25 ene 2015

La Bañera de Ulises: Lo incierto es seguro

Mientras recorre los puestos del carne del Mercado Varvakios de Atenas, Ulises recuerda cuál era la máxima en el barco en el que un día regresó de Troya: lo único seguro es lo incierto. Tanto fue así que tardó diez años en arribar a su isla. En el camino se dejó entretener por magas y princesas, es verdad. Al llegar, Penélope había tejido tanta lana, que Amancio Ortega le compró toda la producción y así nació Inditex. Esto no es cierto, seguro.
A la espera de resultados. Café en el centro de Atenas. Foto: @javier Giner
A los griegos les encantan los juegos de palabras, las paradojas y las falacias. Los sofistas fueron primero sabios, después “conocedores del buen gobierno” y finalmente charlatanes. Toda esta enseñanza flota en las pequeñas tabernas que rodean el Mercado Central. En las mesas no se habla de otra cosa: qué pasará esta noche con el resultado de las elecciones. Nadie tiene ni idea. Ulises tampoco.
Diez millones de votantes. El voto es obligatorio pero no pasa nada si desobedeces. Por tanto, es imposible saber si habrá mucha abstención. Da la impresión de que no. Iulia, pianista de 38 años que me acompaña por el recorrido, asegura que van a votar hasta los anarquistas. Le digo que algo así ocurrió en 1936 en España y ganó el Frente Popular. Buena parte de los tradicionales abstencionistas votarán útil, votarán Tsyriza.
Doscientos cincuenta diputados, pero con un bonus de 50 al que más votos obtenga. Esto recuerda a Ulises la “bola extra” de los ping-ball a los que jugaba cuando era joven. Un sistema que solo existe en Luxemburgo y aquí. En el país acreedor y en el país deudor. Otra paradoja. Solo Tsipras y Samaras, de Nueva Democracia, optan al premio. Pero ¿será suficiente para alcanzar los 151 escaños que dan la mayoría absoluta? Nadie lo sabe.
Un tercer partido que se antoja fundamental para formar gobierno. Y aquí ya entran los comunistas ortodoxos del KKE, los neonazis del Amanecer Dorado y los liberales de To Potami (El río) que puede ser la gran sorpresa de estas elecciones. Aparecen muy igualados en los pronósticos y parece claro que el que obtenga un 8% será necesario para el gobierno. Nadie imagina a ministros fascistas o comunistas duros negociando con Bruselas, pero sí a los centristas de Stavros Theodorakis, un popular locutor de televisión con gancho y vocación de bisagra.
Novecientos periodistas acreditados, más de la mitad extranjeros. Nadie se explica de dónde sale la cifra pues ni el gobierno ni ningún partido ha repartido acreditaciones pero este tumulto expectante debe ser cierto. El taxista me dice que ha trasportado equipos de China, Japón y Venezuela, lo nunca visto.
Los músicos ambulantes se cuelan en las tabernas ofreciendo sus canciones de laikó y demotikó (populares). Algunos son muy buenos, me señala Iulia. Profesionales hasta hace seis años que ahora mendigan unas propinas a los turistas. La cultura se ha venido abajo en este tiempo de crisis. Prácticamente no hay conciertos en directo. El cine está finiquitado, salvo dignos documentales que han señalado la hekatombe como Deudocracia o el más reciente Que no vivamos como esclavos. El teatro sobrevive con entradas a bajo precio. Y pintores y escultores se han pasado al bricolaje porque no hay dinero para comprar sus obras.
Únicamente las emisoras mantienen el tipo. No hay otro país en el mundo que cuide su música como Grecia. Una de cada tres estaciones emite exclusivamente músicas de aquí, sin producciones anglosajonas. Y esto se mantiene en este domingo de elecciones. Antes de retirarse prematuramente por una afección grave, la gran diva de la canción griega, Haris Alexiou, manifestó sus simpatías por Tsyriza. Y hoy, día de votaciones, como un guiño hacia el votante, estas emisoras patrióticas emiten sin parar canciones suyas, como sucediera con aquella Grandola, vila morena de Xosé Afonso que dio paso a la Revolución de los Claveles de 1974 en Portugal. ¿Pero será suficiente?
Los agoreros dicen que hay que votar a Samaras para no quedar fuera de Europa. Pero Grecia está de hecho fuera de Europa desde hace tiempo. No sólo por sus cifras macroeconómicas depauperantes. Este es un país en el que todavía se puede fumar en las tabernas, en el que se puede comprar alcohol a cualquier hora en los kioscos, en el que no hay molinillos de barrera para entrar en el metro y en el que conectarse a internet todavía es un follón de códigos y contraseñas de tres pares de narices.
Lo que está en juego no es Europa sino la dignidad de los pueblos del sur, acaba de decir Alexis Tsipras al depositar su voto. Pero ¿eso cómo se traduce? Imposible saberlo. Por no estar claro, nadie conoce dónde será la fiesta de esta noche si gana Tsyriza: ¿Klaftmonos, Sintagma, Zapion o Koumoundourou? ¿O en las cuatro plazas a la vez? ¿O no a la vez pero sí sucesivamente?
Ulises mira hacia la Acrópolis, iluminada en la noche con sus obras inacabadas, y se repite a sí mismo otra vez: lo único seguro es lo incierto. Texto: Emilio Garrido

La Bañera de Ulises: De vuelta a la Patria

Un reflejo del sol en el ala del avión emitió un foco de luz sobre Itaca y Ulises supo que volvía a su patria. Lo hacía después de seis años de crisis y hundimiento y lo primero que sintió al comprar el billete de bus es que quizá aquellos iban a ser los últimos euros que circularían por el país. En el camino al hotel encontró una ciudad no en bancarrota pero sí empobrecida, atascada, como si no hubiera evolucionado en décadas. En la plaza Omonia encontró por la noche a una anciana con alpargatas, tocada con un gorro del Panatinaikos, las piernas torcidas, el pitillo en los labios, gritando como una posesa: “Este es el fín, atenienses!”. A Ulises le pareció que aquella vieja siempre había estado allí, sentada bajo la lluvia en Omonia, o en cualquier otra plaza depauperada del país. Le compró unos cigarrillos y siguió paseando.

En los barrios populares de Psiri y Keramikós, antes bulliciosos y alegres, las aceras están solitarias a las ocho de la tarde y las luces de las tiendas, apagadas e inanes. Entrar a oscuras en el cajero de un banco también tiene sus riesgos: puedes pisar tres bultos humanos antes de llegar al cash. Te miran desde el suelo pidiendo perdón por ser pobres. Tú les devuelves la mirada pidiendo excusas por obtener dinero.
“ Los mercados ya no tiene respuesta para Grecia” grita 
Alexis Tsipras desde una gran plasma.
“No pasarán”, así en castellano, es una de las pintadas más frecuentes en los muros. No son de ahora, sino de 2010 o 2012, fechas de los primeros rescates. Sólo tienen cuatro años pero ya lucen descoloridas y viejas, como si procedieran de los tiempos del imperio otomano. En cuatro años Grecia ha perdido la cuarta parte de su riqueza. ¿Cómo es posible que Alemania, con el 5 por ciento de paro pertenezca al mismo grupo monetario que Grecia, con el 25?, se pregunta Ulises.

“Los mercados ya no tiene respuesta para Grecia” grita Alexis Tsipras desde una gran plasma instalada en el kiosko de la coalición Tsyriza de la plaza Klafthmonos. La jaima está repleta de propaganda servida por jóvenes estudiantes comprometidos. Unos 2.000 en Atenas están actuando como voluntarios. Yulia, universitaria, es una de ellas. Su pronóstico es claramente subjetivo: “La derecha no pasará del 18 por ciento y nosotros ganaremos por mayoría”. El candidato Tsipras habla desde Creta en su último mitin de campaña. Los altavoces difunden su voz grave en toda la calle, y las consignas llegan hasta las terrazas, donde chicas ociosas fuman y toman pequeños cafés sin parar. El candidato no se fía de las encuestas e intenta convencer desesperadamente al 11 por ciento de indecisos que mañana domingo puede darle la mayoría absoluta. Eliseos, camarero, es uno de ellos: “Tsipras, Samarás…es lo mismo. Yo estoy muy contento de ser anarquista”. Samarás, por su parte, candidato de Nueva Democracia, el partido que falseó las cifras de entrada en el euro, está hablando en Atenas, pero a la media hora del mitin, ya no queda una sola bandera griega ni en las calles, ni en el metro.

En la televisión hay un programa que se llama “Proyecto Rojo”. A Ulises le recuerda otro llamado “Al rojo vivo”. Por unos momentos le parece estar ante la Sexta. ¿No es Pablo Iglesias el entrevistado? La periodista pregunta al líder de Podemos. “Usted es muy joven, 36 años. ¿Le parece estar preparado para gobernar?”. Hace seis años a Alexis Tsipras, con 34, le hicieron la misma pregunta y el líder de Tsyriza dijo: no, no estamos preparados, se ganó unas buenas simpatías por su sinceridad y hoy es el candidato más atractivo. Iglesias no lo duda: “sí, claro que estamos preparados; los que no están preparados son los que nos han metido en esto”.
Grecia debe 280.000 millones de euros. Todavía no han nacido las generaciones que podrán pagar esta deuda. Los dueños de los mercados sugieren que el país venda sus islas. Dan por finiquitado al enfermo y proponen emplear recursos en las economías que todavía pueden salvarse. Y citan a España, por ejemplo.
Los atenienses de la calle no confían mucho en las elecciones. Ellos inventaron el escepticismo y el estoicismo. Todavía se sienten criaturas traídas y llevadas por los dioses, ante quienes poco puede hacerse. Los más viejos juegan una partida de tabli (backgammon) en una taberna rodeados por chupitos de ouzo. Katerina, 70 años, opina que el problema no son las elecciones sino el día siguiente.
Chicas con minifaldas vertiginosas pasean las calles de Karaiskaki a última hora de la noche. Ulises ya no les pregunta. Se interroga sobre la decadencia de su patria. ¿Viene de ahora o no se fue nunca? Las últimas emisiones de televisión están pobladas de músculos, boxeo y concursos de Gran Hermano. En lo alto, el Partenón llora una lluvia triste sobre sus ciudadanos.Texto: Emilio Garrido

24 ene 2015

Charlie Hebdo, medios y periodistas

La última portada del periódico con la caricatura de Mahoma sosteniendo el cartelito “Yo Soy Charlie” en expresión de pena y titulada “Está todo perdonado” implica una actitud de soberbia simbólica. Otra vez, la palabra y el perdón parecen atributos eurocéntricos.

