19 mar 2019

Referendum, Monarquía y República

El desarrollo del Estado nación moderno significó el incremento de su dimensión geográfica y demográfica. Esta circunstancia generó nuevas necesidades para el sistema político que requirieron el establecimiento de fórmulas de legitimación que hicieran aceptable el orden impuesto por el propio Estado. El parlamentarismo se desarrolló en este sentido, pero también hicieron su aparición nuevos instrumentos como el referéndum y el plebiscito que únicamente fueron viables desde el momento en el que el Estado contó con un aparato administrativo lo suficientemente desarrollado para establecer un control burocrático sobre la población.

El referéndum es un procedimiento jurídico con el que el conjunto del electorado vota directamente una ley o un acto administrativo con el que muestra su acuerdo o desacuerdo. El referéndum puede tener carácter consultivo o vinculante y existen diferentes tipos de referéndum en función de su objeto, carácter y fundamento. Sin embargo, lo que es propio de este tipo de procedimientos es el hecho de que la consulta se realiza con una pregunta que sólo admite una respuesta afirmativa o negativa.
En esencia el referéndum es la forma de represión dictatorial máxima y más dura al restringir la expresión de la voluntad popular a una pregunta que sólo admite como posibles respuestas un Sí o un No, lo que, a su vez, impide la justificación de cualquiera de ambas respuestas y con ello explicar qué quiere cada persona que se manifiesta en un sentido o en otro. Pero a esto se suma el hecho de que los procesos de este tipo generalmente son puestos en marcha por la elite dominante, que formula la pregunta en función de sus intereses y pretensiones políticas de la manera más conveniente y con ello determina al mismo tiempo la respuesta.[1]
Recientemente se ha planteado el referéndum como un método de democracia directa con el que corregir los defectos inherentes a la representatividad del sistema parlamentario. Sin embargo, el referéndum no puede calificarse como un método siquiera democrático si se analizan los casos concretos en los que ha sido utilizado. Por el contrario constituye un instrumento de legitimación de determinadas decisiones políticas, cuando no directamente del orden establecido en su totalidad. Por este motivo es muy frecuente su uso en los regímenes abiertamente totalitarios y dictatoriales como fueron la Alemania nazi, la Italia fascista, o en casos más recientes la Siria de Assad, el Irak de Hossein o el Zimbabwe de Mugabe entre otros. En los regímenes parlamentarios, en la medida en que la convocatoria de referéndum generalmente es una iniciativa de las elites dirigentes, ha servido para allanar el camino a determinadas decisiones previamente acordadas en las altas esferas del poder. El referéndum en el parlamentarismo, al igual que en el resto de regímenes dictatoriales, ha servido históricamente, gracias a la conveniente manipulación propagandística y a la supervisión del proceso ejercida por los medios de coerción del Estado, para legitimar la política del Estado y su orden impuesto.
El referéndum no devuelve en ningún caso la capacidad decisoria a la sociedad, sino que únicamente constituye un momento puntual en la vida política del país en el que el poder constituido ofrece al pueblo la posibilidad de elegir entre dos opciones preestablecidas por la propia elite dirigente. En última instancia el Estado es el que conserva la soberanía con la que toma aquellas decisiones políticas vinculantes para la población de su territorio. Por esta razón el referéndum como tal no deja de ser un fraude organizado con fines legitimadores y propagandísticos, pues es presentado públicamente como un proceso en el que la sociedad ejerce de manera directa su voluntad mientras el resto del tiempo es excluida sistemáticamente de la participación política.
En la medida en que la capacidad de tomar decisiones políticas vinculantes para la población de un territorio recae sobre una minoría que las impone por la fuerza al resto, y que en el caso de los regímenes parlamentarios actúa como representante de la sociedad, en la medida en que se da esta desigualdad política que constituye el origen de todas las demás desigualdades, nos encontramos ante el fundamento más básico del poder que es el ejercicio del mando. El poder busca su propio interés que se reduce en última instancia a la conservación del mando, de esa capacidad decisoria, y en la medida de lo posible a la permanente ampliación de su capacidad de control e intervención sobre la sociedad. El interés del poder se define, a su vez, en términos de poder político, militar, económico, cultural, etc... De esta manera las decisiones son tomadas en beneficio de quienes monopolizan la soberanía, de quienes ejercen esa capacidad decisoria. Aquí reside el carácter autoritario del sistema de dominación que establece el Estado.
La desigualdad política que instituye el principio de autoridad también establece el privilegio de gobernar a los demás, y por tanto que la soberanía sea ejercida por una minoría que la utiliza en su propio provecho. Este privilegio es el que dota a quienes lo detentan de la correspondiente impunidad, pues las decisiones políticas de dicha minoría están encaminadas a mantener y reforzar su posición dominante en la estructura social establecida, y con ello a crear un orden político, pero también social, económico, cultural, etc., favorable a sus intereses en el que no rinden cuentas ante nadie. Se trata de un sistema en el que la elite dirigente disfruta de la máxima libertad para sí y de la mínima responsabilidad. Puede aplicarse a la clase dominante la noción hobbesiana de que la libertad es el poder, y por tanto el privilegio de los fuertes.
El control sobre las necesidades y las acciones de los individuos que componen la sociedad lleva inevitablemente a que las instituciones sean herramientas del poder establecido, y por tanto mecanismos que se sirven del conjunto de la sociedad como un recurso que es utilizado para la consecución de los intereses de la clase dominante. En este sentido las instituciones desempeñan una función de dominación y de control en diferentes ámbitos dentro del contexto del sistema de poder establecido.
Asimismo, el poder necesita socializarse y presentarse como un gran benefactor que brinda, además de seguridad a sus súbditos, toda clase de servicios con los que satisface ciertas necesidades. Esto es lo que permite el desarrollo de un discurso legitimador y sobre todo justificador del orden establecido al plantear que las instituciones son realidades al servicio de la sociedad que es la depositaria última de la soberanía, y por ello están sujetas al control popular por medio de los cauces institucionales establecidos. Pero todo esto no deja de ser pura retórica como así lo demuestran los hechos en la medida en que la soberanía no es ejercida por el pueblo sino por otros que lo hacen en su lugar, de manera que la estructura social, política, económica, etc., vigente obedece antes que nada a los intereses del grupo dominante que monopoliza la soberanía. Así, las constituciones son un reflejo de esta retórica fraudulenta que en la práctica encubre un sistema profundamente despótico, pues el poder no está para ser controlado sino para controlar a quienes se encuentran bajo su dominio. Las instituciones, entonces, no están para servir a la sociedad sino para servirse de ella para la consecución de sus propios intereses.
Todo esto trae a colación la actual situación que se vive en el Estado español, donde emerge con cada vez más fuerza el debate acerca de la necesidad de celebrar un referéndum en el que se plantee el cambio de la forma del Estado. Este debate encubre el problema de fondo que no es otro que la existencia misma del Estado y no la forma que en un determinado momento pueda adoptar. Es un debate que centra la atención en una cuestión del todo irrelevante como es la figura que ocupa la jefatura de una organización que sojuzga al pueblo y que articula los intereses de la oligarquía, y que por tanto priva de libertad tanto al individuo como al conjunto de la sociedad.
Así pues, el debate acerca de la celebración de un referéndum sobre la forma del Estado no deja de ser un artificio político. En cualquiera de los casos, bajo la forma monárquica o republicana, prevalece el Estado como organización que ejerce su gobierno sobre la sociedad, y que mantiene una estructura social, política y económica de desigualdad en la que una minoría impone su voluntad al resto. De este modo impera en ambos casos la misma estructura de intereses con la única particularidad de contar con una jefatura de Estado distinta pero en el contexto político del mismo régimen oligárquico.
Un referéndum sobre la forma del Estado no sería otra cosa que una manera de dirigir y manipular al conjunto de la sociedad hacia una opción preestablecida por la elite política, un proceso aderezado por la propaganda además de supervisado por las fuerzas armadas y policiales del Estado. Significaría refrendar, y con ello legitimar, una decisión previamente tomada por la oligarquía. Nada sustancial cambiaría en el régimen, únicamente el envoltorio bajo el cual se presenta la opresión de las masas. Nos encontraríamos, entonces, ante una reforma del sistema de dominación hábilmente dirigida para su perpetuación que al mismo tiempo contribuiría a crear una nueva legitimidad.
Bajo una república el parlamentarismo continuaría siendo, como es hoy, el sistema político imperante. Una minoría continuaría disfrutando del privilegio político de tomar decisiones en el lugar de toda la sociedad. Las decisiones políticas serían, al igual que ocurre hoy bajo el régimen monárquico, en beneficio de una oligarquía que las impondría al pueblo mediante el empleo del aparato represivo y burocrático del Estado y sus instituciones. Con ello perdurarían las desigualdades, el capitalismo y la explotación en todas sus formas, pues el problema de fondo es el Estado y en ningún caso las formas concretas que este pueda adoptar a lo largo de la historia.
La única alternativa a esta falsa disyuntiva entre república y monarquía es la de una ruptura cualitativa del orden establecido; un nuevo comienzo, y con ello la inversión de unas estructuras de poder que niegan al pueblo la libertad y lo sojuzgan con la más abyecta opresión.
[1] No son muchos los países en los que la sociedad, o una parte considerable de ella, pueda proponer por propia iniciativa la celebración de un referéndum y con ello establecer la correspondiente pregunta de la consulta. Cuando esto se produce siempre es bajo unas condiciones muy estrictas que dificultan este tipo de iniciativas, pero sobre todo en un contexto de ausencia de libertad al estar siempre bajo la supervisión de las fuerzas armadas y policiales del Estado e incluso de potencias extranjeras, sin obviar la influencia que en dichos procesos ejerce la propaganda masiva vertida por los medios de comunicación que contribuye a coartar gravemente la libertad de conciencia de la población a la hora de manifestar su voluntad. Texto: Esteban Vidal. Ver: CATALUNYA Y EL DERECHO A DECIDIR

