21 ago 2014

La estructura mafiosa de los poderes fácticos (I de III)

En 1954, los periodistas estadounidenses Sid Feder y Joachim Joesten publicaron el libro “The Luciano Story” (La historia de Luciano). Esta obra fue la secuela de otro también muy exitoso libro “Murder Inc.” (Crimen S.A, escrito por Feder y Burton Turkus), en donde los autores analizaban la forma en que la mafia operaba en los Estados Unidos, la cual estaba tan bien estructurada, que hasta formó una organización que dichos autores dieron en llamar, irónicamente, la Coalición Nacional del Crimen (National Crime Syndicate) o La comisión, como los capos la bautizaron. Uno de los directores que, justamente, dio pie para la organización de la criminal “coalición”, fue Lucky Luciano, quien pasara a la historia como uno de los gánsteres que desafió a las leyes estadounidenses en muchos rubros, siendo muy difícil su captura, pues siempre la “falta de pruebas” que lo ligaran directamente con sus ilegales actividades, eran la causa de que, durante treinta años, se condujera como un hombre libre por las calles neoyorquinas.


Precisamente su figura llegó a ser tan importante por el control que ejerció dentro del mundo de la criminalidad, ilegales negocios, extorsiones, prostitución… que por ello, Feder y Joesten decidieron escribir una especie de biografía de Luciano, enfatizando su vida como capo, más que la que llevó como un “hombre común”, que no lo fue, como veremos (el libro que analizo es de 1956, publicado por la editorial Popular Library de Nueva York).
Particularmente es interesante el análisis que se hace en el libro de la figura de Luciano, pues muchas de sus tácticas y actividades mafiosas tienen tanta actualidad que, al leer sus páginas, no deja de sorprender la similitud con que los actuales poderes fácticos económico y político, no sólo nacionales, sino planetarios, se conducen, muy al estilo de la Coalición Nacional del Crimen. En nuestros días, los llamados “gobiernos”, no son más que mafias que concentran el poder y que junto con los, igualmente mafiosos, barones del dinero y corporaciones, imponen medidas lesivas para los ciudadanos de un país, pero que son altamente lucrativas para sus intereses y sus mezquinos negocios. No les importa dañar a personas o medio ambiente, con tal de satisfacer a sus anchas sus egoístas pretensiones.

Justo como, en su momento, hiciera Luciano.

Los orígenes de quien sus socios criminales llamaban, con toda razón, “El Jefe” (The Boss), son increíbles. Luciano, nació en 1897 en Italia, en Sicilia, entre montañosa orografía, en la que pululaban la miseria y los bandidos. Ya el capitalismo salvaje y su historia de estragos, tenían sumida en el desempleo y la pobreza (como siempre ha sido), a tres cuartas partes de la población europea (y así sigue estando, no sólo Europa, sino todo el planeta, más ahora, en medio de otra profunda crisis). Italianos, franceses, ingleses, polacos, austriacos… y muchas otras nacionalidades, veían la migración a los Estados Unidos como su única salvación y hacia dicho país se iban, en la búsqueda de una vida mejor, en lugar de la tristeza y sufrimientos que dejaban en su tierra natal. El padre de Luciano, Antonio, un sobreexplotado minero de azufre, decidió hurgar mejor suerte en la tierra prometida. Reunió los ahorros de toda su vida y, cuando Luciano tenía nueve años, a principios de 1907, desembarcaron en Nueva York.


Estados Unidos (EU) atraía no sólo a europeos, sino a muchos otros inmigrantes de todo el mundo, pues debido a su notable crecimiento industrial, había ido desplazando a las industrias locales de otros países, como Inglaterra, por ejemplo, lo que había ido debilitando sus respectivas economías y por tal motivo, el ejército de pobres desempleados había crecido bastante y debido a eso se iban allá, a que el causante de sus problemas, les diera una vida mejor (justo, en estos momentos, el éxodo de centroamericanos y mexicanos, por ejemplo, a EU, debe de comprenderse como una consecuencia de la desindustrialización provocada por el capitalismo salvaje estadounidense, el cual, en su afán expansionista, ha acabado o mermado considerablemente a la industria y economía locales (Irónicamente, en la actualidad, EU también está en proceso de desindustrialización.
Sin embargo, no fue un lugar paradisiaco el que hallaron Luciano y su familia en Nueva York, sino una pocilga urbana, en donde en hacinadas vecindades verticales, familias de diez debían de acomodarse en cuartuchos que eran para cuatro personas originalmente y en donde bastaba asomarse a la “ventana” de tal ingente habitación para mirar el otro cuarto, ver a mujeres amamantando o a parejas copulando.
A pesar de su origen humilde, The Boss logró sortear cuanto obstáculo se interpuso en su criminal camino. Tuvo un muy breve intento de convertirse en respetable ciudadano, cuando entró a trabajar a una fábrica de sombreros, laborando diez horas diarias, seis días a la semana, ganando apenas siete dólares, pero cuando la primera vez que apostó, obtuvo en menos de dos horas 244 dólares, se olvidó de la respetabilidad e inició su carrera gansteril. Luego, a los 14 años, comenzó a distribuir droga para hampones locales. De allí, tuvo un obligado ingreso a la cárcel, que era vital para cualquier hampón que deseara, verdaderamente, graduarse como criminal de las grandes ligas. Y, así, siguiendo con sus “triunfos”, le fueron llegando distintos ilícitos giros. Uno de ellos, la llamada prohibición, una absurda medida para evitar la venta y distribución de bebidas alcohólicas (que se instituyó, entre 1920 y 1933, por los niveles tan altos de alcoholismo a los que se había llegado en EU) y que al volverse ilegales, constituyeron un excelente negocio para distintos grupos de capos, los que no sólo destilaban bebidas etílicas, sino que lo distribuían en cantinas y cabarets, obviamente que a precios mucho más elevados que si tanto alcohol hubiera sido legal. Justo lo que pasa ahora con las “guerra contra las drogas”, emprendida, principalmente, por EU, como veremos más adelante.


