La idea de que la institución se habría convertido en una enorme burocracia progresivamente independizada de la influencia de los Estados no concuerda con la realidad. En particular, este concepto erróneo ha sido expresado por el ambientalista estadounidense Bruce Rich en su agudo libro sobre el Banco Mundial. Lo cierto es que éste está bajo el firme control del gobierno de Estados Unidos, que es quien negocia bajo su liderazgo, en el seno del Banco, la política a seguir con los gobiernos de las otras potencias capitalistas. Por lo general, no se toma el trabajo de hacer los esfuerzos necesarios para llegar a un consenso con sus socios principales (desde finales de los años 50, éstos son Japón, Alemania, el Reino Unido y Francia), imponiendo al Banco directamente sus puntos de vista. En algunas ocasiones, las relaciones del gobierno estadounidense con el presidente del Banco o con su dirección, en sentido amplio, han sido tensas. Así mismo, se ha de tener en cuenta la intervención, más o menos activa según la época, del Congreso de Estados Unidos. En muchas ocasiones, el ejecutivo estadounidense tuvo que negociar con el Congreso la actitud que se debía mantener con respecto al Banco y a sus actividades. Aunque sometido de forma sistemática a la influencia de Estados Unidos, el Banco Mundial no deja de gozar de cierta autonomía, espacio del que dispone para seguir una lógica propia, que a veces entra en conflicto con el gobierno estadounidense. Esta autonomía es muy limitada y el gobierno impone su voluntad en todas las cuestiones que considera importantes. Por lo demás, no hay que olvidar los estrechos lazos entre el mundo de los negocios (el gran capital) estadounidense y el Banco.
La influencia de Estados Unidos sobre el Banco
«A lo largo de la historia del Banco Mundial , Estados Unidos ha sido el principal accionista y el país miembro más influyente. El apoyo de Estados Unidos al Banco, las presiones que ejerce sobre éste, las críticas expresadas respecto al mismo han desempeñado un papel central en el curso de su crecimiento, en la evolución de su política, de sus programas y de sus prácticas.» Con estas palabras comienza el capítulo sobre las relaciones entre Estados Unidos y el Banco Mundial de 1945 a 1992, del libro comanditado por el Banco para reconstituir sus primeros cincuenta años de existencia. Otros fragmentos de dicho texto, reproducidos a continuación, son tan explícitos que no necesitan comentario:
«La dirección del Banco dedica más tiempo a reunirse con Estados Unidos y a consultarlo con el fin de responder a sus deseos que con cualquier otro país miembro. Aunque esta intensa interacción casi no ha cambiado con el correr de los años, la forma en que Estados Unidos moviliza a los otros países miembros para que apoyen sus puntos de vista se modificó considerablemente. Al principio, la influencia de Estados Unidos era tan predominante que sus posiciones y las del Banco eran indisociables.»
«Estados Unidos ha considerado a todas las organizaciones multilaterales, incluido el Banco Mundial, como instrumentos de su política exterior, que puede utilizar para alcanzar sus propios objetivos.»
«A menudo, Estados Unidos se ha visto contrariado por el proceso de construcción del consenso sobre el que se basa la cooperación multilateral.»
«La preocupación por contener el comunismo y la modificación del poder relativo de Estados Unidos en el mundo explica en gran parte la evolución de sus relaciones con el Banco Mundial en el curso de los últimos cincuenta años.»
«La crisis de la deuda en el Sur y la caída del comunismo en Europa del Este han producido un renovado interés de Estados Unidos con respecto al Banco Mundial.»
Retomemos la cuestión del origen del Banco Mundial y la influencia de Estados Unidos
«A diferencia del FMI, que fue el resultado de una negociación intensa entre Estados Unidos y el Reino Unido, el Banco Mundial es en gran medida una creación de Estados Unidos. Su papel fue reconocido por John Maynard Keynes en sus palabras de introducción a la Conferencia de Bretton Woods.»
«El resultado es una influencia poderosa y duradera de Estados Unidos sobre todos los aspectos del Banco, ya sea sobre su estructura como sobre su orientación política general y la forma de conceder los préstamos.»
