2. La realidad
Lo malo no son los chistes negros, ni siquiera los chistes de mal gusto y ni siquiera los chistes malos. Lo malo es haber convertido la realidad en un chiste negro de mal gusto y muy malo. Y yo diría que eso es lo que hacen a diario los políticos y los periódicos que hoy están clamando tan rabiosamente contra Guillermo Zapata. Lo más repugnante de todo cuanto se ha publicado, como es habitual, es el editorial de El País, ‘Fuera de contexto’, en el que se alinea a Zapata con las SS nazis y el fascismo juvenil. Es curioso, realmente los derroteros por los que transita la facultad de juzgar son misteriosos. Yo veo todo exactamente al revés. Conozco a Guillermo Zapata: es un luchador antirracista y antifascista incansable de esos a los que se tilda siempre de antisistema. Se suele llamar así, en efecto, a los que han decidido luchar con todas sus fuerzas contra un sistema económico que, en palabras del relator de la ONU, Jean Ziegler, consiste en un permanente genocidio estructural que se reproduce a diario ante la conciencia indiferente de nuestra trivial cotidianeidad. Periódicos como El País o El Mundo son los guardianes de esa abyecta normalidad.
El sistema económico internacional, al que se enfrentan los movimientos antiglobalización de los que proviene Guillermo Zapata, funciona ya, de forma muy eficaz, como una verdadera “solución final” para los que han tenido la mala suerte racial o histórica de nacer al otro lado de las vallas de Melilla (y no porque aquí dentro haya por contraste un paraíso). Como ya he dicho otras veces, nuestro mundo se ha convertido en una especie de Auschwitz al revés. En lugar de encerrar en campos de concentración a la población a exterminar, actualmente, para conservar incólumes nuestros privilegios económicos, raciales o históricos, nos sale mucho más barato y rentable encerrarnos a nosotros mismos en unos cuantos resorts vacacionales, rodearlos bien de púas, cuchillas y alambradas y dejar al sistema económico internacional hacer de cámara de gas en el exterior. Decía Eduardo Galeano: “Ningún juez podría mandar a la cárcel a un sistema mundial que impunemente mata por hambre, pero ese crimen es un crimen, aunque se cometa como si fuera la cosa más normal del mundo”. Y todo ese ejército de periodistas que trabajan en unos periódicos que están financiados por intereses económicos de los que sostienen este sistema, son, a mi entender, puestos a hacer comparaciones como la del editorial de El País, los nuevos nazis de nuestro tiempo. Porque, ¡ay, qué fácil es estar contra los nazis derrotados y qué difícil estar contra los victoriosos! Qué fácil, en verdad, estar en contra de Hitler, ahora que Hitler es Hitler. Porque hubo un tiempo que no era Hitler, el Hitler que hoy nos representamos, sino algo muy cotidiano y normal para gran parte de la población alemana. Algo así como para los once millones de votantes del PP es Aznar, algo de lo más normal. Aznar declaró la guerra a Irak apelando a las armas de destrucción masiva. Luego resultó que no había armas de destrucción masiva. Hasta aquí, todo normal. Lo que pasa es que luego se supo que siempre se había sabido que no había armas de destrucción masiva. Da igual. Aznar declaró: “el mundo es un lugar mejor sin Sadam Hussein”. Y once millones de personas le volvieron a votar y actualmente siguen votando a su partido. Mientras tanto, el mundo es un lugar mejor, sobre el cadáver de más de un millón de muertos en un Irak que, como ya se pronosticó, “ha sido devuelto a la Edad Media”.
Esto es sólo un ejemplo. Pero yo tendría en cuenta este tipo de ejemplos a la hora de identificar dónde andan nuestros nazis por ahí. Nuestros nazis no son los que llevan cruces gamadas en la solapa. Esos son unos chiflados que imitan a los nazis de antes. Pero los nazis de antes no imitaban a los nazis, eran nazis. Los nazis de ahora no imitan a los nazis, son nazis. No llevan cruces gamadas, ni aguiluchos en la correa de su perro. No tienen el menor aspecto de nazis. Ni siquiera se llaman nazis. Pero hacen exactamente lo mismo que ellos. Con tal de defender un coágulo genético privilegiado llamado raza aria, la población alemana cohabitó con mucha banalidad con los campos de exterminio. Para defender un coágulo histórico de privilegios, cohabitamos todos los días con un genocidio estructural global. Afortunadamente, hay muchos Guillermos Zapatas combatiendo este nuevo racismo de nuestro tiempo. Pero también hay muchos periodistas encargados de su normalización. Las cámaras de gas nazis no funcionaban solas. Contaron con el apoyo de gente que se consideraba a sí misma muy normal. Eran los tiempos en que los nazis no parecían nazis. Este sistema económico criminal y ecológicamente suicida tampoco se sostiene solo. Y nuestros nazis, tampoco parecen nazis. Texto: Carlos Fernández Liria. Ver: Parte 1
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