Perdimos una guerra, una post-guerra, el dictador se murió en la cama, nos tragamos la Monarquía, Felipe González nos ganó con trampas el referéndum de la OTAN, la dignidad cuando bajo los socialistas se incubó el GAL, perdimos las reformas laborales, soldados del Jack 42 y civiles por la guerra de Iraq, perdimos la vergüenza cuando escuchamos que esto no era una crisis, cedimos derechos con los recortes del PSOE y del PP, soportamos la infamia del artículo 135 de la Constitución, y casi perdemos la paciencia en estos años de austeridad y sufrimiento…Pero lo que ha ocurrido hace unas horas en Atenas no lo hemos perdido. Esto, dice Ulises a quien quiere escucharle en la plaza Klaftmonós de Atenas, esperando a Tsipras, esto lo hemos ganado entre todos y para todos. Esta es la primera victoria de un partido de izquierda-izquierda en toda la historia de Europa. Este es el triunfo de la dignidad y la democracia frente al pisoteo de los mercados. Este es un anuncio de rehabilitación para todos los pueblos humillados. Y hay que celebrarlo con sonrisas y abrazos. Y así ha sido hasta la madrugada.
Sonia, catalana y Eva, valenciana en Atenas. Foto: @Javierginer |
Por primera vez en ocho años Ulises ha visto sonreír a sus hermanos, y él mismo se ha fundido en la masa como un afortunado más. Y después ha llorado en una esquina. ¿Cómo no hacerlo al escuchar esa frase mágica que viene desde el fondo de la memoria de los republicanos españoles de la Novena Compañía del General Leclerc, que pasa transformada por Cohen y Morente y que llega hasta el frontispicio de la Universidad helena bajo una estrofa trufada de voluntad y compromiso: “primero tomamos Atenas y después tomaremos Madrid”. ¿Cómo no sentir el vello hirviente ante estas estrofas que nos empujan tan directamente hacia la esperanza? Ulises es sólo un hombre y llora solitario en una esquina.
Pero enseguida vienen a su rescate italianos dicharacheros cantando el Bella Ciao, búlgaros entonando la Internacional, catalanes con sus himnos de segadores, portugueses del Bloque de Esquerdas, maricones y lesbianas organizadas, y aragoneses con versos de Labordeta y las mesas de la plaza se llenan de manteles vistosos con vino “Makedonikos”, kebabs y sulakis, cervezas “Mythos”, y banderas rojas, violetas y blancas de Tsyriza, y combatientes de 70 y 80 años que no quieren perderse el mitin victorioso de Alexis Tsipras, el gobernante más joven en toda la historia de Grecia, y también vienen tullidos, yonkis, minusválidos, ancianas de Omonia, y diagnosticados de cáncer, que abandonan por unas horas la tristeza de su pronóstico, y parejas sesenteras y madres con sus hijos, y también guapas chicas morenas y pintadas de Atenas, que entienden que aquellas son también sus horas porque a un pueblo se le puede someter aplastado un tiempo pero no toda la eternidad.
Ulises ha acercado su mano a este hombre de 40 años, emparejado pero no casado, con dos hijos no bautizados –en un país como Grecia, Dios mío– que militaba ya a los 14 años en las Juventudes Comunistas, que no ha querido salir de su barrio canalla de Kepseli, que no ha perdido la sonrisa ni en los peores momentos –por favor, Alberto Garzón, Pablo Iglesias, seguro que con un par de clases también vosotros podéis hacerlo– y que desde esta noche figura en las alertas google de los hombres más poderosos de la tierra.
Y sube este hombre, Alexis Tsipras, al estrado para calentar una vez más a su pueblo con palabras graves, solemnes, gesticulantes y poderosas. “Habéis vencido el miedo y recuperado la esperanza. Nuestra victoria es una victoria de todos los pueblos de Europa que luchan contra la austeridad. Nuestra prioridad por encima de todo es devolver la dignidad perdida a Grecia, con un Gobierno para todos los griegos, nos hayan votado o no. El nuevo Ejecutivo está listo para trabajar y negociar con nuestros acreedores una razonable solución al círculo vicioso de la deuda. Juntos avanzaremos y lo lograremos, y desmentiremos a todas las Casandras que dentro y fuera del país nos amenazan”.
Y entonces Ulises sabe que este hombre que habla así será, tarde o temprano, el nuevo presidente de la Unión Europea. Sabe también que el continente, si quiere seguir unido, deberá descender unos cuantos paralelos su centro de gravedad. Y que los países del sur tienen, con él y con su ejemplo, todavía una oportunidad para ser libres, democráticos, dignos y solidarios.
Hemos perdido todas las batallas pero esta victoria no nos la quita nadie. Todos somos griegos, decía el poeta Shelley. Primero tomamos Atenas y después tomaremos Madrid. En noviembre para ser exactos. Texto: Emilio Garrido
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