Hace unos seis años, en una conversación con una destacada dirigente política, esta me decía que en España no triunfaría ninguna opción política de carácter personalista. Cierto que hasta esas fechas las candidaturas basadas únicamente en un líder carismático habían fracasado, pero pocos meses después, en las autonómicas valencianas, una coalición que partía prácticamente de cero y encabezada por Mónica Oltra, obtenía unos espectaculares resultados. Algo parecido acaba de ocurrir con Pablo Iglesias.
En ambos políticos se observan elementos comunes. Han pertenecido a las filas de IU, crearon pequeñas organizaciones a su medida, son jóvenes con buena oratoria y presencia física, cuentan con eficaces comunity manager, pero, sobre todo, están siendo promocionados por las televisiones privadas. Cierto que en su ascendencia han concurrido otros factores pero en este breve texto nos centraremos en la irrupción de los tertulianos en la política.
Los defensores de este forma de hacer política, argumentan que gran parte del éxito de los políticos mediáticos está basado en las redes sociales. Pascual Serrano en su libro “La comunicación jibarizada”, demuestra que hasta un 80 % de la información que se maneja en las redes proviene de los grandes medios de comunicación. Sin un apoyo de la artillería mediática no hay nada que hacer electoralmente por mucha presencia que tengas en las redes sociales. Ejemplo de ello ha sido el batacazo del Partido X de parecida factura y programa de Podemos.
Para conseguir ser una estrella del prime time se requiere, previamente, entregar gran parte de las armas ideológicas de la izquierda. En primer lugar, hay que afirmar que su opción política no es ni de izquierdas ni de derechas, algo que según ellos es propio de los tiempos anteriores a la caída del muro de Berlín.
Consecuentemente, tampoco se reconoce la existencia de clases sociales. No hay ricos ni pobres, ni trabajadores ni burgueses, si acaso se puede utilizar términos difusos como “los de arriba y los de abajo”, el 99%, ciudadanía, precariado o gente. Ser clase trabajadora es reconocerse como clase baja, lo que parece que es un insulto inadmisible en un país donde convive la situación absurda de que nos creemos clase media con los índices más altos de paro, pobreza y precariedad laboral.
Por supuesto, si quieres que te sigan llamando a tertulias no puedes decir ni una palabra sobre la oligarquía que controla los medios de comunicación, oligarquía que es la misma que controla el sistema financiero y se ha enriquecido inmensamente aprovechando la actual crisis sistémica del capitalismo.
El imperialismo, también es propio de tiempos pasados. Como mucho afirman que hay varios imperios, equiparando Rusia y China a Estados Unidos. Respecto a las criminales intervenciones de la OTAN, cabe defenderlas bajo el argumento-trampa de que “algo habrá que hacer” o ser un ni-ni, expresado bajo la frase “ni la Otan ni Gadafi”. Frase hecha que es muy utilizada hasta que la OTAN gana y a partir de ese momento toda la preocupación por los pueblos de Libia desaparece totalmente de su discurso. Queda prohibido hablar bien de Cuba o Venezuela.
Pero lo que mejor y más vende de un político mediático son las primarias. El programa pasa a un segundo plano, y la participación en la formación queda, de hecho, reducida a votar a tu candidato cada cuatro años. Y es que en el proceso de las primarias es donde se produce la simbiosis entre el político y el oligarca de los medios.
Las primarias, este proceso de selección importado desde el país de la Coca-Cola, se desarrolla en los medios, no puede ser de otra forma. Si se llama a votar a una ciudadanía que no participa en una organización sólo pueden elegir por lo que ve en las televisiones. De forma que el candidato que mejor relación tenga con los medios será el que conseguirá la victoria con toda probabilidad. Así de esta forma, los candidatos los elegirán, al menos indirectamente, Silvio Berlusconi y José Manuel Lara, propietarios de todas las televisiones y casi todas las radios y periódicos de este país, con excepción de los medios públicos (en manos del gobierno del PP).
El modelo de democracia representativa consistente en votar cada cuatro años, tan criticado por toda la izquierda -incluidos los políticos mediáticos-, se introduce en las formaciones de izquierda. De esta forma se desincentiva la militancia y el trabajo constante.
No sólo se abandonan las organizaciones sociales, sino que la política cada vez mas se parece al mundo del deporte o del corazón. Cada vez se habla más sobre políticos y cada vez menos sobre políticas. Se critica a candidatos porque ser viejo, por ser hombre o mujer, por ser homosexual o heterosexual, por no tener estudios, no hablar inglés o no tener presencia física atractiva. Pero ya nadie presta atención a lo que ha votado en las instituciones u órganos de participación de su organización en los últimos cuatro años.
Independientemente de la sensibilidad política de cada uno, lo que debemos luchar es contra la ola de esnobismo que nos inunda. El mejor candidato no es el más dócil a la oligarquía sino el más obediente a la organización que lo ha mandatado.
La grandeza de los políticos mediáticos también es su debilidad. Igual que los medios te ascienden, te pueden hacer caer con más rapidez. Julio Anguita, el político con más carisma de la democracia española, fue objeto de una salvaje campaña mediática que llegó a convencer a algunos que ahora reivindican su figura y cuyos ecos (la pinza) pervive hasta este momento. Mala cosa es que tu proyecto político dependa de La Ser, La Sexta o Cuatro.
La ideología hegemónica, ahora llamada mainstream, también dicta que todo lo nuevo es bueno y hay que deshacerse de todo lo “viejo”. Esto es un ejemplo de cómo algo absolutamente erróneo, falso y propio de la publicidad y de la sociedad de consumo, se ha logrado imponer incluso entre aquellos que se creen libres pensadores. La ley de la gravedad de Newton es anterior al marxismo y nadie la pone en cuestión por su antigüedad. El marxismo sigue vigente simplemente por que también sigue vigente el sistema que lo originó: el capitalismo. Cuando se supere el capitalismo, también se superará el marxismo. Aunque los tertulianos no lo mencionen, las clases sociales siguen existiendo, hay trabajadores y quienes viven del trabajo de los demás. Los hijos de los trabajadores seguirán trabajando y los hijos de los burgueses heredarán el banco o las sicav de sus padres. Y por supuesto, en esta crisis se han cumplido a rajatabla las predicciones de Marx, una concentración del capital y un empobrecimiento de las clases trabajadoras. El problema es que no hay marxismo en la televisión, para eso hay que hacer el esfuerzo de leer, pensar y comprender. Las tertulias televisivas son el escenario para reyertas de bajo nivel, copiadas del formato de Tómbola y sin lugar a tertulias pausadas y serenas que sí que hay en en otras televisiones minoritarias como el programa Mesa Redonda de la televisión Cubana o el mismo Fort Apache dirigido por Pablo Iglesias en la televisión iraní HispanTV.
En consecuencia, las televisiones alzarán a quienes sus propietarios dicten. Ningún medio privado va a poner en cuestión el sistema del cual ellos se benefician. Pudiera ser que se tenga un plan oculto consistente en que, tras estar atrincherados este discurso, se alcance el poder y se realicen políticas socialistas. Entonces sólo quedará felicitarlos y apoyarlos, sin embargo, lo más probable es que se acabe fagocitado por el régimen y sus medios.
La primera fase de la rebeldía es desconfiar de lo que los capitalistas te venden como bueno para ti y los de tu clase social. La segunda y avanzada fase es militar, no sólo en Internet, sino en tu barrio y en tu centro de trabajo. En las distancias cortas no hay engaño ni manipulación posible. Texto: C. Martínez R. Ver: ¿Casta o clase?
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