3 feb 2019

La creación de Juan Guaidó: De cómo los laboratorios de cambio de régimen estadounidenses crearon al líder del golpe de estado en Venezuela (Parte I de II)

Venezuela, 31 de Enero de 2019

Por Dan Cohen y Max Blumenthal


Juan Guaidó es el producto de un proyecto de una década supervisado por los entrenadores de élite de Washington para cambios de gobierno. Mientras se hace pasar por un campeón de la democracia, ha pasado años al frente de una violenta campaña de desestabilización.
Antes del fatídico día 22 de enero, menos de uno de cada cinco venezolanos había oído hablar de Juan Guaidó. Hace solo unos meses atrás, este hombre de 35 años era un personaje oscuro en un grupo de extrema derecha políticamente marginal, estrechamente asociado con actos espantosos de violencia callejera. Incluso en su propio partido, Guaidó había sido una figura de nivel medio en la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, que ahora se encuentra bajo desacato según la Constitución venezolana.
Pero después de una llamada telefónica del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, Guaidó se proclamó a sí mismo como presidente de Venezuela. Ungido como el líder de su país por Washington, un político previamente desconocido fue trasladado al escenario internacional como el líder seleccionado por Estados Unidos para la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo.
Haciendo eco del Consenso de Washington, el comité editorial del New York Times calificó a Guaidó como un “rival creíble” para Maduro con un “estilo refrescante y una visión para hacer avanzar al país”. El comité editorial de Bloomberg News lo aplaudió por buscar la “restauración de la democracia” y el Wall Street Journal lo declaró “un nuevo líder democrático”. Mientras tanto, Canadá, numerosas naciones europeas, Israel y el bloque de gobiernos latinoamericanos de derecha conocido como el Grupo de Lima reconocieron a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela.
Si bien Guaidó parecía haberse materializado de la nada, él era, de hecho, el producto de más de una década de asidua preparación por parte de las fábricas de élite dedicadas al cambio de régimen del gobierno de Estados Unidos. Junto a un grupo de activistas estudiantiles de derecha, Guaidó fue entrenado para socavar el gobierno de orientación socialista de Venezuela, para desestabilizar el país y, algún día, tomar el poder. Aunque ha sido una figura menor en la política venezolana, había pasado años demostrando en silencio su valía en los pasillos del poder de Washington.
“Juan Guaidó es un personaje que se ha creado para esta circunstancia”, dijo a The Grayzone, Marco Teruggi, sociólogo argentino y renombrado cronista de la política venezolana. “Es la lógica de un laboratorio: Guaidó es como una mezcla de varios elementos que crean un personaje que, con toda honestidad, provoca entre risa y preocupación”.
Diego Sequera, periodista y escritor venezolano de la agencia de investigación Misión Verdad, estuvo de acuerdo: “Guaidó es más popular fuera de Venezuela que en el interior, especialmente en los círculos elitistas de la Ivy League y de Washington”, comentó Sequera a The Grayzone: “Es un personaje conocido allí, es previsiblemente de derecha y se considera leal al programa”.
Mientras que Guaidó se vende hoy como la cara de la restauración democrática, su carrera la realizó en la facción más violenta del partido de oposición más radical de Venezuela, ubicándose a la vanguardia de una campaña de desestabilización tras otra. Su partido ha sido ampliamente desacreditado dentro de Venezuela y es, en parte, responsable de fragmentar una oposición muy debilitada.
“Estos líderes radicales no tienen más del 20 por ciento en las encuestas de opinión”, escribió Luis Vicente León, el principal encuestador de Venezuela. Según León, el partido de Guaidó permanece aislado porque la mayoría de la población “no quiere la guerra”. “Lo que quieren es una solución”.
Pero esta es precisamente la razón por la que Guaidó fue seleccionado por Washington: no se espera que guíe a Venezuela hacia la democracia, sino que derrumbe a un país que durante las últimas dos décadas ha sido un bastión de resistencia a la hegemonía estadounidense. Su improbable ascenso señala la culminación de un proyecto de dos décadas para destruir un robusto experimento socialista. 


Apuntando a la “troika de la tiranía”

Desde la elección de Hugo Chávez en 1998, Estados Unidos ha luchado para restablecer el control sobre Venezuela y sus vastas reservas petroleras. Los programas socialistas de Chávez pueden haber redistribuido la riqueza del país y ayudado a sacar a millones de personas de la pobreza, pero también le colocaron una pistola en la espalda. En 2002, la oposición lo derrocó brevemente con el apoyo y reconocimiento de Estados Unidos antes de que el ejército restableciera su presidencia luego de una movilización popular masiva. A lo largo de las administraciones de los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush y Barack Obama, Chávez sobrevivió a numerosos planes de asesinato antes de sucumbir al cáncer en 2013. Su sucesor, Nicolás Maduro, sobrevivió a tres atentados contra su vida.
El gobierno de Trump elevó inmediatamente a Venezuela a la cima de la lista de objetivos de cambio de régimen de Washington, calificándolo de líder de una “troika de la tiranía”. El año pasado, el equipo de seguridad nacional de Trump intentó reclutar miembros del ejército para montar una junta militar, pero ese esfuerzo fracasó.
Según el gobierno venezolano, Estados Unidos también participó en un complot con el nombre código “Operación Constitución” para capturar a Maduro en el palacio presidencial de Miraflores, y otro llamado “Operación Armagedón” para asesinarlo en el desfile militar de julio de 2017. Poco más de un año después, los líderes de la oposición exiliados intentaron matar a Maduro, y fallaron, con drones cargados de explosivos durante un desfile militar en Caracas.
Más de una década antes de estas intrigas, un grupo de estudiantes de la oposición derechista fue seleccionado y preparado personalmente por una academia para capacitar a las élites en el cambio de régimen financiada por Estados Unidos para derrocar al gobierno de Venezuela y restaurar el orden neoliberal. Capacitación proporcionada por “el grupo ‘exportador de revoluciones’ que sembró las semillas para varias revoluciones de color”
El 5 de octubre de 2005, con la popularidad de Chávez en su apogeo y su gobierno planificando programas socialistas de envergadura, cinco “líderes estudiantiles” venezolanos llegaron a Belgrado, Serbia, para comenzar a entrenarse para una insurrección.
Los estudiantes habían llegado de Venezuela por cortesía del Centro de Acción y Estrategias No Violentas Aplicadas (CANVAS). Este grupo se financia en gran parte a través de la National Endowment for Democracy (NED), un apéndice de la CIA que funciona como el brazo principal del gobierno de los Estados Unidos para promover cambios de gobierno; y por filiales como el Instituto Republicano Internacional y el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales. De acuerdo con los correos electrónicos internos filtrados de Stratfor, una firma de inteligencia conocida como “la CIA en la sombra“, “[CANVAS] también puede haber recibido financiamiento y capacitación de la CIA durante la lucha en contra de Milosevic durante 1999/2000”.
CANVAS es una escisión de Otpor, un grupo opositor serbio fundado por Srdja Popovic en 1998 en la Universidad de Belgrado. Otpor, que significa “resistencia” en serbio, fue el grupo estudiantil que ganó fama internacional y promoción nivel Hollywood, al propiciar las protestas que eventualmente derrocaron a Slobodan Milosevic.
Esta pequeña célula de especialistas en cambio de régimen operaba de acuerdo con las teorías del difunto Gene Sharp, el llamado “Clausewitz de la lucha no violenta”. Sharp había trabajado con el Coronel Robert Helvey, un ex analista de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, para concebir el plan estratégico para una forma de guerra híbrida, le confirió armas a la protesta y que apuntó a los Estados que resistieron contra la dominación unipolar de Washington.

Otpor en 1998

Otpor recibió el apoyo de la NED, USAID y el Instituto Albert Einstein de Sharp. Sinisa Sikman, una de las principales capacitadoras de Otpor, dijo una vez que el grupo incluso recibió financiamiento directo de la CIA.
Según un correo electrónico filtrado de un empleado de Stratfor, después de sacar a Milosevic fuera del poder, “los niños que dirigían OTPOR crecieron, adquirieron trajes y diseñaron CANVAS… o, en otras palabras, un grupo ‘exportador de revoluciones’ que sembró las semillas para varias revoluciones de color. Todavía dependen del financiamiento de Estados Unidos y, básicamente, recorren el mundo tratando de derrocar a dictadores y gobiernos autocráticos (a aquellos que no les gusta a los Estados Unidos)”.
Stratfor reveló que CANVAS “dirigió su atención a Venezuela” en 2005 luego de entrenar a movimientos de oposición que lideraron las operaciones de cambio de régimen a favor de la OTAN en Europa del Este.
Al monitorear el programa de capacitación CANVAS, Stratfor describió su agenda insurreccional en un lenguaje sorprendentemente contundente: “El éxito no está garantizado, y los movimientos estudiantiles son sólo el comienzo de lo que podría ser un esfuerzo de varios años para desencadenar una revolución en Venezuela, pero los propios entrenadores son las personas que se burlan del ‘Carnicero de los Balcanes’. Tienen habilidades demenciales. Cuando veas a estudiantes en cinco universidades venezolanas realizar demostraciones simultáneas, sabrás que la capacitación ha terminado y que el trabajo real ha comenzado”.