Entre los temas que dividían a los participantes de la Conferencia de Bretton Woods figuraba la ubicación de la sede del Banco y del FMI. El Tesoro estadounidense quería que se estableciera en Washington, al alcance de su influencia, mientras que varias delegaciones extranjeras preferían Nueva York, por una parte para distanciarse del gobierno de Estados Unidos, y por otra para estar más cerca de la futura sede de las Naciones Unidas. John Maynard Keynes pedía explícitamente que se mantuviera el Banco y el FMI alejados del Congreso estadounidense y, agregaba, de la influencia de las embajadas; había que elegir a Nueva York como sede. En realidad, antes había intentado convencer a los participantes de que optaran por Londres, y al comprobar que, de entrada, estaba derrotado, trató de evitar que fuese Washington y propuso Nueva York. El secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, replicó que se debía desplazar el centro del mundo de Londres y Wall Street hacia el Tesoro de Estados Unidos. Su argumentación fue acertada con respecto a las demás delegaciones ya que, al final de la segunda guerra mundial el imperio británico, aunque tambaleante, era aún dominante. Por lo tanto, había interés en que no se situara la sede de las nuevas instituciones financieras en Londres, al lado de la primera plaza financiera, la City londinense. La segunda parte de la argumentación también fue oportuna puesto que, en Nueva York, Wall Street era sinónimo de la dominación del mundo de los negocios que había producido la catástrofe de 1929. En el fondo, efectivamente Morgenthau quería, como había declarado, establecer el centro de las nuevas instituciones financieras bajo el control del Tesoro y guardar las distancias con Wall Street. Por cierto, Henry Morgenthau, Harry White y Emilio Collado se retiraron o fueron despedidos debido a la presión de Wall Street. En realidad, las instituciones de Bretton Wood cayeron muy pronto bajo la tutela de Wall Street y del Tesoro (de hecho, desde 1947).
Por otra parte, de los doce presidentes del Banco Mundial que se sucedieron desde 1946 a 2014, ocho, incluido el primero, provenían directamente del mundo de los negocios
Para evitar una influencia demasiado fuerte del gobierno de Estados Unidos sobre el comité de dirección del Banco, Keynes deseaba que sus miembros (los directores ejecutivos) dividieran su actividad entre su país de origen y la sede del Banco, por lo que propuso que trabajaran a tiempo parcial. Sin embargo, se impuso la propuesta del Tesoro: los directores ejecutivos tienen residencia permanente en Washington y las sedes de ambas instituciones (BM y FMI) están a cinco minutos a pie de la Casa Blanca.
Cuando se votó en el Congreso de Estados Unidos la participación del país en el Banco Mundial y en el FMI, ésta se aprobó por una mayoría aplastante (345 contra 18 en la Cámara de Representantes; 61 contra 16 en el Senado), lo que no era habitual. Ello demuestra claramente que el Congreso estaba muy satisfecho de las decisiones tomadas en la construcción de ambas instituciones.
A pesar de que el Banco había sido concebido principalmente para la reconstrucción de los países devastados por la segunda guerra mundial, Estados Unidos prefirió lanzar por su cuenta el Plan Marshall puesto que así controlaría totalmente el mercado de las operaciones y de ese modo podría dispensar donaciones a quien mejor le pareciera.
Aunque en definitiva su papel haya sido marginal, en cuanto a la reconstrucción de Europa, de todos modos el Banco Mundial concedió algunos préstamos a ciertos países europeos, siendo el primero de su historia el préstamo a Francia de 250 millones de dólares en mayo de 1947.
Según Catherine Gwin, el gobierno estadounidense se oponía a que el Banco concediera un préstamo a Francia mientras el Partido Comunista Francés (PCF) formara parte de su gobierno. El Departamento de Estado hizo una gestión explícita y formal en ese sentido, y el PCF fue separado de la coalición gubernamental; pocos días después, el representante del Banco Mundial anunció que se había otorgado el préstamo de 250 millones de dólares. Este hecho evidencia la influencia directa ejercida por el ejecutivo de Estados Unidos sobre el Banco y los fines políticos que estaban detrás de esta intervención. En el mismo trabajo, la autora señala que en 1947, Estados Unidos intervino con éxito para impedir la concesión de préstamos a Polonia y a Checoslovaquia porque en los gobiernos de dichos países había comunistas.
