El 16 de julio de 2007, el banco de inversiones Bear Stearns anunció la quiebra de dos de sus filiales de inversión de alto riesgo (hedge fund). Su propagación mundial no se hizo esperar. El 9 de agosto BNP-Paribas cerraba, a su vez, tres fondos de alto riesgo en situación de quiebra. De Alemania llegó la noticia de las grandes dificultades que atravesaban varios bancos regionales (Landesbank) a los que el Deustsche Bank, que se suponía libre de sospecha, había vendido títulos basura bajo la forma de "productos estructurados" que incluían préstamos hipotecarios irrecuperables.
Así comenzó la primera fase de la crisis económica y financiera mundial, la de los títulos llamados "subprime". Quince días más tarde en Londres y Nueva York el mercado de los préstamos a corto y muy corto plazo (money market) quedaba paralizado e incluso bancos muy importantes dejaron de realizar préstamos compartidos over-night (préstamos para cerrar cuentas formalmente en equilibrio). A partir de principios de septiembre, uno de los indicadores claves de la coyuntura financiera mundial, a saber, la tasa de interés londinense sobre los préstamos a muy corto plazo, el Libor, aumentaba fuertemente y no bajaba a pesar de la intervención coordinada de los bancos centrales. El 27 de setiembre de 2007, el séptimo banco británico, el Northern Rock, que se había implicado mucho en los préstamos hipotecarios, quebraba y era puesto bajo control estatal (una forma incorrecta de nombrar la "nacionalización", que no es sino una forma acabada de la socializar las pérdidas a cargo de las y los trabajadores-contribuyentes). Más tarde, en marzo de 2008 llegó la quiebra de Bear Stearns y su recompra a precio de saldo por la JP Morgan Chase y en septiembre de 2008 la quiebra de Lehmann Brothers. La intervención de la Fed [Banco central de los EE UU] y del gobierno americano así como la de sus homólogos europeo evitó una crisis financiera sistémica mundial. Pero la amplitud de la superproducción (que el recurso generalizado e intensivo al crédito había ocultado durante años) no les permitió evitar que la economía estadounidense entrara en recesión seguida, unas semanas después, por la de muchos otros países; sobre todo los de la Unión Europea. La caída de la producción y de los intercambios mundiales a partir de finales de 2008 y durante todo el 2009 no se detuvo mas que por el apoyo que dio el Partido Comunista chino a continuar con la acumulación en China, lo que tuvo un enorme efecto de arrastre momentáneo en los principales países proveedores de materias primas y de alimentos; sobre todo de América del Sur.
¿Dónde nos encontramos siete años después del inicio de la crisis? Los informes publicados anualmente por las dos principales organizaciones financieras internacionales: el Global Financial Stability Report(informe sobre la estabilidad financiera en el mundo) publicado en abril de 2014 y el informe anual del BPI (Banco de pagos internacional) publicado a finales de junio de este año permiten evaluarlo mejor que ningún otro. Estos informes analizan el estado actual del sistema capitalista mundial desde el prisma de las políticas monetarias impulsadas en los distintos ámbitos del sistema estatal mundial, del punto muerto en el que se encuentran y del comportamiento de los inversores financieros en las zonas particularmente vulnerables del sistema global. Ambos informes merecen un poco de atención, situarlos en una perspectiva histórica más amplia y un cuadro analítico apropiado. Para los responsables de la política monetaria, que se ha convertido en el instrumento principal, cuando no único, de intervención económica, el dilema central en estos momentos es el siguiente: sin el recurso permanente (desde 2008) a "políticas monetarias de inyección de liquidez" (las quantitative easing) América del Norte y Europa habrían continuado en recesión y ni siquiera habrían conocido las tasas de crecimiento débiles que han alcanzado. Este flujo de dinero no ha servido para relanzar las inversiones sino sólo para satisfacer a los inversores financieros.
