20 jun 2016

El 'Sur' y la deuda externa (Parte II de III)


Las crisis de la deuda externa de América Latina del siglo XIX al siglo XXI

Desde su independencia en los años 1820, los países de América Latina han conocido cuatro crisis de la deuda.
La primera se declaró en 1826, producida por la primera gran crisis capitalista internacional que comenzó en Londres en diciembre de 1825. Esta crisis de la deuda se prolongó hasta los años 1840-1850.
La segunda comenzó en 1876 y terminó en los primeros años del siglo XX.
La tercera comenzó en 1931 como prolongación de la crisis que había estallado en 1929 en los Estados Unidos. Se acabó a finales de los años 1940.
La cuarta estalló en 1982 ligada al giro tomado por la Reserva Federal de los Estados Unidos en materia de tasas de interés combinado a la caída de los precios de las materias primas. Esta cuarta crisis terminó en 2003-2004 cuando el aumento de los precios de las materias primas aumentó enormemente las rentas en divisas. Los países de América Latina se aprovecharon también de tasas de interés internacionales que bajaron enormemente como consecuencia de las decisiones de la FED, seguida por el BCE y el Banco de Inglaterra a partir de la crisis bancaria en el Norte que comenzó en 2008-2009. 
Se prepara una quinta crisis como consecuencia de la fuerte bajada de los precios de las materias primas que comenzó en 2013-2014 y de la evolución de la economía de las principales potencias imperialistas -que incluyen hoy a China (perspectiva de un aumento de las tasas de interés decidida por la FED, estallido de la burbuja bursátil… provocando una repatriación de los capitales hacia los Estados Unidos, Europa y quizás China). La crisis que ya afecta de lleno a Puerto Rico es un signo premonitorio, pero son sobre todo Venezuela y Argentina quienes corren el riesgo de dar una gran amplitud a una nueva crisis cuando estalle, con la particularidad de que una parte de su deuda está suscrita con China, nuevo actor mayor en América Latina.
Los orígenes de estas crisis y los momentos en que estallan están íntimamente ligadas al ritmo de la economía mundial y, principalmente, de los países más industrializados. Cada crisis de la deuda ha estado precedida de una fase de sobrecalentamiento de la economía de los países más industrializados del Centro, en el curso de la cual ha habido superabundancia de capitales, una parte de los cuales ha sido reciclada hacia las economías de la Periferia. Las fases preparatorias del estallido de la crisis, durante las cuales la deuda aumenta con fuerza, corresponden al final de cada ciclo largo expansivo de los países más industrializados, salvo en el caso presente, pues, esta vez, no se puede hablar de ciclo largo expansivo excepto en lo que se refiere a China (y otros BRICS). La crisis está generalmente provocada por factores externos a los países periféricos endeudados: una recesión o un crac financiero golpeando a una o varias de las principales economías industrializadas, un cambio de política de las tasas de interés decidido por los bancos centrales de las grandes potencias del momento.
Lo que se afirma anteriormente está en contradicción con la narración de las crisis que domina el pensamiento económico-histórico y que es vehiculizado por los grandes medios y los gobernantes. Según la narración dominante, la crisis que estalló en Londres en diciembre de 1825, y se extendió a otras potencias capitalistas, resultó del sobreendeudamiento de los Estados latino-americanos; la de los años 1870, del sobreendeudamiento de América Latina, Egipto y del Imperio otomano; la de los años 1890 que estuvo a punto de provocar la quiebra de uno de los principales bancos británicos, del sobreendeudamiento de Argentina; la de los años 2010, del sobreendeudamiento de Grecia y más en general de los “PIGS” (Portugal, Irlanda, Grecia, Spain/España).

Las crisis de la deuda y las ondas largas de la economía capitalista internacional

