La ocupación y la reconstrucción de Iraq
La intervención militar de marzo de 2003 contra el Iraq de Sadam Husein, seguida de la ocupación de su territorio, se llevó a cabo sin el acuerdo de la ONU y contra la opinión de varias potencias, entre ellas Francia, Alemania, Rusia y China. Estados Unidos, a la cabeza de la coalición que lanzó el ataque gozó del apoyo activo de los otros tres miembros del G7 (Reino Unido, Japón e Italia) y de algunas potencias medianas, como España y Australia.
Desde el mes de abril de 2003, Estados Unidos tomó la iniciativa de negociar en el G7 y en el del Club de París una reducción substancial de las deudas contraídas por el régimen de Sadam Husein. La cuestión era aliviar el peso de esta deuda a fin de que el nuevo Iraq, ahora un aliado, estuviera en condiciones de contraer y reembolsar nuevas deudas. Como complemento a esta gestión, el gobierno estadounidense presionó al Banco Mundial y al FMI con el fin de que ambas instituciones prestaran a las nuevas autoridades iraquíes, que estaban directamente bajo su control por medio del administrador civil de Iraq, el estadounidense Paul Bremer. A través de diversas declaraciones, entre fines de marzo y de mayo de 2003, se ve claramente que tanto el presidente del Banco Mundial como el director del FMI eran muy reticentes. No se reunían las condiciones previas a la concesión de préstamos. ¿Cuáles eran los problemas?
1º) La legitimidad de las autoridades iraquíes no estaba reconocida, puesto que carecían de soberanía, dado el papel que desempeñaban Paul Bremer y las autoridades de ocupación.
2º) En principio, el Banco Mundial y el FMI respetan la siguiente regla: no se conceden nuevos préstamos a un país que está en cesación de pagos de su deuda soberana. La presión ejercida por Estados Unidos, tanto sobre el Banco y el FMI como sobre las potencias opuestas a la guerra, levantó progresivamente los obstáculos en la medida en que el Consejo de Seguridad de la ONU, en su reunión del 22 de mayo de 2003, otorgó a Estados Unidos y a sus aliados la gestión del petróleo iraquí y levantó el embargo contra Iraq. El Consejo de Seguridad no reconoce la guerra pero reconoce la ocupación como hecho consumado. Estados Unidos y sus aliados lograron que el Banco Mundial y el FMI participaran activamente en la conferencia de donantes para la reconstrucción de Iraq realizada en Madrid el 23 de octubre de 2003.
El caso de Iraq muestra que Estados Unidos puede establecer una alianza para determinar la orientación del Banco y del FMI, a pesar de las reticencias de sus principales dirigentes, James Wolfensohn y Horst Kölher. En octubre de 2004, Estados Unido consiguió que los países miembros del Club de París (del que forma parte) anularan en tres tramos el 80 % de los 38.900 millones de dólares que reclamaban a Iraq.
Discrepancias entre la dirección del Banco Mundial y Estados Unidos
A comienzos de los años 70 surgieron divergencias entre el gobierno de Estados Unidos y la dirección del Banco. Esto provenía del hecho de que McNamara, presidente del Banco desde 1968, sintonizaba con el partido demócrata: había entrado en la política gracias al presidente John F. Kennedy, quien lo llamó a su lado como consejero en 1961; continuó su carrera política con otro presidente demócrata, Lyndon B. Johnson (como secretario de Estado de Defensa), cuya administración lo hizo designar presidente del Banco Mundial a partir de 1968. En 1969 la situación cambió con el acceso a la presidencia del republicano Richard Nixon, pero el mandato de McNamara siguió vigente. Durante el año 1971, hubo algunos choques entre la administración Nixon y la dirección del Banco. Por ejemplo, el gobierno ordenó al director ejecutivo representante de Estados Unidos que votara contra un préstamo que el Banco había decidido otorgar a Guyana. En 1972, la cuestión era renovar el mandato de McNamara (un mandato dura cinco años) o reemplazarlo. Los republicanos estaban en principio de acuerdo en la designación de uno de sus correligionarios, pero finalmente el ejecutivo confirmó a McNamara, sin mucho entusiasmo. Durante su segundo mandato las tensiones fueron en aumento. El gobierno se opuso a una iniciativa con la que Mc Namara estaba muy comprometido: había negociado con los países miembros de la OPEP la constitución de un nuevo fondo de financiación del desarrollo alimentado con los petrodólares. El gobierno, que quería romper el cartel constituido por la OPEP, abortó la iniciativa. En este episodio de tensión, fue el secretario de Estado Henry Kissinger quien llevó la ofensiva contra McNamara. Como alternativa a la creación de un fondo especial alimentado por la OPEP, Kissinger proponía aumentar los fondos disponibles para la Sociedad Financiera Internacional y el Banco Mundial.
Las relaciones entre McNamara y el gobierno mejoraron de nuevo sensiblemente con el acceso a la presidencia de la Casa Blanca de otro demócrata, Jimmy Carter. A tal punto que McNamara fue invitado a participar en las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional para discutir el aumento de los medios financieros de la AID.
