Hace ya un tiempo que venimos señalando como cuando tienen “éxito” la aplicación de la llamada “Doctrina Obama” y la injerencia de la Casa Blanca en los países que consideran en oposición a sus intereses, vienen produciendo resultados que en la mayoría de los casos no responden finalmente a sus objetivos originales y dejan como saldo solamente el caos, la destrucción y la desaparición de los Estados nacionales (o de las estructuras que fungían como tales) en esas naciones intervenidas.
Así está ocurriendo, para mencionar los lugares más notorios, en Afganistán, Libia, Irak y Ucrania. Los gobiernos títeres impuestos luego de invasiones militares, golpes “suaves”, organización y financiación de fuerzas mercenarias y otros recursos por el estilo, no tienen en ningún caso el apoyo de las poblaciones, más bien se caracterizan por una debilidad crónica que con la apariencia de la restitución de la institucionalidad (luego de haber sido ella destruida por la intervención extranjera) generan la continuidad de la violencia y el caos interno.
Así sucede por ejemplo en Afganistán, donde la presencia de un ejército de ocupación no ha detenido la lucha de los talibanes (que nunca fueron derrotados) y otras facciones radicales opuestas al gobierno títere y a la fuerza invasora. Igualmente sucede en Libia, donde la balcanización producida por la destrucción de las instituciones e infraestructura, genera constantemente episodios como el sucedido hace algunas semanas, donde alguien que tiene armas (de las proporcionadas por Occidente para tumbar a Kadaffi) ataca u ocupa las áreas que son de su interés, así sean sedes del supuesto gobierno central, y origina que no se haya logrado extraer más que el 20% del petróleo que se producía antes de la destrucción, y todo ante la impotencia de un gobierno fantasma. Ni hablar de lo que está sucediendo en Ucrania, donde el caos y la balcanización resultantes de la intervención de las potencias centrales se va configurando en una especie de confusa guerra civil, luego de la imposición de un gobierno de derecha y ultraderecha y del de su actual presidente (el hombre más rico de Ucrania) nombrado en unas “elecciones” en las cuales no participaron las provincias independentistas ni la alta masa de abstencionistas en las áreas bajo la influencia de Kiev.
Ahora es Irak
Luego de las invasiones militares, la total destrucción de infraestructuras e instituciones, el asesinato de Saddam Hussein y el saqueo de sus riquezas petroleras y culturales, los despojos de lo que fuera una nación pujante no han logrado evitar una constante violencia interna compuesta de atentados y hechos militares por parte de facciones disidentes, ni luego del fin de la guerra con tropas de ocupación, y menos aún luego del retiro progresivo por parte de los Estados Unidos de la mayoría de ellas.
El último acontecimiento es el exitoso ataque del llamado Estado Islámico de Irak y el Levante abreviado comúnmente como ISIS o ISIL(en inglés) o EIIL (en español), que ha tomado varias ciudades importantes (entre ellas la que fuera natal de Sadam Hussein) y realizó un avance militar en principio aparentemente indetenible hacia Bagdad.
La súbita aparición de una fuerza militar que, por más calificativos que el gobierno Iraquí (y aún el gobierno Sirio) les den como terroristas, por su capacidad militar parece estar mucho más cerca de constituir un ejército organizado que un grupo clandestino, nos muestra una vez más el poder de la hegemonía de las corporaciones mediáticas. Esta importante fuerza militar islámica hasta ahora prácticamente no había existido en los medios, y por ende no existió en la “realidad” del imaginario global, hasta lograr estos rotundos triunfos militares que obligatoriamente debieron ser reseñados por la hegemonía comunicacional mundial.
Y no aparece de milagro, hay una historia detrás de ella, esta organización nació hace diez años -en 2004- con el nombre de Grupo de la Yihad y el Monoteísmo, formado bajo la tutela del líder islámico Abu Musab al Zarqauiy y que en ese mismo año se unió a la Al Qaeda de Osama Bin Laden . Durante la guerra de Irak fueron un factor de resistencia a la invasión estadounidense y al gobierno chiíta impuesto. Sus objetivos son la constitución de un Estado Islámico (de orientación suní) en forma de califato, no solo en territorio iraquí, sino también en parte del territorio sirio, donde se fueron constituyendo como uno de los principales grupos que combaten contra el gobierno de Bashar Al Assad.
Según Charles Lister, investigador del Brookings Doha Center, el EIIL tiene entre 5000 y 6000 combatientes en territorio iraquí, y entre 6000 y 7000 en territorio sirio. Estas estimaciones coinciden con otros expertos que evalúan en 12000 hombres sus fuerzas de combate. El experto en Islam Romain Caillet, del Instituto Francés para Oriente Próximo, dice que muchos de sus líderes militares son iraquíes o libios, mientras que sus líderes religiosos son más bien saudíes o tunecinos. El EIIL también tiene cientos de combatientes franceses, belgas o norteafricanos.
Según estos investigadores, este movimiento no parece estar financiado directamente por algún estado (a pesar que el gobierno sirio dice que está financiado por los Estados Unidos y el gobierno iraquí por Arabia Saudí), lo que sí parece estar claro es que capitales privados de esos orígenes son parte importante de su apoyo.
Su poderío militar está demostrado por su avance fulminante (aunque el gobierno fantasma de Irak no disponga de un ejército en forma) y por el hecho que no han logrado grandes triunfos en Siria a pesar de ser la fuerza más importante de oposición al gobierno sirio, no solo por la eficacia del ejército de Damasco, sino porque su aviación los ha mantenido a raya. Inclusive en estos días la noticia de que un convoy con 19 blindados del EIIL fue atacado y destruido por la aviación siria, confirma estas evaluaciones.
Lo más importante de estos sucesos, es que una vez más comprueban como la destrucción de los Estados Nacionales provocada por los Estados Unidos permite que aparezcan nuevas fuerzas que estaban contenidas o latentes, sobre las cuales nadie tiene ningún tipo de control, quedando ligado el destino de las naciones a los avatares del caos.
No es posible prever que sucederá ahora con Irak, los causantes de todo esto, los Estados Unidos, declararon en la voz de su presidente Obama, que debería organizarse una ayuda humanitaria para el gobierno iraquí, y que la Casa Blanca no estaba dispuesta a enviar fuerzas militares para intervenir en este conflicto. Sin embargo al otro día de estas declaraciones Estados Unidos desplazó un portaviones al área “para cubrir cualquier posibilidad de una acción militar”. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó unánimemente los ataques, y ya Rusia y China habían declarado su apoyo al gobierno iraquí.
La verdad oculta entre dos platos es que nadie está dispuesto a permitir que los radicales islámicos logren constituir factores geopolíticos de poder. Una reflexión a hacer es que ni Occidente ni Oriente terminan de comprender a los movimientos políticos y militares impulsados por una convicción religiosa. En nuestro pragmático mundo hace varios siglos que las motivaciones políticas y militares responden a estímulos mucho más materiales. Por eso resulta muy fácil calificar de bárbaros a movimientos que se rigen por la ley de sus libros sagrados, y que intentan establecer sociedades que vivan según antiguas normas de su tradición. Y que conste que esto no es una defensa de los radicales islámicos, sino solo la constatación de que los poderes fácticos actuales están muy lejos de poder entender sus motivaciones y sus acciones, y posiblemente por ello no logran derrotarlos (según lo explica el Arte de la Guerra de Sun Tzu). Texto: Miguel Guaglianone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.