13 jun 2012

España cruje


C. L. Castro
Tras días y semanas desmintiendo la posibilidad de que España tuviera que pedir un rescate para tapar los agujeros de su sistema bancario privado, el fin de semana precipitó los acontecimientos. El FMI adelantó su estimación sobre lo que España “necesitaría”. No esperó los resultados de la auditoría encargada por el gobierno español sobre la situación de sus propios bancos. La “troika” integrada por el Eurogrupo, el Banco Central Europeo y el FMI, armó una insólita videoconferencia a las 4 de la tarde del sábado con participación de todos los ministros de finanzas de la región. 
Tres horas más tarde, el ministro español de Economía, más nervioso que nunca, admitía en rueda de prensa que “España recibirá ayuda para su banca”. Pero más que dar detalles, se empeñó en explicar que “no era un rescate” y que la operación “no conllevará más sacrificios para la sociedad española”. Su empeño tiene corto recorrido. Es un rescate “in extremis”, sencillamente porque el estado español no tiene recursos propios para afrontar ese volumen de dinero. En cuanto a la posibilidad de que este préstamo no tenga consecuencias sobre la vida de los españoles, resulta inverosímil. Si la suma que finalmente se acuerde, se carga en la cuenta de la deuda española, aumentan los problemas para disminuir el déficit. Con ello, es probable que los recortes practicados no sean suficientes. Grecia, Irlanda y Portugal, sin ser casos idénticos, demuestran que son sus pueblos quienes terminan sufriendo los efectos de la crisis. España no es ni será una excepción. 
El imprevisto discurso dominical del presidente Rajoy, empapado de optimismo, destacando aspectos positivos del “préstamo”, es otro intento por disimular una realidad: España está más controlada que hace 48 horas. Su soberanía para decidir sus políticas internas, las que definen la vida cotidiana y el futuro de los españoles, está enajenada. Sus reiteradas afirmaciones de “ayer ganó Europa”, “ayer ganó el Euro”, “ayer ganó la consolidación del proyecto europeo”, no consiguen ocultan otra realidad: ayer, seguramente otra vez "ganó la banca", y perdió el pueblo español, que tendrá que pagar las consecuencias de una crisis de la que no es responsable, sino víctima. Pero éste es el último capítulo - por ahora - de un proceso que viene gestándose desde hace años. Para una mejor comprensión, intentemos situar en su contexto este episodio del rescate.
El comienzo del derrumbe
La crisis capitalista estalló en el 2007 a partir de la acumulación de operaciones especuladoras de grandes bancos y empresas inversoras de los Estados Unidos. Tras los gigantescos fraudes de los casos Stanford y Madoff, vino la espectacular quiebra de Lehman Brothers, la más significativa en ese país por el volumen de sus activos. 
El proceso fue desde entonces acompañado por infinitas explicaciones, pronósticos, "recetas" y llamamientos. Varios gobernantes de los paises desarrollados nos dejaron frases memorables: el entonces presidente Sarkozy llamó a "refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad." Otros anunciaron que "había que poner fin a los paraísos fiscales". Como era previsible, todo quedó en mera pirotecnia verbal. Y las réplicas del sismo financiero fueron extendiéndose como corresponde a un mundo globalizado. En Europa, comenzaron a hallar "los mercados", denominación que recibe ese conglomerado impreciso de fondos de inversión, bancos, grandes empresas, todos ellos actuando con un solo propósito: obtener la mayor rentabilidad. El afianzamiento del neoliberalismo alimenta esa vocación de la lógica del capital financiero: multiplicarse en el menor tiempo posible. Y ha logrado eliminar todas las normas que limitaban procedimientos inmorales y antisociales. Esos núcleos de poder tienen fuertes vínculos o directamente controlan a políticos y medios de comunicación. Actúan condicionando a los gobiernos y a los ciudadanos. En España la presunta solidez del llamado "Estado de Bienestar", comenzó a resquebrajarse de modo visible en el 2008, pero antes hubo signos evidentes que la espiral consumista, la burbuja inmobiliaria, el sistema bancario/financiero especulador y el manejo irresponsable y despilfarrador del dinero público terminarían por empujarnos también a una situación crítica. El gobierno socialdemócrata de Rodríguez Zapatero cumplió sus dos últimos años de mandato acosado por la presión de los "mercados" y puso en marcha las primeras medidas de recortes sociales que le exigía esa cúpula autoerigida en "gobierno europeo", integrada físicamente por la dupla Merkel-Sarkozy. Por supuesto, con esas acciones políticas rompió sus compromisos con quienes le votaron y con sus premisas de gobierno. Después, a fines del 2012, el Partido Popular, que venía de ejercer una feroz oposición y se autoproclamaba capaz de solucionar la crisis ganó con mayoría absoluta y asumió Mariano Rajoy. La derecha conservadora, incluyendo sectores nostálgicos del franquismo, recuperó el gobierno. Y con ello, comenzó un sistemático proceso de retroceso en derechos sociales y laborales acompañado por fuertes recortes presupuestarios en servicios sociales, educación y sanidad. La "crisis" se convertía en el argumento que justificaba el desembarco ideológico de la derecha para dinamitar conquistas y avances conseguidos por el pueblo español en las últimas cuatro décadas, a partir de la recuperación de la democracia.
Los zorros cuidando a las gallinas
España no es un caso excepcional. Si el epicentro de la crisis fue el sistema bancario y los fondos de inversión de los Estados Unidos, las ondas y las réplicas se propagaron por todo el planeta. En Europa, algunos países del sur fueron particularmente afectados. Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España recibieron fortísimas presiones, al punto de que algunos de ellos, reemplazaron a sus gobiernos electos por "técnócratas y expertos", a los que definían como "apolíticos".