Desde el comienzo de sus actividades, la política del Banco Mundial estuvo determinada por el marco de la guerra fría y la orientación de Estados Unidos en ese escenario. El presidente del Banco Mundial ha sido siempre un ciudadano estadounidense propuesto por el gobierno de su país. Desde su origen hasta hoy, el presidente del Banco Mundial ha sido un ciudadano estadounidense propuesto por su gobierno. Los miembros del Consejo de Gobernadores se limitan a ratificar el candidato presentado por el gobierno de Estados Unidos. Es un privilegio que no figura en los estatutos del Banco. Aunque éstos lo permiten, en ningún momento, hasta ahora, un gobernador del Banco Mundial se aventuró —en todo caso, públicamente— a proponer un candidato de otro país, o incluso uno estadounidense que no fuese el seleccionado por el gobierno.
El derecho de veto de Estados Unidos en el Banco Mundial
Desde el comienzo, Estados Unidos es el único país miembro que dispone de derecho de veto en el Banco Mundial. Cuando se creó el Banco, Estado Unidos disponía del 35,07 % de los derechos de voto. Desde la última modificación de los derechos de voto, en el año 2013, dispone del 15,85 %. En un principio, en 1947, año en el que el Banco comenzó su actividad, la mayoría requerida para modificar los estatutos era del 80 % (en manos de por lo menos el 60 % de los países miembros), lo que daba a Estados Unidos un derecho de veto. La oleada de países del Sur que se independizaban aumentaba el número de países miembros del grupo del Banco Mundial, diluyendo progresivamente el peso en votos de Estados Unidos. Pero tuvo la precaución de mantener su privilegio: en 1966, no tenía más que el 25,5 % de los derechos de voto, pero aún así era suficiente.
Cuando, en 1987, esta posición ya no era sostenible, se modificó la definición de la mayoría cualificada a su favor, En efecto, aquel año, Japón |19| negociaba con Estados Unidos un aumento significativo de sus derechos de voto, que lo colocaba en la segunda posición, delante de Alemania y el Reino Unido. Para conceder este aumento a su aliado, Estados Unidos aceptó una reducción de sus derechos de voto con la condición de que la mayoría requerida se llevara al 85 %. De esta manera, a la vez que satisfacía el pedido de Japón, Estados Unidos mantenía su derecho de veto.
Según Catherine Gwin, «Estados Unidos es también el miembro dominante en la dirección del Banco y no sólo porque es su principal accionista. Formalmente, la mayor parte de las decisiones del Banco, incluidas las que se refieren a los préstamos y a la concesión de éstos, requieren una mayoría simple.» Lo que significa que podría quedar en minoría. Pero la autora prosigue: «… sin embargo, las decisiones a menudo preparadas entre Estados Unidos y la dirección del Banco, incluso antes de que lleguen al Consejo de Administración, o entre los miembros del Consejo antes de que sean llamados a votar. Por lo tanto, es el peso de su influencia más que el ejercicio de su voto lo que da a Estados Unidos un poder efectivo sobre la dirección».
La influencia de Estados Unidos sobre el Banco en casos concretos
Veamos ahora los casos de cinco países que demuestran la influencia de Estados Unidos en las decisiones tomadas por el Banco. A tal efecto, nos basamos en los dos libros comanditados por el Banco Mundial para ilustrar su propia historia, así como en sus informes anuales, que contrastamos con otras fuentes, en general críticas con el Banco. La elección no fue fácil, dado que disponemos de una profusión de ejemplos. De hecho, según los libros mencionados, los casos en los que la opinión del gobierno de Estados Unidos no se impuso se cuentan con los dedos de una mano.
Nicaragua y Guatemala
América Central es considerada por el gobierno de Estados Unidos como una parte de su zona de influencia exclusiva. La política seguida por el Banco Mundial en término de préstamos a los países de la región ha estado directamente influenciada por las opciones políticas de Washington. El caso de Nicaragua y Guatemala, durante los años '50, es completamente claro. «Uno de los principales países prestatarios, desde el punto de vista del número de préstamos, era Nicaragua, un país de un millón de habitantes controlado por la familia Somoza. “Washington y los Somoza consideraban que su relación era mutuamente beneficiosa. Estados Unidos apoyaba a los Somoza y éstos apoyaban a Estados Unidos en las votaciones en las Naciones Unidas o en los organismos regionales. Somoza había ofrecido el territorio nicaragüense como base de entrenamiento y de partida de las fuerzas cubanas en el exilio, que en 1961 participaron en el desastre de la Bahía de Cochinos. Entre 1951 y 1956, Nicaragua recibió nueve préstamos del Banco Mundial y otro en 1960. En 1953 se instaló una base militar estadounidense, desde la cual se lanzó la operación de la Central Intelligence Agency (CIA) que permitió la destitución del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, que había legalizado el Partido Comunista de Guatemala y amenazaba con expropiar los haberes de la United Fruit Company. La propia Guatemala, con un población tres veces superior a la de Nicaragua, y aunque había sido uno de los países que recibieron una misión de estudio del Banco (publicada en 1951), tuvo que esperar hasta 1955 para recibir su primer préstamo, después de la caída de su régimen “comunista”.»