"Impresión desconcertante de desacoplamiento entre el dinamismo de los mercados y los cambios subyacente en la economía mundial"
Son los términos que empleó el BPI para caracterizar la situación económica mundial y constatar el fracaso de las "políticas monetarias de inyección de liquidez" de las que esta institución, y aún más el FMI realizan un balance muy negativo. La constatación del fracaso es importante: inversores que vuelven a lanzarse a especulaciones arriesgadas y muy desestabilizadoras para toda una serie de países cuando la economía mundial aún se encuentra en una situación de atonía y acechada por la deflación en el sector industrial. Es preciso situar esta constatación en el contexto histórico y el marco analítico siguiente: la inmensa acumulación de capital ficticio, cuyas operaciones en el sector hipotecaria fueron la chispa que desencadenó la crisis mundial en 2007 y que le dieron el aspecto de una crisis financiera, sólo se vio empañada por la recesión mundial de 2009-2010. Pasado el momento de pánico y salvado el sistema financiero mundial, los inversores financieros han cogido el toro por los cuernos y con la ayuda de las "políticas monetarias de inyección de liquidez", han vuelto a sus operaciones especulativas de los tiempos pasados. Al mismo tiempo, las respuestas dadas a las causas fundamentales de la crisis mundial, empezando por la sobre acumulación y la superproducción en diferentes puntos del sistema mundial, apenas ha dado resultados.
Fruto de un proceso de centralización/concentración industrial y bancaria de una amplitud sin precedente (y que aún continúa y se acentúa), el capital financiero constituye un bloque diferenciado. Está compuesto por los llamados "grupos industriales" (producción manufacturera, servicios, agroindustria y minas), los inmensos grupos de distribución (Wal-Mart, Carrefour, Tesco) y las sociedades financieras -grandes bancos, aseguradoras, fondos de pensiones y hedge funds- cuyo "trabajo" consiste en valorizar el dinero que se ha convertido en capital a causa de la centralización en sus manos y, también, a "fabricarlo" mediante mecanismos crediticios que las finanzas han puesto a su disposición. Con la mundialización y la financiarización del capital, son el ámbito operativo y los modos de valorización del capital de este tercer componente los que se han convertido, al igual que en 1929-1933, pero a un grado infinitamente mayor, en el elemento que concentra las fundamentales contradicciones capitalistas: sobreacumulación y funcionamiento eficaz de la baja tendencial de la tasa de beneficio. La concentración de la propiedad del capital como capital mobiliario (acciones y obligaciones), combinada con la búsqueda de la máxima movilidad de títulos y los derechos que les corresponden (la liquidez de Keynes) constituyen el fundamento del inaudito desarrollo del mercado de acciones y obligaciones, de divisas y de los "activos derivados" de los títulos. Las acciones y los títulos de la deuda -sea pública, de empresas u hogares- no constituyen capital desde el punto de vista de la acumulación entendida como ampliación de la producción. Se trata de títulos de deuda o de acciones "a cuenta", que dan derecho a la apropiación de fracciones de la plusvalía. Su gestión queda en manos de los bancos, de los inversores "institucionales" (aseguradoras y fondos de pensiones) y de los hedge funds cuyos beneficios están vinculados al "resultado" de las transacciones efectuadas. Su acumulación específica es fruto de un proceso cuyos orígenes se remontan a finales de los años 1960 y a cuyo reforzamiento han contribuido, en primer lugar, el servicio de la deuda; en segundo lugar, las inversiones en los sistemas de pensiones por capitalización; y, finalmente, el servicio de la deuda de los países capitalistas avanzados. Es en los años 1980 cuando comienza a darse el desacoplamiento entre el crecimiento de los activos financieros y el del PIB mundial.
Más adelante volveremos a analizar el comportamiento de las curvas al final del período. Por el momento se trata de subrayar que una vez lanzada, la acumulación financiera se desarrolla mediante el juego de mecanismos de apropiación y de crecimiento endógeno que le son propios. Los efectos más importantes son la bola de nieve de los intereses que los Estados deben pagar como servicio de las deudas públicas y la perpetuación de las situaciones de endeudamiento de los países que se deriva de ella. Ambas permiten apreciar la diferencia entre una relación de crédito en la que la deuda se extingue a través del reembolso y la del endeudamiento de los países que se organiza de forma que jamás tenga fin. El reforzamiento del poder de los acreedores es en sí mismo un factor que modifica las relaciones políticas y económicas en beneficio del capital y a expensas del trabajo. Sus efectos se multiplican por la liberalización y la mundialización del capital que aumenta el peso de los accionistas en las decisiones en lo que respecta al nivel "aceptable" de los beneficios y la distribución de los dividendos. La puesta en pie de lo que se denomina "la gobernanza de la empresa" y el "valor accionarial" ha incrementado la presión sobre los directores de empresa para que aumenten la tasa de explotación, y ha aumentado la parte del valor total producido que se apropian los propietarios del capital. En fin, desde los años 1990 y, especialmente, durante el relanzamiento de la economía estadounidense por el sector inmobiliario tras el crash bursátil de 2001, a ello se le han añadido los intereses, absolutamente minúsculos en comparación con las dos fuentes mencionadas, percibidos a través de los préstamos hipotecarios.