Esta arrogancia moral que aniquila al Otro pone en circulación un espiral de violencia que desde las redacciones y los diferentes medios de comunicación se reproducen sin considerar la estructuración ideológica que atraviesan los discursos y el espacio de lo público.
Las opiniones sobre el ataque al semanario francés Charlie Hebdo comenzaron a saturar parte de las redes sociales y medios de comunicación que se encolumnaron tras la defensa a la libertad de expresión y contra el fundamentalismo islámico.
El dolor social que supone la muerte de doce trabajadores de prensa, y la condena que como organización desde los trabajadores estamos dispuestos a asumir, no inhibe poder denunciar e intentar destramar la eficacia de la utilidad política que este ataque supone. La cantidad de reportes que se replicaron con la figura antitética de ciudadanos franceses conmocionados por los terroristas islámicos, otra vez ponen en juego las fichas donde se enfrentan los avances de ciudadanía y civilidad contra la violencia y el descalabro.
El atropello de la hegemonía capitalista occidental y las potencias europeas donde arrasan tras la descalificación, la burla y el desprecio de algunas culturas extranjeras, demuestran un racismo que el atentado evidencia y que desde parte de las redacciones y las organizaciones “ciudadanas” reproducen hasta saturar el espacio.

La intolerancia

Según el investigador de Sociología del Medio Oriente Enrique Herszkowich, para muchos musulmanes, “la caricaturización de Muhammad bien puede ser considerada una blasfemia. Pero, sin duda, la idea de que debe ser castigada con la muerte del artista, sólo se restringe, en la actualidad, a una pequeña minoría entre los mil quinientos millones de fieles”.
Sin embargo, las acusaciones vertidas en las diferentes crónicas y análisis lo engloban como parte de la cultura árabe o el mundo islámico ejerciendo una falsa equivalencia -que no solo reproducen parte de las publicaciones locales sobre el atentado en el periódico francés sino que se extiende por todo occidente-. La estigmatización del Islam después de los atentados de septiembre de 2001 y de fenómenos como Al Qaida o el Estado Islámico lo prueban.
El nodo de la discusión, entonces, se bifurca hasta caer en el pozo ciego de generalizaciones simplistas que permiten justificar las políticas de saqueo neocoloniales ya avanzado el tránsito por el siglo XXI. La intervención de las potencias económico militares en los países que poseen abundantes recursos en bienes naturales a partir de la industria de las guerras va sosteniéndose en un andamiaje basado en el discurso del odio y la intolerancia hacia las creencias de otros sistemas como materia prima.
Otra de las maneras en que se manifiesta la intolerancia es en la burla o infantilización de las creencias. Desde diversos formatos de publicaciones, la desacralización, el desprecio por otras culturas y sus rituales más profundos, son las formas de atropello desde un capitalismo cruento que pretende imponer su ideología de mercado bajo la creencia del dios dinero.

La cultura del desprecio

Esta violencia es constitutiva de la cultura occidental europea que arraiga un desprecio al otro cuando se manifiesta profundamente como diferente -y no puede diluirlo en tarjetas postales de minorías folclóricas dentro de la industria del turismo-.
La burla demuestra un acto de creencia en una superioridad mental, principalmente en ciudades que se van poblando de racismos. Basta recordar las barricadas con autos en llamas y las alzadas en protesta en Francia y caminar hoy por estas ciudades europeas, bellas, y de monumentos fastuosos donde por cada esquina hay algún inmigrante musulmán precarizado como vendedor callejero o en algún rebusque en un sistema que lo expulsa y denigra. Aquí los empleos no son por capacidad o competencia sino por nacionalidad.
Actualmente en Francia viven aproximadamente unos seis millones de musulmanes, algunos provienen de la inmigración reciente, pero otros pertenecen a generaciones de familias nacidas en Francia de las ex colonias o de las guerras en la región. Sin embargo, como explica el pensador Herszkowich en la revista Anfibia, existe todavía una asociación, en el sentido común francés, y europeo en general, entre el musulmán y el extranjero donde “los jóvenes de los suburbios, entonces, viven con la amenaza del desempleo, el hostigamiento policial, y la desconfianza de una sociedad que no los considera franceses de pura cepa. Los discursos xenófobos de la derecha, que asocia a la inmigración con el terrorismo y los males económicos de los franceses, y la necesidad de los partidos tradicionales de asegurarse que sus votos no se dirijan hacia esa derecha, no hace más que profundizar esa situación.  Mientras tanto, crecen en toda Europa los movimientos abiertamente xenófobos, antiinmigración, y antimusulmanes”.
La Francia majestuosa e ilustrada alberga miradas despectivas y socarronas que se disparan en un sistema económico, social y cultural que tacha y reprime al diferente. El uso político del atentado y su grito final “Alá tuvo justicia” operará como leit motive para engordar la furia y el desenfreno con que avanza la “cruzada antiterroristas” en las guerras europeas. Bajo el estruendo de acrecentar compras de armas en Estados blancos armados, se solapa la complejidad de la muerte en el periódico de Charlie Hebdo.
Complejidad que desde los reporteros gráficos, periodistas, comunicadores digitales y quienes van conformando parte de las redacciones y responsables de la construcción de discurso necesita poder desentramazar para abordar los hechos sociales anudados en la intolerancia, el desprecio y el atropello en las sociedades liberales de mercado.
Partiendo de la base de repudiar, con absoluto énfasis y energía, la horrenda masacre protagonizada por los mercaderes de la muerte -sea cual fuere la organización o potencia para la que prestan sus deleznables servicios- acaecida en la publicación satírica parisina y que cobrara la vida de una docena de trabajadores de prensa. Texto: Ximena Cabral. Recomendado: Charlie Hebdo y libertad de expresión 

14 ene 2015

Todos somos Charlie Hebdo?

El irracional y criminal ataque a la revista Charlie Hebdo jamás puede ser defendida por personas cuyo principal valor sea la vida humana. Que fanáticos religiosos, sean del credo que sean, asesinen a quienes según ellos se "burlen" de su fe, debe ser repudiado sin más. Para muchos de nosotros, su fe es una burla, pero eso a ellos no les interesa: la intolerancia es la religión del fanático. Estos hechos deben hacernos reflexionar sobre las religiones y sus consecuencias: a la vista de la historia humana, queda en claro, son más que nefastas. Cruzadas, Inquisiciones, Guerras Santas, intolerancia, persecuciones, genocidios están más que a la vista en cualquier libro que recorra el desarrollo de la civilización, sea en el lugar que sea y en el tiempo que sea.
El problema entonces, no es el repudio, sino quiénes lo encabezan, y con qué criterio.
Ver las fotos de los líderes mundiales encabezando desde lejos el pronunciamiento de masas contra el terrorismo, no puede producir más que repulsa a quienes luchamos por un mundo justo, libre de las cadenas del imperialismo, las guerras colonizadoras y saqueadoras, la explotación y la miseria de millones, simplemente porque ellos representan todo eso contra lo que luchamos.
Si no fuese tan trágico, ver juntos a Hollande, Merkel, Cameron, Netanyahu, Rajoy y otras lacras humanas pronunciarse contra el terror, cuando ellos son los mayores terroristas de este planeta junto con la dirigencia yanqui hoy representada por Obama, hasta causaría gracia.
El mundo que hoy vivimos fue modelado por siglos de prepotencia colonialista europea, a la que se le sumaron los yanquis hace más de un siglo (y hace poco los chinos, pero estos todavía se mueven sobre lo que aquellos pergeñaron). Las divisiones limítrofes que hoy existen, atravesando y partiendo pueblos de una misma nación y juntando distintas naciones enfrentadas en un mismo Estado, creando conflictos de todo tipo sólo para mejor administrar los saqueos de las metrópolis, fueron obra de la civilización del "Viejo Continente".
El mundo se mira a sí mismo entonces, desde una concepción eurocentrista. Y es lo que hace que no valga lo mismo un muerto francés que un palestino o un ruandés. El asesinato de 20 europeos en un atentado es dramático y aborrecible, pero significa una gota de agua en medio del mar, respecto de las matanzas que los ejércitos imperialistas (entre los que se encuentra el francés) llevan a cabo en lo que se conoce como el tercer mundo, o mundo subdesarrollado. Y esas masas que hoy salieron a decirle "basta al terrorismo", en las calles de París y en otras ciudades del planeta, se quedan muy cómodas en sus casas a la hora de repudiar a esa maquinaria asesina, con el excepción de lo que por ahora son las minorías de izquierda.
Los medios de comunicación, expresión y reflejo de esa cultura europeizante, no hacen más que machacar sobre lo expuesto. Pero sus editoriales interminables ante la sangre del otro lado del Atlántico, jamás tendrán el mismo tratamiento sobre la muerte y la miseria permanentes, diarias y hasta silenciosas provocadas por el exterminio económico de las corporaciones de las potencias del mundo.
Argelia es un triste recordatorio de lo que son capaces las fuerzas asesinas de los franceses. Incluso aquí, en nuestro país, los genocidas de la peor dictadura de que tengamos memoria, recibieron instrucción de las ratas galas. Vietnam, Libia, Irak, Afganistán, son algunas de las víctimas de las botas francesas.
Pero de esos asesinados... no se acuerdan los cultores de este mundo creado por sus asesinos.

