Cuando se propone cualquier política económica relacionada con objetivos sociales la pregunta más habitual es: ¿y de dónde vamos a sacar el dinero para pagarlo? Lo gracioso del tema es que los que principalmente realizan esta pregunta son aquellos que se apresuran a despilfarrar el dinero de todos echándolo en manos de aquellos que son responsables de la crisis que todavía, a pesar de ellos mismos, aguantamos. Hay que ser consciente, además, de que también se apresuraron, los mismos, a dar tijeretazos a la sanidad, a la educación, a los servicios sociales y en definitiva a muchos de los servicios esenciales que contribuían al cumplimiento de los derechos reconocidos en nuestra Constitución.
Estas políticas austericidas es verdad que han cumplido ciertos objetivos: empleos -precarios- manteniendo en la inseguridad -y la miseria- a buena parte de la ciudadanía; incremento de la desigualdad entre las personas, favoreciendo la riqueza de los más ricos, a veces con sueldos y pensiones millonarias, y la pobreza de los que menos tienen; aumento de los precios de servicios básicos como la electricidad, la sanidad y la enseñanza; aumento de la deuda pública que actualmente roza y supera el 100 por cien del PIB.
Hemos de ser conscientes de que en el año 2008, año en el que la crisis estaba llamando a la puerta de nuestro país, la deuda pública española era de 439.771 € y suponía el 39,40 por ciento de nuestro Producto Interior Bruto (PIB); en el año 2011, año de cambio en el gobierno, la deuda pública ascendía a 743.531 € y un porcentaje del 69,20 por ciento del PIB, y en el año 2014 1.033.857 €, lo que muestra que debemos todo lo que los españoles somos capaces de producir en un año. Por ello debemos preguntarnos: ¿Dónde han ido esos cientos de millones de euros? ¿De qué han servido la austeridad y las políticas de recortes por Decreto sin que la ciudadanía soberana haya sido preguntada? ¿Alguien se preguntó de dónde íbamos a sacar el dinero para pagar tamaña desmesura?
Pues si alguien lo hizo fácilmente se convenció de que el sistema financiero había que mantenerlo ya que en caso contrario la economía de los países desarrollados caería en picado. Pero la realidad es que los que realmente iban a ganar y han ganado, en términos absolutos y relativos, eran aquella minoría que ha conseguido apoderarse de una gran parte de las rentas y el patrimonio mundial. En realidad lo que se ha defendido es el interés de las clases pudientes. Riqueza hay y más podría haber si se utilizan todos los recursos existentes; lo que no hay es voluntad de repartir los medios de pago para poder disfrutar de esa riqueza. ¿Quién todavía puede decir que de dónde sacaremos el dinero para pagar las políticas sociales? Me repito: los mismos que han apoyado la puesta en marcha de las políticas austeras y neoliberales.
Pero hasta el editor Jefe de Economía del prestigioso Financial Times, que no es sospechoso de pertenecer a los defensores de la economía heterodoxa, llega a decir en su último libro ''La Gran Crisis: cambios y consecuencias'': “El reciclado de los superávits por cuenta corriente y entradas de capital privado en salidas de capital oficiales –descrito por algunos como una superabundancia de ahorro y por otros como una superabundancia de dinero—fue una de las causas de la crisis [1]”. Y entre los análisis que efectúa en el libro mencionado sobre la crisis nos dice “A mediados de 2010, por tanto, los líderes se alejaron de sus acciones fuertemente contracíclicas hacia la austeridad [2]”. Todos recordaremos el cambio de política efectuada por el Presidente español Zapatero en mayo de 2010. “Lo hicieron, además, cuando sus economías estaban lejos de encontrarse completamente recuperadas de la crisis (3) ”. Así se puede explicar que “una prometedora recuperación comenzó a marchitarse. La austeridad demostró ser contractiva, dado que la demanda era muy débil y los tipos de interés muy cercanos a cero”. ¡Ay si Keynes levantara la cabeza! Su lucha por salvar la gran depresión ha servido de poco. ¡Pronto ha sido olvidada!
Está claro quién puede estimular la demanda, y no son los ricos que ahorran para multiplicar sus rentas. Las empresas necesitan vender para activar la economía, ya que producir y prestar servicios no es el problema, el mundo nunca ha sido tan rico ni ha producido tanto como lo es y produce en los tiempos actuales. La desigualdad y la errónea distribución de la renta, distribución que no es equitativa, revelan fallos en la maquinaria de capitalismo, siendo causante de su inevitable destrucción. Sin embargo, cuando se dice que en este mundo “dónde el pleno empleo, hoy, ni está ni se le espera [4] ”, las personas tienen derecho a vivir y por tanto a tener los medios económicos necesarios para vivir una vida digna. Lo que supone que es de sentido común que todos los ciudadanos tengan una Renta Básica Universal (RBU) que, además de ser un reductor de la burocracia pública, aumenta fuertemente la demanda de bienes básicos, ya que los pobres sí que gastan todas sus rentas y poco, más bien nada, les queda para especular. Debemos olvidar el anacronismo de que el pan se gana con el sudor y el esfuerzo, ya que no todos pueden tener un salario ya que no hay trabajo para todos.
Sabemos que el dinero se crea por arte de magia y circula en mayor cantidad que los bienes y servicios que existen para su consumo. El problema es, por tanto, su distribución. Así mientras hay quien no sabe dónde emplearlo, a no ser en el casino trucado del sistema económico mundial, otros no poseen ni lo indispensable para mantenerse en vida. Ni siquiera a los animales tratamos con tal saña. Hay quien habla de un principio de humanidad y de los Derechos Humanos pero deben ser nociones que han quedado en el saco del olvido porque parece que muchos encuentran diferencias notables entre los hombres y piensan que no todos merecen el derecho que debe estar en lo más alto: el derecho a la vida.
[1] Wolf, Martin (2015:43) La Gran Crisis: Cambios y consecuencias. Deusto.
[2] Ibídem (2015:90)
[3]Ibídem (2015: 90-91)
[4] Pérez, Cive (2015:161). Renta Básica Universal, la peor de las soluciones a excepción de las demás. Clave Intelectual.
Texto: E. Ruiz Ureta. Ver tambien: Keynes y Galbraith
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