Hipertrofia de los "mercados" y fetichismo del dinero
Solo se ha consumido una fracción de la masa total de la plusvalía apropiada bajo forma de interés y de dividendos. Por muy elevado que haya sido (y continúe siéndolo) el tren de vida de quienes se designa hoy en día como el "1%" y por muy importantes que sean sus gastos, la mayor parte de lo que los estratos sociales más ricos han acaparado ha sido confiado a los gestores de fondos de inversión y otra parte ha ido a la especulación inmobiliaria. Se puede contrastar su situación con la de los beneficiarios de los fondos de pensión y de los fondos de ahorro salarial. Estos últimos se han visto severamente golpeados durante el crash bursátil de setiembre de 2008. Es el caso de los países europeos con pensiones en el mercado financiero que sufrieron fuertes pérdidas en 2011. Cantidades enormes de plusvalía no reinvertidas en la producción ni consumidas que, por tanto, jamás salieron de la esfera de los mercados de activos y de las transacciones financieras, han venido a inflar a lo largo de los años la masa de sumas denominadas "capital" que los bancos y los gestores de fondos han tenido que tratar de "valorizar" en esos mercados cada vez con mayores dificultades. En el capitalismo financiarizado, la sed de plusvalía sobre la que Paul Mattick ha insistido en sus comentarios sobre Marx, agudiza la competencia entre los gestores y les empuja a la búsqueda de "innovaciones financieras". En un momento x, por muy grande que sea la tasa de explotación, no puede haber más que una cantidad determinada, limitada, de plusvalía que los propietarios de títulos puedan disputarse entre ellos, mientras que el cobro de intereses sobre determinados activos (sobre todo las hipotecas) dan lugar a montajes cada vez más arriesgados. Los "beneficios financieros" forman parte de la categoría analizada por Marx en sus capítulos sobre el interés. Éste, en la variedad de formas que puede revestir, viene deducido del beneficio industrial que tiene su origen en la explotación de la fuerza de trabajo.
Los años 2000 conocieron una fuerte expansión de la emisión de nuevas formas de títulos, los "productos estructurados", que estuvieron en el corazón de la crisis de 2007-2008. Este fenómeno se correspondía simultáneamente con la necesidad del capital estadounidense de apoyar la actividad productiva mediante la extensión lo más amplia posible del crédito y, por parte de los bancos, de inventar formas de valorización generadoras de beneficios financieros. Desde el punto de vista de la acumulación entendida como la expansión o renovación de las capacidades de producir mercancías y, por consiguiente, de creación de valor, las acciones y las obligaciones constituyen ya capital ficticio. El sistema financiero ha creado algunos de ellos cuyo grado de "ficción" no ha dejado de aumentar. El capital-dinero que emprende el ciclo reducido A-A’ engendró desde las primeras etapas de su centralización en el siglo XIX lo que Marx denominó el fetichismo del dinero, que crea, entre quienes detentan títulos, la ilusión ficticia de la autonomización de los mercados en los que desarrollan sus operaciones mediante mecanismos de apropiación que subyacen al nivel de la producción y de intercambio. La hipertrofia del sistema financiero, que se manifiesta de forma tan clara en la arquitectura de las plazas financieras, ha reforzado cualitativamente su apariencia dominante y el sentimiento de autonomía entre los broker. A media que avanzaban los años 1990, lo que Alan Greenspan definió como "la exuberancia irracional de los mercados" antes de que hiciera todo lo posible por reforzarla (el "toque de Greenspan") se apropió de los inversores hasta que estalló la crisis de 2008; la única que, reconocen, les puso los pies sobre la tierra.