El nacimiento de la estructura de la “Generación 2007” para el cambio de régimen

El “trabajo real” comenzó dos años después, en 2007, cuando Guaidó se graduó de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Se mudó a Washington DC para inscribirse en el Programa de Gobernabilidad y Gestión Política de la Universidad George Washington bajo la tutela del economista venezolano Luis Enrique Berrizbeitia, uno de los principales economistas neoliberales de América Latina. Berrizbeitia fue director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y pasó más de una década trabajando en el sector energético venezolano en la época del antiguo régimen oligárquico que Chávez eliminó.
Ese año, Guaidó ayudó a liderar mítines antigubernamentales después de que el gobierno venezolano no renovó la licencia de Radio Caracas Televisión (RCTV). Esta estación privada jugó un papel importante en el golpe de 2002 contra Hugo Chávez. RCTV ayudó a movilizar a manifestantes antigubernamentales, falsificó información que culpaba a simpatizantes del gobierno por actos de violencia llevados a cabo por miembros de la oposición, y prohibió los informes a favor del gobierno en medio del golpe. El papel de RCTV y otras estaciones de propiedad oligárquica en la conducción del fallido intento de golpe de Estado se describió en el aclamado documental La revolución no será televisada.
Ese mismo año, los estudiantes se atribuyeron el crédito por obstaculizar el referéndum constitucional de Chávez por un “socialismo del siglo XXI” que prometía “establecer el marco legal para la reorganización política y social del país, otorgando poder directo a las comunidades organizadas como un requisito previo para el desarrollo de un nuevo sistema económico”.
De las protestas en torno a RCTV y el referéndum, nació un tipo de cuadros activistas especializados en el cambio de régimen respaldados por Estados Unidos. Se llamaban a sí mismos la “Generación 2007.”
Los capacitadores de Stratfor y CANVAS de esta célula identificaron al aliado de Guaidó, -un organizador político libertario- llamado Yon Goicoechea, como un “factor clave” para derrotar al referéndum constitucional. El año siguiente, Goicochea fue recompensado por sus esfuerzos con el Premio Milton Friedman por Promover la Libertad, del Instituto Cato, junto con un premio de US$ 500.000, que rápidamente invirtió en el impulso de su propia red política.
Friedman, por supuesto, fue el padrino de los notorios neoliberales Chicago Boys que fueron importados a Chile por el líder de la junta dictatorial de Augusto Pinochet para implementar políticas radicales de austeridad fiscal tipo “doctrina del shock”. Y el Cato Institute es el grupo de expertos libertarios [en el sentido norteamericano, promotores de una participación mínima del Estado principalmente en los asuntos económicos] con sede en Washington DC, fundado por los hermanos Koch, dos de los principales donantes del Partido Republicano que se han convertido en defensores agresivos de la derecha en toda América Latina.
Wikileaks publicó un correo electrónico de 2007 del embajador estadounidense en Venezuela, William Brownfield, enviado al Departamento de Estado, al Consejo de Seguridad Nacional y al Departamento de Defensa del Comando Sur, alabando a la “Generación de 2007” por haber “forzado al presidente venezolano, acostumbrado a establecer la agenda política, a (sobre) reaccionar”. Entre los “líderes emergentes” que Brownfield identificó estaban Freddy Guevara y Yon Goicoechea, figura ésta última que fue aplaudida como “uno de los defensores más articulados de las libertades civiles entre los estudiantes”.
Con una gran cantidad de dinero de los oligarcas libertarios y de los equipos de poder blando del gobierno de Estados Unidos, el cuadro venezolano radical llevó las tácticas de Otpor a las calles, junto con una versión del logotipo del grupo, como se ve a continuación:

“Galvanizando el malestar público… para aprovechar la situación y voltearla contra Chávez”

En 2009, los jóvenes activistas de la Generación 2007 escenificaron su manifestación más provocadora hasta el momento, se quitaron los pantalones en las vías públicas y utilizaron las escandalosas tácticas guerrilleras de teatro descritas por Gene Sharp en los manuales de cambio de régimen. Los manifestantes se habían movilizado contra el arresto de un aliado de otro grupo juvenil llamado JAVU. Este grupo de extrema derecha “reunió fondos de diversas fuentes del gobierno de Estados Unidos, lo cual le permitió ganar notoriedad rápidamente como el ala de línea dura de los movimientos de calle de la oposición”, según el libro del académico George Ciccariello-Maher, Construyendo la comuna. Si bien el video de la protesta no está disponible, muchos venezolanos han identificado a Guaidó como uno de sus participantes clave. Y si no obstante la acusación no está confirmada, es ciertamente plausible; los manifestantes de glúteos desnudos eran miembros del núcleo interno de la Generación 2007 a la que pertenecía Guaidó, ¡y estaban vestidos con su marca registrada, las camisetas de Venezuela Resistencia!

¿Es este el trasero que Trump quiere instalar en el asiento del poder de Venezuela?

Ese año, Guaidó se expuso al público de otra manera, fundando un partido político para capturar la energía anti-Chávez que su Generación 2007 había cultivado. La llamada “Voluntad Popular” fue liderada por Leopoldo López, un instigador de derecha educado en Princeton, que participó activamente en los programas de la NED, que fue elegido alcalde de un distrito en Caracas, de los más ricos del país. López es un retrato de la aristocracia venezolana, directamente descendiente del primer presidente de su país. También es primo hermano de Thor Halvorssen, fundador de Human Rights Foundation, con sede en Estados Unidos, que funciona como tarantín publicitario de facto para activistas antigubernamentales respaldados por Estados Unidos en países seleccionados por Washington para el cambio de gobierno. Si bien los intereses de López se alinearon perfectamente con los de Washington, los cables diplomáticos de Estados Unidos publicados por Wikileaks destacaron las tendencias fanáticas de Voluntad Popular que la conducirían en última instancia a su marginación. Un cable identificó a López como “una figura divisiva dentro de la oposición… a menudo descrita como arrogante, vengativo y hambriento de poder”. Otros destacaron su obsesión con las confrontaciones callejeras y su “enfoque inflexible” como una fuente de tensión con otros líderes opositores que dieron prioridad a la unidad y la participación en las instituciones democráticas del país. Ver: Parte II.



29 ene 2019

Cómo se fabrica un golpe de Estado

Se dice que en la guerra la primera víctima es la verdad, y en la guerra del imperio norteamericano y la derecha mundial contra el gobierno bolivariano de Venezuela la verdad ha sido asesinada alevosamente en la propaganda de todos los medios de comunicación fascistas y reaccionarios. 
Estoy viendo en la televisión las manifestaciones de miles de personas contra Maduro y a favor del autoproclamado presidente Guaidó, mientras éste organiza una rueda prensa a decenas de medios de comunicación internacionales en plena calle. Y los voceros de la derecha, incluyendo a algunos izquierdistas reconvertidos, no paran de calificar a Venezuela de dictadura. Como cada vez debemos ser menos los supervivientes de la dictadura franquista casi nadie da testimonio de lo que es una dictadura.
En Venezuela se han convocado elecciones periódicamente durante veinte años y a ellas se han presentado todas las formaciones políticas que han querido; los medios de comunicación de la oposición difunden todas las críticas al gobierno que les parecen, incluyendo un montón de falsedades como pude comprobar personalmente en mis viajes a Venezuela; a nadie se denuncia ni se detiene por crear un partido político contrario al gobierno o por organizar un acto público, en la calle o en un local para criticar el régimen. Y se sigue diciendo desde este altavoz occidental que Venezuela es una dictadura. 
  Se han producido tres golpes de Estado contra el gobierno bolviariano desde que Hugo Chávez ganó las elecciones en 1998. Desde 2002, en Venezuela, cuando se organizó el primer golpe de Estado contra el comandante Hugo Chávez el gobierno bolivariano ha sido víctima de toda clase de conspiraciones para derrocarle. Y a partir de la elección de Maduro la oposición montó las guarimbas, grupos de matones y asesinos que se dedicaron a asaltar y asesinar a los manifestantes chavistas,  atentados que también ocasionaron víctimas entre la población civil. EEU le ha impuesto el boicot económico incluyendo al petróleo, en la misma forma que lo hace con Cuba, lo que está conduciendo al país a la escasez de alimentos y medicinas. 
Los golpes de Estado organizados por EEUU en América Latina han tenido diferentes génesis. Desde los que se impusieron rápidamente por la invasión militar del país: República Dominicana la primera vez en 1916-1924, la segunda en 1965, en los que el Cuerpo de Marines entró en la isla y cambió los gobiernos que en aquel momento actuaban en el país. 

