En las últimas tres décadas, desde las bases del estado liberal, principalmente aquellas que fortalecen la independencia de los poderes del estado y la justicia social, no ha sido posible sustentar políticamente el sistema económico impuesto en la década de 1980 y su instrumento central: ajuste estructural con acento en la privatización, la desregulación y apertura indiscriminada del mercado global.
Todo llevado a cabo además con cierto desenfreno, como si el mundo se fuera a acabar. Por esa ruta se llegó a liquidar los pactos sociales que generaron el llamado estado de bienestar haciendo aumentar la desigualdad, uno de los objetos de análisis del popular libro de Thomas Piketty (TP) “El Capitalismo del Siglo XXI”.
Desde John Maynard Keynes y posteriormente Joseph A. Schumpeter, que no aparecía un economista difundido con tanto entusiasmo por los medios. Su asunto es la desigualdad producida por la acumulación de capital como fenómeno histórico que se arrastra por varios siglos. No solo aborda el rasgo primordial de esa acumulación, sino que atisba la desigualdad política que pareciera ser irreversible, al menos se transforme el actual modelo económico. Tanto Keynes como Schumpeter tuvieron impacto en las políticas públicas, y en el caso de Piketty no debería ser diferente, en teoría.
Una conclusión es que el capitalismo se ha fatigado de la desigualdad que ha producido, gestando al mismo tiempo una crisis política que le cuesta administrar. El libro ha generado una corriente de detractores en la corriente más conservadora y no escasean desde la izquierda los que observan un filo aséptico en la ideología de su discurso. Todo eso está bien porque reabre el debate del futuro destino del capitalismo sin una institucionalidad política o de entidades fuera del circuito del capital, que lo pueda sustentar. En breve, la crisis del estado liberal que siempre se escurre en el debate.
Esta formidable obra de historia económica que se populariza con la velocidad de un rayo es la oportunidad para afirmar aquel aspecto clave de un sistema económico que se quedó sin un sistema político que lo legitime y que no sea con formas coercitivas o autoritarias que nacen en la economía y se insertan en los mecanismos para gobernar bajo la apariencia de una democracia.
El marco de relaciones impuesto por el ajuste económico estructural de la década de 1980 ha sido concentrador de poder y de riqueza y al mismo tiempo ha levantado un temor a la pérdida del orden y la fragmentación de opciones políticas. Al ampliarse el rango de representatividad con el pluralismo político creado con la modernización, el modelo de una estructura de libre mercado desatado y rector de opciones políticas, en definitiva ha acabado por amenazar a la política en el sentido liberal. De allí la ola de conservadurismo que asola a Europa y otras zonas del globo.
El tema central del dilema del estado liberal con el actual sistema económico, es su inclinación de concebir la democracia con altos grados de calidad en la representatividad. Entiéndase por calidad, la aceptación de altos grados de tolerancia al pluralismo, a la solidaridad y a la igualdad de derechos y obligaciones. El sistema político liberal ha evolucionado hasta un punto en que el sistema económico implantado en los años 80 e impuesto a espaldas del desarrollo de mayor libertad y solidaridad, se ve retrógrado y señala una involución del propio sistema capitalista.
De allí que surja la necesidad de gobernar a través de grandes consensos o pactos, no entre estado y sociedad, sino entre competidores por el poder político para proteger la falta de sincronía entre sistema económico y sistema político. Es aquí donde yace el problema mayor que consiste en que el sistema económico impuesto socava las bases mismas del estado liberal.
Es importante anotar que el trabajo del economista francés hacer recordar la tradición analítica de economistas indios como Kkrishna Bharadwaj, Sukhamoy Chacravarty, Amiya Kumar Bagchi, por mencionar algunos nombres en una sana tradición en India de revisar constantemente las perspectivas del capitalismo. La diferencia entre TP y los analistas Indios consiste en que éstos no solo abordan materias económicas desde la Economía Política, sino que lo hacen con la mirada puesta en la sustentabilidad política a partir de la naturaleza y la trasformación del estado, como principal garante (político) de la mantención de un sistema.
Pero ojo, el caso de India es emblemático. A pesar de la vasta influencia del progresismo analítico por más de cinco décadas en las políticas de desarrollo en India, esta inmensa nación también ha caído en la ola conservadora. Al elegir recientemente a Narendra Modi como jefe de estado, representando una coalición que invoca un nacionalismo hindú exacerbado y un reduccionismo sectario en la imposición de ciertos valores, indica que algo pasó en India en el desarrollo de las ideas progresistas que al asumir el control del estado tampoco han podido administrar las demandas sociales.
El desafío en el análisis de Thomas Piketty no está en cuestionar los supuestos errores de cálculo en la desigualdad histórica que le atribuyen, sino en posicionar la crisis del estado liberal con todas sus letras sin la ambigüedad analítica que ha prevalecido hasta ahora. En general, la crisis política del estado liberal se analiza a retazos y no en forma integral en concomitancia con la aplicación del llamado modelo neoliberal en los años 80, que de liberal tiene muy poco. Texto: J. Fco. Coloane. Ver: '''PARTE 3''' & '''PARTE 2'''.
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