Veo las fotos, veo las marchas y no puedo dejar de pensar en este mundo tan alejado de los valores humanos, porque humanos somos todos, menos los inhumanos hambreadores y genocidas. Seamos franceses, argentinos, libaneses, sirios, palestinos o habitantes de las regiones más inhóspitas de este pequeño planeta azul.
Por todo eso, YO NO SOY CHARLIE. Y estoy seguro que ninguno de los que pelean para erradicar a los verdaderos terroristas que sumergen al mundo día a día en la injusticia lo es. Texto: G. Robles. Recomendado: ORIENTE Y OCCIDENTE

10 ene 2015

Charlie Hebdo y libertad de expresión

Digámoslo de salida, para que no haya lugar a dudas y falsos cuestionamientos: condeno la masacre cometida por un grupo extremista islámico contra la revista francesa "Charlie Hebdo". Pero también considero reprobable las mofas sistemáticas contra el islamismo que hacía la revista bajo la falsa excusa de "libertad de expresión", que en realidad era una forma embozada de racismo.

¿Qué opinaría el lector de una revista que se publique en Madrid, España, por unos muy castizos editores que sistemáticamente hiciera mofa de los "indios" de América, de su cultura, sus creencias y su "Pacha Mama"? ¿Qué opinaría el lector o lectora de una revista que se edite en Nueva York, Estados Unidos de América, por blancos anglosajones y que permanentemente haga burlas sobre los negros africanos, sus costumbres y creencias, como la religión Yoruba, por ejemplo?
¿Qué diría usted de una revista que se publique en Londres, Inglaterra, por unos blancos anglicanos que caricaturizaran constantemente a Buda y los budistas como gente bárbara y estúpida? ¿Tendría la misma impresión que si un grupo de supuestos ateos mexicanos deciden hacer caricaturas cada semana sobre la "Virgen de Guadalupe" y traten de ignorantes a sus seguidores?
Si el lector o lectora no es un cínico, seguro que ante cada pregunta de las planteadas respondería que la actitud de los editores de tales publicaciones es condenable y que la falta de respeto hacia diversos grupos étnicos, sus costumbre y creencias no debe ser tolerada bajo la excusa de una supuesta "libertad de expresión", porque en realidad el contenido de ese tipo de mensajes es la transmisión de prejuicios racistas más o menos abiertos o enmascarados.
Estimado lector o lectora, haga un esfuerzo imaginario de ponerse en los zapatos ajenos (ejercicio mental que cuesta mucho a la mayoría de las personas), en este caso de un musulmán o musulmana, ¿qué impresión tendría usted de las frecuentes burlas al profeta Mahoma por parte de la revista "Charlie Hebdo"? ¿No las consideraría una falta de respeto?
Nadie está obligado a creer en la "virginidad de María", pero lo que no hay duda es que siendo esa creencia uno de los pilares del catolicismo, si un grupo de personas se dedica a burlarse de ella, tendrán razón los católicos de sentirse ofendidos. Así mismo, la consideración musulmana de que el profeta no debe ser representado por la figura humana, menos por una caricatura burlesca, podemos considerarla un mito equivocado, pero hacer sistemáticamente chanzas con el asunto se convierte en falta de respeto hacia la comunidad musulmana.
Dicho lo anterior, hay que agregar que lo peor del atentado cometido contra esa revista y sus editores es que no ayuda a la causa de liberación de muchos pueblos de mayoría islámica en el mundo, ni para combatir los prejuicios racistas que instigan a amplios sectores de la sociedad francesa y europea. En vez del terrorismo, el racismo debe ser combatido con la acción de masas, como se ha estado respondiendo en Alemania a la ultraderecha xenófoba por estos días.
¿Eran las caricaturas de la revista "Charlie Hebdo" una burla inocente, una forma impoluta de reflexión ciudadana? ¿O esas caricaturas son parte de un andamiaje ideológico para justificar las agresiones imperialistas del gobierno francés y la Unión Europea y la OTAN contra países de mayoría musulmana? ¿Esos chistecitos no fomentaban los prejuicios del ciudadano francés para que vote a favor de políticos que luego mandan aviones y misiles a matar gente en Medio Oriente o África, en defensa de los "valores occidentales", pero los valores de las Bolsas de Valores y sus empresas?
El problema de acciones terroristas como la de ayer es que alienta a que se den golpes de pecho, y apelen a los "valores" "democráticos" "civilizados" y "laicos" de "occidente", grandísimos criminales y asesinos como Obama, Hollande, Merkel y demás gobernantes de las potencias del norte. Y, lo que es peor, que haya gente que les crea, entre ellos, muchos de "izquierda" bien intencionada.
En vez de una docena de personas, esos asesinos de saco y corbata, que gobiernan la Unión Europea y Estados Unidos, que cínicamente se disfrazan de "demócratas occidentales", han matado y siguen matando cientos de miles de personas, ancianas, mujeres, niños en Irak, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania, para sólo mencionar situaciones actuales. Irónicamente, esos países que las "democracias occidentales" han ayudado a sumergir en la barbarie de la guerra eran los que más habían avanzado en el laicismo y la igualdad de género, mientras que los mejores aliados de "occidente" son las peores dictaduras dinásticas como Arabia Saudita, Catar y el estado racista de Israel.
Los valores democráticos tienen su sentido real cuando son instrumento de los oprimidos para luchar por su liberación a favor de una sociedad humana con verdadera igualdad, libertad y respeto para todos. Pero cuando la apelación a esos valores se usa como un instrumento de la dominación de unas naciones sobre otras, de unas culturas sobre otras, de unas clases sobre otras, se han vaciado del contenido progresivo para ser un arma a favor de la injusticia y la explotación.
Sí, defendamos el laicismo, la libertad de expresión, el derecho al disenso y la crítica, a opinar diferente, a protestar, a la organización sindical y política y demás valores que hoy por hoy son Derechos Humanos.
Pero no me pidan que vaya de la mano de los Obama, Hollande, Merkel, Rajoy y demás criminales, porque ellos son la negación práctica de la democracia, aunque todos los días hagan gárgaras con esa palabra. Ellos han prostituido esos valores convirtiéndolos en lo contrario a los ojos de millones víctimas del imperialismo capitalista en el mundo. Texto: Olmedo Beluche. Recomendado: Política internacional

Charlie Hebdo y política internacional

En el “prime time” de los grandes canales de la televisión abierta de Estados Unidos, los conductores de noticias se han encargado de atribuir al islamismo la ola terrorista comenzada con los atentados del 11 de septiembre 2001. En esta legión se sostuvo que el terrorismo era más que Al Queda y que una suerte de islamismo radical “versión 2.0” con enorme fuerza asociativa sería responsable exclusivo del terrorismo. El resultado fue el endurecimiento de la política de la OTAN y los países que la forman, hacia la "normalización forzada" de los países con predominio islámico.

Después de la tragedia del 7 de enero en París donde fueron asesinadas al menos doce personas, conducir el análisis a la premisa de un mundo islámico en revuelta contra la cultura occidental, impide ver el centro del asunto. Así mismo, enfatizar que el hecho pone en peligro la libertad de expresión, porque el medio caricaturizó al profeta fundador del islamismo, es alejarse del problema de fondo. Sería poco convincente atribuir este último atentado en Francia, a una motivación diferente al que causan los ataques terroristas que ocurren casi diariamente en Siria, Irak, Afganistán y Yémen últimamente. La matriz con el objetivo para desestabilizar es la misma. El contingente de terroristas organizados para llevarla adelante tiene el mismo origen: La descomposición ética en el actual sistema de relaciones internacionales, que se ve reflejada en la dificultad de resolver políticamente la guerra que afecta a Siria.

El clima internacional proclive a la actividad terrorista, ha sido en gran parte estimulado por el plan para derrocar al presidente en Siria, Bashar al- Assad, que lleva más de tres años de ejecución. Bajo el diseño de este plan, que Naciones Unidas ha sido incapaz de detenerlo, países como Qatar y Arabia Saudita, en alianza con Turquía e Israel, han contribuido al crecimiento del actual contingente terrorista que se parapeta bajo la fachada de un estado islámico en guerra, como ISIS o DAESH.
El actual orden mundial caracterizado laxamente como de globalización , al hacer prevalecer el objetivo económico y geopolítico, sobre la formación de un sistema de cooperación y desarrollo entre las naciones, ha llevado a la violencia estatal y no estatal a niveles nunca vistos en las últimas tres décadas. En este plano, las potencias occidentales, de las economías más poderosas, tienen la mayor parte de la responsabilidad. Las naciones donde han surgido las redes terroristas post desplome soviético, han sido precisamente aquellas donde la OTAN con Estados Unidos a la cabeza, instalaron el recurso de la violencia extrema para combatir la expansión del comunismo. El pecado original consiste en haber introducido adiestramiento insurreccional y fobia antisoviética en las escuelas coránicas para jóvenes en Afganistán y Pakistán.
Estos atentados ocurren principalmente en aquellas naciones que han participado en una intervención o invasión de la OTAN en los países donde se formaron terroristas con el objetivo anti soviético. Son contingentes de una suerte de épica anticomunista y que al colapsar el poderío soviético, y ver que les cambian las cartas sobre la mesa, sienten que han sido utilizados con los mismos objetivos coloniales de antaño.
Por su política de supremacía global, la Alianza Transatlántica como máximo organismo encargado de la seguridad estratégica de las democracias occidentales, ha contribuido a desatar más de 50 conflictos armados en el período post desplome soviético. El armamentismo de Estados Unidos ha estado a la cabeza de este lacerante ambiente de conflictos armados y tensión internacional. Esta histórica Alianza creada para combatir al comunismo, cuando ha tenido todo el espacio del poder a su disposición, sin que ninguna potencia o alianza de países se le ponga al frente, ha generado más conflictos armados que en todo el período de la guerra fría.
Tarde o temprano, a Francia le tocaría su turno de sufrir un ataque de las redes terroristas que amenazan con la estabilidad de varios estados. Lo sufrieron el Reino unido y España por su involucramiento con la invasión a Irak en 2003. Francia ha sido protagonista en las negociaciones en torno a superar la crisis en Siria e Irak y participa activamente en esa dualidad de derrotar al ISIS y apoyar a los rebeldes que hace tres años no pueden derrocar al presidente Bashar al -Assad.
El llamado mundo occidental estaciona la cultura islámica en un atraso de varios siglos respecto a la occidental, contradiciendo la constatación de que no existen culturas fuertes o débiles, ni superiores o inferiores. Solo son diferentes. Predominan los ecos de siglos con la visión retrógrada a de “Cultura Fuerte versus Cultura Débil”. Lo del 7 de enero fue más que un atentado terrorista. No es Francia la que se desestabiliza. Lo que continua inestable es la capacidad de comprender el centro del problema que genera la actual actividad terrorista. Eso incumbe a las autoridades francesas y su aspiración para disminuir los actuales focos de tensión internacional. Texto: J. Fco. Coloane. Ver también: Oriente y Occidente