El final del mandato de McNamara fue bastante agitado a causa de la llegada a la presidencia en enero de 1981 de otro republicano, Ronald Reagan. Éste y los republicanos habían hecho campaña a favor de un cambio radical en la política exterior de Estados Unidos, con consecuencias inmediatas para el Banco Mundial. Reagan proponía una fuerte reducción de la ayuda multilateral, y en consecuencia el aporte de Estados Unidos a la AID, en beneficio de la ayuda bilateral, con un fuerte aumento de la asistencia militar.
La propuesta de ley que presentó en enero de 1981 David Stockman, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto (Office of Management and Budget) es significativa del estado de ánimo de Reagan y sus aliados. Su sanción habría significado un recorte de las contribuciones de Estados Unidos a la AID y a las Naciones Unidas, y un aumento de los gastos de asistencia militar. David Stockman resumió en 1986 de la siguiente manera el sentido de su propuesta, presentada conjuntamente con el parlamentario Phil Gramm en el Congreso en enero de 1981: «El plan de presupuesto presentado por Gramm y Stockman proponía fuertes reducciones en la ayuda económica externa sobre una base de principios puramente ideológicos. Gramm y yo creíamos que los órganos de la ayuda internacional y del supuesto desarrollo del Tercer Mundo estaban infestados de errores socialistas. La burocracia de la ayuda internacional conducía los países del Tercer Mundo al atolladero de la ineficacia autoimpuesta enterrándolos bajo montañas de deudas que jamás estarían con condiciones de pagar.»
La situación mejoró netamente con la designación de un nuevo presidente del Banco. El gobierno eligió a Alden W. Clausen, hasta entonces presidente del Bank of America. Entró en funciones el 1 de julio de 1981. Muchos neoliberales duros entraron en el staff del Banco, entre ellos Anne Krueger, designada el 10 de mayo de 1982 economista jefe y vicepresidenta del Banco Mundial. Leyendo, más adelante, la carta del presidente Reagan al líder republicano del Congreso, se tendrá la prueba del cambio de actitud favorable del poder ejecutivo hacia el Banco.
La influencia de Estados Unidos vista por el poder ejecutivo
Un informe del Tesoro de Estados Unidos que data de 1982 se congratula de la preeminencia estadounidense en el seno de las instituciones financieras multilaterales: «Si la estructura y la misión del Banco Mundial están tan estrechamente vinculadas al mercado, es esencialmente gracias a la influencia de Estados Unidos [...] Somos nosotros igualmente quienes hemos hecho de él una entidad estructurada que funciona con escrutinio calificado, dirigida por un consejo de alto nivel favorable a Estados Unidos y administrada por un personal competente. En tanto que miembro fundador y accionista principal del Banco, Estados Unidos goza del derecho único de disponer de un sitio permanente en el CA del Banco. Otros socios importantes —dirección, donantes y beneficiarios de primer orden— han reconocido que Estados Unidos tiene un peso preponderante ante los Bancos (de desarrollo multilateral). La experiencia les ha enseñado que nosotros disponemos de palancas financieras y políticas capaces de modificar los objetivos políticos de los bancos y que estamos preparados para usarlas.» Según Walden Bello, en otra parte de este documento del Tesoro se puntualiza que «Estados Unidos ha podido imponer su punto de vista en doce de los catorce casos que provocaron debates en el seno del Banco —ya se tratara de bloquear el estatuto de observador acordado a la OLP, o bien de poner término a las ayudas acordadas por el Banco a Vietnam y a Afganistán—».
Una parte de otro informe del Tesoro fechado en el mismo año está también dedicado al Banco Mundial y a los otros bancos de desarrollo: «En conjunto, las políticas y los programas del Banco Mundial han coincidido con los intereses de Estados Unidos. Esto es particularmente cierto en lo que respecta a la elección de los países ayudados y en materia de problemas políticos sensibles. El carácter internacional del Banco, su estructura empresarial, la fuerza de su equipo de gestión y la estructura del reparto de votos en el seno del Banco han asegurado una amplia coincidencia entre sus políticas y prácticas y los objetivos políticos y económicos a largo término de Estados Unidos.» En otra parte del mismo informe se lee: «Promoviendo el desarrollo político y social en el Tercer Mundo, alentando unas políticas económicas orientadas al mercado y preservando una reputación de imparcialidad y de competencia, los bancos multilaterales de desarrollo alientan a los PED a participar con más fuerza en un sistema internacional basado en la liberalización del comercio y los flujos de capitales. Esto representa unas oportunidades crecientes para las exportaciones, las inversiones y las finanzas de Estados Unidos.»
En una carta del presidente Ronald Reagan a Robert Michel, líder republicano en la Cámara de Representantes pidiéndole que apoye el aumento del capital del Banco Mundial en 1988, se encuentra una lista muy útil de países con ingresos medios que constituyen los aliados estratégicos de Estados Unidos y que son apoyados por el Banco. He aquí un fragmento de dicha carta: «El Banco dedica la gran mayoría de sus medios al sostén de proyectos de inversión específicos en los PED de ingresos medios, Son principalmente países (como Filipinas, Egipto, Pakistán, Turquía, Marruecos, Túnez, México, Argentina, Indonesia y Brasil) que tienen importancia estratégica y económica para Estados Unidos.»
