Viene al caso este artículo por el revuelo levantado con el Simposio “España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)”.
Una vez más asistimos a la utilización de la historia con fines políticos concretos. Ahora son los nacionalistas catalanes, pero muchas veces lo hacen los poderosos desde el Estado. Se ve claramente en el área curricular de Historia de España en Educación Secundaria y Bachillerato, donde intentan imponer la visión de una España, grande y libre. En este sentido viene muy bien recordar el proverbio africano que dice “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, la historia de la caza siempre glorificará al cazador”
Para contrarrestar este planteamiento nacionalista, Alicia Sánchez Camacho (PP) nos comunica un nuevo Congreso histórico, para conocer la verdad histórica del nacionalismo español. Si el primero es un disparate, el segundo ya es de locura. Los políticos siempre tienen tendencia a deformar la historia para adaptarla a sus propios fines, utilizando mitos o lugares comunes para intentar dar verosimilitud a sus argumentos, distorsionando las pruebas con la finalidad de conseguir el objetivo deseado.
No existe un punto de vista más distorsionando y que dificulta tanto la comprensión adecuada del pasado como su interpretación en término de nación.
Asistimos con demasiada frecuencia a declaraciones interesadas en hechos concretos de la historia, que son manipulados y que son profusamente difundidos por los medios de comunicación afines, que intentan crear unas memorias históricas sobre determinados hechos del pasado, que en muchos casos tienen poco que ver con las pruebas existentes.
Los historiadores tomamos caminos y planteamientos diversos y diferentes al realizar estudios de investigación, a través de las fuentes disponibles, para así poder hacer una interpretación de los acontecimientos del pasado. La Historia aspira a ser una ciencia social, un tipo de conocimiento que no admite la arbitrariedad, el ocultamiento o el falseamiento de fuentes.
La profesión de historiador es una de las más bonitas existentes. Pero somos los propios historiadores los primeros que debemos hacer que se nos respete, alejándonos de la instrumentalización pueril que desde el mundo de la política se pretende. Cada vez que oigo a un político mencionar la palabra historia, me confirma su más absoluto desconocimiento de la misma y me da pavor el descaro de su manipulación.
Los historiadores tenemos ideología y pensamiento político como todo ser humano, pero como investigadores debemos contribuir al debate, a la cultura y al estudio del pensamiento político y social de nuestra sociedad. Siempre ha habido historiadores pagados por los poderes públicos para narrar los orígenes de esos mismos poderes públicos, lo que les llevaba a inventarse antecedentes o incluso a falsear documentos para avalar la autenticidad de sus tesis.
Tenemos que usar el análisis histórico como una herramienta de conocimiento crítico de lo sucedido en el pasado, alumbrando las partes no conocidas y que muchas veces se intentan ocultar desde los poderes.
Los historiadores tenemos muchas veces puntos de vista diferentes ante los hechos, consecuencia de nuestra propia ideología, lo que crea una lucha entre objetividad-subjetividad. Lo que nunca debe hacer un historiador es apoyarse solamente en aquellos hechos más convenientes a sus principios en función de cuestiones políticas de poder y obviar aquellos que cuestionan tales planteamientos.
Cuando se organizan Congresos o Simposios desde el poder político, nos llevan siempre a situaciones no deseadas y a resultados interesados en función de quien promueve tales congresos.
Como profesor de Historia durante treinta y seis años en la educación secundaria, se puede comprobar como los textos y los programas de esta asignatura responde perfectamente a una historia parcializada política e institucional, que refleja el éxito de los vencedores, obviando ampliamente otros campos históricos como lo social, económico… Así vemos, como los partidos del gobierno tienen especialmente interés en los contenidos de esta asignatura. Podrán comprender así mejor las declaraciones del actual ministro de educación, Wert, cuando utiliza la educación como instrumento de control y dominio de clase, cuando hablaba de “españolizar a los niños catalanes”.
Los historiadores nos debemos alejar constantemente de estos cantos de sirena de los políticos, que solo nos quieren para utilizarnos como arma arrojadiza en sus planteamientos simplistas de “bueno y malo” o “blanco o negro” cuando la realidad es siempre más compleja. Esta deformación tiene una finalidad política, normalmente justificar la existencia de la organización política en la que habitamos.
Siempre tenemos que evitar ese tipo de manipulación que quieren desde el poder. El historiador trabaja e investiga para que la población conozca lo que ha sucedido en el pasado con la finalidad de reflexionar, analizar y saque las consecuencias para un futuro y así evitar errores pasados.
Actualmente el nivel de manipulación histórica es muy alto, veamos algunos ejemplos. Desde el poder político del PP y sus acólitos de la historia, nos presentan a franco como un régimen autoritario, cuando en realidad ha sido una dictadura sangrienta, con más de 120.000 muertos después de finalizada la guerra civil.
Otro ejemplo. Es como gran parte de la burguesía catalana (hoy representada en CIU, los mismos que alientan la independencia catalana), no tuvieron ningún problema en alentar y apoyar la dictadura de Primo de Rivera, para que reprimiera el movimiento obrero tanto catalán como español. De eso ahora no se acuerdan.
La historia y la política partidista son dos mundos diferentes y los historiadores debemos tener claro que nunca deben mezclarse, pues hace alejarnos del esclarecimiento histórico y hace que nuestra labor no sea valorada por el resto de la sociedad
La manipulación siempre es mala por definición, pero la histórica lo es mucho más y no debemos permitirlo por respeto a nosotros mismos y a la sociedad para la que trabajemos, que necesita tener la mejor información posible. Es imposible pensar que la historia no sea manipulada, y que se nos deje de pedirnos a los historiadores que avalemos con nuestro relato las propuestas de los poderosos.
Como dice el historiador José Álvarez Junco “si queremos hacer de la Historia algo que se parezca a una ciencia, no pongamos nuestro trabajo al servicio de proyectos políticos. No simplifiquemos el pasado,, no lo deformemos, sobre todo, embutiéndolo en los rígidos corsés nacionales, porque todo el mundo ha estado hasta hace poco entrecruzado por unas redes de lealtades e identidades colectivas que nada tienen que ver con las naciones modernas”. Texto: Edmundo Fayanas Escuer.
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