J. Altamira
Europa
asiste al final de un matrimonio que fue celebrado en su momento con fanfarria,
pero que escondía un secreto que los contrayentes acabarían por descubrir al
cabo de algún tiempo. Al final, lo que fue encapsulado al principio como una tragedia
griega acabó desplegando su potencia universal y ahora le toca a España asistir
al desenlace de unas nupcias que, como en la pieza de Lorca, tendrá
consecuencias colectivas. Los observadores más reputados de la escena económica
internacional no se valen ahora del lenguaje financiero para esconder sus
opiniones. “Esta vez, Europa está de verdad al borde del precipicio”, titula El
País (10.6) la materia que firman el afamado Nouriel Roubini y el historiador
inglés, Niall Ferguson. Al mismo texto, el Financial Times lo encabezó de otra
manera: “Alemania no acaba de aprender las lecciones de 1930”, mientras el
principal columnista financiero del The Telegraph (10.6), aseguraba que “el
mundo se encuentra incómodamente próximo a un 1931”. Son los años que dispararon
la mayor depresión económica mundial en la historia del capitalismo. El editor
del FT no se había quedado atrás, unos días antes, cuando, sin reparar en las
reglas de la lógica, concluía que “El pánico se ha convertido en completamente
racional” (6.6).
El fiasco español
El
detonante de todo este `catastrofismo’ fue el rescate de España por parte de la
Comisión Europea y el FMI, un país que había sido caracterizado como ‘muy
grande para ser salvado’, y cuyo sistema bancario calificado como “muy sólido”
en una fecha tan cercana como febrero de 2010. La operación consiste en
inyectar 100 mil millones de euros (aunque no se sabe si en dinero efectivo o
en papeles de garantía) a un fondo estatal de rescate de bancos, o sea que
incrementa la deuda pública española en un 15% de una sola vez, para hace
frente a una corrida bancaria que amenaza dejar a España sin bancos. En el
primer trimestre del año salieron 97 mil millones de euros (Le Monde, 2.6),
pero otros 45 mil millones lo hicieron en abril (Ámbito, 13.6). La fuga supera
el monto del salvamento. El 70% de ese dinero es retirado por bancos
extranjeros, que no refinancian los créditos o sacan los depósitos; los
ahorristas, como ocurre con frecuencia, llegarán tarde. A esto es necesario
añadir la salida de capital que se produce por medio de la venta masiva de
deuda pública por parte de fondos extranjeros, y la desvalorización
consiguiente de los títulos que son objeto de este remate, que están en poder
de los bancos españoles. La banca española está quebrada; esto vale
potencialmente para `titanes` como el Santander o el BBVA, que ven
desvalorizarse sus participaciones o créditos a la industria, debido a la
recesión económica. Con una deuda conjunta, pública y privada, de alrededor de
tres billones de euros y un alto porcentaje de ella con la eurozona y fuera de
ella, es por completo normal que los titulares de los medios se salgan de los
goznes. Hay que advertir, de todos modos, algo que es esencial en la
caracterización de la bancarrota actual: a partir de los activos y pasivos de
los bancos se ha construido otro edifico financiero, más inmenso, que consiste
en contratos de seguros sobre esos activos y pasivos, al igual que otras
inversiones compensatorias (conocidas como “derivados”). De modo que reducir la
crisis al ‘defol’ de los activos visibles (subyacentes), le priva a ella de
perspectiva adecuada (catastrófica). El rescate en cuestión es, además, una
falacia. Con una política de ´ajuste´ que apunta a reducir la deuda pública, el
rescate la aumenta. Al meter en las cuentas a un acreedor soberano - el Fondo
Europeo de Rescate - desplaza la prioridad de los acreedores privados en un
evento de quiebra. El aumento de la deuda pública, como ya se dijo antes,
desvaloriza los activos del estado en manos de los bancos, lo que aumenta su
incapacidad de pago. España ha llegado a esta situación luego de haber obligado
a la fusión de cinco bancos en quiebra, con el resultado de crear otro mayor,
Bankia, que primero intentó rescatar de la quiebra mediante una nacionalización
parcial y que ahora debe socorrer el Fondo Europeo - en una suerte de supra
nacionalización de un banco en gran parte nacionalizado. La desesperación de la
operación de rescate queda definitivamente al desnudo cuando se sabe que los
rescatistas ignoran la envergadura del agujero financiero que pretenden llenar,
una vez que la auditora de Bankia (Deloitte) denunció que las cuentas de la
entidad estaban fraguadas. Para que una auditora rehúse su colaboración en un
fraude contable, la envergadura de la estafa debe ser francamente
desproporcionada.