Los beneficios financieros que obtiene Estados Unidos de la existencia del Banco Mundial y de su influencia sobre éste
Catherine Gwin hace un cálculo de lo que el Banco y sus actividades aportaron a Estados Unidos entre 1947 y 1992. Hay que distinguir en primer lugar dos aportes: primero, los ingresos percibidos por los ciudadanos estadounidenses que poseen bonos emitidos por el Banco (según ella, esto representaba unos 20.200 millones de dólares en el período mencionado); segundo, los gastos de funcionamiento del Banco en el territorio de Estados Unidos (que representaban unos 11.000 millones de dólares en el mismo período). Después, prosigue, hay que tener en cuenta sobre todo el efecto de palanca de la inversión de Estados Unidos en el Banco Mundial y en la AID. Desde la creación del Banco Mundial, Estados Unidos habría hecho, en suma, un gasto mínimo: 1.850 millones de dólares, mientras que el Banco Mundial concedió préstamos por un monto total de 218.200 millones de dólares (más que centuplicado). Estos préstamos generaron importantes pedidos para las empresas estadounidenses. La autora no proporciona ninguna cifra sobre el monto de los pedidos (lo que en la jerga del Banco se denomina el flow-back). En el caso de la AID, Estados Unidos desembolsó una suma más importante: 18.000 millones de dólares para financiar los préstamos de la AID, que se elevaron a 71.000 millones.
La influencia del mundo de los negocios y del gran capital de Estados Unidos sobre el Banco Mundial
El hecho de que el Banco Mundial se procure, desde el principio de su existencia, de lo esencial de sus medios financieros mediante la emisión de títulos, lo mantiene en relación permanente y privilegiada con los grandes organismos financieros privados de Estados Unidos. Éstos se encuentran entre los principales compradores de esos títulos y ejercen sobre el Banco una influencia considerable.
El vínculo existente entre el medio de los negocios, el gran capital de Estados Unidos y el Banco Mundial también se percibe, de inmediato, si uno se detiene a mirar las carreras de diez de los doce ciudadanos estadounidenses que se han sucedido al frente del Banco hasta nuestros días.
Eugene Meyer, el primer presidente, que estuvo sólo ocho meses, era el editor de The Washington Post y ex miembro del grupo bancario Lazard Frères. El segundo, John J. McCloy, un importante abogado de negocios de Wall Street, que a continuación fue designado Comisario jefe de los aliados en Alemania y luego chairman del Chase Manhattan Bank. El tercero, Eugene R. Black, era vicepresidente del Chase Manhattan Bank y posteriormente fue consejero especial del presidente Lyndon B. Johnson. El cuarto, George D. Woods, también banquero, era presidente de la First Boston Corporation. Luego, Robert S. McNamara había sido presidente-director general de la Ford Motor Company, y después secretario de Estado de Defensa con John F. Kennedy y Lyndon Johnson. Su sucesor, Alden W. Clausen, era presidente del Bank of America (uno de los principales bancos de Estados Unidos, muy involucrado en la crisis de la deuda del Tercer Mundo), al que se reintegró cuando dejó el cargo en el BM. En 1986, le sucedió Barber Conable, ex miembro republicano del Congreso. Luego, Lewis T. Preston asumió en 1991, había sido presidente del comité ejecutivo del banco J. P. Morgan. Después, James D. Wolfensohn, presidente desde 1995, era banquero en Nueva York, en Salomon Brothers. Al acabar su presidencia, en mayo de 2005, ingresó en la dirección del Citibank-Citigroup, uno de los principales bancos del mundo. Paul Wolfowitz era subsecretario de Estado de Defensa cuando asumió su cargo como décimo presidente del Banco Mundial en mayo de 2005. En resumen, por lo general, se estableció un estrecho lazo entre el poder político estadounidense, el mundo de los negocios (se puede decir, el núcleo duro de la clase capitalista estadounidense) y la presidencia del Banco Mundial. Texto: Éric Toussaint, portavoz del CADTM Bélgica (www.cadtm.org) y profesor en la Universidad de Lieja, es autor de varias obras, entre ellas: Bancocratie, Aden, Bruselas, 2014, http://cadtm.org/Bancocratie; Procès d’un homme exemplaire, Edition Al Dante, Marsella, 2013; Banco Mundial: el golpe de Estado permanente. La agenda oculta del Consensus de Washington, Ediciones El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2007; y una Tesis Doctoral, presentada en 2004 a las Universidades de Lieja y de París VIII, titulada: «Enjeux politiques de l’action de la banque internationale pour la Reconstruction et le Développement et du Fonds Monétaire International envers le tiers-monde. Además es coautor junto a Damien Millet de 60 preguntas, 60 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria Editorial, Barcelona, 2009; del libro colectivo La deuda o la vida, Icaria Editorial, Barcelona 2011 que tuvo el premio al libro político concedido por la Feria del libro político de Lieja. VER: PARTE 1
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