El golpe de estado que estremeció a Guatemala en 1954fue el resultado de la operación encubierta llamada PBSUCCESS (Criptónimo CIA). Esta fue organizada por laCIA para derrocar a Jacobo Arbenz Guzmán, el Presidente de Guatemala democráticamente electo, por oponerse a los intereses de la United Fruit Company y por permitir que los miembros del minoritario partido comunista de Guatemala —Partido Guatemalteco del Trabajo— influyeran en las decisiones más importantes de su gobierno. 
Nicaragua, Granada, Panamá, Cuba, sufrieron invasiones directas y ocupación del país por el ejército de EEUU, para cambiar gobiernos y regímenes. Salvador Allende, presidente democráticamente elegido en Chile por su pueblo fue asesinado el 11 de septiembre de 1973 por el golpe de Estado del general Pinochet, financiado y organizado por Kissinger, Secretario de Estado de EEUU. 
   El 28 de junio de 2009 el presidente de Honduras, Manuel Zelaya fue secuestrado en su casa por el Ejército de su país, en medio de la noche y enviado, en pijama, en un avión a Costa Rica, en una operación organizada y financiada por EEU. Pretendía cambiar la Constitución de su país mediante un referéndum popular. 
Otros se han concebido mediante la presión económica y mediática, u organizando una oposición armada en el interior o en las fronteras del país, como sucedió en Nicaragua. La intervención del Departamento de Estado de EEU y la CIA en los países latinoamericanos, desde la guerra de Cuba en 1898, es una constante en la historia de ambos continentes. El gobierno de Norteamerica no quiere consentir que en su “patio trasero” se puedan crear regímenes socialistas. Y menos en Venezuela, que posee las reservas de petróleo más importantes del mundo, y coltán, hierro, diamantes.
El personaje que acaba de ser nombrado nuevo enviado de EE.UU. para Venezuela como representante especial del Gobierno de Trump, con el fin de encabezar la “restauración de la democracia” en Venezuela, es Elliott Abrams, el que fue arquitecto del golpe contra Chávez en 2002. Se espera que Abrams coordine todos los esfuerzos diplomáticos de EE.UU. para reemplazar al presidente Nicolás Maduro con el autoproclamado presidente Juan Guaidar, que ha sido reconocido por Trump media hora después de su autoproclamación.
El tal Elliot Abrams , fue secretario de Estado adjunto de derechos humanos de la Administración Reagan en la década de 1980. Abrams apoyó a los dictadores respaldados por Estados Unidos en Guatemala, El Salvador y Honduras. También participó en el escándalo Irán-Contra: altos funcionarios del Gobierno de Reagan, a pesar de la prohibición del Senado, autorizaron la venta de armas al Gobierno iraní durante la guerra de Irán-Irak. Luego usaron los ingresos de estas ventas para financiar el movimiento armado Contra nicaragüense, creado por EE.UU. para atacar al Gobierno sandinista.
Abrams finalmente fue declarado culpable de mentir al Congreso sobre el caso Irán-Contra, pero fue indultado de inmediato por el presidente George H.W. Bush. En la década de 1990  se convirtió en miembro fundador del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, un grupo de expertos neoconservadores con ideas belicistas. En 2001, volvió al Gobierno estadounidense y fue nombrado director del Consejo de Seguridad Nacional del presidente George W. Bush. Abrams ejercía una fundamental influencia en la política de EE.UU. en Medio Oriente en ese momento, y fue uno de los arquitectos de la guerra de Irak de 2003. Además, jugó un papel clave en el intento de golpe de Estado de 2002 en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez, dañando la relación entre Washington y Caracas después de que el complot finalmente fracasara.
Esta y no otra es la radiografía del papel que el Departamento de Estado de EEUU está jugando en Venezuela contra los gobiernos bolivarianos, desde 1998. Nada tiene que ver en los planes del gobierno norteamericano la defensa de los derechos humanos, la implantación de la libertad y la lucha contra la pobreza, y otros falsos argumentos que tanto Trump como sus aliados de derecha en América y Europa están esgrimiendo. Entre otros, los ilustres líderes del PP y Ciudadanos, que nada dicen de los gobiernos tiránicos de Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos árabes, del genocidio palestino por parte de Israel, de las masacres continuadas en Irak, Afganistán, Libia, Siria, de la guerra de Yemen.
Cómo se fabrican las condiciones para justificar el golpe de Estado en Venezuela. Desde el fracaso del golpe de 2002, EEUU y sus aliados, y ante las evidentes dificultades para proceder a una invasión militar, han decidido bloquear la economía del país. La primera medida fue bajar repentinamente el precio del petróleo con lo que perjudicaban además a Irán y a Rusia. Se procedió a boicotear la producción y la importación de los productos de primera necesidad. Teniendo en cuenta la permisividad del gobierno bolivariano con sus enemigos, los cinco grandes sectores de producción fundamentales para la supervivencia del país permanecen en manos privadas sin que hayan sido incautados y socializados, entre las que se encuentran las grandes corporaciones norteamericanas.
La comida que produce, importa, procesa y distribuye la empresa venezolana La Polar, manteniendo el monopolio que ha tenido siempre, le permite esconder y retirar del mercado los suministros alimenticios, provocando carestía y malestar en la población. La ropa, el calzado, los tejidos, que se fabrican o importan por varias multinacionales, son objeto también de secuestro por parte de esas corporaciones. Los productos farmacéuticos, los cosméticos,  de higiene y de limpieza. La telefonía fija y móvil. Y el petróleo, que a pesar de haber sido nacionalizado solamente se puede comercializar cuando se ha extraído, refinado y transportado. Operaciones todas en manos de las compañías estadounidenses.
Dependiente, por tanto, el gobierno venezolano del suministro y reparto de los productos de primera subsistencia por parte de las compañías privadas, el sabotaje continuo y la ocultación de insumos han causado la pobreza y el malestar de la población venezolana, de la misma forma que en el gobierno de Allende se secuestraron los alimentos, se incautó el cobre y se movilizó a ciertos sectores, como los transportistas, contra su gobierno, antes de proceder al golpe militar y asesinarlo.
Al mismo tiempo, se hace una campaña continuada contra el gobierno de Maduro en todos los medios de comunicación de la oposición, prensa escrita y digital, televisión, radio, que aquel nunca  ha impedido, a pesar de lo que transmiten las informaciones de la derecha.
La CIA ha organizado una guerra de baja intensidad en la frontera con Colombia con guerrilleros sin ocupación, narcotraficantes y evasores de divisas, que ha llevado al gobierno a desplazar a muchas fuerzas armadas a los miles de kilómetros de la frontera con el país vecino, provocando el disgusto de las poblaciones, de la misma manera que organizó una guerra en la frontera  entre Honduras y Nicaragua que arruinó al gobierno sandinista.
Este es un somero e incompleto repaso del papel del Departamento de Estado y de la CIA estadounidenses en el golpe de Estado que se está perpetrando en Venezuela. Por ello resulta más infame el apoyo que varios países europeos están prestando al usurpador Guaidó, y el ultimátum dado por Pedro Sánchez, absolutamente ridículo en términos de imponerse sobre la soberanía de otro país y que solo beneficia a la derecha de nuestro país y a la imposición imperialista. Texto: Lidia Falcón. Ver: La creación de Guaidó

6 dic 2018

Neoliberalismo hoy

Para entender el daño que el neoliberalismo ha causado en nuestras sociedades, es bueno tomar algo de distancia histórica. La perspectiva desde horizontes temporales largos permite cuestionar los mitos y leyendas que impiden una crítica certera sobre la economía de mercado y el capitalismo. Un vistazo al pasado ayuda a comprender que las heridas en el tejido social no son superficiales y que se acompañan de una peligrosa mutación hasta en la misma forma de pensarnos. Lo primero que enseña la perspectiva histórica es que la sociedad de mercado no siempre existió. Este es el hallazgo fundamental de Karl Polanyi, autor de la obra magistral La gran transformación.
Si bien los mercados eran conocidos desde finales de la llamada edad de piedra, las relaciones puramente mercantiles estaban acotadas por otro tipo de relaciones sociales que no tenían nada que ver con precios y mucho menos con una finalidad de lucro. Para decirlo en palabras de Polanyi, no es lo mismo una sociedad con mercados que una sociedad de mercado. Ninguna sociedad puede sobrevivir sin un sistema económico. Pero el sistema económico basado en la idea de un mercado autorregulado es una novedad en la historia. En la antigüedad existieron mercados de todo tipo de bienes, desde telas y sandalias hasta utensilios y alimentos. Había precios y monedas. Pero las relaciones mercantiles estaban sumergidas en una matriz de relaciones sociales cuya racionalidad no era obtener ganancia o beneficio económico. Como dice Polanyi, aquellas relaciones mercantiles estaban encasilladas en otro tipo de relaciones sociales. Las cosas cambiaron hace unos 200 años. La sociedad del siglo XVIII fue testigo de este portentoso cambio y le saludó como si se hubiese alcanzado la cima de la civilización. La admiración creció con el mito de que culminaba con esa transformación un proceso cuyo motor era una supuesta propensión natural de los seres humanos al trueque, para usar las palabras de Adam Smith. Esa creencia es la que anima la mitología sobre una evolución natural que condujo a la sociedad de mercado. La realidad es que no hay nada natural en la expansión del tejido mercantil. En los poblados y las ciudades de la Europa medieval el comercio era visto con recelo y como amenaza a las instituciones sociales. Por eso se le regulaba de manera estricta, con la obligación de hacer públicos los detalles de precios y plazos para cualquier transacción mercantil y la prohibición de utilizar intermediarios. Además, se mantuvo una separación rigurosa entre el comercio local y el de largas distancias. Los comerciantes dedicados a estas últimas actividades estaban inhabilitados para ejercer el comercio al menudeo. Los mercados fueron siempre una dimensión accesoria de las relaciones sociales. La aparición de estados unificados territorialmente impulsó la destrucción de las barreras proteccionistas de los poblados y primeras aglomeraciones urbanas, además de proyectar la política del mercantilismo a un primer plano. Así se abrió la puerta a la creación de mercados nacionales. Si las relaciones de mercado llegaron a cubrir con su manto toda la trama de relaciones sociales, eso fue resultado de la acción del poder público o de lo que Polanyi llamó estímulos artificiales, no de una pretendida evolución natural. La sociedad de mercado que se impuso a finales del siglo XVIII llevaba en su lógica la necesidad de convertir todo lo que tocaba en una mercancía. Entre otras cosas necesitó de la mercantilización de bienes (como la tierra), que anteriormente no habían sido objeto de transacciones en un mercado. Sólo así podía pretender al título de mercado autorregulado. Cuando llegó la revolución industrial, la sociedad de mercado ya había transformado el entramado de relaciones sociales que había imperado en Europa. El capitalismo nacido en las relaciones agrarias en Inglaterra completó el proceso al convertir al trabajo en mercancía y en otro espacio de rentabilidad.El neoliberalismo y la globalización de los pasados tres decenios también se impusieron por la acción del Estado. Y lo que antes había sido visto como una amenaza para las instituciones, se convirtió en una realidad tóxica para el tejido social. Todo lo que nos rodea y hasta nuestro mismo cuerpo se ha transformado en espacio de rentabilidad para las relaciones mercantiles. La peor pesadilla de Polanyi se hizo realidad. Sobre las espaldas de una teoría económica recalentada y refuncionalizada para servir de sustento ideológico, el neoliberalismo ha dependido de la astucia del capital para crear nuevos espacios de rentabilidad. Las fuerzas del mercado general han deformado las instituciones sociales y han creado una cultura del sentido común que cada día nos aleja más de la humanidad y del universo. Han forjado una cultura popular que gira alrededor de la competencia y del individualismo posesivo con consecuencias nefastas para los grupos más vulnerables. La historia del neoliberalismo es una pesadilla de la que nos urge despertar. Texto: A. Nadal