Todos en la misma
bolsa
La
quebradera bancaria no se limita a España; en la cola siguen Italia y Francia
(“La salida de capitales en Italia ha subido a 322 mil millones de dólares
desde 2009” - Corriere della Sera, 31.5). Pero incluso los bancos de Alemania y
Austria no están mejor: “fueron los más golpeados en los primeros estadios de
la crisis (…) aún atrapados en la burbuja hipotecaria de Estados Unidos (FT,
7.6), a lo cual suman “sectores problemáticos como el naval y financiero”. La
agencia Moody`s “destacó la limitada capacidad de los bancos alemanes para
hacer frente a pérdidas, dada su escasa rentabilidad y el escaso monto de
patrimonio relativo al total de sus activos” (idem). Una parte de la banca francesa
está enterrada hasta el cuello en Grecia, en tanto que la de Italia acumula una
parte colosal de la deuda pública italiana y en el este europeo y los Balcanes,
al borde de un ‘defol’. La mayor parte de la banca se encuentra entrampada en
la deuda pública de sus propios países. La misma agencia Moody´s destaca otro
dato no menos relevante: la crisis no afecta solamente a los bancos, también
golpe a los fondos que se endeudaron para comprar empresas en crisis - “la
cuarta parte de 254 empresas que confrontan una renovación de 133 mil millones
de euros de vencimientos de deuda en 2015, podrían verse en cesación de pagos y
la cifra se podría duplicar si se cierran los mercados de deuda privada” (Le
Monde, 31.5). Las fuerzas productivas se encuentran completamente empantanadas;
para mover un dólar de producto, Estados Unidos necesita aplicar dos dólares
treinta de palanca financiera (Corriere della Sera, 31.5) - a pesar de que
tiene una deuda pública de nación y estados de 20 billones de dólares y concentra
la mitad del movimiento financiero fuera de balance bancario, de todo el mundo-
alrededor 200 billones de dólares. Un punto fundamental de la crisis afecta no
ya a la generalidad de los bancos sino a los bancos centrales nacionales de la
zona euro. Ocurre que, ‘grosso modo’, estos bancos centrales financiaron los
saldos negativos del balance de pagos de sus países, primero en los tiempos de
euforia importadora y luego (con la crisis) para rescatar a bancos y empresas
de sus países, con crédito, principalmente, del Banco Central de Alemania, por
medio de una operatoria especial prevista en los estatutos del Banco Central.
Este mecanismo permitió un boom exportador por parte de Alemania, en la primera
fase, y el sostenimiento de sus bancos y empresas a partir de la crisis. El
monto de la deuda ha llegado a la generosa cifra de 800 mil millones de euros
y, con suerte, llegará al billón, al final de 2012. Es claro que el Bundesbank
no logrará cobrar la mayor parte de esa deuda sin derribar a los bancos centrales
nacionales deudores. Un rescate de los bancos centrales nacionales por parte
del Banco Central Europeo es un contrasentido, porque equivaldría a usurpar una
institución estatal autónoma. Alemania debería salir al rescate de su propio
banco central. La fenomenal acumulación de capital, real y ficticio, propiciada
por la formación de la zona euro, que estuvo ligada en forma íntima a la
separación de Europa oriental y los Balcanes de la Unión Soviética ha llegado a
su estación terminal. Con la reserva de estudiar el asunto con mayor cuidado,
la bancarrota europea cierra el ciclo negativo de la disolución de la Unión
Soviética y podría iniciar el ciclo positivo de una re-reunificación de Europa
y Rusia bajo un régimen socialista.