 En el caso de Italia, por ejemplo, no les resultó difícil. Había que reemplazar al bufonesco neofascista Silvio Berlusconi que vivía sus horas más bajas, eso sí, disfrutando la inmunidad que le proporcionaban sus propias leyes. Así llegó al gobierno Mario Monti, un personaje con rostro profesoral, que fue director europeo de la Comisión Trilateral, el grupo de presión neoliberal que fundó David Rockefeller en 1973 y miembro del llamado Grupo Bilderberg. Pero lo más significativo de sus antecedentes, son los fuertes vínculos con el influyente grupo norteamericano Goldman Sachs involucrado en el comienzo de la crisis de las hipotecas basura. A esta última firma financiera también pertenecen los "tecnócratas" Lukas Papadimos, aupado como primer ministro de transición en Grecia y Mario Draghi, nombrado presidente del Banco Central Europeo, que fué vicepresidente europeo de Goldman Sachs entre 2002 y 2005. En esos años, esa empresa norteamericana asesoró a las autoridades griegas para maquillar el déficit de sus cuentas y esconder la deuda que años después descubrió Eurostat. Goldman Sachs ganó 800 millones de dólares por su gestión, Draghi se llevó su parte, y el pueblo griego comenzó el camino de su calvario actual. Pese a que fue una falsificación de datos en toda regla, nadie fue a la cárcel, porque en las grandes estafas organizadas por los bancos de inversión, la impunidad de sus directivos es la regla. En Irlanda, el ex comisario europeo Peter Sutherland, jugó un papel importante en el "rescate" de su país. Sutherland es presidente de la filial europea de Goldman Sachs. ¿Casualidades? No. Marc Roche, periodista del diario francés "Le Monde" afirma que Goldman Sachs "es una red de influencia única y muy cerrada, tanto de forma pública como subterránea". Todo indica que son cargos claves que responden a los intereses de las oligarquías financieras que solo pretenden aumentar sus ganancias sin reparar en medios ni formas. Pero... ¿y en España? En España Mariano Rajoy nombró ministro de economía a Luis de Guindos, ex presidente de Lehman Brothers en la península ibérica. Esta empresa era hasta el momento de su quiebra en el 2008, el cuarto banco de inversión más grande en Estados Unidos, con 25.000 empleados en todo el mundo. Su colapso con 619 mil millones de dólares de deuda, representó la bancarrota más grande en la historia norteamericana, ya que sus activos superaban con creces las de los anteriores "gigantes" como WorldCom y Enron. Sus efectos alcanzaron a los mercados, gobiernos, empresas privadas, ahorristas.
 Las especulaciones con productos tóxicos terminaron abriendo enormes agujeros a los bancos que al abrir sus cajas, tenían papeles sin valor, humo, en vez del dinero que reflejaban sus balances. Bueno, volvamos al ex presidente de LB en España, ahora encarnado en responsable de la economía del país. Sus medidas para conjurar la crisis y superar el déficit, siguieron las clásicas fórmulas neoliberales: reducción del gasto social; abrir el camino a procesos de privatización en los sistemas de la sanidad y la educación pública; aumentar la recaudación con la suba de gravámenes generales, pero evitando impuestos especiales a las grandes riquezas, o a las transacciones especulativas. Y en lugar de perseguir el enorme fraude fiscal, dispuso una amnistía que permitirá blanquear dinero a los evasores, estafadores y delincuentes. Los métodos no son nuevos. Los argentinos los padecieron durante la dictadura militar y gobiernos continuistas en lo económico, como los de Carlos Menem: la deuda privada, se convirtió en deuda pública. Los beneficios, para los grandes grupos económicos y sus testaferros locales. Las pérdidas, para los ciudadanos.
Precarizar el trabajo, aumentar el capital
El gobierno encabezado por Rajoy, promovió desde su mayoría absoluta parlamentaria una reforma laboral que colmó las aspiraciones de las patronales. Con el argumento de "facilitar el empleo", se abarató el despido y se simplificaron sus causales. El art. 41 del Estatuto de los Trabajadores del 82 (que ya había sufrido numerosos recortes) también fue modificado. Ahora la empresa, podrá cambiar fácilmente la jornada de trabajo, los turnos, el sistema de remuneración e incluso la cuantía del salario.
 Los expedientes de Regulación de Empleo ya no necesitarán contar con previa autorización administrativa. La reforma laboral permitirá a las empresas, saltarse acuerdos de los convenios colectivos. Y así podríamos seguir enumerando retrocesos en los derechos de los trabajadores. Se impone la precariedad laboral y esta pérdida de derechos en un momento en que las cifras de paro alcanzan un récord de más de 5.600.000 personas, el 24,44% de la población activa. Otra cifra estremecedora es que hay 1.728.000 hogares que tienen a todos sus miembros en paro. Los datos son desoladores entre los jóvenes, donde uno de cada dos menores de 25 años está sin trabajo. Otro de los efectos perversos de la reforma es que la inestabilidad laboral genera miedo entre quienes todavía tienen un puesto de trabajo. Miedo significa admitir abusos, callar, evitar ausentismo, aunque sea justificado por salud. El estado y los patrones trasladan todos los riesgos al trabajador.
Recortes presupuestarios
El presupuesto presentado a fines de marzo por el ministro De Guindos, implica fuertes recortes en áreas como Educación, Sanidad y Servicios Sociales y la inversión pública. “Estos recortes, además de desproporcionados, son indiscriminados, recortando incluso componentes del gasto esenciales tanto para estimular la economía como para resolver el enorme problema del desempleo, que es el mayor problema económico y social que tiene España”, afirma el profesor Vicenç Navarro, quien califica el presupuesto Rajoy, como “el más antisocial que haya existido en España durante la democracia.” Pero otra parte sustancial de los recortes lo tienen que hacer las Comunidades Autónomas, cuyo gasto es mayoritariamente social, (un 60% aproximadamente). Todo esto provocará un importante debilitamiento del sector público, abriendo paso a la gradual privatización de servicios esenciales. Amplios sectores de la sociedad española, golpeados por la desocupación laboral, por el retiro de las ayudas sociales, por los desahucios, perderán también prestaciones sanitarias, y serán afectados por el co-pago de recetas. Incluso los jubilados y pensionistas. La educación pública que sufre un tijeretazo de casi cinco mil millones de euros, queda fuertemente debilitada: más alumnos por aula, despidos de profesores, subida de tasas, abandono de equipamientos, cierre de líneas y de escuelas. Desaparece Educa 3, extensión de la red de escuelas infantiles para niños de 0 a 3 años. El presupuesto se reduce casi un 22%, mientras el conjunto de los ministerios baja una media del 17%. Paradójicamente los gastos militares han tenido una mínima reducción. En Defensa es de menos del 9%. 
