El escenario que se propaga en muchos medios de un Irak nuevamente desestabilizado por luchas intestinas debido a su diversidad étnica y cultural, al borde de la desintegración de su estado, impide ver el trasfondo de una virtual industria terrorista gestada con anterioridad a la invasión a Irak en 2003. Las operaciones desplegadas en Siria e Irak, bajo una égida denominada Emirato o Estado Islámico para Irak y el Levante, corresponden a la facción más agresiva de esta industria, cuya existencia y crecimiento se debe al incumplimiento de los compromisos internacionales para combatir el terrorismo. La comunidad internacional agrupada en Naciones Unidas, cada país miembro, tiene una cuota de responsabilidad y aquellos que votaron una y otra vez resoluciones de Naciones Unidas condenando al gobierno Sirio y abstrayéndose del tema terrorismo, contribuyeron al estado de situación que afecta a Siria e Irak.
Con todo, en un aspecto central, la invasión a Irak aparece como una derrota política de la cual Estados Unidos aún no se recupera. Para remediarlo, se observa una conducta externa en el limbo, adornada con retórica oblicua y ampulosa respecto a llamados a la libertad y la democracia y con escaso margen de iniciativas para la concreción de un plan político que detenga la violencia tanto en Siria como en Irak, sin olvidarse de Ucrania y el impasse con Rusia.
La invasión a Irak y el doble fracaso en combatir al terrorismo han obligado a EEUU abordar una compleja transición en su política exterior con dificultades para regenerarse y adoptar una estrategia de liderazgo para un nuevo orden mundial que convenza. ¿Cuántos años lleva la monserga del nuevo orden mundial desde el desplome soviético? Probablemente, ese esquivo nuevo orden mundial que en la generalidad no se reconoce, sí existe para la doctrina neoconservadora a partir de esta invasión y lo que ha generado: más terrorismo, más armamentismo, mas beligerancia entre las naciones, más inseguridad planetaria, menos respeto al derecho internacional.
La impronta del “soft” o “smart power” del presidente Barack Obama ha resultado ser un espejismo. Durante los ocho años de George W. Bush, la política exterior de Estados Unidos quedó profundamente impactada por la vehemencia y el avasallamiento ideológico del neoconservadurismo implantado tanto en el aparato de Defensa como en el de Relaciones Exteriores, fenómeno de larga data. La política exterior profundamente ideológica y agresiva para combatir autonomías y adicta a la supremacía total sin contención, que es el corazón del neoconservadurismo, proviene de Richard Nixon. Después se inserta en amplios sectores durante los ocho años de Ronald Reagan, vocero excepcional de esa doctrina porque cautivó a tantos así como los que no se percataron.
El neoconservadurismo no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos o el mundo anglosajón. Se expresa como una ideología de extrema derecha basada en “la creencia de que la clave para una sociedad mejor consiste en reconocer que las diferencias entre las personas son más importantes que las similitudes” (K. R. Hoover. 1994). En el plano doméstico todo lo que suene a estado protector y promotor de igualdades hay que erradicarlo. En el plano internacional, hay que combatir por la fuerza extrema, cualquier manifestación de insurgencia al 'status quo' capitalista o de disensión a la hegemonía de Estados Unidos. La invasión y la ocupación a Irak fueron un fiel reflejo de la aplicación de esta doctrina que se reduce a refundar el capitalismo a partir de la destrucción de la actual fisonomía del estado. La agresión a Siria responde al mismo fenómeno refundacional que es el viejo proyecto de la reforma institucional (remodelando estados) que parte en década de 1980 con al ajuste global a las economías.
La invasión de Irak en 2003 iniciada el 20 de marzo, antagonizando una votación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, constituyó en principio una gran victoria de la Alianza Transatlántica liderada por Estados Unidos y del neoconservadurismo en su posicionamiento a nivel global. Hay que recordar que la invasión fue apoyada por 27 naciones, entre ellas las más alineadas con Estados Unidos. Sin embargo también es la primera gran derrota de Estados Unidos en política exterior del período post Vietnam y que se prolonga en la actual situación en Siria e Irak.
Estados Unidos culmina el retiro de sus tropas de Irak a fines de 2011, el mismo año en que comienza el conflicto en Siria, y que escala con la emergencia de una industria del terrorismo para desestabilizar estados. Se detecta cierta sincronía con la política de reforma institucional global impulsada por Estados Unidos, compatible con los intereses de las corporaciones transnacionales. De otra forma no se explica que en poco más de una década, haya dos estados con guerras (Irak y Siria), otros dos amenazados con desestabilización (Líbano y Jordania), y un quinto, Irán, acosado hasta el límite; todas situaciones en donde Estados Unidos y la Alianza Transatlántica han tenido una parte activa y que son precisamente los países que cobijan a las corporaciones transnacionales más poderosas.
Hay que reiterarlo. Esa estoica asociación de naciones que se agrupa en torno a Naciones Unidas, pareciera estar a la deriva por su incapacidad política para resolver conflictos mayores como el de Ucrania, Siria y ahora nuevamente con Irak. No ha sido especialmente acuciosa en aplicar la resolución CS1373 de septiembre de 2001, que obliga a los países a combatir el terrorismo como política de estado y con voluntad política.
Con la situación actual en Irak y Siria, y el proceso inducido de transformar la región que ha sido la gran ambición neoconservadora en Washington y Bruselas, la matriz pensante de la modernidad capitalista pareciera llegar al punto culminante de su hedonismo. Si no fuera porque ha terminado en tragedia, desde los pasillos del poder en Washington, Nueva York, o Bruselas, es ingenioso culpar a los políticos de Irak y Siria y más fácil aún es tratarlos de tiranos y sanguinarios, cuando la globalización marca su melodía con una banda de guerra.
“La situación en Irak es la más violenta demostración de la incomprensión, ignorancia, arrogancia, y obsolescencia de la política internacional de Estados Unidos.” La reflexión pertenece a un destacado político chileno con experiencia en cargos ministeriales y en política exterior. Me reservo el nombre porque la compartió en carácter personal. Eso sí me llamó la atención la severidad del juicio en un personaje ponderado con sus opiniones, particularmente sobre Estados Unidos, que se está quedando solo e irremediablemente impopular. ¡Qué le habrá pasado a ese movimiento de igualdad y equilibrio entre las naciones que parecía encabezar Barack Obama! ¿Es tan poderoso el neoconservadurismo?. Texto: J. F. Coloane.
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