9 ene 2015

Charlie Hebdo, Oriente y Occidente

Comparto la siguiente reflexión de Guillermo Almeyra a partir de lo sucedido en Francia con “los dibujantes barbaramente asesinados por fanáticos religiosos de mentalidad medieval”. Pasen y lean: 

Charlie Hebdo es una revista provocadora y provocadores fueron siempre los dibujantes que acaban de ser barbaramente asesinados por fanáticos religiosos de mentalidad medieval. Pero Francia, Europa y el Cercano Oriente fueron escenario entre los siglos XII y XVIII de las sangrientas Cruzadas y de las igualmente feroces y criminales guerras de religión entre católicos y protestantes que diezmaron regiones enteras de Europa. Los cruzados que tomaron Jerusalén se ufanaban de chapotear en sangre de musulmanes, judíos y cristianos ortodoxos “hasta la rodilla”.
Israel, declarado oficialmente Estado judío, bombardea escuelas y mezquitas, además de gente inocente, todos los días. Los muertos hasta ahora se cuentan por miles en esta guerra de rapiña, ocupación y apartheid que lleva a cabo un gobierno religioso contra otro pueblo religioso.
Además, los musulmanes fueron colonizados durante siglos por los europeos y son hoy inmigrados y ciudadanos de segunda clase, discriminados por su color, su lengua y su religión, en los países europeos que los explotan. Y los estados y gobiernos que los bombardean en Medio Oriente y arman a las monarquías (islámicas) que son sus agentes en las matanzas, presentan sus hazañas como defensa de un mundo occidental y cristiano.
En una sociedad donde, a diferencia de la europea, la cultura no se diferenció aún de la religión y se confunde con la idea de nación, es decir, donde no hay laicismo y se aprende a leer en el Corán, las blasfemias, que en otros tiempos llevaban a un europeo a la hoguera pero que hoy lo dejan indiferente, son algo muy grave y atentatorio contra la identidad del creyente musulmán.

Todas las religiones son fanáticas, ridículas y perniciosas, pero a algunos les sirven todavía para resistir la ideología de los opresores y para unirse contra éstos. Eso debe ser respetado. Charly Hebdo mostraba a un Papa ofreciendo, en vez de una hostia, un preservativo, y hacía reír a un occidental agnóstico; mostraba a un judío narigón y con rizos y eso ya era racista y reaccionario porque el humor de las mayorías contra las minorías, sobre todo si transita sobre el camino histórico minado por las guerras de religión y el holocausto, siempre lo es. Pero en el caso de los musulmanes, las blasfemias de la revistas pasaban todos los límites políticos y morales. Porque las religiones deben ser combatidas y la gente debe ser liberada de todas ellas, pero no se puede ofender a los creyentes sin provocar reacciones. Los anarquistas de derecha de Charly Hebdo sembraban odio y desprecio hacia la religión, es decir, la cultura o la identidad, de centenares de millones de oprimidos en todo el mundo. Es lógico que prestasen el flanco a la barbarie fundamentalista de un puñado de ellos.

En esto nada tiene que ver el mundo musulmán, como el cristianismo nada tiene que ver con los nazis. Es repugnante de hipocresía del gobierno francés y de todos los que se arrancan las vestiduras por los muertos- lamentables, innecesarios- de Charly Hebdo pero que ni se inmutan ante los periodistas asesinados cotidianamente en México. Ver: LIBERTAD DE EXPRESIÓN

22 dic 2014

Apadrina un valenciano: Ferrari para todos

Tres eran tres o Dios los cría y ellos se juntan como dice el refranero popular o el proverbio chino, dejo al lector la elección;
y de esta manera nos encontramos de nuevo con un macro proyecto faraónico de esos que tanto gustan en la ‘Millor Terreta de lo Mon’, no a todos claro, hay sensatez en el terruño, y viene esto a colación de algunos artículos ayer leídos, acerca del espectacular y sin parangón proyecto que albergan nuestros excelsos próceres del Consell, hay señor que cruz, de instalar en las proximidades de Cheste y si menester fuera en el mismo casco urbano, será ‘per diners’, un festival de vehículos a motor travestido en algo así como ‘Mundo Ferrari’, a mayor gloria de estos acicalados mandantes que nos ha tocado en suerte, o en urnas según otros mas avispados que el que estas líneas suscribe, y que bien envuelto en el correspondiente celofán y etiqueta se nos presenta con el conocido runrún de que no nos va a costar, a los valencianos, digo, ni un euro, y que todo el proyecto correrá a cargo de tres apostantes de relumbrón y postín, a saber, los del Golfo, el Botín y el Consell de la CoVa d’Alí-Babà, que solo transcribir tan apabullantes y sonoros nombres da escalofrío y cuyos apellidos pondrían la gallina de pie y en carne viva a cualquier mortal de allende fronteras que supiese de que hablamos y de que muñón cojean cada uno o una de estas inversoras y promotoras del proyecto, porque si de golfos hablamos, será por falta de ellos en esto lares, aunque ya se, y el lector lo habrá deducido que se trata de, cójanse que viene curva, nunca mejor dicho, ‘Inversores de Países del Golfo’; que susto da ,¿eh?, huelga decir del Pérsico, vamos creo yo, pues amén del de Valencia, no se me ocurre otro tan poblado de sátrapas y perillanes, y como decíamos que eran tres, mentaremos en casa del ahorcado al señor Botín, tan perspicaz hombre de negocios que se ha dicho: apadrinemos a algunos valencianos que seguro hay algo que rascar, y sinó, el ‘negoci es el negoci’ y dios proveerá,  que apechuguen con las perdidas que a eso ya se han acostumbrado, y claro aparece el nombre de otro ilustre altruista, este de acomodada familia, léase Banco Santander, que solo mentarlo parpadea el reluciente monitor sobre el que leo lo que a estas horas del día tiene querido lector en sus PCs, y siguiendo el hilo, perdón,  vienen al rescate los mosqueteros, y no tres ni cuatro, sino legión y con nombre propio, que no es otro que, disculpen el exabrupto, nuestro Consell,  jesusito apiádate de nosotros, que al grito de ‘no hemos aprendido la lección’ lánzanse sobre el paisanaje porque ‘esta vez si’ vamos a conseguirlo, un festival del motor, con mas ruido que nueces y gratis total, toquemos madera, y si hay ganancias en la empresa, que se las quede el promotor y si pérdida hubiera, ‘que no lo creo’, ya se socializarán entre el apesebrado pueblo que tanto nos quiere y a quien tanto debemos, es un decir, y así en estas ascuas estamos, pues aunque el cirio empieza a ser corto para tanta procesión como nos espera, la paciencia es un don al valenciano dado y del que alguien sabe como manejarla. 
En fin, recurro al refranero popular, este si valenciano: ‘FERRARI PARA TODOS’. Vds. descansen.
P.D.: Dejo al entusiasta lector una sucesión de puntos…………… y otra de puntos y comas;;;;;;;;;;;;; para que a elección o de forma aleatoria los distribuya, si a bien tiene, por el anterior texto.

13 dic 2014

Financieros vs demócratas

La mejor manera de entender la crisis financiera de Europa consiste en observar las distintas propuestas de soluciones. Éstas parecen el sueño de cualquier banquero, una bolsa de regalos que pocos votantes estarían dispuestos a aprobar en un referéndum democrático. Los estrategas bancarios han aprendido a no arriesgarse a someter sus planes a voto democrático, después de que los islandeses rechazaran dos veces en 2010-11 aprobar la capitulación de su gobierno a pagar al Reino Unido y a Holanda a causa de las pérdidas propiciadas por los bancos islandeses deficientemente regulados que operaban en el extranjero. A falta de tal referéndum, las manifestaciones masivas se convirtieron en la única forma que los votantes griegos encontraron para hacer constar su oposición a los 50.000 millones de euros en privatizaciones demandadas por el Banco Central Europeo (BCE) en agosto de 2011.