Este ministerio arrastra una deuda de miles de millones en programas de modernización y tiene firmados compromisos europeos de armamentos hasta el 2025. España mantiene costosas operaciones en Afganistán, Bosnia Herzegobina, Líbano, contra la “piratería” en el océano Índico, y la operación “Active Endeavour”, integrados en el mando marítimo de la OTAN en el Mediterráneo. Hace menos de un año, el secretario de Defensa del gobierno anterior, Constantino Méndez, denunciaba el modelo de adquisiciones de los llamados Programas Especiales de Armamentos (PEAS). Y expresaba: “no deberíamos haber adquirido sistemas que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen, y con un dinero que no teníamos ni antes, ni ahora.”
Amnistía fiscal, barra libre para los delincuentes
El gobierno conservador español no solo renuncia a afrontar el enorme fraude fiscal, sino que sanciona una amnistía que permitirá el blanqueo de dinero a los evasores y defraudadores, pero también de los fondos de procedencia criminal, como los obtenidos por tráfico de drogas, explotación sexual, robos o grandes estafas. 
A los evasores, les bastará declarar que poseen el dinero desde antes de diciembre del 2010, sin revelar su origen. El blanqueo será a “precio de saldo”, ya que el estado les aplicará un gravamen del 10%, a pesar de que se estima que el 72% de las cantidades defraudadas provienen de grandes fortunas y corporaciones. Los expertos añaden que también para la delincuencia será un “regalo”, porque blanquear dinero en circuitos criminales tiene tasas superiores al 25%. El estado español lo oferta al 10%.
BANKIA: defrauden que es gratis
En el 2010, nacía Bankia, fruto de la fusión de siete cajas de ahorro. En su entramado directivo, destacaban figuras prominentes del Partido Popular. A su frente fue colocado el ex ministro de economía de Aznar, y expresidente del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato. Se lo definió como uno de los bancos “más sólidos” y captó decenas de miles de clientes y de inversores cuando a bombo y platillos salió a cotizar en Bolsa. Pero en los primeros días de mayo, Rato abandonó la presidencia y 48 horas más tarde el gobierno tuvo que intervenir inyectando fondos para evitar la caída de Bankia. Pero esa “nacionalización”, como le llaman, no es tal porque la cúpula de banqueros no ha sido reemplazada por técnicos o funcionarios del estado. Con el paso de los días la dimensión del “agujero” fue creciendo hasta llegar a la cifra de 23.465 millones de euros. El gobierno de Rajoy cerró rápidamente la hemorragia inyectando dinero público supuestamente “a devolver”. Pero el presidente de Bankia respondió –sin que nadie le desmintiera- que ese dinero no es un préstamo, sino que queda incorporado al capital. Teóricamente, con el tiempo Bankia quedará saneada, se privatizará nuevamente, y en esa operación el estado recuperaría al menos parte del dinero. Resumiendo, en medio del gigantesco desbarajuste y las imposiciones del Eurogrupo para que España baje drásticamente su déficit, el gobierno de Rajoy acomete el mayor rescate de banca privada de la historia con el dinero de todos los españoles. Valoremos la dimensión de estas operaciones cruzadas: para “achicar” el déficit del estado se afecta seriamente al sistema educativo público con un recorte de poco menos de cinco mil millones de euros. Y por otro lado, se destina casi cinco veces esa cantidad para tapar el fenomenal agujero de un banco privado, del que –al menos por ahora- nadie resulta responsable. La Fiscalía, ante la presión social, anunció que “investigará”, pero al parecer no será en lo inmediato, quizás para “no afectar la imagen de España en un momento tan delicado”. Por su parte, el movimiento de los indignados, el 15M, lanzó por Internet una campaña para reunir fondos con el propósito de iniciar una querella contra Rodrigo Rato. En poco más de un día, logró reunir lo que necesitaba. Más de un millar de donantes anónimos cubrieron la cifra necesaria de 15.000 euros. En pocos días presentarán la querella colectiva contra el ex presidente de Bankia.
La “división blindada”
Pero en economía también puede aplicarse aquel principio de Lavoisier sobre la materia: “nada se crea, nada se pierde, todo se renueva”. Porque mientras el dinero desaparece de los balances, los directivos de Bancos y Cajas disfrutan de millonarios sueldos y jubilaciones “blindadas”. Esto quiere decir que esas sumas, muchas veces autoadjudicadas durante el disfrute del poder, resisten crisis, quiebras o cualquier otra catástrofe. Gerentes, consejeros y directivos resultan “premiados” con escandalosas sumas y ninguno parece haber tenido responsabilidad en las pésimas o corruptas gestiones. Los hay, como el ex-directivo de Bankia Aurelio Izquierdo, que tienen un “blindaje” que supera los 10 millones de euros. Estos datos se van conociendo día a día, y agotan la capacidad de sorpresa de los ciudadanos. El escándalo continuado alimenta la creciente y justa indignación social. También integran la “división blindada” 260 directivos de las grandes empresas que cotizan en la bolsa española. Tienen contratos a prueba de despidos, entre otros, 23 ejecutivos de ENDESA, 20 del Banco de Santander, 13 del Banco de Bilbao, o 12 de Repsol. Para que tengan una idea, en el Banco Santander, hay 22 miembros de alta dirección que en el 2011 percibieron una media anual de 3.696.273 euros. Rodrigo Rato, en Bankia, percibía 2.340.000 euros, una compensación que palidece ante los más de 10 millones que tiene asignados Antonio Brufau de Repsol, o los 20 millones anuales de Pablo Isla, ejecutivo de la empresa Inditex. La crisis, demoledora para gran parte de la sociedad española, aumenta los beneficios de sectores minoritarios. Entre el 2007, último año de bonanza económica, y el 2011, aumentó la brecha salarial entre directivos de las grandes empresas y sus trabajadores. Ni que decir si lo comparamos con la caída de los salarios medios de todos los trabajadores o de los pensionados españoles.