Si los bancos y los fondos de inversión han absorbido colectivamente las pérdidas a partir de 2007 y si se ha rozado la crisis sistémica en 2008, la caída del monto global de activos financieros se frenó a partir de 2009. En 2010 crece de nuevo gracias al servicio de los intereses sobre los títulos de la deuda pública cuyo volumen ha crecido enormemente a causa de los planes de rescate. Algunos grandes bancos y muchos pequeños hedge funds quebraron. Independientemente de quienes se beneficiaron de las pensiones en el mercado financiero, en el seno de las finanzas ha habido ganadores y perdedores. La concentración cada día mayor del sistema bancario, sobre la que volveremos más adelante, ha sido una de sus consecuencias. Pero globalmente, en todo caso, los gobiernos y los bancos centrales han logrado que los bancos no sólo sean rescatados, sino que en la medida que posean títulos de la deuda pública se beneficien de un flujo regular de beneficios y puedan dictar sus condiciones. En función de los planes de rescate del 2008 y de las políticas monetarias impulsadas desde entonces, actualmente volvemos a estar en presencia de una masa de capital-dinero tan grande, cuando no mayor, que antes y que se trata de valorizar impulsando el ciclo A-A’. Por ello han vuelto a aparecer los préstamos de mucho riesgo, tal como lo constatan el FMI y el BPI. Hablando de "la sombra proyectada por la Gran Depresión financiera de la que la economía mundial tiene dificultades para salir" y de su "herencia omnipresente", el BPI se ve obligado a mencionar "el, comparativamente, elevado nivel de paro en las economías afectadas por la crisis en un momento en el que se afianza el crecimiento de la producción", pero también "el desajuste entre la extraordinaria euforia de los mercados financieros y la atonía de las inversiones", que se encuentra en una dependencia cada vez mayor de los bancos centrales".
Las recientes previsiones de crecimiento
Retomando la expresión del BPI, volvamos a la "evolución subyacente de la economía mundial". Las previsiones publicadas por la OCDE en mayo de 2014 anticipan un crecimiento de la economía mundial del 3,9% para 2014, un 0,2% más baja que la realizadas en noviembre de 2013. Por el momento, se mantiene la previsión del 3,9% para 2015, pero el resumen del informe previene de los "importantes riesgos que acechan a las previsiones de referencia, orientadas a la baja a pesar de la mejora de las perspectivas". Y la OCDE precisa: "Ni el alcance de la desaceleración, ni la fragilidad del sistema bancario en China se pueden evaluar con certeza. También subsisten riesgos debidos a la posible interacción de la vulnerabilidad financiera de determinadas economías de los mercados emergentes y la futura normalización de la política monetaria en los EE UU. Por lo demás, los acontecimientos de Ucrania acentúan la incertidumbre geopolítica". La OCDE hace votos para que el "abandono de las políticas de ajuste monetario" se retrase más aún a pesar de los crecientes riesgos identificados por el FMI y el BPI que abordaremos en detalle más abajo. The Economist comparte esta posición. Este punto de vista ha prevalecido en la zona euro: el 5 de junio el BCE anuncio una nueva reducción del interés para los préstamos realizados a los bancos, que ha pasado del 0,25 (en vigor desde noviembre de 2013) al 0,15% a partir del 11 de junio. Aquí está el fundamento y la fragilidad de la "recuperación" en la UE.
Como se ve las estimaciones de la OCDE incluyen a China y Rusia. La globalización financiera y la variedad y rapidez de los mecanismos de contagio de la crisis son la expresión a nivel financiero de que el marco de la crisis actual lo constituye "el mercado mundial", que ya no se reduce, como señaló Marx, "a la noción misma del capital y su movimiento", sino que se extiende al ámbito de las finanzas, las inversiones y las transacciones financieras. Por lo tanto, todo análisis que quiera ser pertinente debe partir, en la medida de lo posible, de la economía mundial como punto de partida, aún cuando los datos no sean completos. Texto: François Chesnais. Ver Parte II.
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