El problema radica en que Grecia no dispone de líquido para cancelar sus deudas y pagar los cargos por interés. El BCE exige que se vendan los activos públicos (la tierra, el agua y los sistemas de alcantarillado, los puertos y otros activos de dominio público), y también que se realicen recortes en las pensiones y en otros pagos a la población. Es comprensible que el “99% más pobre” esté furioso al ser informado de que el estrato más rico de la población es el gran responsable de los recortes de presupuesto por su ambición acumulativa (sólo en fondos atesorados en bancos suizos se han registrado 45.000 millones de euros). La sola idea de que un asalariado común tenga que financiar las pensiones para compensar las evasiones de impuestos de los ricos (y la ausencia general de impuestos a la riqueza desde el régimen de la junta de coroneles) enfurece comprensiblemente a la población. Que la “troika” del BCE, UE y FMI dicte que no importa cuánto acumulen roben o evadan los ricos, el pago ha de cubrirlo la población en conjunto, no es un posicionamiento político neutro.
Llevar a cabo una política de impuestos democrática restablecería un sistema progresista de impuestos sobre ingresos y propiedades y fomentaría su recaudación, estableciendo penas para los evasores. Desde el siglo XIX, los reformistas demócratas han buscado liberar las economías del derroche, la corrupción y los “ingresos por rentas”. Pero la “troika” del BCE está imponiendo un impuesto regresivo (que sólo puede imponerse cediendo las decisiones políticas del gobierno a un grupo de “tecnócratas” no electos).
Llamar a los gestores de una política tan anti-democrática “tecnócratas” parece un eufemismo cínico con aires científicos con el que designar a los grupos de presión financieros o a los burócratas, a quienes se considera que poseen una visión lo suficientemente estrecha para actuar como necios útiles en nombre de sus espónsores. Su ideología es la misma filosofía de austeridad que impuso el FMI a los deudores del Tercer Mundo desde los años sesenta hasta los ochenta. Reivindicaban la estabilización del balance de pagos mientras introducían mercados libres; estos directivos vendieron sectores de exportación e infraestructuras básicas a los acreedores de crédito nacional. El efecto fue conducir economías regidas por la austeridad a cotas mayores de deuda (de la que se beneficiarían los banqueros y sus oligarquías nacionales).
Ésta es la rutina la que se somete en estos momentos las democracias sociales de la Eurozona. Bajo el pretexto político de la emergencia financiera, los salarios y estándares de vida se pretenden reducir considerablemente y el poder político transvasarse de gobiernos electos a tecnócratas que gobernarán en nombre de grandes bancos e instituciones financieras. Se pretende también privatizar el trabajo en el sector público (y eliminar los sindicatos, mientras la seguridad social, los planes de pensiones y la sanidad pública sufren graves detrimentos).
Este es el guión básico que siguen los ladrones empresarios cuando saquean los planes de pensiones de las empresas para pagar a sus patrocinadores financieros con compra apalancada con financiación ajena. También es la manera en que se privatizó la economía de la antigua Unión Soviética tras 1991, poniendo los activos públicos en manos de cleptócratas, los cuales trabajaron con los banqueros de inversión de occidente para convertir a Rusia y a otros valores de bolsa las queridas de los mercados financieros internacionales. Los impuestos sobre la propiedad disminuyeron cuantiosamente al tiempo que los impuestos fijos se gravaron sobre los salarios (un acumulativo del 59 por ciento en Letonia). La industria fue desmantelada al tiempo que el derecho sobre la tierra y los minerales fue transferido a extranjeros, las economías conducidas a la deuda mientras los trabajadores cualificados y no cualificados se veían obligados a emigrar para encontrar trabajo.
Mientras hacían creer que estaban comprometidos con la estabilidad de los precios y los mercados libres, los banqueros inflaron la burbuja inmobiliaria con créditos. Los ingresos por alquileres fueron capitalizados en préstamos bancarios y rentabilizados con intereses. Esto resultó enormemente beneficioso para los banqueros, pero dejó a los Balcanes y gran parte de Europa Central con una grandísima deuda y un capital social con números negativos en el 2008. Los neoliberales aplaudieron la caída vertiginosa de sus niveles salariales y la mengua de de su PIB como si de la historia de un éxito se tratase, puesto que estos países traspasaron la carga de los impuestos al empleo en vez de a la propiedad o las finanzas. Los gobiernos rescataron a los bancos a expensas del contribuidor.
Es un axioma que la solución a cualquier problema social serio tiende a crear problemas incluso mayores (¡no siempre intencionados!). Vista desde el posicionamiento estratégico del sector financiero, la “solución” a la crisis de la Eurozona consiste en revertir los objetivos de la Era Progresista de hace un siglo (lo que John Maynard Keynes generosamente acuñó como “eutanasia del rentista” en 1936). La idea era subordinar el sistema bancario al servicio de la economía y no al revés. En vez de ello, las finanzas se han convertido en la nueva forma bélica (menos ostensiblemente sangrienta, pero con los mismos objetivos que las invasiones vikingas hace miles de años y que las subsiguientes conquistas coloniales de Europa: apropiación de las tierras y sus recursos naturales, infraestructuras y cualquier otro activo que pueda proporcionar una vía de ingresos. Había que capitalizar y apreciar tales valores, por ejemplo, los que Guillermo I de Inglaterra recogió en su libro Domesday tras 1066, un modelo actual de cálculos al estilo BCE y FMI.
Esta apropiación del superávit económico para pagar a los banqueros se está poniendo los valores tradicionales de los europeos patas arriba. La imposición de austeridad económica, el desmantelamiento de los gastos sociales, la venta de activos públicos, la extinción de los sindicatos, la caída de los niveles de los salarios, los planes de pensiones y sanidad pública en detrimento en países sujetos a reglas democráticas, requiere convencer a los votantes de que no hay otra alternativa. Se reivindica que sin un sector bancario próspero (da igual cuán predador) la economía quebrará mientras las pérdidas bancarias por malos préstamos y especulaciones deterioran el sistema de pagos. Ninguna agencia reguladora puede ayudar, ninguna política de impuestos mejorada, nada excepto la cesión del control a los grupos de presión para que rescaten a los bancos que han perdido las demandas financieras que ellos mismos construyeron.
Lo que quieren los bancos es que se pague el superávit económico en forma de intereses, no que se emplee en la mejora de los estándares de vida, en gastos sociales o incluso en una inversión nueva del capital. La investigación y el desarrollo requieren demasiado tiempo. Las finanzas viven al día. Esta tendencia al corto plazo es contraproducente, y aun así se presenta como una ciencia. La alternativa, se dice a los votantes, es el camino a la servidumbre: interferir en el “mercado libre” mediante la regulación financiera e incluso unos impuestos progresistas
Hay una alternativa, por supuesto. Es lo que buscaron los escolásticos de la civilización europea del siglo XIII a través de la Ilustración y del florecimiento de la economía política clásica: una economía libre de ingresos por rentas, libre de intereses creados empleando privilegios especiales para la “extracción de renta”. En manos de los neoliberales, al contrario, un mercado libre es libre para que una clase rentista favorecida por los impuestos pueda extraer interés, renta económica y precios de monopolio.
Los intereses rentistas presentan su actividad como una “creación de riqueza” eficiente. Las escuelas de negocios enseñan a los privatizadores cómo disponer los préstamos bancarios y la financiación por bonos, prometiendo todo lo que puedan para que los servicios de infraestructura pública sean vendidos por los gobiernos. La idea es pagar estas rentas a los nacos y proveedores de bonos con interés, y después obtener una ganancia capital subiendo las cuotas de acceso a las carreteras o puertos, al agua y al uso del alcantarillado y a otros servicios básicos. Se dice a los gobiernos que las economías pueden dirigirse de forma más eficiente si se desmantelan los programas públicos y se venden los activos.
La diferencia entre el objetivo pretendido y los resultados reales nunca se ha escondido de forma tan hipócrita. Hacer pagos con interés libres de impuestos priva a los gobiernos de los ingresos por las cuotas de acceso a los usuarios, incrementando sus déficits presupuestarios. Además, en vez de promover la estabilidad de los precios (la ostensible prioridad del BCE), la privatización aumenta los precios por infraestructura, vivienda y otros costes vitales, y hacen así negocio creando pagos de intereses y otras inversiones financieras (y sueldos mucho mayores para los gestores). Por tanto no es más que una demanda ideológica refleja el que esta política sea más eficiente simplemente porque los privatizadores son los que otorgan los préstamos y no el gobierno.
No hay ninguna necesidad económica o tecnológica para que los gestores financieros de Europa impongan la depresión sobre la mayor parte de su población. Pero hay una gran oportunidad de ganancia para los bancos que han tomado el control de la política económica del BCE. Desde los años sesenta, la crisis de balance de pagos ha proporcionado oportunidades a los banqueros e inversores para tomar el control de las políticas fiscales (para traspasar la carga de los impuestos al sector laboral y desmantelar los gastos sociales en favor de la subvención a inversores extranjeros y del sector financiero. Obtienen ganancias de las políticas de austeridad que disminuyen los estándares de vida y constriñen los gastos sociales. Una crisis de deudas permite a la élite financiera nacional y a los bancos extranjeros endeudar al resto de la sociedad, utilizando su privilegio de crédito (o ahorros creados como resultado de políticas de impuestos menos progresistas) como palanca para hacerse con los activos y obligar a los ciudadanos a un estado de dependencia por sus deudas.
El tipo de guerra que está engullendo Europa va por tanto más allá de lo meramente económico. Está amenazando con convertirse en una línea divisoria histórica entre la época de esperanza y potencial tecnológico del pasado medio siglo y la nueva era de polarización al tiempo que una oligarquía financiera reemplaza a los gobiernos democráticos y convierte a los ciudadanos en esclavos de la deuda.
Para que una baza tan atrevida y una toma de poder tal tengan éxito, se necesita una crisis que suprima los procesos legislativos democráticos y políticos que normalmente se opondrían. El pánico político y el caos crean un vacío en el que los ladrones se mueven con soltura, utilizando la retórica del engaño financiero y de las economías basura que racionan soluciones interesadas mediante una falsa visión de la historia de la economía (y en el caso del BCE, de la historia alemana en particular).