Sin trabajo y sin techo
Las operaciones interconectadas de constructoras, inmobiliarias, bancos y financieras durante la última década, han dejado un tendal de afectados por hipotecas concedidas en muchos casos sin recaudos y excediendo la capacidad de pago. La sobrevaloración de los pisos y viviendas, es el “cepo” en el que miles de familias quedaron atrapadas. Ahora, con la pérdida de trabajo, o la fuerte disminución de ingresos, muchos no pueden afrontar las mensualidades. La legislación vigente no admite la “dación en pago” para saldar la deuda. La hipoteca no es sobre el piso, sino sobre la persona, que puede ver embargada no solamente su vivienda, sino también su salario o sus otros bienes, si los tiene. Un ejemplo habitual: alguien pagó en los últimos años 28.800 euros en intereses por una vivienda tasada entonces en 190.000. Ahora, si la devuelve, se encuentra que el banco tasa esa misma vivienda en 135.000. Resumiendo, pierde lo que pagó de intereses, pierde el piso, y todavía le queda una deuda por la que puede ser embargado. 
Consecuencia, entre 2008 y 2011 se han producido 166.716 deshucios. Solo en el último año, se iniciaron 58.200 expedientes de desalojo. Decenas de miles de familias perdieron su hogar mientras la banca y el sistema financiero – verdaderos responsables de la crisis – siguen declarando grandes beneficios y recibiendo ayudas con dinero público sin ninguna contrapartida. El drama de los desalojos es más grave aún en el caso de los más desprotegidos, como es el caso de las familias de inmigrantes. Por cierto, durante el 2011, más de 600 mil personas abandonaron España. La mayoría de ellos inmigrantes que en muchos casos fueron utilizados como mano de obra barata durante la época de bonanza, y ahora “sobran”. Aquellos que hayan perdido su trabajo, y por ende sus “papeles legales”, quedarán a partir del 1 de setiembre sin atención sanitaria. Se estima que ese desamparo puede afectar a medio millón de personas.
El control de los medios pasa por RTVE
Para desarrollar esta auténtica “blitzkrieg” contra los derechos y la dignidad de millones de ciudadanos, el sistema necesita reforzar el control social. Eso pasa -entre otras cosas- por unificar la información y los mensajes que recibe la sociedad. La mayoría de los medios privados de comunicación están en manos de corporaciones donde confluyen grupos de poder económico, bancos, grandes empresas, industrias, etc. Sus informativos, sus programas periodísticos, responden inequívocamente a sus intereses. Hay noticias, criterios o análisis independientes que no tienen cabida. Las excepciones son mínimas y confirman la regla. En los últimos años algunas comunidades autónomas mantuvieron emisoras y canales de TV con un importante margen de independencia. Con el manido argumento de los “necesarios recortes”, serán reconvertidos, desmantelados o incluso pueden desaparecer. Pero el asalto más significativo contra la independencia y la pluralidad informativa está por consumarse. El PP por un decreto-ley anuló la norma vigente que exigía el acuerdo de dos tercios del Parlamento para elegir presidente de la corporación estatal Radio Televisión Española. Su mayoría absoluta le permite tomar el control de la RTVE. Seguramente en las próximas semanas comenzaremos a padecer sus efectos con el desplazamiento progresivo de periodistas y espacios plurales. En los últimos años, RTVE había alcanzado un alto nivel de calidad e independencia, ampliamente reconocido, dentro y fuera de España. Acompañar la presentación de la emisora Radio Nacional, diciendo “la pública”, no era solamente una frase publicitaria, era la verdad. Eso seguramente tiene los días contados. Lo que nada tiene que ver con la crisis, pero sí con el control social, es la modificación de la materia Educación para la Ciudadanía, que aprobada por el Parlamento venía aplicándose en distintos niveles de enseñanza. El Ministerio de Educación ha quitado del temario las referencias a la pobreza en el mundo, la valoración crítica de la división sexual del trabajo, los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, y sexistas. También suprimió las referencias a los afectos, o a los distintos tipos de parejas, o a la falta de acceso a la educación como fuente de pobreza. Incluye en cambio los “conflictos del mundo actual”: el terrorismo, los estados fallidos o el fanatismo religioso. Hace años que la jerarquía eclesial fogoneaba para expurgar ideas y conceptos de los que abjura. El libre pensamiento ha sido su enemigo histórico.