Salidas falsas
El
callejón sin salida en que ha entrado la crisis europea y mundial, ha obligado
a los estados a discutir caminos o instrumentos alternativos a los usados hasta
ahora. Uno es que el salvamento de los bancos quede a cargo de los accionistas
del banco, que perderían su capital, y de los acreedores, en el monto que
corresponda. El capital desvalorizado del banco podría ser adquirido por nuevos
inversores. Del rescate desde afuera, por el Estado o nuevos aportes de capital
(‘bail-out’, en inglés), se pasaría al rescate desde adentro, a cargo de
accionistas y acreedores (el ‘bail-in’). Como es claro que semejante
destrucción oficial de capital precipitaría una depresión económica sin
precedentes, la intención es inaugurar este proyecto a partir de 2017, cuando
los autores imaginan que lo peor habrá pasado. El proyecto es al mismo tiempo
una maniobra de baja altura de un conjunto de bancos norteamericanos, que para
oponerse a nuevas regulaciones destinadas a reforzar su patrimonio, declaran su
disposición a admitir la vigencia del ‘bail-in’ en un futuro. En síntesis, nada
por aquí, nada por allá. La otra propuesta, que ha obtenido mayor difusión, es
la llamada “unión bancaria”, que pondría al sistema bancario europeo bajo una
protección y supervisión únicas. Es decir que el rescate de un banco en quiebra
corra por cuenta de las instituciones europeas con independencia de la
nacionalidad de la entidad desafortunada. Alemania, Austria, Finlandia y
Holanda se oponen, por la simple razón de que serían ellas las que deberían
cargar con la mayor parte de una factura que sería principalmente ajena. El
capital no existe en general sino como una concurrencia o rivalidad entre
capitales. Se ha hecho notar poco que una parte importante de la gran banca,
mundialmente, está atiborrada de dinero, provista por enormes rescates de
varios billones de dólares, que ni presta por temor a perder el dinero y que
tampoco salda sus deudas a la espera de circunstancias mejores o que prefiere
usar en operaciones especulativas de plazo breve. O sea que mientras están
reunidos los elementos monetarios de una salida general a la crisis bancaria,
esta crisis se profundiza por la falta de oportunidades de negocios o por la
competencia inter-bancaria. El llamado ‘bail-in’ es el procedimiento
capitalista natural en cualquier crisis localizada; que se lo quiera regular o
reglamentar es una contradicción de propósitos. La proposición más debatida es
la de emitir eurobonos, o sea títulos públicos respaldados por la totalidad de
los estados de la zona euro, en proporción a sus recursos, para pagar o canjear
la deuda pública de los estados nacionales. Las objeciones a este planteo son
numerosas: que esos bonos deberían ser garantizados por estados que no
garantizan el pago de su propia deuda nacional, por lo que al fin de cuentas
serían los alemanes y consortes los que se verían obligados a poner la plata en
el momento de la verdad. El gobierno de Alemania no rechaza, sin embargo, la
propuesta: la condiciona a que se acepte la supervisión supra nacional de los
planes de `ajuste’ de los países afectados. Primero el ´ajuste` y la pérdida de
autonomía nacional, después el bono. Se trata, como es obvio, de un nuevo
callejón sin salida. Más allá de eso, el ‘eurobono’ sería otra operación de
rescate de un capital y finanzas públicas en quiebra; una salida especulativa
parcial para el capital dinero que no tiene salida; y, en definitiva, el
ingreso a una etapa más alta de la crisis. La propuesta de una ‘unión bancaria’
ha puesto, sin embargo, los pelos de punta a los ingleses - no así los
‘eurobonos’, que Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón saludan, porque les
permitiría sacar su plata enterrada en Europa (China, más precavida, advirtió
que no pondría un peso en ‘eurobonos’ - The Wall Street Journal, 8.6). Una
‘unión bancaria’, en cambio, implicaría subsidios para los bancos continentales
que rivalizan con el mercado financiero de Londres. Como se ve, el capitalismo
es un reñidero de múltiples capitales que pujan por un mercado que se
restringe, por utilidades que disminuyen y por la confiscación de la propiedad
privada ajena para poder consolidar un monopolio.
Cuestión planetaria
¿Cuáles
son las alternativas? Interrogándose sobre lo que finalmente haría Alemania, la
potencia rectora, el editor del FT, Martín Wolf, se respondió, en un artículo
en Le Monde: “j’ignore”. Que no lo sepa ni lo conjeture es una medida de la
confusión que reina en los círculos dirigentes del imperialismo europeo. La
estrategia de Alemania es, sin embargo, visible para cualquiera: “die
Anschluss” - la anexión de la zona euro. Un ejemplo de ellos es que ha exigido
la creación de ‘zonas francas’ en las naciones en quiebra (O Estado de Sao
Paulo, 26.5). Alemania, sin embargo, no tiene por ahora los medios militares,
políticos o económicos para imponer una anexión - debe proceder por etapas, de
acuerdo a las oportunidades que ofrezca la propia a crisis. Tampoco puede
proceder en forma administrativa: debe negociar o imponer su hegemonía a
Francia, y negociar un reparto de influencias con Estados Unidos y China. Es que
la bancarrota capitalista mundial tiene alcances históricos, no se reduce a
evento de quiebra sino que impone una reorganización planetaria del capital,
incluidas por sobre todo las guerras. La obra de García Lorca es una excelente
metáfora, porque alude a la disolución de la relación carnal entre el capital y
la fuerza de trabajo. Es precisamente esta condición de conjunto la que
determina que la salida a este derrumbe para la humanidad, debe ser el
socialismo, porque se trata precisamente de proceder a una reorganización
social planetaria que debe tener por eje político y social al proletariado.
Cuando la presente crisis mundial está a punto de ingresar a su sexto año, sus
desarrollos fundamentales aún no han tenido lugar; sólo se ha desenvuelto el escenario
preparatorio. Esta caracterización de conjunto debería ser la premisa de la
estrategia revolucionaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.