Con un banco central bloqueado por su éxito, los gobiernos no necesitan pedir préstamos a banqueros comerciales u otro tipo de prestamistas. Desde que el Banco de Inglaterra fuera fundado en 1694, los bancos centrales han estado imprimiendo billetes para financiar los gastos públicos. Los banqueros también crean crédito de forma libre (como cuando hacen un préstamo a crédito de las cuentas de sus clientes, a cambio de un interés prometedor).
Hoy, estos banqueros pueden tomar préstamos de las reservas del banco central gubernamental a intereses anuales verdaderamente bajos (0.25% en los E.E.U.U.) y prestarlo con intereses mucho más altos. Así los bancos se congratulan de ver que los bancos centrales gubernamentales crean crédito para prestarles. Pero cuando les toca el turno a los gobiernos a la hora de crear dinero para financiar sus propios déficits presupuestarios y emplearlo en el resto de la economía, los bancos prefieren que se reserve tal mercado y sus intereses para ellos mismos.
Los bancos comerciales europeos son inflexibles en cuanto a que el Banco Central Europeo no debería financiar los déficits presupuestarios de los gobiernos. Pero la creación de crédito privado no es necesariamente menos inflacionaria que el hecho de que los gobiernos conviertan sus déficits en moneda (simplemente imprimiendo el dinero que necesitan). La mayoría de los créditos de los bancos comerciales se hacen en contra de los bienes inmuebles, las reservas y los bonos (proporcionando crédito que se emplea en subir los precios de las casas, y los precios de las seguridades financieras, como en los créditos para las compras apalancadas con financiación ajena).
Principalmente es el gobierno quien gasta crédito en la economía “real”, hasta el punto que los déficits presupuestarios públicos se destinan al empleo o a bienes y servicios. Si los gobiernos evitan pagar intereses haciendo que sus bancos centrales impriman dinero con sus propios ordenadores en vez de pedir prestado a los bancos que hacen exactamente lo mismo con sus ordenadores (Abraham Lincoln simplemente imprimió dinero cuando financió la Guerra Civil estadounidense con “billetes verdes”).
A los bancos les gustaría emplear su privilegio de crear crédito para obtener interés de sus préstamos a los gobiernos para que financien sus déficits presupuestarios públicos. Por tanto les interesa limitar la “opción pública” de los gobiernos de monetizar sus déficits presupuestarios. Para asegurarse un monopolio con este privilegio, han organizado una amplia difamación de los gastos gubernamentales y, de hecho, de la autoridad gubernamental en general (la cual resulta que es la única autoridad con poder suficiente para controlar su poder o proporcionar una opción financiera pública alternativa, como hacen las oficinas de correos en Japón, Rusia y otros países). Esta competición entre bancos y gobiernos explica las falsas acusaciones acerca de que la creación de crédito gubernamental es más inflacionaria que si la asumen los bancos comerciales.
La realidad es clara si se comparan las formas en que los E.E.U.U., el reino Unido y Europa manejan sus finanzas públicas. La tesorería de los Estados Unidos es de lejos el mayor deudor del mundo y sus bancos más importantes parece que están en números rojos, sujeto a sus inversores y a otras instituciones financieras por sumas mayores de lo que puede cubrir su carpeta de préstamos, inversiones y sus distintos juegos financieros. Así, mientras la confusión financiera aumenta, los inversores institucionales depositan su dinero en los bonos del tesoro estadounidense (tanto que estos bonos ahora rinden menos del 1%). Por otro lado, un cuarto de los bienes inmobiliarios de los E.E.U.U. sufren un balance negativo, y los estados norteamericanos y sus ciudades se enfrentan a la insolvencia, obligados a reducir sus gastos. Las grandes empresas están dirigiéndose a la bancarrota, los planes de pensiones están cayendo cada vez más en impagos, y aun así la economía estadounidense sigue siendo un imán para los ahorros de todo el mundo.
La economía del reino Unido también parece asombrosa y su gobierno paga tan solo un 2% de interés. Los gobiernos europeos están pagando más de un 7%. El motivo de esta disparidad es que no disponen de una “opción pública” a la hora de crear dinero. Lo que hace a los Estados Unidos y al Reino Unido diferentes de Europa es que tienen un Banco de Reserva Federal o un Banco de Inglaterra que pueden imprimir dinero para pagar los intereses o reinvertir las deudas existentes. Nadie espera de estas dos naciones que se vean forzadas a vender sus terrenos públicos y otros activos para incrementar el dinero con que pagar (aunque lo puedan hacer como opción política). Dado que la Tesorería de los E.E.U.U. y la Reserva Federal pueden crear dinero, se sigue que mientras que las deudas de los gobiernos se designan en dólares, pueden imprimir los suficientes pagarés en sus ordenadores para que el único riesgo que asuman los poseedores de bonos del tesoro sea la tasa de cambio de dólar con otras modernas.
Al contrario, la Eurozona tiene un banco central, pero el artículo 123 del tratado de Lisboa prohíbe que el BCE haga aquello para lo que los bancos centrales fueron creados: crear dinero para financiar los déficits presupuestarios o satisfacer sus deudas venciéndolas. Los historiadores del futuro sin duda alguna encontrarán notable el hecho de que verdaderamente tras esta política hay algo de razón (o por lo menos la pretensión de un tema de primera plana). Es tan endeble que cualquier estudiante de historia podría adivinar la distorsión que sufre. La reivindicación consiste en que si un banco central crea crédito, amenaza la estabilidad de los precios. Sólo el gasto gubernamental se juzga inflacionario, ¡no el crédito privado!
La administración Clinton equilibró el presupuesto estadounidense a finales de los años noventa, cuando la economía de burbuja estaba aún explotando. Por otro lado, la Reserva Federal y la Tesorería anegaron la economía con 13 billones de dólares en crédito para el crédito del sistema bancario después de septiembre de 2008, y 0,8 billones más el pasado verano bajo el programa Flexibilización Cuantitativa de la Reserva Federal (QE2). Aun así los precios al consumidor y de las materias primas no han subido. Ni siquiera los precios del sector inmobiliario y del mercado bursátil están pujando más alto. Por tanto la idea de que inyectar más dinero incrementará los precios (MV=PT) no es operativa hoy en día.
Los bancos comerciales crean la deuda. Ése es su producto. Este apalancamiento de deuda fue utilizado durante más de una década para incrementar los precios (haciendo de los inmuebles y el consumo una pensión de jubilación más cara para los norteamericanos), pero la economía de hoy está sufriendo una deflación de la deuda en forma de ingresos personales, el comercio y las rentas de los impuestos se desvían para pagar la deuda de los servicios en vez de gastarlos en bienes o en puestos de trabajo o incluso invertirlos.
Mucho más impactante es la farsa sobre la historia de Alemania que se repite una y otra vez, como si la repetición evitara que los ciudadanos recordaran lo que realmente pasó en el siglo XX. Escuchar a los directivos del BCE contar la historia, sería muy irresponsable por parte de un banco central prestar al gobierno, a causa del peligro de hiperinflación. La memoria evoca la inflación de Weimar en la Alemania de los años veinte. Pero si uno se detiene a examinarlo, ocurre lo que los psiquiatras denominan un recuerdo implantado (condición en que el paciente está convencido de que ha sufrido un trauma, pero éste no ha ocurrido en la realidad).
Lo que ocurrió en 1921 no fue un caso de gobiernos que reciben préstamos de los bancos centrales para financiar gastos domésticos tales como programas sociales, pensiones o sanidad pública, como ocurre hoy. Más bien, la obligación de Alemania de pagar las indemnizaciones condujo al Reichsbank a inundar los mercados bursátiles extranjeros con marcos alemanes para obtener líquido con que comprar libras esterlinas, marcos franceses y otras monedas para pagar a los aliados (quienes utilizaron el dinero para pagar las deudas por compra de armas a sus inter-aliados de los Estados Unidos). La hiperinflación nacional contuvo su obligación de pagar indemnizaciones con moneda extranjera. Ninguna cantidad fijada en impuestos domésticos habría sido capaz de cubrir la cantidad en moneda extranjera que debían pagar.
En los años 30 esto era un fenómeno que se entendía bien, explicado por Keynes y otros economistas que analizaban los límites estructurales de la capacidad de pagar la deuda extranjera impuesta sin tener en cuenta la capacidad de pagar los presupuestos en moneda nacional. Desde el estudio de Salomon Flink El Reichsbank y la Economía en Alemania (1931) hasta otros estudios sobre las hiperinflaciones chilena y de otras partes del Tercer Mundo, los economistas han encontrado una causalidad común operante, basada en el balance de pagos. Primero aparece una caída en el tipo de cambio. Esto incrementa el precio de las importaciones, y consecuentemente el nivel de los precios nacionales. La secuencia estadística y la línea de causalidades llevan de los déficits en balance de pagos hasta la amortización de los costes de importaciones cada vez más altos, y de estos incrementos en los precios hasta la inyección de dinero, y no al revés.
Los partidarios del mercado libre que escriben en la tradición monetarista de Chicago (básicamente, la de David Ricardo) deja las dimensiones de las deudas nacionales y extranjeras fuera de cuenta. Parece como si el “dinero” y el “crédito” fueran activos a trocar por bienes. Pero poseer una cuenta bancaria o cualquier otra forma de crédito significa deuda al otro lado del balance general. La deuda de unos es el ahorro de otros (y la mayoría de los ahorros de hoy se prestan con intereses, absorbiendo el dinero de los sectores no financieros de la economía). La discusión se reduce de forma simplista a una relación entre el suministro de dinero y el nivel de precios (y de hecho, sólo los precios a los consumidores, no los precios de los activos). En su codicia por oponerse al gasto gubernamental (y por desmantelar los gobiernos y reemplazarlos con estrategas financieros) los monetaristas neoliberales ignoran la deuda impuesta desde Letonia e Islandia hasta Irlanda y Grecia, Italia, España y Portugal.
Si el euro quiebra, será a causa de la obligación de los gobiernos de pagar a los banqueros con un dinero que deben pedir prestado primero, en vez de crear el suyo propio a través de sus bancos centrales. A diferencia de los Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes pueden crear crédito del banco central con sus propios ordenadores para evitar que la economía se agoste o se vuelva insolvente, la constitución alemana y el tratado de Lisboa no se lo permiten a su banco central.
El efecto consiste en obligar a los gobiernos a tomar dinero prestado de los bancos comerciales con intereses. Esto proporciona a los banqueros la capacidad de crear crisis (amenazando con llevar las economías fuera de la Eurozona si no se someten a sus “condiciones”, impuestas en lo que se está volviendo una nueva guerra de clases entre las finanzas y el trabajo.