La crisis es una excusa para profundizar la desigualdad
El repaso de todos los aspectos comentados en esta nota, confluye en una conclusión general: el argumento de “afrontar la crisis”, pretende ocultar que todas las medidas que se toman apuntan a profundizar la desigualdad. Esta no es una afirmación subjetiva. De acuerdo con los datos del Banco de España, en octubre del 2010, el 10% de las familias españolas concentraban el 70% de la riqueza financiera. Pero además, el 1% de entre los más ricos poseen el 40% de la riqueza de ese 10%. Y no son las familias, sino los fondos de inversión, sociedades, empresas, las que disponen de más de dos tercios de la riqueza financiera española. No hablamos de la distribución de la renta, sino de la propiedad de las acciones de las empresas, de los planes de pensiones privados, de los fondos de inversión, valores de renta fija y otro tipo de activos financieros. Y las nuevas medidas, fuerte reducción del gasto social, amnistía fiscal y renuncia a perseguir la evasión y la defraudación, significa que se amplía la brecha entre capital y trabajo. Las grandes mayorías pierden, y ganan la especulación y la banca. El Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda afirma que el 72% del fraude fiscal en España lo hacen las grandes empresas y las grandes fortunas. En España 1 de cada 4 euros ( el 23% ) está oculto para Hacienda. Mientras se exige sacrificio y eficiencia a trabajadores, jubilados, al conjunto de los empleados públicos, todos absolutamente “controlados” a través de sus nóminas, el fraude y la evasión permite que el estado deje de recaudar 88.000 millones de euros al año. Es la suma del fraude de 59.000 millones en impuestos y 29.000 en cuotas de la Seguridad Social. Según Gestha ( los técnicos del Ministerio de Hacienda), la economía sumergida en España asciende a 245.000 millones de euros. Según sus datos, más del 70% del fraude es atribuible a los grandes patrimonios y grandes empresas, frente a la opinión generalizada de que el fraude está en el pequeño autónomo. Otro dato para recordar: España es el país de Europa con más billetes de 500 euros. Aquí tenemos el doble de billetes de 500 que el resto de Europa. España tiene entre cuatro o cinco veces menos personal que la media europea dedicado a controlar el fraude fiscal. Estudios de FUNCAS ( Fundación de las Cajas de Ahorros), indican que mientras la economía española se duplicó entre 1980 y 2008, la economía sumergida se cuadruplicó entre las mismas fechas.
España cruje
Y el crujido se hizo estruendo este fin de semana de junio. Llevábamos dias, semanas recibiendo noticias cada vez más angustiantes sobre el futuro de la ciudad española. El gobierno, y en gran parte de la oposición, dicen y se desdicen. Tergiversan lo que sucede llamando “ajustes” a los recortes, “regular” por destruir. Cuando dicen “corregir” quieren decir eliminar. Y emplean “estabilizar” en lugar de retroceder. Cuando afirman “eso no sucederá jamás”, ocurre antes que termine la semana. Cualquiera puede encontrar en la red decenas de solemnes desmentidos sobre los apuros de Bankia o los del sistema financiero español. Pero más aún las terminantes afirmaciones de que “España o su banca no necesitan ningún rescate”. El propio ministro de Guindos llegó a decir hace pocos días que “ni valía la pena desmentir esos rumores, porque no eran más que insensateces”. Ayer admitió el rescate, y trató de presentarlo como un gambito, una jugada que parece una entrega, pero en realidad es “ganadora”. Es patético. La realidad se empeña en pisotear todas las grandes frases y las promesas solemnes. También ocurrirá con este falso optimismo con el que barnizan el pedido de dinero. El hombre corriente, desde su sentido común, razona. Sabe que los bancos ni siquiera se prestan entre sí por desconfianza. Nadie suelta un euro sino hay detrás un aval firme que garantice su devolución en término y con sus intereses. Los fondos que recibirá España no vendrán de la Cruz Roja ni de ningún organismo de beneficencia. Alimentarán las cajas de los bancos privados, pero ante los prestamistas tendrá que responder el Estado español. ¿Quién garantiza que con esos fondos, la banca privada “revivirá”, volverá a dar crédito, activará la economía y además podrá ir devolviendo ese préstamo que al menos inicialmente pagaremos de una u otra forma todos los españoles? El ciudadano que razona no es pesimista, es realista. Está muy reciente la experiencia de Bankia. En solo dos años ese “sólido banco” dirigido nada menos que por el último presidente del FMI, apareció con un agujero de más de 20 mil millones de euros.
Tiempo de indignación, de recuperar derechos y dignidad
España cruje, y su gente también. Se avecinan tiempos más difíciles. El sistema y sus personeros, siguen apretando las tuercas. Creen que la indignación ha desaparecido y que el conformismo y la resignación garantizan sumisión. Se equivocan. Minutos después del anuncio del ministro español de economía, cientos de ciudadanos indignados se congregaban espontáneamente en la Puerta del Sol, en Madrid. Gritos de rechazo, pero una consigna unificadora: “no es un rescate, es una estafa”. Si las fuerzas políticas siguen la estela que marca la “troika” europea, seguirán perdiendo credibilidad y legitimidad. Porque como nos recuerda Vicenç Navarro, “estas políticas no estaban en los programas electorales de ningún partido, y muchas de ellas son incluso contrarias a la Constitución”. También nos dice que “en España exigir democracia hoy es casi subversivo”. José Luis Sampedro nos recuerda que “nos preparan para ser masa de ciudadanos productores y consumidores, trabajadores y compradores sumisos a la voluntad de los poderosos”. Y añade: “estas democracias no son democracias”. Democracia quiere decir que manda el pueblo. Y no manda el pueblo”.