Así, Luciano llegó a acumular una fortuna para su tiempo, llegando a obtener ingresos calculados, conservadoramente hablando, entre 500 mil a un millón de dólares de entonces (entre seis y medio y trece millones en la actualidad) y, lo mejor, ¡sin pagar impuestos, a menos que fuera realmente necesario! The Boss se daba una vida de verdadero rey, viajando en lujosos autos, Cadillacs, sobre todo, viviendo en lujosas suites, en costosos hoteles o edificios ubicados en barrios de prestigio, vistiendo elegantes trajes de lana inglesa de 250 dólares cada uno y camisas de seda de 25 dólares, comiendo en caros restaurantes de comida italiana… ¡ah¡, porque, eso, sí, nunca renegó de su origen italiano y gustó, siempre que podía, de ingerir alimentos italianos.
Es aquí donde comienzan las coincidencias con The Boss y “prestigiosos” personajes de la actualidad (y no precisamente narcotraficantes), quienes se jactan de su “origen humilde o modesto” y alardean que, a pesar de ello, son magnates. Ahí estarían, por ejemplo, un George Soros, un Carlos Slim o un Chris Gardner (en cuya supuesta vida se inspiró la cinta “En busca de la felicidad”).


Y si, además, hablamos de los privilegios de los que gozan estos personajes y los negocios que los han hecho millonarios, es indudable la comparación con Luciano, sobre todo porque evadía impuestos y, en eso, decenas de empresas y de tales millonarios son expertos en hacerlo, pagando muy poco o nada, llegando al cinismo de que ¡se les debe de regresar impuestos.
Hablando de los “logros” de Luciano, Feder y Joesten son bastante agudos, pues presentan todos los ámbitos en los que se desenvolvió The Boss. Justo, uno de ellos, es la inmersión en la política que tuvo Luciano. Señalan aquéllos que “Tómese como un hecho que tanto demócratas, republicanos o independientes, todos eran infiltrados por el criminal inframundo”. Por ejemplo, en una elección “demócrata” local, en el neoyorquino distrito de Tammany, Luciano ejerció y tenía tanta influencia, que logró imponer a uno de sus amigos, Albert C. Marinelli, también de mafiosas actividades. El contendiente, Harry C. Perry fue amenazado por dos matones, quienes llegaron a su despacho días antes de la elección y colocaron sobre su escritorio dos sendas pistolas, amenazándolo con que “Usted tiene esposa e hijos, ¿no? ¿Le gustaría verlos flotando en el río, sólo porque usted quiere ganar? Pues recuerde que Marinelli debe de ganar, ok?”. Al día siguiente, Perry renunció.
Acerca de ello, Feder y Joesten señalan que “Más insidiosa que todo ha sido la corrupción gubernamental. En esto, la Mafia se especializó. Tan terrible y poderosa ha sido la malévola invasión que alcaldes, gobernadores y representantes nacionales han sido involucrados. Las pistas conducen justo a la Avenida Pensilvania, precisamente en la entrada del edificio blanco que se muestra como el símbolo de la Democracia”.
De hecho, fue gracias a una especie de cónclave gansteril, el cual se decidió por dar su apoyo a los candidatos demócratas por la presidencia, en 1932, Franklin D. Roosevelt y Al Smith, que el primero fue, finalmente, electo. Vaya si son agudos los tenaces periodistas en sus señalamientos, pues si eso sucedía entonces, en los años 1930’s, justo en la actualidad se sigue dando la influencia de “grupos de poder” (ahora, ya no les llaman mafias, pero actúan justamente como tales) durante las campañas “presidenciales”, quienes hacen “donativos” ya sea a demócratas o a republicanos, con tal de que sus mezquinos intereses sigan intactos, a pesar de las “leyes” existentes o las que estén por venir. Texto: Adán S. Andrade. Ver Parte II.


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