Incapacitar al Banco Central de Europa para privar a los Estados del poder de crear dinero

Una de las tres características definitorias de un estado-nación es su capacidad para crear dinero. Una segunda característica es el poder de recaudar impuestos. Ambos poderes están siendo transferidos fuera del alcance de los representantes electos del sector financiero, como resultado de esta inmovilización del gobierno.

La tercera característica de un estado-nación es el poder de declarar la guerra. Lo que está ocurriendo hoy es el equivalente de la guerra (¡pero contra el poder del gobierno!). Está por encima de cualquier forma de guerra financiera (y los objetivos de esta apropiación financiera son los mismos que los de las conquistas militares): primero, las riquezas de la tierra y el subsuelo sobre las que recaudar rentas como tributo; segundo, infraestructura pública para extraer rentas en forma de cuotas de acceso; y tercero, cualquier otra empresa o activo en el dominio público.

En esta nueva guerra financiera, los gobiernos están siendo llevados a actuar como agentes del orden que actúan en nombre de los conquistadores financieros en contra de sus propios ciudadanos. Esto no es nada nuevo. Ya hemos visto cómo el FMI y el Banco Mundial imponían austeridad en las dictaduras latinoamericanas, en los cacicazgos militares africanos y en otras oligarquías desde los años sesenta hasta los ochenta. Irlanda y Grecia, España y Portugal están siendo llevados a las mismas políticas públicas de liquidación de activos, y todo en manos de agencias financieras supra-gubernamentales que actúan en nombre de los banqueros (y por tanto en nombre del 1% de la población).

Cuando no se puede pagar o vencer las deudas, llega el tiempo de ejecución hipotecaria. Para los gobiernos esto implica la privatización de las ventas para pagar a los acreedores. Además de ser una apropiación de la propiedad, la privatización tiene por objetivo reemplazar el trabajo en el sector público por una fuerza de trabajo sin sindicatos que la respalde con menos derechos de pensión, sanidad pública o voz sobre las condiciones de trabajo. La antigua guerra de clases vuelve a la carga (con un rizo financiero). Al agostar la economía, la deflación de la deuda ayuda a amputar el poder de resistencia de los trabajadores.

También otorga a los acreedores el control sobre la política fiscal. En ausencia de un Parlamento paneuropeo con poder para imponer las reglas del sistema de impuestos, la política fiscal pasa a manos del BCE. Al actuar en nombre de los bancos, el BCE parece favorecer la regresión del camino que llevaba el siglo XX hacia los impuestos progresistas. Además, como han dejado claro los grupos de presión financieros de los E.E.U.U., las demandas de los acreedores se dirigen a que los gobiernos re-clasifiquen las obligaciones públicas como “cuotas de usuario”, que se financien mediante retenciones sobre los salarios destinadas a ser administradas por los bancos. Traspasar la carga de impuestos de los bienes inmuebles y las finanzas al trabajo y la economía “real” significa una amenaza de volverse una apropiación fiscal por encima de la apropiación de la privatización.

Esta es una política de corto plazo autodestructiva. La ironía radica en que las déficits presupuestarios de los PIIGS provienen de las propiedades sin impuestos, y un cambio mayor en el sistema de impuestos puede empeorar la situación en vez de estabilizar los presupuestos gubernamentales. Aun así los banqueros buscan sólo aquello que pueden ganar a corto plazo. Saben que toda renta por recaudación de impuestos que se desvíe de los bienes inmuebles y los negocios es una promesa de interés para los bancos. Así a la economía griega, como a otras economías oligárquicas, se les aconseja pagar sus deudas recortando los gastos gubernamentales (pero no el gasto militar en armas provenientes de Alemania y Francia) y traspasando los impuestos al sector laboral y la industria, y a los consumidores en forma de mayores cuotas de acceso a los servicios públicos que aún no se han privatizado.

En Gran Bretaña, el primer ministro Cameron afirma que achicar aún más el gobierno bajo las directrices Thatcher-Blair otorgará más trabajo y recursos al servicio de las empresas privadas para crear puestos de trabajo. Los recortes fiscales aumentarán de hecho el desempleo, o por lo menos obligarán a aceptar trabajos peor pagados con menos derechos. Por otro lado, recortar los gastos sociales menguará el sector empresarial y agudizará por tanto los problemas fiscales y de deuda al empujar a las economías hacia la recesión.

Si los gobiernos recortan su gasto para reducir el tamaño de sus déficits presupuestarios (o si aumentan los impuestos, llevando a un superávit), entonces estos superávits absorberán el dinero de la economía, dejando menos para gastar en bienes y servicios. El resultado no puede ser otro que el desempleo, mayores deudas y bancarrotas. Debemos observar a Islandia y a Letonia como si fueran los canarios de esta mina financiera. Su reciente experiencia muestra que la deflación de la deuda lleva a la emigración, acortando las esperanzas de vida, tasas de nacimiento menores y menos matrimonios (pero proporciona grandes oportunidades para que los buitres de los fondos engullan el tuétano de la riqueza hasta los confines de la pirámide financiera).

La crisis económica de hoy es una cuestión de elección política, no una necesidad. Como dijo el jefe del equipo de la administración Obama Rahm Emanuel: “Una crisis es una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar”. En tales casos la explicación más lógica es que alguien debe estar beneficiándose. Las depresiones aumentan el desempleo, ayudando a quebrar el poder de los empleos con o sin sindicatos que los respalden. Los E.E.U.U. se ven como un presupuesto estatal y local a exprimir (pues ya se anuncian las bancarrotas), y los primeros recortes serán en la esfera de las pensiones. Las altas finanzas sacan sus beneficios (al no beneficiar a la población trabajadora con los ahorros y las promesas hechas).

El pez grande se come al chico


Esta parece ser la idea que tiene el sector financiero de una buena planificación económica. En verdad es peor que un plan de suma-cero, en el que la ganancia de una parte es la pérdida de la otra. Las economías en conjunto menguarán (y cambiarán su forma, polarizándose entre acreedores y deudores). La democracia económica allanará el camino a las oligarquías financieras, revirtiendo la tendencia de los últimos siglos.

¿Está Europa preparada para dar este paso? ¿Reconocen sus votantes que privar a los gobiernos de su opción pública de crear dinero otorgará tal privilegio a los bancos en forma de monopolio? ¿Cuántos observadores han previsto el inevitable resultado: traspasar la planificación de la economía y la localización de los créditos a los bancos?

Aunque los gobiernos proporcionen una “opción pública”, la de crear su propio dinero para financiar sus déficits presupuestarios y proveer a la economía de crédito productivo para reconstruir las infraestructuras, sigue existiendo un problema: deshacerse de la inversión en deuda existente supone un lastre en la economía. Los banqueros y los políticos que respaldan se niegan a reducir las deudas y mostrar así la capacidad de pago. Los legisladores no han dispuesto una sociedad con un proceso legal para reducir las deudas (excepto la ley de acción pauliana de Nueva York, la cual permite anular las deudas si los prestamistas otorgan préstamos sin asegurarse primero que el deudor podrá pagarles).

Los banqueros no quieren asumir la responsabilidad de los malos préstamos. Esto plantea el problema financiero de qué deben hacer los que diseñan las políticas cuando los bancos han sido tan irresponsables al localizar sus créditos. Sin embargo alguien tiene que asumir la pérdida. ¿Debe ser la sociedad en su conjunto o los banqueros?

No es un problema que los banqueros puedan resolver. Ellos quieren pasar el problema a los gobiernos. Lo que llaman “solución” al problema de la mala deuda consiste en que los gobiernos les den bonos buenos para malos préstamos (“dinero por basura”), y que lo paguen los contribuyentes. Han diseñado un aumento desproporcionado de bienes para ellos mismos, y ahora quieren llevarse el dinero y salir corriendo. La deuda que los deudores no pueden pagar será esparcida por toda la economía en conjunto.

¿Por qué deben ellos resarcirse de los daños a costa de agostar el resto de la economía? Su respuesta es que las deudas se deben a los fondos de pensiones de los trabajadores, a los consumidores con depósitos en bancos, y que todo el sistema se vendrá abajo si los gobiernos no pagan sus bonos. Si se les presiona, los banqueros admiten que han sacado los seguros de riesgo (obligaciones de deuda colateralizadas y otras coberturas de riesgos). Sin embargo los aseguradores son bancos estadounidenses y el gobierno norteamericano está presionando a Europa para que no hiera su sistema bancario. Así que el embrollo de la deuda se ha politizado a nivel internacional

Para los banqueros, la línea de menor resistencia consiste en fomentar la ilusión de que no tienen la necesidad de aceptar moras para las deudas demasiado altas que ellos han propiciado. Los acreedores siempre insistirán en que puede mantenerse la inversión de deuda.