Después de la caída de Somoza, en 1979, Estados Unidos intentó por diferentes medios políticos, económicos y militares desestabilizar y luego derribar al nuevo gobierno sandinista. Esto llevó a Nicaragua a presentar un recurso contra Estados Unidos ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, que en 1986 emitió un dictamen que condenaba a Estados Unidos por violación de las obligaciones impuestas por el derecho internacional, en particular la prohibición del empleo de la fuerza (art. 2 §4 de la Carta de las Naciones Unidas) y de atentar contra la soberanía de otro Estado.
En cuanto a la actitud del Banco con respecto al régimen sandinista en los años 1980 y la influencia ejercida sobre la institución por el gobierno de Estados Unidos, citemos aquí un párrafo del trabajo de Catherine Gwin: «La Nicaragua de los años 1980 constituye un ejemplo reciente que demuestra que la negativa del Banco a prestarle coincide claramente con la política de Estados Unidos. La razón invocada para suspender los préstamos era la acumulación de atrasos. Sin embargo, el gobierno nicaragüense había propuesto formalmente, en 1984, una solución a este problema.» La autora detalla las propuestas concretas formuladas por Nicaragua y explica cómo, aunque éstas eran procedentes, el Banco no hizo ningún esfuerzo para ayudar al régimen sandinista. Y señala que esto contrasta con la flexibilidad mostrada por el Banco con respecto a otros regímenes, aliados de Estados Unidos.
Yugoslavia
Con el fin de reforzar la distancia tomada por el régimen del mariscal Tito con respecto a la Unión Soviética, el gobierno estadounidense instó al Banco a conceder un préstamo a Yugoslavia a finales de los años 1940. Como se señala en la cita siguiente, prefería que la ayuda a la Yugoslavia de Tito se hiciera a través del Banco Mundial, y no que se tramitara directamente como una ayuda bilateral, ya que temía ser atacado en el Congreso por los numerosos representantes que se oponían al apoyo a un régimen comunista: «El Banco prestó a Yugoslavia justo después de su ruptura con el bloque soviético, en 1948. George Kennan recomendó un apoyo discreto y no ostentoso por parte de Occidente, temiendo la reacción rusa y consciente de que el Congreso no querría apoyar a un país comunista. El Banco Mundial era una vía adecuada para desempeñar tal papel, y una misión partió para Belgrado al año siguiente.» El presidente del Banco, Eugene R. Black, viajó para negociar personalmente con el mariscal Tito.
Chile
Tras la elección de Salvador Allende en 1969 y la instalación del gobierno de Unidad Popular, el Banco, bajo la presión de Washington, suspendió sus préstamos a Chile entre 1970 y 1973. El caso de Chile muestra que puede haber discrepancias entre la opinión del Banco y la posición del gobierno de Estados Unidos, aunque, finalmente, éste logre imponerse. La dirección del Banco consideraba que Chile reunía las condiciones para concederle préstamos. No obstante, el gobierno estadounidense consiguió que no se otorgara ninguno al gobierno de Salvador Allende. Catherine Gwin resume así este caso emblemático: «Estados Unidos presionó al Banco para que no prestara al gobierno de Allende después de la nacionalización de la minas de cobre chilenas. A pesar de la presión, el Banco envió una misión a Santiago (habiendo determinado que Chile adoptaba una actitud conforme a las reglas del Banco, que preveían que para conceder un préstamo, después de una nacionalización, estuvieran en curso los procedimientos para la indemnización). Robert McNamara se reunió enseguida con Allende para comunicarle que el Banco estaba dispuesto a conceder nuevos préstamos con la condición de que el gobierno estuviera dispuesto a reformar la economía. Pero el Banco y el régimen de Allende no pudieron ponerse de acuerdo sobre los términos de un nuevo préstamo. Durante el período de la presidencia de Allende, Chile no recibió ningún préstamo. Justo después del asesinato de Allende, en 1973, por un golpe de Estado que llevó al poder la dictadura militar del general Pinochet, el Banco reanudó los préstamos, otorgando un crédito a 15 años para el desarrollo de las minas de cobre. La suspensión de los préstamos en 1970-1973 se menciona en el informe del Tesoro del año 1982 como un ejemplo significativo del ejercicio fructífero de la influencia de Estados Unidos sobre el Banco. Y aunque el Banco hubiera dado su principio de acuerdo para un nuevo préstamo en junio de 1973, las propuestas de préstamos no fueron tomadas en consideración por el comité de dirección hasta después del golpe de Estado de septiembre, que llevó al poder al general Pinochet.»