2 dic 2018

El Estado y el bien estar (de algunos)

Desde hace décadas han tomado posiciones aventajadas en casi todo Occidente las teorías políticas que defienden el Estado como organización imprescindible en la vida pública. Para ser exactos, esas teorías políticas que consideran el Estado como un elemento necesario, como intermediador en la vida pública y en determinados campos de la vida privada, se han convertido en una voz única y hegemónica hasta tal punto que muchas personas son incapaces de imaginar la vida fuera de las normas marcadas por el Estado.

En las teorías políticas dominantes de tradición progresista el Estado es un avance que separa las civilizaciones antiguas, primitivas, etc., de las civilizaciones modernas donde el Estado es visto como actor fundamental cargado de connotaciones positivas. Frente a este modo de ver las cosas encontramos las teorías neoliberales abrazadas por las clases sociales más conservadoras que señalan al Estado como regulador innecesario, como obstáculo a la vida que ellos llaman civil y, sobre todo, de la vida económica.
El debate entre neoliberales y, los aspirantes a conservar el modelo social dominante anterior, la socialdemocracia, se está viendo cada vez más reducido a un debate entre los supuestos defensores de adelgazar lo máximo posible el Estado y su presencia social y económica y los partidarios de conservar el lugar que esté ocupó desde la Segunda Guerra Mundial (o incluso incrementarlo). Tal simplicidad ha alcanzado el debate en algunos casos que defender el Estado es progresista y atacarlo es conservador-neoliberal.
En el imaginario progresista el Estado es, en las últimas décadas al menos, garante de la ordenación democrática de la vida a través de toda una serie de instituciones consideradas positivas como los sistemas educativo, sanitario y los servicios sociales de diverso tipo: desempleo, servicios asistenciales, etc.
Los neoliberales de Europa tienen un modelo claro al otro lado del Atlántico, en EE.UU. El Estado para ellos/as debería adelgazarse todo lo posible, dejando a la iniciativa privada todos los elementos de la vida social, o mejor dicho, todos los elementos de la vida económica. Papá Estado, según los neoliberales, ahoga la iniciativa y genera relaciones paternalistas donde los ciudadanos esperan soluciones dadas desde afuera.
Lo cierto es que ambas formas de entender las relaciones generadas por el Estado olvidan deliberadamente aspectos importantes. En primer lugar las teorías progresistas defensoras del Estado omiten la verdadera naturaleza del Estado como aparato de dominación aunque esto no fue siempre así como se podría comprobar en los programas de sus organizaciones antes de integrarse en las instituciones décadas atrás. Por eso olvidan qué clases sociales forman los cuadros de altos cargos del Estado y qué clases sociales se pudren en las cárceles del Estado. Por eso la educación pública es una herramienta para el mejoramiento personal y social y no es una herramienta para socializar a los estudiantes en los valores de las clases dominantes. Así podríamos seguir explicando el punto de vista pro-estatista mostrando la transformación de lo estatal en público ya que la premisa de que es de todos lo que todos pagamos es francamente tramposa como lo es la mil veces cacareada mentira de que los ricos aportan más que nadie al Estado y son los que menos reciben.

Dar mucho, recibir poco

Como veníamos diciendo las clases dominantes conservadoras han difundido con un éxito digno de elogio la idea de que ellos contribuyen al Estado y a sus instituciones una cantidad enorme de recursos mientras que apenas reciben nada ya que el gasto en instituciones asistenciales y en recursos similares no les repercuten. Esto esconde varias mentiras unas evidentes y otras no tanto. La contribución de las mayores fortunas es mínima gracias a la ingeniería financiera capaz de lograr eficientemente la evasión legal e ilegal de impuestos. Por otra parte, la aportación al aparato estatal ha sido el fruto de las concesiones necesarias bien para proteger la paz social evitando una peligrosa conflictividad bien para fortalecer, mejorar o modernizar (si se prefiere) los mecanismos aseguradores del orden social vigente.
No obstante, podría pensarse que este modo de ver las cosas no explica la ofensiva contra el Estado y su enorme adelgazamiento. Lo cierto es que dicho ataque es relativo y el adelgazamiento cuestionable:
La visión del adelgazamiento del aparato estatal parte del hecho de que el Estado es esencialmente sus instituciones educativas, sanitarias, asistenciales, de comunicación… Es decir, la cara más prestigiosa, más amable, al menos aparentemente, de las instituciones. Se habla mucho menos del Estado y su aparato policial, carcelario y militar ya que, pese a la constante propaganda, esto nos recuerda la naturaleza violenta del Estado. Por eso, resulta curioso que las últimas estadísticas oficiales, publicadas por Eurostat en el 2011, nos muestran la cifra récord de miembros de cuerpos de “seguridad” del Estado en la historia (un 30% más que en 2003) que, eso sí, han sido recortadas por Mariano Rajoy en un 1% con un resultado curioso: España tiene un Estado que procura el mayor número de policías por habitante de toda la Unión Europea.
No obstante, nos importa más otro análisis de estos asuntos: los partidarios del Estado valoran su tamaño por las cuestiones numéricas más evidentes como el número de funcionarios y empleados públicos o el presupuesto estatal de cada año. No nos parece una tontería pensar que ese baremo es, como mínimo, cuestionable: ¿si el sistema estatal de enseñanza acoge a 1 millón de alumnos con 50.000 profesores es más grande que si acoge 1 millón de alumnos con 40.000 profesores? Si el sistema estatal represivo tiene 100.000 policías y este año les paga 100 euros menos al mes a cada uno ¿tiene un aparato policial menor? Obviamente estos ejemplos (que son sólo una muestra de los que podríamos señalar) con cifras evidentemente inventadas sirven para poner en cuestión algunas mentiras habituales.
El aparato estatal no es más pequeño necesariamente por número de funcionarios, ni tiene por qué serlo por cuestiones presupuestarias. Ese modo de razonar puede ser válido o puede ser una mentira como un templo pues al margen de esos aspectos el tamaño del aparato estatal se debe medir por la influencia en la vida cotidiana de las personas bajo su control. Y hoy no parece que los que habitamos la neoliberal Región española estemos menos bajo la regulación del Estado que hace 30, 20 ó 10 años. Cualquiera que tenga 50 años puede recordar cuantos aspectos de su vida cotidiana estaban regulados hace 20 años y cuantos ahora. Si hay más leyes, códigos, regulaciones, carnets, impuestos, tasas, controles de todo tipo no parece que haya menos Estado sino todo lo contrario.
Si las políticas neoliberales están modificando la estructura de los Estados no es porque sean antiestatistas o porque crean que el Estado debe ser pequeñito para dar libertad a los individuos, simplemente están operando una reformulación de las estructuras del mismo para rizar el rizo y que las clases dominadas (a través de las rentas del trabajo frente a las rentas del capital propias de las clases dominantes), en un momento de debilidad histórico, contribuyan cada vez más con sus maltrechas economías a mantener los elementos esenciales del Estado y fortificarlo como aparato de dominación eliminando los elementos necesarios en otros periodos con necesidades y circunstancias históricas diferentes a las actuales.

30 nov 2018

Capitalismo contra movimientos sociales

La reestructuración de la economía mundial ha adoptado cinco estrategias básicas para dar respuesta al ciclo de luchas sociales que entre los años sesenta y los setenta transformaron la organización de la reproducción y las relaciones de clase. 