El motivo de que esto no funcione radica en que tratar de recaudar una deuda de la magnitud actual dañaría gravemente la economía “real” subyacente, haciendo incluso menos accesible su pago. Lo que empezó como un problema financiero (malas deudas) se convertirá ahora en un problema fiscal (malos impuestos). Los impuestos son el coste de hacer negocio, así como pagar el servicio de la deuda es también un coste. Ambos costes deben reflejarse en los precios de los productos. Cuando los contribuyentes están sobrecargados con impuestos y deudas, tienen menos capital disponible para gastar en consumo. Así los mercados menguan, poniendo más presión en la rentabilidad de las empresas nacionales. La combinación hace que cualquier país que siga tal política se convierta en un productor de coste y por tanto menos competitivo en el mercado global.

Este tipo de planificación financiera (y su traspaso paralelo de impuestos fiscales) conduce hacia la industrialización. La creación de dinero de curso legal intergubernamental por el BCE o el FMI deja las deudas listas, al tiempo que preserva el control de la riqueza y la economía de las manos del sector financiero. Los bancos pueden recibir pagos de deudas a través de las propiedades con hipotecas excesivas, sólo si reducen las obligaciones de las pensiones, de la sanidad y los salarios de sus empleados (o pagos de impuestos a los gobiernos). En la práctica, las “deudas honoríficas” significan nada más que deflación de deuda y mengua general de la economía.

Este el plan de mercado de los financieros. Sin embargo, dejar la política de impuestos en manos de los banqueros acaba siendo lo opuesto a la temática general de la economía de mercado libre de los últimos siglos. El objetivo clásico era minimizar la inversión de deuda, cobrar impuestos de las rentas por los recursos naturales y mantener los precios de monopolio en línea con los costes actuales de producción (“valor”). Los banqueros han prestado cada vez más en contra de los mismos ingresos que los economistas del mercado libre creían que debía ser la base impositiva natural.

Así que algo hay que ceder. ¿Será la filosofía de la economía liberal de mercado libre de los últimos siglos, renunciando a planificar el superávit económico para los banqueros? ¿O reafirmará la sociedad la filosofía económica clásica y los valores de la Era Progresista, y reafirmará el diseño social de los mercados financieros para fomentar un crecimiento a largo plazo reduciendo al mínimo los costes de vida?

Por lo menos en los países más endeudados, los votantes europeos están despertando al golpe de estado oligárquico en el que los impuestos y la planificación presupuestaria de los gobiernos y el control están siendo transferidos a las manos de ejecutivos designados por el cartel de los banqueros internacionales. Este resultado es el contrario de lo que han perseguido las economías de libre mercado de los últimos siglos. Texto: Michael Hudson. Ver: Oligarquía & democracia

4 dic 2014

Thomas Piketty & el 'Capital'

En septiembre de 2013 se publicaba en francés el magno libro de Thomas Piketty 'Le capital au XXIe siècle' en Seuil, que fue bien acogido pero que apenas tuvo repercusión internacional. Ha sido la publicación en inglés y, sobre todo en Estados Unidos, lo que ha generado una gran controversia en torno a esta obra. Los elogios de Krugman, que lo considera como la mejor obra de economía del año si no de la década, han contribuido a ello. Se está ante el fenómeno Piketty e incluso se ha llegado a decir que es el economista de moda. Se han escrito sobre esta obra y su autor numerosos comentarios, reseñas, y artículos, algunos bastante frívolos, al tiempo que en los últimos meses se le cita y menciona con frecuencia por muchos analistas, que no son solamente economistas. 

No cabe duda de que ha agitado las aguas tranquilas por las que camina la economía convencional, que no se inmuta a pesar de la crisis y los cambios que acontecen en el mundo, debido a que desvela una realidad bastante escandalosa en lo que concierne a la desigualdad en los países desarrollados, aunque también analiza las desigualdades internacionales en varias partes de la obra, en donde conviene destacar el capítulo “El crecimiento: ilusiones y realidades”.
El estudio de la desigualdad se pone de esta manera en el centro del análisis económico. Un lugar que no tenía que haber abandonado nunca pero que, sin embargo, no ha sido así para la corriente principal de la economía. No hay más que echar un vistazo a los manuales de economía que se imparten en las facultades: o no se menciona la desigualdad o cuándo sí se hace se le dedican pocas páginas y escasamente rigurosas. Esto no quiere decir que no hubiese estudiosos que no abordaran esta temática. De hecho, Piketty viene trabajando sobre la desigualdad desde hace tiempo y lo ha hecho en muchas ocasiones con otros economistas, principalmente con Emmanuel Saez, economista francés y profesor en la universidad de California en Berkeley. Las conclusiones a las que llega resultan incómodas para la derecha y los análisis convencionales de la economía. La reacción de la derecha en Estados Unidos no se ha hecho esperar y está tratando por todos los medios de desprestigiar la obra, pero no con solvencia cuestionando el análisis, sino con descalificaciones a la ideología del autor, cercano al partido socialista francés, o al título del libro considerándolo como el Marx del siglo XXI. Esto último no deja de ser llamativo, pues, aunque menciona a Marx en la introducción, Piketty ha reconocido que no lo ha leído. El Financial Times, en una crítica más seria,ha tratado de cuestionar los datos que suponen la base del estudio, a lo que Piketty ha contestado.
También desde la izquierda se ha contestado a esta obra. En el digital Sin Permiso se han publicado varios artículos con comentarios sobre el libro de Piketty, como el de James K. Galbraith, David Harvey y Charles-André Udry. Galbraith lo hace desde una posición poskeynesiana, mientas que Harvey y Udry la llevan a cabo desde una visión marxista.
Galbraith resucita la polémica sobre el concepto de capital y rescata la aportación de Marx y la de los poskeynesianos que se enfrentaron a la de los neoclásicos. De forma que una crítica que le hace es que el libro de Piketty ni versa sobre el capital en el sentido de Marx ni versa sobre el capital físico, que sirve de factor de producción en el modelo neoclásico de crecimiento económico. Estima, por otra parte, que los registros fiscales que utiliza Piketty no son la única fuente disponible de buenos datos sobre las desigualdades. Así, en una investigación desarrollada por él durante más de veinte años utilizó los registros salariales y de remuneraciones para medir la evolución a largo plazo de las desigualdades. En un trabajo realizado conjuntamente con Thomas Ferguson rastrearon estas medidas en Estados Unidos hasta 1920, y descubrieron la misma pauta, aproximadamente, que Piketty ha encontrado ahora. Concluye diciendo que: “El capital en el siglo XXI es un libro de peso, rebosante de buena información sobre flujos de ingresos, transferencia de riqueza y distribución de los recursos financieros en algunos de los países más ricos del mundo. Piketty arguye convincentemente, desde el comienzo, que la buena teoría económica tiene que empezar con -al menos incluir- un examen meticuloso de los hechos. Pero no consigue proporcionar una guía demasiado sólida para orientar la política. Y a pesar de sus grandes ambiciones, su libro no es la obra lograda de alta teoría que sugieren su título, su volumen y su recepción (hasta ahora)”.
Harvey considera que si bien hay muchas cosas que son valiosas en el conjunto de datos de Piketty, su explicación de por qué surgen las desigualdades y las tendencias oligárquicas tiene errores. Sus propuestas respecto a los remedios a las desigualdades son ingenuas, si no utópicas. Y no ha producido desde luego un modelo de funcionamiento para el capital del siglo XXI. Para eso todavía nos hace falta Marx o un equivalente suyo contemporáneo. En la misma línea lo hace Udry, quien valora la masa de datos útiles, pero plantea que Piketty sustituye la explicación social y política por la explicación tecnológica, de manera que en su argumentación de la evolución de la división entre beneficios y salarios, Piketty favorece la explicación de la sustitución del trabajo por capital. Sin embargo, considera este autor que la cuestión central en los Estados Unidos y Europa desde la década de 1980, es que el desempleo pesa sobre el equilibrio de poder entre capital y trabajo, lo que lleva a reducir los salarios.
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica dedica su número de julio al libro de Piketty, sin duda como un anticipo a la edición en castellano que prepara esta editorial para publicar en Octubre. Además de reproducir algún capítulo de este libro hay artículos de Krugman, Rodrik, Solow, y autores latinoamericanos, como Hoyos, Esquivel, Guardia, Natanson y el alemán de ascendencia francesa Minkar. El número resulta interesantísimo con comentarios muy sabrosos, pero con menos crítica que los anteriores. Un autor tan cualificado y reconocido como Solow titula su aportación ni más ni menos de esta forma: “Piketty está en lo correcto”.
En suma, estamos ante un libro indispensable, que tiene importantes aportaciones de datos e información que hasta sus críticos por la izquierda reconocen. La controversia enriquece el conocimiento y esto lo ha conseguido Piketty. Tal vez no sea un gran libro de teoría pero sí que ha logrado que economistas relevantes se preocupen y ocupen de la escandalosa desigualdad de nuestros días. Anteriormente ha habido contribuciones importantes, pero ninguna de ellas ha llegado a alcanzar esta repercusión. Se puede estar en desacuerdo en las explicaciones de por qué se ha llegado hasta aquí y en las respuestas políticas que hay que hacer, así como en los diferentes datos que se usan para medir la desigualdad, pero es indudable que este libro supone un gran giro en los estudios de la economía y es una contribución significativa y relevante. Texto: Carlos Berzosa. Ver también: 'Capital y trabajo'. Recomendado: 'Desmontando a T. P.':