Para completar la información, señalemos que en los archivos del Banco Mundial se encuentra un documento donde el gobierno chileno, con ocasión de la reunión del Banco de septiembre de 1972, protesta por la suspensión de los préstamos e indica que unos proyectos elaborados habían sido presentados al Banco. Debido a la presión de Estados Unidos, el Banco no le dio trámite mientras Allende siguiera en el poder. Diversos documentos de trabajo internos del Banco tratan de manera crítica la política del Banco hacia el Chile de Allende y el de Pinochet.
Unos diez años más tarde, mientras las atrocidades cometidas por el régimen de Pinochet provocaban vivas protestas en Estados Unidos, incluso en el seno del Congreso, el gobierno estadounidense solicitó al Banco que organizara una discusión sobre la concesión de un préstamo a Chile, de tal manera que evitara la oposición del Congreso. Esta solicitud fue rechazada por el presidente del Banco, Barber Conable, en una nota dirigida a James Baker, por entonces vicesecretario del Tesoro, el 29 de octubre de 1986. Se puede conjeturar que el pedido del gobierno no era más que una concesión de fachada dirigida a la opinión pública, de manera que apareciese sensible a las preocupaciones democráticas expresadas, sabiendo que en un reparto bien lubricado de los papeles, el presidente del Banco mantendría el rumbo político preconizado por el gobierno. «Todos» salían ganando.
Vietnam
Desde los años 1960 hasta el fin de la guerra de Vietnam en 1975, Estados Unidos presionó al Banco para que, por medio de su rama AID, concediera regularmente préstamos al régimen aliado de Vietnam del Sur. Tras el fin de la guerra y la derrota de Estados Unidos, el Banco Mundial envió dos misiones de estudio sucesivas, las que concluyeron que las autoridades vietnamitas, aunque no siguieran una política económica del todo satisfactoria, cumplían las condiciones para recibir préstamos. Shaid Husain, director de la misión del Banco, precisó que los resultados económicos de Vietnam no eran inferiores a los de Bangladesh o de Pakistán, países ayudados por el Banco. A pesar de esto, la dirección del Banco, bajo la presión de Estados Unidos, suspendió los préstamos a Vietnam, y su presidente, Robert McNamara, afirmó en el semanario Newsweek (20 de agosto de 1979) que la suspensión había sido determinada sobre la base del informe negativo de la misión. Una afirmación falsa, como destaca Catherin Gwin: «Las conclusiones de la misión, al contrario de lo que McNamara dijo públicamente en Newsweek, eran que no había fundamentos sólidos para cortar los préstamos a Vietnam.»
Conclusión sobre los casos concretos de determinados países
La dirección del Banco Mundial justifica la concesión o la negación de préstamos por razones puramente económicas. Pero como hemos visto, en realidad la política de préstamos está determinada, sobre todo, por la intervención del gobierno estadounidense, basada principalmente en objetivos políticos. Esto no quiere decir que los objetivos económicos no tengan importancia, sino que están subordinados o son complementarios a decisiones políticas y estratégicas.
Catherine Gwin, que defiende el balance globalmente positivo de la influencia de Estados Unidos sobre el Banco, desde el punto de vista del gobierno de Washington, hace un análisis riguroso, donde no oculta los aspectos contradictorios de la política tanto del Banco como de Estados Unidos. En ese sentido, el párrafo siguiente adquiere un relieve particularmente interesante: «Sin duda, no es obligatorio cuestionar la evaluación que hizo el Banco sobre la situación económica del Chile de Allende, de Vietnam o de la Nicaragua de los sandinistas, pero también es interesante destacar que unos juicios tan negativos se podrían haber emitido con respecto a la Nicaragua de los Somoza, a las Filipinas de Marcos o al Zaire de Mobutu, unos regímenes que eran aliados importantes de Estados Unidos en el escenario de la guerra fría.»