Primero: se ha producido una expansión del mercado de trabajo. La globalización ha producido un salto histórico en el tamaño del mundo proletario, tanto mediante un proceso global de «cercamiento» que ha provocado la separación de millones de personas de sus tierras, sus trabajos y sus «derechos consuetudinarios», como mediante el aumento del empleo de las mujeres. No es sorprendente que la globalización se nos aparezca como un proceso de acumulación primitiva, que ha asumido formas variadas. En el Norte, la globalización ha asumido la forma de la deslocalización y la desconcentración industrial, así como de la flexibilización, la precarización laboral y el método Toyota o JIT [Just In Time, «justo a tiempo»].(1) En los antiguos países socialistas, se ha producido la desestatalización de la industria, la descolectivización de la agricultura y la privatización de la riqueza social. En el Sur, hemos sido testigos de la «maquilización» de la producción, la liberalización de las importaciones y las privatizaciones de las tierras. El objetivo, de todas maneras, era el mismo en todas partes. Mediante la destrucción de las economías de subsistencia y la separación de los productores de los medios de subsistencia, al provocar la dependencia de ingresos monetarios a millones de personas, incluso a aquellas imposibilitadas para adquirir un trabajo asalariado, la clase capitalista ha relanzado el proceso de acumulación y recortado los costes de la producción laboral. Dos mil millones de personas han sido arrojados al mercado laboral demostrando la falacia de las teorías que defienden que el capitalismo ya no necesita cantidades masivas de trabajo vivo, porque presumiblemente descansa en la creciente automatización del trabajo.
Segundo, la desterritorialización del capital y la financiarización de las actividades económicas, posibilitadas por la «revolución informática», han creado las condiciones económicas por las que la acumulación primitiva se ha convertido en un proceso permanente, mediante el movimiento casi instantáneo del capital a lo largo del planeta, al haber derribado una y otra vez las barreras levantadas contra el capital por la resistencia de los trabajadores a la explotación.
Tercero, hemos sido testigos de la desinversión sistemática que el Estado ha llevado a cabo en la reproducción de la fuerza de trabajo, implementada mediante los programas de ajuste estructural y el desmantelamiento del «Estado de bienestar». Como se ha mencionado anteriormente, las luchas llevadas a cabo durante los años sesenta han enseñado a la clase capitalista que la inversión en la reproducción de la fuerza de trabajo no se traduce necesariamente en una mayor productividad laboral. Como resultado de esto, surgen ciertas políticas y una ideología que resignifica a los trabajadores como microemprendedores, supuestamente responsables de la inversión en ellos mismos y únicos beneficiarios de las actividades reproductivas en ellos materializadas. En consecuencia se ha producido un cambio en los ejes temporales existentes entre reproducción y acumulación. Los trabajadores se ven obligados a hacerse cargo de los costes de su reproducción en la medida en que se han reducido los subsidios en sanidad, educación, pensiones y transporte público, además de sufrir un aumento de los impuestos, con lo que cada articulación de la reproducción de la fuerza de trabajo ha devenido un momento de acumulación inmediata.
Cuarto, la apropiación empresarial y la destrucción de bosques, océanos, aguas, bancos de peces, arrecifes de coral y de especies animales y vegetales han alcanzado un pico histórico. País tras país, de África a las islas del Pacífico, inmensas áreas agrícolas y aguas costeras ―el hogar y los medios de subsistencia de extensas poblaciones― han sido privatizadas y hechas accesibles para la agroindustria, la extracción mineral o la pesca industrial. La globalización ha revelado, sin lugar a dudas, el coste real de la producción capitalista y de la tecnología lo que hace imposible hablar, tal y como Marx hizo en los Grundrisse, de «la gran influencia civilizadora del capital» que surge de su «apropiación universal tanto de la naturaleza como de la relación social misma» donde «la naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí; incluso el reconocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece solo como una artimaña para someterla a las necesidades humanas, sea como objeto del consumo, sea como medio de la producción». (2). En el año 2011, tras el derrame de petróleo de BP y el desastre de Fukushima ―entre otros desastres producidos por los negocios corporativos―, cuando los océanos agonizan, atrapados entre islas de basura, y el espacio se ha convertido en un vertedero además de en un depósito armamentístico, estas palabras no pueden sonar más que como ominosas reverberaciones. Este desarrollo ha afectado, en diferentes grados, a todas las poblaciones del planeta. Aun así, como mejor se define el Nuevo Orden Mundial es como un proceso de recolonización. Lejos de comprimir el planeta en una red de circuitos interdependientes, lo ha reconstruido como un sistema de estructura piramidal, al aumentar las desigualdades y la polarización social y económica, y al profundizar las jerarquías que históricamente han caracterizado la división sexual e internacional del trabajo, y que se habían visto socavadas gracias a las luchas anticoloniales y feministas. El centro estratégico de la acumulación primitiva lo ha conformado el mundo colonial, mundo de plantaciones y esclavismo, históricamente el corazón del sistema capitalista. Lo llamo «centro estratégico» porque su reestructuración ha proporcionado los cimientos y las condiciones necesarias para la reorganización global del mercado de trabajo. Ha sido aquí, de hecho, donde hemos sido testigos de los primeros y más radicales procesos de expropiación y pauperización y de la desinversión más ingente del Estado en la fuerza de trabajo. Estos procesos están perfectamente documentados. Desde principios de los años ochenta, como consecuencia de los ajustes estructurales, el desempleo en la mayor parte de los países del «Tercer Mundo» ha crecido tanto que la USAID (3) [Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional] podía reclutar trabajadores ofreciendo tan solo «comida por trabajo». Los salarios han caído de tal manera que se ha comprobado que las trabajadoras de las maquilas tienen que comprar la leche por vasos o los huevos y tomates por unidad. Poblaciones enteras se han visto desmonetarizadas, al mismo tiempo que se les ha arrebatado las tierras para concedérselas a proyectos gubernamentales o a inversores extranjeros. Actualmente, medio continente africano se encuentra bajo emergencia alimentaria (4). En África Oriental, del Níger a Nigeria y hasta Ghana, el suministro de electricidad ha desaparecido, las redes eléctricas nacionales han sido desarticuladas, obligando a aquellos que tienen dinero a comprar generadores individuales cuyo zumbido llena las noches, dificultando el sueño de la gente. La sanidad estatal y los presupuestos de educación, los subsidios a los agricultores, las ayudas para las necesidades básicas, todas ellas han sido desmanteladas, reducidas drásticamente y suprimidas. En consecuencia, la esperanza de vida está descendiendo y han reaparecido fenómenos que se suponía que el capitalismo había borrado de la faz de la tierra hace mucho tiempo: hambrunas, hambre, epidemias recurrentes, incluso la caza de brujas.(5) En aquellos lugares en los que los «planes de austeridad» y la apropiación de tierras no pudieron concluir su tarea, la ha rematado la guerra, abriendo nuevos campos para la extracción de crudo y la recolección de diamantes o coltán. Y en lo que respecta a la población objetivo de esta desposesión, se han convertido en los sujetos de una nueva diáspora, que arroja a millones de personas del campo a las ciudades, que cada vez más se asemejan a campamentos. Mike Davis ha utilizado la frase «planeta de ciudades miseria» en referencia a esta situación, pero una descripción más correcta y vívida hablaría de un planeta de guetos y un régimen de apartheid global. Si además tenemos en cuenta que, mediante la deuda y el ajuste estructural, los países del «Tercer Mundo» se han visto obligados a desviar la producción alimentaria del mercado doméstico al mercado de exportación, convertir tierras arables y cultivables para el consumo humano en terrenos de extracción mineral, deforestar tierras, y convertirse en vertederos de todo tipo de desechos así como en campo de depredación para las corporaciones cazadoras de genes,(6) entonces, debemos concluir que, en los planes del capital internacional, existen zonas del planeta destinadas a una «reproducción cercana a cero». De hecho, la destrucción de la vida en todas sus formas es hoy tan importante como la fuerza productiva del biopoder en la estructuración de las relaciones capitalistas, destrucción dirigida a adquirir materias primas, «desacumular» trabajadores no deseados, debilitar la resistencia y disminuir los costes de la producción laboral. Hasta qué punto ha llegado el subdesarrollo de la reproducción de la fuerza de trabajo mundial se refleja en los millones de personas que frente a la necesidad de emigrar se arriesgan a dificultades indecibles y a la perspectiva de la muerte y el encarcelamiento. Ciertamente la migración no es tan solo una necesidad, sino también un éxodo hacia niveles más altos de resistencia, un camino hacia la reapropiación de la riqueza robada, como argumentan Yann Moulier Boutang, Dimitris Papadopoulos y otros autores (7). Esta es la razón por la que la migración ha adquirido un carácter tan autónomo que dificulta su utilización como mecanismo regulador de la reestructuración del mercado laboral. Pero no hay duda alguna de que si millones de personas abandonan su país hacia un destino incierto, a cientos de kilómetros de sus hogares, es porque no pueden reproducirse por sí mismas, al menos no bajo las condiciones necesarias. Esto se hace especialmente evidente cuando consideramos que la mitad de los migrantes son mujeres, muchas con hijos que deben dejar atrás. Desde un punto de vista histórico esta práctica es altamente inusual. Las mujeres son habitualmente las que se quedan, y no debido a falta de iniciativa o por impedimentos