25 may 2012

Socialismo y poder


Marcelo Colussi
Hasta ahora la historia nos demuestra que los seres humanos nos movemos en muy buena medida por el afán de poderío. De lo cual puede desprenderse, quizá con cierta ligereza, o con cierta mirada pesimista sobre nuestra condición, que estamos irremediablemente condenados a seguir repitiendo ese molde. El colmo de ese pesimismo lo presenta José Saramago, cuando no encontrando salida a todo esto llega a concluir entonces: "No nos merecemos mucho respeto como especie". La constatación tan interminablemente repetida del abuso del poder por parte de quien lo dispone –aún en el campo de la izquierda– podría llegar a permitirnos sacar esa conclusión. Estaríamos casi tentados de afirmar, por tanto, que "eso no tiene arreglo". Pero si efectivamente está en la esencia humana esta "dialéctica del amo y del esclavo", si eso es parte definitoria de nuestra condición, ¿para qué seguir luchando por un mundo de mayor equidad? El estudio de la historia o de cualquier interrelación nos confronta con que la lucha en torno al poder cuando se encuentran dos personas, o dos colectivos, surge con pasmosa facilidad. ¿Autoriza ello a ver en esa repetición una matriz de origen biológico? ¿Cómo poder afirmar que la violencia, el afán de poderío, la dominación sean de orden genético? Si una lectura darwinista de la historia humana pude llegar a esa conclusión –justificando, de ese modo, la existencia de "razas superiores" y una presunta selección natural de los "mejores"– una visión más amplia de nuestra condición debe apuntar a otra cosa. ¿O acaso podemos avalar un triunfo de "superiores" sobre "inferiores"? Hasta ahora, al menos, más allá de la ilusión positivista de cierta tendencia tecnocrática que busca un sustrato bioquímico para explicar toda la complejidad de lo humano, no se ha podido aislar ninguna sustancia específica que dé cuenta de estos fenómenos. Puestos a interactuar niños pequeños de distintas etnias cuando recién están comenzando a hablar, cuando aún no tienen incorporada toda su carga cultural, ninguno discrimina a otro ni lo mira "desde arriba". Eso llegará luego: los adultos nos encargamos de transmitírselo. ¿Por que resignarnos entonces ante una supuesta tendencia natural que nos compele a comernos unos a otros? Anida ahí un error que, si no lo corregimos con fuerza, puede llevarnos a la entronización del individualismo –cosa que hace con absoluta naturalidad el capitalismo, premiando al "ganador", que no es otro que el más fuerte que se impone con brutalidad sobre los más débiles–, o puede llevarnos, por otro lado, a la resignación. Decimos "el capitalismo", pero podríamos hacerlo extensivo a cualquier sociedad de clases. Desde que sabemos de la existencia de sociedades estratificadas donde unos mandan usufructuando el trabajo de otros, los cuales trabajan y obedecen (desde el inicio de las primeras sociedades agrarias sedentarias, para fijarlo de algún modo en el tiempo, aproximadamente unos 10.000 a 12.000 años atrás), desde ahí se viene repitiendo esta situación. Dialéctica del amo y del esclavo donde un grupo decide sobre la vida de otro con distintos grados de violencia, de crueldad, desde ser el dueño por entero de la vida de ese otro, hasta el pago de un salario supuestamente consensuado entre ambas partes por una cantidad de horas de trabajo. Esa historia no nos ofrece sino explotación de unos sobre otros, aprovechamiento, falta de solidaridad, violencia, crudeza. Matriz ésta que se reitera muy frecuentemente en todas las relaciones humanas: entre géneros, entre generaciones, entre distintas culturas. Y viendo con objetividad ya sea la historia o la dinámica interhumana en un corte puntual aquí y ahora, ello pareciera poder dejar extraer la conclusión que así es nuestra condición sin más. Si podemos hacer eso: torturar, engañar, matar, sin dudas que –más allá de una visión pesimista– eso se muestra como nuestro destino. De ahí a la conclusión que no tenemos remedio como especie, sólo un paso. Y a ello podríamos agregar que los intentos de construir un nuevo sujeto en los balbuceantes socialismos del siglo XX no lograron superar con creces esos patrones de violencia. La codicia y la mezquindad siguieron todavía incorporadas a las características comunes de los ciudadanos, más allá de las buenas intenciones de transformación. ¿Hay que resignarse entonces? ¿No es posible el cambio? ¿Habrá que contentarse que lo máximo a lo que podemos aspirar es a un crecimiento enorme de la productividad y a una más equitativa repartición de la riqueza que generemos, resignándonos a que siempre habrá uno "más listo" que manejará a los "más tontos"? ¿No hay alternativa? ¿Es cierto que "no nos merecemos mucho respeto como especie" entonces? ¿No es posible la equidad total, la horizontalidad? ¿Habrá siempre quien, en nombre de lo que sea, "mire desde arriba" a otro? Por esa vía, el punto máximo de desarrollo aspirable sería la socialdemocracia. Sin dudas que los pocos países con políticas socialdemócratas viven bien, con abundancia y equidad. Ahí están unas cuantas sociedades del norte de Europa dando el ejemplo: ordenadas, felices, racionales. Pero la estructura del mundo no permite que todos seamos Suecia, o Noruega o Canadá. Además, la bonanza de las socialdemocracias presupone un Tercer Mundo históricamente explotado. ¿Podría algún país africano o centroamericano repetir el modelo socialdemócrata nórdico en las condiciones actuales? ¿Cómo? Las deudas externas que religiosamente deben pagar esas sociedades empobrecidas van a parar también a las socialdemocracias. Así es fácil gozar la vida…y tener equidad. Pero si hablamos de "otro mundo posible", hablamos de igualdad para todos, absolutamente para todos y todas en total paridad. Es decir: hablamos de una verdadera democratización e igualación de los poderes, para todos, no sólo para los blancos. Cuando nos referimos al sujeto humano tenemos como referente esto que las distintas sociedades clasistas basadas en la diferenciación entre poderosos y oprimidos han venido dando como resultado hasta ahora. Nos es relativamente más fácil entender la lógica de una sociedad antigua –la egipcia, los fenicios, los mayas– porque nos resulta familiar poder imaginar qué sentiría un amo o un esclavo (aunque la reflexión la hagamos ahora y no seamos, en sentido estricto, ni faraones ni esclavos. Sin embargo, intuimos de qué se trata la relación). Pero nos resulta incomprensible, o al menos mucho más lejana de nuestros códigos, una