La influencia de Estados Unidos en materia de préstamos sectoriales
A partir de los años 70, el gobierno estadounidense aplicó sistemáticamente su influencia para tratar de convencer al Banco de que no concediera préstamos destinados a apoyar la producción de mercaderías que competirían con las producidas en Estados Unidos. Fue así como Estados Unidos se opuso con regularidad a la producción de aceite de palma, de cítricos y de azúcar. Y también logró que el Banco redujera drásticamente en 1987 los préstamos acordados a la industria siderúrgica de la India y de Pakistán. En 1985, se opuso también con éxito a un proyecto de inversión de la Sociedad Financiera Internacional (SFI – grupo Banco Mundial) en la siderurgia brasileña, y más tarde a otro préstamo del Banco para ayudar a la reestructuración del sector siderúrgico de México. Así mismo, en los años 1980 amenazó con emplear su derecho de veto en un préstamo para la siderurgia china. También bloqueó un préstamo de la SFI a una compañía minera para la extracción de mineral de hierro en Brasil. E hizo lo mismo con una inversión de la SFI en la industria del cobre en Chile.
Estados Unidos ejerció, de la misma forma y activamente, su influencia sobre el Banco en su política con respecto al sector petrolero El gobierno estadounidense está de acuerdo en los préstamos para favorecer las perforaciones pero no para su refinado. Esto no necesita comentarios.
Convergencias entre Estados Unidos y otra potencia (en este caso el Reino Unido)
Muchas veces, los intereses de Estados Unidos han coincidido con los de otras potencias. En esos casos, la actitud adoptada por el Banco fue el resultado de estrechas concertaciones entre Estados Unidos, la o las otras potencias concernidas y el Banco Mundial. Dos ejemplos: uno, la actitud del Banco con respecto al proyecto de construcción de la presa de Asuán bajo el régimen de Gamal Abdel Nasser en Egipto; y el otro, la que adoptó con Iraq después de la ocupación de su territorio por las tropas de Estados Unidos, Reino Unido y sus aliados, a partir de marzo de 2003.
El proyecto de la presa de Asuán en Egipto
El proyecto de construcción de la represa de Asuán en el Nilo es anterior al acceso al poder del coronel Nasser, en 1952, pero durante ese año tomó forma definitiva. En enero de 1953, el ministro de finanzas egipcio escribió al presidente del Banco Mundial, Eugene Black, proponiéndole la cofinanciación de ese gigantesco proyecto. Aunque la realización de esa obra de infraestructura se ajustaba a las prioridades del Banco, su dirección era reticente a comprometerse plenamente, dado que el Reino Unido, en ese momento la segunda potencia en derechos de voto en el seno del consejo de gobernadores del Banco, consideraba que el régimen de los militares progresistas era una amenaza para sus intereses estratégicos. En efecto, los militares egipcios en el poder cuestionaban la ocupación del canal de Suez por las tropas británicas. El presidente Eugene Black se desplazó personalmente a Egipto para discutir el proyecto, el Banco envió ingenieros, etc. El proyecto preveía una represa con una capacidad de 130.000 millones de metros cúbicos, cuatro veces mayor que la de los mayores embalses artificiales existentes. La magnitud de la obra ofrecía enormes perspectivas a las empresas constructoras internacionales.
Las negociaciones entre Egipto y el Reino Unido para la retirada de las tropas británicas llegaron a un acuerdo, lo cual redujo las reticencias de Londres y las presiones que ejercía sobre la dirección del Banco para que no financiara el proyecto. En consecuencia, los gobiernos estadounidense y británico dieron luz verde a la dirección del Banco para iniciar las negociaciones, pero fijaron restricciones, dividiendo la realización del proyecto en dos fases: se garantizaba la financiación de la primera fase, mientras que la de la segunda dependía de la evolución política de las autoridades egipcias. Por supuesto, esto no estaba explicitado en los acuerdos, pero fue así como lo interpretó el gobierno egipcio. Los egipcios querían comenzar los trabajos en julio de 1957, lo que implicaba firmar el contrato en julio de 1956. Por lo tanto, solicitaron al Banco que confirmara lo más pronto posible el acuerdo de financiación.