tradicionalistas, sino porque son aquellas a las que se ha hecho sentir más responsables de la reproducción de sus familias. Son las que deben garantizar que sus hijos tengan comida, a menudo quedándose ellas mismas sin comer, y las que se cercioran de que los ancianos y los enfermos reciben cuidados. Por eso cuando cientos de miles de ellas abandonan sus hogares para enfrentarse a años de humillaciones y aislamiento, viviendo con la angustia de no ser capaces de proporcionarles a sus seres queridos los mismos cuidados que les dan a extraños en otras partes del mundo, sabemos que algo dramático está sucediendo en la organización del mundo reproductivo. Debemos rechazar, de todas maneras, la afirmación de que la indiferencia de la clase capitalista internacional frente a la pérdida de vidas que produce el capitalismo es una prueba de que el capital ya no necesita el trabajo vivo. Más cuando en realidad la destrucción a gran escala de la vida ha sido un componente estructural del capitalismo desde sus inicios, como necesaria contrapartida a la acumulación de la fuerza de trabajo, acumulación que inevitablemente supone un proceso violento. La recurrente «crisis reproductiva» de la que hemos sido testigos en África durante las últimas décadas se encuentra enraizada en esta dialéctica de acumulación y destrucción de trabajo. También la expansión del trabajo no contractual y otros fenómenos que deberían ser considerados como abominaciones en un «mundo moderno» ―como las encarcelaciones masivas, el tráfico de sangre, órganos y otras partes del cuerpo humano― deben ser leídas dentro de este contexto. El capitalismo promueve una crisis reproductiva permanente. Si esto no ha sido más visible en nuestras vidas, por lo menos en muchas partes del Norte Global, es porque las catástrofes humanas que ha causado han sido en su mayor parte externalizadas, confinadas a las colonias y racionalizadas como un efecto de una cultura retrógrada o un apego a tradiciones erróneas y «tribales». Sobre todo durante la mayor parte de los años ochenta y noventa, los efectos de la reestructuración global apenas se notaron en el Norte, excepto dentro de las comunidades de color, o bien se presentaron como alternativas liberadoras frente a la regimentación de la rutina de 9 a 17, si no anticipaciones de una sociedad sin trabajadores. Pero observado desde el punto de vista de la totalidad de las relaciones capital-trabajo, este desarrollo demuestra el esfuerzo continuo del capital de dispersar a los trabajadores y de minar los esfuerzos organizativos de los obreros dentro de los lugares de trabajo. Combinadas, estas tendencias han abolido los contratos sociales, desregulado las relaciones laborales, reintroducido modelos laborales no contractuales destruyendo no solo los resquicios de comunismo que las luchas obreras habían logrado sino amenazando también la creación de los nuevos comunes. También en el Norte, los ingresos reales y las tasas de empleo han caído, el acceso a la tierra y a los espacios urbanos ha disminuido, y el empobrecimiento e incluso el hambre se han extendido. Treinta y siete millones de personas en Estados Unidos pasan hambre, mientras que el 50 % de la población norteamericana, según un estudio de 2011 pertenece al segmento de población de «bajos ingresos». Añadamos a esto que la introducción de la tecnología, supuestamente diseñada para ahorrar tiempo, lejos de reducir la duración de la jornada laboral la ha extendido hasta el punto de que en algunos países como Japón se han vuelto a ver personas muriendo por exceso de trabajo, mientras que el tiempo de ocio y la jubilación se han convertido en un lujo. El pluriempleo es, hoy en día, una actividad necesaria para muchos trabajadores en Estados Unidos, mientras que personas de sesenta a setenta años, viendo que les han retirado las pensiones, están regresando al mercado de trabajo. Aún más significativo es el hecho de que estemos siendo testigos del desarrollo de una fuerza de trabajo vagabunda, itinerante, compelida al nomadismo, siempre en movimiento, en camiones, tráileres, autobuses, buscando trabajo allá donde aparezca una oportunidad, un destino que antes se reservaba en Estados Unidos solo a los temporeros que recogían las cosechas de los cultivos industriales, cruzando el país como pájaros migratorios. Junto con el empobrecimiento, el desempleo, las horas extras, el número de personas sin hogar y la deuda, se ha producido un incremento de la criminalización de la clase trabajadora, mediante una política de encarcelamiento masivo de la clase obrera que recuerda al Gran Encierro del siglo XVII, (8) y la formación de un proletariado ex-lege, constituido por inmigrantes indocumentados, estudiantes que no pueden pagar sus créditos, productores o vendedores de mercancías ilícitas, trabajadoras del sexo. Es una multitud de proletarios, que existen y trabajan en las sombras, que nos recuerda que la producción de poblaciones sin derechos ―esclavos, sirvientes sin contrato, peones, convictos, sans papiers― permanece como una necesidad estructural de la acumulación capitalista. Especialmente crudo ha sido el ataque producido sobre la juventud, particularmente sobre la de la clase trabajadora negra, potenciales herederos del Black Power, a los que nada les ha sido concedido, ni siquiera la posibilidad de un empleo seguro o del acceso a la educación. Sin embargo también para muchos jóvenes de clase media su futuro está en duda. La educación se consigue a un alto precio, provoca endeudamiento y la probable imposibilidad de devolución de los créditos estudiantiles. La competición por el empleo es dura, y las relaciones sociales son cada vez más estériles ya que la inestabilidad impide la construcción comunitaria. No sorprende pues que, entre las consecuencias sociales de la reestructuración de la reproducción, haya habido un incremento del número de suicidios juveniles, así como un repunte de la violencia contra las mujeres y los niños, incluyendo el infanticidio. Es imposible, entonces, compartir el optimismo de aquellos que, como Negri y Hardt, han argumentado en los últimos años que las nuevas formas de producción creadas por la reestructuración global de la economía ya proveen la posibilidad de formas más autónomas y más cooperativas de trabajo. Aun así, el asalto a nuestra reproducción no ha pasado incontestada. La resistencia ha adoptado diferentes formas y muchas de ellas se han mantenido en la sombra hasta que se han convertido en fenómenos de masas. La financiarización de todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana mediante el uso de las tarjetas de crédito, préstamos, endeudamiento, especialmente en Estados Unidos, debe plantearse desde este punto de vista como una respuesta al declive de los salarios y a un rechazo a la austeridad impuesta por ello, más que simplemente un producto de la manipulación financiera. En todo el mundo, está creciendo un movimiento de movimientos, desde los años noventa; este ha desafiado todas y cada una de las facetas de la globalización ―mediante manifestaciones masivas, ocupaciones de tierras, construcción de economías solidarias y de otros métodos de desarrollo de los comunes. Más importante todavía, la reciente expansión de levantamientos masivos prolongados y movimientos en la estela «Occupy», que a lo largo del último año han barrido gran parte del mundo, desde Túnez y Egipto, pasando por la mayor parte de Oriente Medio, hasta España y Estados Unidos, ha abierto una brecha que permite entrever que la idea de una gran transformación social parece posible de nuevo. Tras años de aparente aceptación de la situación actual, en los que nada parecía capaz de parar los efectos destructores de un orden capitalista en declive, la Primavera Árabe y la expansión de acampadas a lo largo de Estados Unidos, uniéndose a los muchos asentamientos ya formados por la creciente población de sin techo, muestra que los de abajo se están movilizando de nuevo, y que una nueva generación se dirige a las plazas decidida a reclamar su futuro, eligiendo formas de rebelión que pueden potencialmente tender puentes entre las principales brechas sociales. Texto: Silvia Federici. Ver:  5 Crisis financieras que cambiaron el mundo
NOTAS:
1- Sistema de organización fabril que reduce al mínimo los costes de gestión y almacenamiento al producir únicamente la cantidad exacta de mercancías demandadas en un momento preciso.
2- Karl Marx, Grundrisse, citado por David McLellan en Karl Marx: Selected Writings, Oxford, Oxford University Press, 1977, pp. 363-364 [ed. cast.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo XXI, México, 2007].
3- La USAID es la agencia estadounidense encargada de distribuir la mayor parte de la ayuda exterior de carácter no-militar. En principio independiente, ha sido objeto de duras críticas y acusada de colaboración con la CIA o de ayudar en diversos escenarios a la desestabilización de gobiernos no alineados con las políticas de EEUU.
4- Sam Moyo y Paris Yeros (eds.), Reclaiming the Land: The Resurgence of Rural Movement in Africa, Asia and Latin America, Londres, Zed Books, 2005, p. 1.
5- Silvia Federici, «Witch-Hunting. Globalization and Feminist Solidarity in Africa Today», Journal of International Women’s Studies, Special Issue: Women’s Gender Activism in Africa, octubre de 2008.
6- Los cazadores de genes son los modernos piratas de la genética, que recolectan el acervo genético de los pueblos indígenas para descubrir variaciones particulares, negocio de gran potencial para las transnacionales farmacéuticas.
7- Yann Moulier Boutang, De l’esclavage au salariat. Èconomie historique du salariat bride, París, Presse Universitaire de France, 1998 [ed. cast.: De la esclavitud al trabajo asalariado: economía histórica del trabajo asalariado, Madrid, Akal, 2006]; Dimitris Papadopoulos, Niam Shephenson y Vassilis Tsianos, Escape Routes Control and Subversion in the 21th Century, Londres, Pluto Press, 2008.
8- Desde finales del siglo XVI y a lo largo del XVII se extendieron por Europa los llamados hospitales generales o casas de trabajo [workhouses], donde eran confinadas forzosamente todas aquellas personas que no eran consideradas productivas (vagabundos, mendigos y pobres en general). Por un lado, el trabajo obligatorio que desempeñaban fue aprovechado en este capitalismo emergente.