Hay una relación entre el estallido de estas cuatro crisis y las ondas largas del capitalismo. Las ondas largas del desarrollo capitalista desde comienzos del siglo XIX han sido analizadas por varios autores, entre ellos Ernest Mandel que proporcionó una aportación sustancial, en particular en cuanto a la incidencia del factor político sobre el desarrollo y el desenlace de las ondas largas, aportación que queda por completar. Ernest Mandel propone la datación siguiente para las ondas largas desde el final del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX:
crecimiento fuerte a partir de 1793 terminándose en la gran crisis de 1825
crecimiento lento de 1826 a 1847 con fuerte crisis en 1846-47
crecimiento fuerte de 1848 a 1873 con crisis fuerte en 1873
crecimiento lento de 1874 a 1893 con crisis bancaria en 1890-1893
crecimiento fuerte de 1894 a 1913
Las fases de expansión fuerte, igual que las fases de expansión lenta, están subdivididas en ciclos más cortos que varían de 7 a 10 años y acaban en crisis.
Tras un crac financiero de la Bolsa de Londres en 1825, la primera crisis moderna de sobreproducción de mercancía (1826) abre el camino a una onda larga de expansión lenta (1826-1847) y a la primera crisis de la deuda de América Latina (que comienza en 1826-1827).
La segunda crisis estalla en 1873 como consecuencia de un crac bursátil en Viena seguido de otro en Nueva York. Se sigue de ella una larga depresión de las economías industrializadas de 1873 a 1893 y la crisis de la deuda de América Latina del decenio 1870.
Como consecuencia de la crisis de Wall Street en 1929, la depresión de los años 1930 de la economía mundial desemboca en la crisis de la deuda de América Latina que estalla al mismo tiempo pero que desemboca en un escenario diferente que las precedentes crisis. En efecto, como consecuencia en particular de la decisión de no pago de la deuda por parte de catorce países del continente, esta crisis de la deuda desemboca en un auge industrial de larga duración en los países más importantes (en particular Brasil y México) en contradicción con la crisis de los países del Centro.
La cuarta crisis que comenzó en 1982 fue provocada por el efecto combinado de la segunda recesión económica mundial (1980-1982) de la postguerra, de la bajada de los precios de las materias primas (que está ligada a esa recesión) y de la subida de las tasas de interés decidida por la Reserva Federal de los Estados Unidos en 1979.
Las cuatro primeras crisis duraron de 15 a 30 años. La quinta se prepara. Han afectado al conjunto de los Estados independientes de América Latina y del Caribe casi sin excepción.
En el curso de esas crisis, fueron frecuentes las suspensiones de pago de la deuda. Entre 1826 y 1850, durante la primera crisis, casi todos los países suspendieron su pago. En 1876, once países de América Latina estaban en suspensión de pago. En los años 1930, once países del continente decretaron una moratoria. Entre 1982 y 2003, México, Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil, Argentina, Cuba y otros suspendieron el reembolso en un momento u otro, por un período de varios meses o de varios años. La suspensión decretada por Argentina entre finales de 2001 y marzo de 2005 por un montante de alrededor de 90 000 millones de dólares permitió un crecimiento económico sostenido.
En la mayoría de las ocasiones, las suspensiones de pago son seguidas de reestructuraciones de deuda favorables a los intereses de los acreedores. Los ejemplos de Estados periféricos que repudian victoriosamente sus deudas son muy raros pero existen. Es el caso de México durante el mandato del liberal Benito Juarez, el primer presidente indígena de América Latina. México, que suspendió el pago de la deuda odiosa en 1861, logró expulsar al cuerpo expedicionario francés en 1866 tras cuatro años de duros combates y la imposición de un emperador europeo, Maximiliano de Austria. En 1867, México repudió la deuda reclamada por Francia. Igualmente raros son los casos en que un Estado ha organizado una auditoría de la deuda a fin de poner en cuestión su pago. Fue en particular el caso de Ecuador en 2007-2008. Sus ejemplos son ricos en enseñanzas.

Las ondas largas en la evolución del capitalismo

Veamos lo que dice Michel Husson: “La teoría de las ondas largas había sido ya objeto del capítulo 4 de El capitalismo tardío (Mandel, 1972) antes de ser desarrollada con ocasión de una serie de conferencias dadas en Cambridge en 1978, que condujeron a la publicación de The Long Waves of Capitalist Development en 1980 (Las ondas largas del desarrollo capitalista: una interpretación marxista). Una de las proposiciones esenciales de esta teoría es que el capitalismo tiene una historia, y que ésta no obedece a un funcionamiento cíclico. Conduce a una sucesión de períodos históricos, marcados por características específicas, que hace alternar fases expansivas y fases recesivas. Esta alternancia no es mecánica: no basta con esperar 25 o 30 años. Si Mandel habla de onda más que de ciclo, es claramente porque su planteamiento no se sitúa en un esquema generalmente atribuido -y probablemente equivocadamente- a Kondratieff, de movimientos regulares y alternos de los precios y de la producción.
Uno de los puntos importantes de la teoría de las ondas largas es romper la simetría de las inflexiones: el paso de la fase expansiva a la fase depresiva es “endógeno”, en el sentido de que resulta del juego de los mecanismos internos del sistema. Al contrario, el paso de la fase depresiva a la fase expansiva es exógeno, no automático, y supone una reconfiguración del entorno social e institucional. La idea clave es aquí que el paso a la fase expansiva no está dado por adelantado y que requiere reconstituir un nuevo “orden productivo”. Esto lleva su tiempo, y no se trata por tanto de un ciclo semejante al ciclo coyuntural cuya duración puede asociarse a la duración de vida del capital fijo. Esta es la razón de porqué este planteamiento no confiere ninguna primacía a las innovaciones tecnológicas: en la definición de este nuevo orden productivo juegan un papel esencial las transformaciones sociales (correlación de fuerzas capital-trabajo, grado de socialización, condiciones de trabajo, etc. Texto: Eric Toussaint. Traducción: Alberto Nadal. Ver: Parte I y Parte III

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