas de destrucción masiva, pero EEUU y la OTAN sospechaban que aún quedaban reservas de gas mostaza. A Barack Obama no parece gustarle el olor a gas, y el 25 de octubre de 2011 lamenta la falta de decoro en la muerte de Gadafi. El general Abdul Fatah Younis, Ministro de Interior del Coronel Gadafi “desertó hacia la oposición”. ¿Su precio?: Llegó a ser Jefe de Estado Mayor de los Insurgentes, y abogó a favor de que los aliados de la OTAN armaran a los rebeldes con armas pesadas para defender la ciudad de Misrata. Este general “predijo” que el dictador estaría dispuesto a utilizar armas químicas contra los rebeldes o la población civil. La prensa en Occidente y profusos expertos en tecnología y comunicación hablan de muchos de éstos sucesos en clave casi poética. En Egipto por ejemplo, nos topamos con la Revolución Blanca, y andan todo alborozados con el papel de las Redes Sociales como espacios revolucionarios en todo el mundo árabe. Ya hasta se han publicado infinidad de documentos alentando al bello estallido de los “levantamientos populares democráticos”. Tal y como está sucediendo ahora mismo en Ucrania. Barack Obama está sonriendo. No para de sonreír. Mejor nos iría a todos si todos esos expertos y la extraordinaria prensa se dedicara a alterar el debate, y pusiera énfasis en un análisis mucho más severo. No estaría de más dejar a un lado las fantasías narrativas y criminalizar el militarismo encubierto de las nuevas tecnologías y el triunfo propagandístico de éstas a través de su control despótico. En julio del año pasado Obama aprueba la intervención de todos los sistemas de comunicación de Estados Unidos (bueno, y del resto del mundo). Todas las comunicaciones privadas quedan a buen recaudo, en nombre, claro está, de la seguridad nacional. El Departamento de Seguridad Nacional, el Pentágono, y la Comisión Federal de Comunicaciones, unidas bajo una misma orden ejecutiva. Tres nombres provocan durante el mandato de Obama la furia del Estado opresor. Manning, Assange y Snowden; tres jóvenes expertos en nuevas tecnologías, difunden información considerada confidencial por el gobierno norteamericano. Dicha información hace referencia a los abusos cometidos por parte, generalmente, de los aparatos de seguridad del estado. El soldado Bradley Manning, el 30 de julio, es declarado culpable por robo y espionaje. Los soldados que iban en un helicóptero y que dispararon a la población civil en Irak, muestran su gratificación. Julian Assange, informador de crudos aspectos de la política real de los Estados Unidos, entre otros, se encuentra en la embajada de Ecuador en el Reino Unido, donde pidió asilo político. Y no hace mucho, Rusia concede un año de asilo temporal a Edward Snowden, después de difundir material delicado que ciertos dirigentes están tratando de ocultar y destruir. El Estado de Libertad está rigurosamente bloqueado. Y Barack Obama apuesta por un control sin precedentes de la información. El aviso a navegantes es claro. Las cárceles modernas no se construyen para los infractores, sino para quienes sean capaces de revelar la verdad, aunque ésta nos informe de actividades claramente ilegítimas, abusivas o desproporcionadas. Una cárcel, la de Guantánamo, se creó tras el 11-S para albergar a sospechosos de terrorismo. El Gobierno de Obama anunció el 29 de agosto la entrega de dos presos a Argelia, “dentro de sus esfuerzos para cerrar la polémica prisión”. Quedan solo 164. El Pentágono alimenta a muchos prisioneros por la fuerza. Permanecen detenidos desde 2011 sin ser juzgados, y muchos de ellos prefieren morir de hambre que seguir soportando las artes de los nuevos inquisidores. El Estado de Derecho languidece en las celdas de los “propagadores de la paz y las causas justas”. El 1 de septiembre nos llega un comunicado desde la Casa Blanca. Días después de recordar la figura de Martin Luther King en un “emotivo” discurso, el presidente de los Estados Unidos de América se dirige al mundo para hablarnos de la necesidad de hacerle saber al presidente sirio que no se puede jugar con las armas químicas. Se palpa la guerra, pero decisiones estratégicas en las que Irán y Rusia juegan un papel fundamental detienen de momento la incursión. Pero la maquinaria sigue. ¿Cómo se siente un hombre cuando dice estar preparado para dar la orden de ataque, o para mandar tropas por el mundo? Muchas personas están percibiendo su aroma a miles de kilómetros, próximas a sus cementerios en los que se acomodarán overbooking incluido, gracias a sus meritorias decisiones (en Afganistán, Pakistán, Somalia, Sudán, Ucrania, Irak, Siria, Egipto, Libia, Uganda o Niger). Ya sé que las decisiones no son propiamente suyas, pero eso forma parte del circo; sonreír con el perfil izquierdo (su lado bueno), y firmar con el resto del cuerpo miles de cláusulas incendiarias. Como señala Chomsky, El Departamento de Defensa radicado en el Pentágono es en realidad “un mercado con la garantía del Estado”, y ese mercado sigue patrocinando el fortalecimiento de la industria militar y el enriquecimiento de un pequeño círculo de oligarcas que con el beneplácito de los gobiernos sucesivos siguen robando y saqueando. La voluntad de Obama con respecto al resto del mundo mantiene los mismos parámetros que la instaurada por sus predecesores. Sus finanzas siguen abiertas a inversiones con ánimo de lucro, a extender sus mercados, y a su control económico y político. Para ello, se exhibe un trabajo “diplomático” exhaustivo en el que diferentes gobiernos del planeta serán instaurados y supervisados por grupos elitistas que actuarán en favor de los intereses marcados por ese pequeño círculo. Y todo ello con el claro objetivo de que si dicha maniobra falla, se recurrirá a cualquier tipo de violencia para conseguir lo planeado. Cuenten lo que quieran los amigos periodistas, será recordado por millones de personas por la continua matanza de civiles por los drones, por llevar tropas a Somalia para hacerse con el control del Golfo de Adén (y no para acabar con ningún grupo antiterrorista), por su deseo de convertir Ucrania en un estado tapón entre Rusia y la Europa Comunitaria y reforzar el imperio de la OTAN hasta los límites de la casa de Putin, por codirigir la ruptura de Sudán y controlar su riqueza, por seguir inyectando millones de dólares en Egipto por la causa militar, por los esfuerzos denodados en fulminar la fuerza de las izquierdas en América Latina y, en definitiva, por seguir implantando “esos valores y estilo de vida como único camino hacia el futuro”. ¿Cómo me sentía yo cuando a alguien se le iluminaba el rostro hablando de él? Muy mal. Y que me perdonen aquellos con quienes discutí, y tal vez alcé la voz. Pero es tan difícil poder mantener tertulias donde uno pueda dejar información veraz y que parezca creible, que ya casi estoy decidiendo callar, y proseguir oculto tras mis palabras. ¿Cómo le declararán infinidad de ciudadanos en el mundo años después de su retirada, y cuando vayan saliendo a la luz todos esos movimientos estratégicos que tan sutilmente abordan? La sentencia no dará lugar a error alguno; enemigo público número uno. Por hablar de la paz y propagar la guerra, y por hablar de la libertad y los derechos humanos y, al mismo tiempo, violar permanentemente todas y cada una de las causas justas. En este absurdo mundo donde las mentiras se cuelan con una facilidad inusitada, terminaré hoy recordando unas palabras de Sadam Hussein: “Me temo que un día diréis que producimos pólvora usando trigo”. Y las acciones del cereal, subirán. Texto: José Luis Vázquez Doménech.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.