28 oct 2018

El Supremo y la Banca

“La casualidad favorece a quienes están entrenados”, decía Louis Pasteur. Pero eso es en los laboratorios y en los despachos de los poetas, donde el éxito consiste en dar vueltas hasta encontrar una fórmula o una metáfora y echarle la culpa a la inspiración. En otros mundos, por ejemplo en esa finca sembrada de minas antipersona que llaman macroeconomía -un nombre que se han inventado los de siempre para hacernos sentir diminutos al resto-, la casualidad ni siquiera existe: ahí lo tienen todo atado y bien atado, los poderosos marcan las reglas, las cambian a mitad del partido si van perdiendo de la única manera que lo pueden hacer, que es cuando ganan pero menos de lo que querían, y en último extremo, como los números son suyos, si alguien protesta los pintan de rojo y nos hunden en una crisis de la que ellos saldrán todavía más fuertes y nosotros aún más asustados. 

A todo eso, por resumir, lo podemos llamar neoliberalismo, esa dictadura de guante blanco hecha con calculadoras, en lugar de con tanques. La alegría dura poco en la casa del pobre, y para demostrarlo, el Tribunal Supremo llegó con su jarro de agua fría a pararle los pies a su propia Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, que acababa de establecer, veinticuatro horas antes, que son los bancos los que deben pagar la formalización de las escrituras de las hipotecas, y no sus clientes. La contraorden sirvió para frenar los pleitos y recursos que se avecinaban y para evitar la jurisprudencia que crearía irremediablemente la primera sentencia que castigase a una entidad financiera a devolver esos gastos cobrados, igual que tantos otros, de forma indebida. Desde la asociación Juezas y Jueces por la Democracia se calificó de “intolerable” que “una sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo velando por los intereses de la ciudadanía se vaya a revisar por los intereses de la banca”, pero dará igual, aquí pones el grito en el cielo y juegan con él al tiro al plato. Por supuesto, todo había seguido el guion habitual y al producirse el revés contra los bancos, que no toleran que se persigan los atracos de dentro a fuera, es decir, los que cometen ellos, llegó la amenaza de la Bolsa: los mercados se resquebrajaban, el país regresaba al borde del abismo, las nubes volvían a ser negras. Es siempre la misma canción. Si no fuera un drama, sería para tomárselo a risa, aunque fuera amarga, de esas que nos recuerdan que la imaginación nos consuela por lo que no podemos ser y el humor, por lo que somos. En España y, en general, en la Europa desalmada del FMI, el sistema consiste en que se rescata a quien te hunde, no a quienes se ahogan. Y aquí sigue habiendo mucha gente con el agua al cuello; desde que empezó esta locura, los desahucios han dejado en la calle a medio millón de familias, vulnerando sin que les tiemble el pulso nuestros derechos, nuestra Constitución y las directivas europeas que mandan a los bancos respetar a sus víctimas, que los consideran causantes de la crisis, literalmente, por “irresponsables” y los acusan, con otras palabras, de dedicarse a la simple y llana usura. ¿Cómo llamar, si no, al hecho de que alguien pida un préstamo y cuando le queda por pagar el 10% de la cantidad que le fue concedida, no pueda afrontar tres recibos, la entidad financiera le quite su casa, no devuelva absolutamente nada del 90% ya cobrado, y los que se quedan sin techo ni sitio donde ir, además, sigan debiendo lo que restaba por pagar? Nos engañaron, de forma continuada, con promesas envenenadas, sin que nadie los vigilase ni les pusiera límites ni normas y aprovechándose de que olvidamos que cuando lo que nos ofrecen es gratis o sospechosamente barato, es que el producto somos nosotros. Porque eso es justo lo que han hecho: traficar con seres humanos, robarles sus ahorros, sus hogares, su medio de vida y su futuro. No tienen perdón, pero tienen todo lo demás. No tienen la razón, pero tienen la fuerza. Eso sí, podemos apuntar los nombres de quienes son cómplices de estos abusos, los justifican, miran para otra parte o guardan silencio ante ellos, y tener cuidado de que no vayan a ser los mismos que estén escritos en la papeleta que metamos en una urna en las próximas elecciones. Es lo único que tenemos. En cuanto a la solución de última hora de aplazar dos semanas el veredicto, no cambia nada pero lo empeora todo y creo que ya debería comentarse en la sección de espectáculos, a ser posible, al lado de la crítica del circo.  Texto: B. Prado

23 oct 2018

El réginen autocrático del Estado español

Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de pioneros en el estudio de la psicología de masas, escribió en su libro Propaganda (1.928), “La manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de las opiniones de las masas es un elemento importante en las sociedades democráticas. Aquellos que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder dirigente de nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes están amoldadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar”. Asimismo, fundamenta el sustento de todos los sistemas de gobierno en la “manipulación de la opinión pública”, al afirmar que “ los Gobiernos, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, dependen de la aquiescencia de la opinión pública para llevar a buen puerto sus esfuerzos y, de hecho, el Gobierno sólo es Gobierno en virtud de esa aquiescencia pública”. 

En otro de sus libros, “Cristalizando la opinión pública”, desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así,según sus palabras “la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía. Este es uno de los principios más firmemente establecidos por la psicología de masas”, por lo que la propaganda del establishment será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustentan.
El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas ( teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial' (1.927) y basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”, fruto del encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual favorecida por una práctica periodística peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión y el finiquito del código deontológico periodístico que tendría su plasmación en la implementación de la autocensura y en la sumisión “nolis volis” a la línea editorial de su medio de comunicación (fruto del endemismo atávico de la servidumbre a los poderes fácticos del status quo) y que habrían convertido al periodista en mera correa de transmisión de los postulados del establishment o sistema dominante

¿Hacia un régimen autocrático?

El actual sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas. Así, el sociólogo y filósofo alemán Herbert Marcuse, en su libro “El hombre Unidimensional (1.964), explica que “la función básica de los medios es desarrollar pseudonecesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política”, sistemas políticos que serían caldo de cultivo del virus patógeno conocido como “autos-kratos” o autocracia.
La autocracia, del griego autos (por sí mismo) y kratos (poder o gobierno), sería la forma de Gobierno ejercida por una sola persona con un poder absoluto e ilimitado, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal), que partiendo de la crisálida de una propuesta partidista elegida mediante elecciones libres , llegado al poder se metamorfosea en líder Presidencialista con claros tintes autocráticos (inflexible, centralista y autoritario), lo que corrobora el aforismo de Lord Acton “El Poder tiene a corromper y el Poder absoluto, corrompe absolutamente”. Los sistemas autocráticos (gobiernos de facto), serían pues una especie de dictaduras invisibles sustentados en sólidas estrategias de cohesión (manipulación de masas) y represión social ( promulgación de Decretos-Leyes que rozarían la constitucionalidad pero que quedarán revestidos por el barniz democratizador del Tribunal Constitucional de turno (Ley Mordaza), síntomas evidentes de una deriva totalitaria que cristalizará en la implementación por el establishment de un régimen Presidencialista autocrático (Tardofranquismo), heredero natural del legado de Franco.
El establishment del Estado español estaría formado por las élites financiera-empresarial, política, militar, jerarquía católica, universitaria y mass media del Estado español, herederos naturales del legado del General Franco que habrían fagocitado todas las esferas de decisión (según se desprende de la lectura del libro “Oligarquía financiera y poder político en España” escrito por el ex-banquero Manuel Puerto Ducet), e iniciado asimismo una deriva totalitaria que habría ya convertido a la seudodemocracia española en rehén del establishment y que tendría como objetivo último la implementación del “Estado Tardofranquista”, anacronismo político que bebe de las fuentes del centralismo jacobino francés y del paternalismo de las dictaduras blandas y refrendado por iniciativas como la aprobación de la nueva Ley de Educación (Lomce); el rechazo del Grupo Popular a la proposición no de ley de IU para “sancionar penalmente los actos de apología de la dictadura franquista, la actividad delictiva de los grupos de ultraderecha”, la previsible modificación del Código Penal para constriñir hasta su nimiedad la libertad de expresión y los derechos de huelga, reunión y manifestación y la controvertida reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral de 1.985.
Además, no sería descartable la próxima modificación de la actual Ley de Huelga a petición de la CEOE y una nueva y agresiva reforma del Código Penal, en la que se penalizará la resistencia a la autoridad (tanto activa como pasiva) y la convocatoria de concentraciones violentas por cualquier medio de comunicación, (incluido Internet y las redes sociales como Facebook, Twitter), con el objetivo inequívoco de hacer realidad la frase de Fraga en su etapa de Ministro de la Gobernación del régimen franquista (“La calle es mía”), aunado con la adopción en las ciudades gobernadas por el PP como Madrid, de medidas anticívicas calcadas de la Ley franquista de Buen Gobierno (1948) y la posterior implantación en todo el Estado español de un clon de la Ley de Vagos y Maleantes (ley nacida en la II República y adoptada por aclamación por el régimen franquista).
Posteriormente y en el paroxismo de la lógica distópica, se procederá a la implementación de la “Doctrina Aznar” que tendría como ejes principales la culminación de la “derrota institucional de ETA para impedir que el terrorismo encuentre en sus socios políticos el oxígeno que le permita sobrevivir a su derrota operativa” y el mantenimiento de la “unidad indisoluble de España “, lo que se traducirá en el finiquito de la representación institucional lograda por EH Bildu en base al apoyo popular mediante la ilegalización del partido abertzale Sortu antes de las Elecciones Municipales y Forales del 2015 tras la remisión por UPyD a la Fiscalía del TSJPV de una denuncia penal contra el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, al que acusa de «justificar y reivindicar» la actuación de ETA y la prohibición de la celebración del referéndum sobre la independencia en Cataluña previsto para noviembre del 2014, medidas que conllevarán el final de la más larga experiencia seudodemocrática de la historia del Estado española (35 años).
Sin embargo, la crisis económica, la desafección política de la sociedad española motivada por los sangrantes casos de corrupción de la élite político-económica y el creciente descrédito de la institución Monárquica han hecho revisar los esquemas idílicos de la Transición y la vigencia de la Constitución del 78 en la que se sustenta el actual status quo , por lo que se antoja inevitable un proceso de catarsis y posterior metanoia colectiva que tendrá como efectos benéficos la liberación de la parte indómita del individuo primigenio ( el lobo estepario) que ha permanecido agazapado en un recodo del corazón, sedado y oprimido por la tiranía del actual sistema dominante, neoliberal y constrictor de las libertades democráticas. Así, tras un un parto agónico en el que agonizará lo viejo sin que amanezca lo nuevo, asistiremos al nacimiento del “Individuo Multidimensional” como generador de un tsunami popular de denuncia del actual déficit democrático, social y de valores e instaurador del caos constructivo que terminará por diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo), no siendo descartable la adopción de políticas activas de desobediencia civil que podrían conducir a un nuevo Motín de Esquilache en el horizonte del 2018. Texto: GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ. Ver: La banca contra España