En diciembre de 1955, la reunión de los directores ejecutivos del Banco dio luz verde a Eugene Black para que avanzara en las negociaciones con los egipcios, sobre la base de las condiciones definidas por los gobiernos estadounidense y británico. Los egipcios recibieron con frialdad las condiciones del Banco. En el ínterin, las autoridades británicas se enteraron de que los egipcios habían firmado un acuerdo comercial con la Unión Soviética con el objetivo de intercambiar algodón por armas. Los historiadores Mason y Asher comentan la entrada en escena de la Unión Soviética de la manera siguiente: «Estas maniobras habían aumentado el deseo de las potencias occidentales de estar asociadas a la represa.» Eugene Black, antes de viajar a El Cairo para sellar el acuerdo con los egipcios, se puso en contacto con el gobierno de Estados Unidos, que confirmó su beneplácito. De camino para El Cairo, también se reunió con el primer ministro británico en Londres. Después de diez días de negociaciones en la capital egipcia, aún quedaba un punto fundamental de desacuerdo: los egipcios no aceptaban las condiciones fijadas por Estados Unidos y el Reino Unido. A su regreso a Washington, Eugene Black propuso continuar la negociación, puesto que quería llegar a un acuerdo. En cambio, del lado de Washington y, sobre todo, de Londres volvían a crecer las reticencias debido a la orientación nacionalista pan-árabe del régimen egipcio. La oposición de los británicos aumentó aún más cuando el rey de Jordania despidió, el 1 de marzo de 1956, a todo el mando británico de la región. Black se encontraba cada vez más aislado, pero los gobiernos le permitían proseguir la negociación, dando a entender que se podría llegar a un acuerdo, aunque según la opinión de los historiadores del Banco la decisión de rechazo ya estaba tomada.
A principios de julio de 1956, gracias a su voluntad de negociación, Black logró que el primer ministro egipcio, Nasser, declarara que aceptaba las condiciones fijadas por las potencias occidentales. De todos modos, cuando el embajador egipcio hizo saber oficialmente, el 19 de julio de 1956, que Egipto daba su acuerdo, el gobierno de Estados Unidos respondió que, dadas las circunstancias presentes, había decidido no participar en la financiación de la represa de Asuán. El 20 de julio, el Parlamento británico fue informado de que el gobierno se retiraba del proyecto. Mason y Asher precisan que el Departamento de Estado había comunicado al Banco su decisión de retirarse del proyecto sólo aproximadamente una hora antes de la comunicación oficial al embajador egipcio. Agregan que en dicho comunicado Estados Unidos se escudaba en un informe negativo del Banco basado en razones económicas. Mientras la versión impresa del texto ya circulaba por las cancillerías, el presidente del Banco logró que el gobierno estadounidense retirara ese argumento del texto entregado a la prensa.
Volviendo a las consecuencias políticas fundamentales, recurramos de nueva a la opinión de Mason y Asher: «La continuación dramática es conocida. El 26 de julio de 1956, el primer ministro Nasser anunció que el gobierno nacionalizaba y asumía el control de las operaciones de la Compañía del Canal de Suez. El 29 de octubre, después de una serie de incidentes fronterizos, las tropas israelíes invadieron Egipto, y el 2 de diciembre comenzó la acción militar francobritánica con el supuesto fin de proteger la zona del canal, pero, para muchos observadores, el verdadero objetivo era derrocar al primer ministro Nasser»
El caso de la represa de Asuán muestra cómo el gobierno de Estados Unidos puede unir sus esfuerzos a los de otro gobierno para ejercer una influencia sobre el Banco Mundial cuando sus intereses coinciden. Muestra así mismo que Estados Unidos puede escudarse detrás de un supuesto rechazo del Banco para oponerse a un proyecto, atribuyéndole al mismo tiempo la culpa del fracaso.
En un número limitado de casos, el gobierno de Estados Unidos permitió que otras potencias sacaran ventaja de su poder de influencia sobre el Banco. Esto ha pasado cuando sus intereses estratégicos no estaban directamente en juego. Así fue cómo Francia pudo usar su influencia en el Banco para que éste adoptara una política conforme a los intereses «franceses», por ejemplo en lo concerniente a Costa de Marfil. Texto: Eric Toussaint. Ver: PARTE 2.
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