sociedad del neolítico, o alguna de los pequeños grupos que aún hoy existen sobreviviendo como en ese entonces –los indígenas amazónicos, o los habitantes originarios de Australia–. ¿Cómo entender desde nuestra cosmovisión una sociedad de puros iguales, homogénea, horizontal? Nuestra matriz, hoy día, es forzosamente esa visión de jerarquías, patriarcal, vertical. De ahí que nos suene extraño aún –y por tanto cueste tanto– establecer relaciones de total horizontalidad, de absoluta paridad. Aunque en las experiencias socialistas intentemos llamar a los dirigentes con el apelativo de "camarada", en la realidad cotidiana el "camarada ministro" o el "camarada alcalde" sigue aún gozando de privilegios que los "camaradas comunes" no tienen. ¿Significa eso que nunca cambiará esa dinámica? Seguramente no podemos esperarnos un paraíso de la sociedad humana. No somos ángeles. Pero podemos hacer algo para que no sea un infierno. Y hoy, más allá de una porción minúscula que vive en la opulencia manejando la vida de las grandes masas, y fuera de un no más del 15 % de la población mundial que puede ser considerada clase media, con acceso a aceptables cuotas de confort y seguridad, para la más amplia mayoría de la Humanidad la vida es un infierno. El socialismo, si bien tuvo un inicio en el siglo XX que debe ser rigurosamente criticado por autoritario y vertical (en alguna medida, también un infierno), sigue siendo aún una fuente de esperanza. Del capitalismo nada se puede esperar. Pero la duda –por decirlo de alguna manera, o el temor, o preocupación– se plantea cuando intentamos revisar los supuestos que ha venido desarrollando el socialismo. Si consideramos el proceder de muchos de los cuadros revolucionarios, o incluso la conducta de los ciudadanos, los camaradas de a pie, dentro de las experiencias socialistas, se abren interrogantes: ¿se podrá prescindir de esta cultura del "mirar desde arriba" a otro? A veces sucede esta horizontalidad, este espíritu de solidaridad y de desprendimiento, pero en muchísimos casos, más allá de la declaración de principios y del uso de consignas que sitúan en el "club" de la izquierda, se siguen manteniendo privilegios irritantes, actitudes despóticas, el convencimiento que hay algunos con derecho a "mirar desde arriba" a otros. ¿Por qué los camaradas médicos cubanos cuando están fuera de la isla "arrasan" con las mercaderías que no se consiguen en su país? ¿Son menos "revolucionarios" por eso? Seguramente no, pero todas estas actitudes nos indican que quizá el meollo mismo de lo humano es muy difícil de transformar: si somos herederos de la cultura que nos constituye en lo más hondo de nuestro ser –machistas, patriarcales, verticalistas, competitivos, belicistas, y en estos últimos años, capitalismo mediante, impúdicamente consumistas– todo eso no se va a terminar por decreto. La cuestión, en todo caso, es: ¿cambiará? ¿Qué hay que hacer para que cambie? ¿Cómo desarmar la cultura del poder que nos constituye? Hoy día podemos hablar de los seres humanos criados en este modelo histórico, dado que sólo hemos conocido estos patrones. Por eso la dificultad que apuntábamos para entender otros modelos sociales "primitivos", sin clases sociales, la pura horda original. Las sociedades clasistas quedamos irremediablemente lejos de esa experiencia, y los modelos progresistas que hemos inventado todavía tienen muy cerca la matriz del "triunfador", del éxito individual sobre y contra el bien común. Si no, no sería tan fácil que muchas cooperativas terminen siendo pequeñas empresas lucrativas privadas olvidándose de la filosofía que las impulsa. O no hubiera sido tan fácil la restauración de la cultura capitalista en Rusia, o en China, donde hoy se premia como el gran logro la picardía para hacer fortuna no importa a qué precio olvidando principios levantados hace apenas unos años. Invocar un llamado al amor para construir el socialismo, la nueva sociedad y el nuevo sujeto, queda corto. Sabemos que el amor es básicamente narcisista y no nos sobra; más bien nos sale con cuentagotas. Es difícil, cuando no imposible, amar incondicionalmente al prójimo. Pero no se trata de amarlo sino de respetarlo. Esa es la clave que puede cambiar la actitud. Nadie está obligado a amar a nadie por decreto; pero la sociedad sí obliga a respetarnos. Si logramos establecer una comunidad donde todos verdaderamente nos sentimos pares, iguales, aunque no nos "amemos", sí podremos convivir con mayores cuotas de solidaridad social. Aunque no somos ángeles, ¿quién dijo que estamos obligados por naturaleza a explotar al otro? Si nos preparamos para esa cultura de la más absoluta igualdad, ¿por qué no podríamos superar la dudosa noción del amor incondicional para forjar una cultura del respeto? Porque en nombre del amor se pueden cometer las peores atrocidades, no olvidarlo. Ahí están todas las guerras religiosas, por ejemplo, las más despiadadas y crueles de la historia para demostrarlo. O la Santa Inquisición…por amor. Ningún sustrato bioquímico podrá explicarnos por qué ese afán de poderío. Es nuestra matriz social, cultural, psicológica, la que nos hace así. De lo que se trata, entonces, es de construir otra matriz que dé como resultado otro tipo de sujeto. Aunque, claro está, esa construcción no podrá ser nunca una imposición por vía de decreto. Hay que forjarla. Y ese es el reto que tiene el socialismo. En Rusia, siete décadas después de la revolución bolchevique, hay gente que sigue buscando el retorno del zarismo y pensando en la gran patria de los rusos blancos. ¿Pasó en vano la revolución? Y en Cuba una enorme cantidad de población profesa con devoción la santería. ¿Puede decirse que fracasó la revolución? En Venezuela, con un proceso de transformación socialista en marcha, por cierto muy reciente aún, siguen siendo un símbolo nacional las Miss Universo y las mujeres con pecho siliconado, y muchísima población –incluidos funcionarios de gobierno– continúan adorando los más rancios valores capitalistas, desviviéndose por el vehículo lujoso con un chofer que les abra la puerta y cambiando divisas en el mercado paralelo. ¿No está funcionando la Revolución Bolivariana entonces? Todo esto no nos habla de un fracaso de los ideales socialistas. Nos habla, en todo caso, del peso fenomenal de la historia, de las tradiciones, de la cultura. Como brillantemente lo expresó Einstein: "es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio". El desafío es cambiar esa historia. Eso es la revolución. Si nos tomamos en serio