P. Bilsky
Un nuevo Protectorado
asoma en Europa. Primero fue Grecia, ahora es España quien debió aceptar el
estatuto colonial impuesto por la Unión Europea. Buena parte del pueblo español
se diferencia de sus dirigentes y clases dominantes, y sale a la calle a gritar
las verdades que los medios hegemónicos ocultan. Los mineros asturianos
demostraron que sus viejas luchas son eternas y lucen rozagantes. Se conoce con
el nombre de Generación del 98 a un grupo de intelectuales y escritores
españoles que se mostraron profundamente afectados por la crisis moral,
política y social de España hacia fines del siglo XIX, tras derrotas militares
que le hicieron perder en 1898 sus últimas colonias (Puerto Rico, Guam, Cuba y
Filipinas). Fue esta la última manifestación de una larga decadencia que puede
remontarse muchos siglos atrás. El viejo Imperio español que descubrió América
e implantó sus colonias en varios continentes se fue desgajando de a poco. Ya
durante el siglo XVII, cuando apenas comenzó la decadencia, se denunciaba que
la presión de los banqueros alemanes y los intereses usurarios que imponían por
los préstamos eran las causas de la debacle. El oro de América, extraído en
condiciones de genocidio, no permaneció en España, no fue invertido ni ahorrado
por la dispendiosa corona europea, que se destacaba en todo el contexto europeo
por su derroche en fiestas, vestimentas y adornos. El trabajo, y en general
toda actividad productiva, era considerado una deshonra por los nobles
españoles. La burguesía que siglos después surgió en España, con un notable
retraso con respecto al resto de Europa, conservó esa característica: poca
inversión, mucho gasto, y una dependencia casi obsesiva por las formas
exteriores, el parecer y el qué dirán. En 1920, en su obra Luces de bohemia,
Ramón del Valle Inclán denuncia el carácter esperpéntico de la burguesía
española, las clases dominantes, el sistema político y la prensa al servicio de
los poderes fácticos y la represión de las luchas populares. No es difícil
imaginar la iracundia poética de Valle Inclán ante lo que ocurre hoy en España.
“La tragedia de España no es tragedia sino esperpento”, escribió Don Ramón, que
creó ese género para poder así denunciar la degradación de la sociedad de su
tiempo. La semana pasada, y a cambio de los 30 mil millones de euros, el
gobierno de Rajoy anunció más ajuste fiscal, suba del IVA, rebaja en subsidios
por desempleo, y despidos de empleados públicos. Todo bajo la atenta
supervisión europea. El gobierno de España ha entregado el ya poco poder de decisión
que le quedaba. Cada vez resulta más claro que el gobierno de Rajoy no
gobierna, sino que apenas administra los intereses de los banqueros. Pero no
todo es degradación en España de hoy, como tampoco lo fue en la España de 1920
que retrata Valle Inclán. El poeta dejó bien claro en Luces de bohemia que el
pueblo que trabaja y lucha, los obreros que enfrentan la represión, y los
trabajadores comprometidos con el cambio social quedan fuera de la degradación.
Los esperpentos están en otra parte. Con sus cascos encendidos y acompañados
por numerosos ciudadanos, cientos de mineros abarrotaron la semana pasada
Puerta del Sol de Madrid, tras más de 20 días de marcha desde el norte de
España para protestar por los recortes de más del 60 por ciento en las ayudas
al carbón que exponen a la mayoría de las explotaciones carboníferas a un
cierre definitivo. “No somos terroristas, somos mineros”, corearon los
manifestantes en su marcha, horas después de que en la Puerta del Sol se
escucharan consignas como “Madrid entero se siente minero” y “Mineros unidos
jamás serán vencidos”. Los mineros asturianos, que lucharon contra el
franquismo en históricas jornadas, demostraron que no todo está degradado. Como
en la obra de Valle Inclán, como tantas veces en la historia de España, los
mineros asturianos fueron duramente reprimidos por la policía. Pero antes
dejaron en claro, en el espacio público, en la calle, quiénes son los
decadentes y traidores. Ver: El Régimen autocrático del E. E.
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