lo de las utopías, pues de eso se trata entonces: no sólo transformar las relaciones políticas, cambiar las reglas de juego de las relaciones sociales; no sólo repartir con equidad el producto del trabajo humano. Se trata, junto a todo ello, y quizá más que ello, de transformar la historia misma, las matrices que nos determinan como sujeto. Es ahí donde entra a jugar un papel clave el tema de la autocrítica de nuestra humana condición. ¿Estamos acaso, tal como lo pretendería el darwinismo social, condenados a una lucha a muerte los unos contra los otros? ¿O nuestra "naturaleza" va de la mano de las condiciones culturales? ¿Por qué cuesta tanto superar los vericuetos del poder? ¿Nuestra condición finita y deficiente nos lleva a acercarnos al ámbito del ejercicio del poder como alternativa para superar esa pequeñez originaria? ¿Puede superarse la idea del poder como sinónimo de beneficio propio a base del sacrificio de otro? ¿Es cierto que el que manda, manda; y si se equivoca… vuelve a mandar? ¿Qué habrá que hacer para superar todo esto? El trabajo es arduo, enorme. Es transformar toda una cultura que lleva hoy un peso ancestral en sus espaldas con una importancia definitoria, y que con las nuevas tecnologías que generó el capitalismo (léase: guerra psicológico-mediática, guerra de cuarta generación, como la llamaron los estrategas militares estadounidenses) se impuso por todo el globo, y en muchos casos, haciéndose atractiva. Si no, los camaradas cubanos no arrasarían las tiendas buscando esos productos "seductores" toda vez que tienen oportunidad al salir de la isla. Lo cual nos lleva a un tema no menos trascendente. La cultura del consumo a que dio lugar el capitalismo mercantil es insostenible –se produce no sólo para satisfacer necesidades sino, ante todo, para vender, para obtener lucro económico–. En función de ese modelo de desarrollo el planeta se está empezando a poner en serio riesgo. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado por 13 la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias "primitivas", o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales. Pero ahí está el problema justamente: tanto ha calado esta cosmovisión del consumo hedonista que se hace muy difícil atacarlo, desarmarlo. Y el "hombre nuevo" todavía no pudo sacudirse esa carga cultural. ¿Podremos construir una cultura alternativa al consumo industrial fabuloso sin volver a las cavernas, aprovechando el confort que brindan las nuevas tecnologías traídas por la industria capitalista y la moderna ciencia occidental? Se abre allí otro desafío, por cierto. ¿Somos más revolucionarios porque no tomamos Coca-Cola, o es más compleja que eso la lucha contra el patrón consumista? Sin dudas es más compleja, y por tanto, más difícil que mantener una consigna. Esa cultura milenaria de la dialéctica del amo y del esclavo que constituye nuestras relaciones, esa cultura de la búsqueda del poder como fin en sí mismo, esa creencia ancestral en que hay "superiores" e "inferiores", eso da como resultado también una cultura del poder sobre la naturaleza. En el mundo de la industria moderna la naturaleza dejó de ser parte del cosmos del que somos parte para pasar a ser recurso explotable. El marxismo clásico no pudo ir más lejos de esa visión estrecha; por eso hoy la crítica del consumismo irracional es tan imprescindible como la lucha contra las injusticias. El planeta no es la "cantera a explotar", el "bosque a arrasar" sino parte de nuestra realidad compleja; si lo destruimos, nos destruimos a nosotros mismos. Si lo vemos sólo como lucro económico, ahí están los resultados con la catástrofe ecológica que ese modelo generó. Obviamente, si la consideramos con detenimiento, esa idea de progreso científico-técnico no parece tan "desarrollada". De ahí que pueda entenderse el pesimismo de Saramago. Vemos, entonces, que la tarea transformadora de la revolución socialista es titánica. Lo es porque más difícil que cambiar el mapa político de un país –desplazar a una minoría de la casa de gobierno, armas en mano incluso–, muchísimo más difícil que eso –y nadie dijo que eso fuera fácil– es aún cambiar el sujeto humano. Pero ahí está el desafío. Educación, formación ideológica, autocrítica, revisión de la historia, discusiones, liberar la creatividad, la imaginación al poder… los pasos para lograr esa monumental empresa son muchos, diversos, variados. Hablamos de "hombre nuevo"; ideal genial, sin dudas. Mas ¿no se filtra allí ya desde el vamos un prejuicio machista? ¿No es de la mayor arrogancia machista identificar la especie en su conjunto con sólo su mitad? ¿Los seres humanos somos todos hombres? Hoy, después de las primeras experiencias del pasado siglo y teniendo claro los límites de nuestra condición, probablemente estamos en mejores condiciones para avanzar por ese camino. Si hablamos de un nuevo socialismo del siglo XXI –que no desconoce las bases sentadas en el XIX ni las primeras experiencias del XX– es para superar viejos errores y llegar con éxito al XXII. La ruta misma de la revolución socialista debe guiarse por lo que acertadamente proponía Gabriel García Márquez: luchar para "que ningún ser humano tenga derecho a mirar desde arriba a otro, a no ser que sea para ayudarlo a levantarse". Hasta que eso no sea realidad, debemos seguir luchando, porque si no, la revolución no habrá triunfado.

11 abr 2012

Noam Chomsky. Las 10 estrategias de la manipulación mediática


1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y las comunicaciones. ”Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real”. “Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas que se desea hacer aceptar. 
 Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes; tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
 4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura.  
Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejor mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discursos, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar y engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos. (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”. 
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos 
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.
9. Reforzar la auto culpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable de su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! 
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológica. 
 El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.