Venezuela, 31 de Enero de 2019
Por Dan Cohen y Max Blumenthal
Juan Guaidó es el producto de un proyecto de una década supervisado por los entrenadores de élite de Washington para cambios de gobierno. Mientras se hace pasar por un campeón de la democracia, ha pasado años al frente de una violenta campaña de desestabilización.
Antes del fatídico día 22 de enero, menos de uno de cada cinco venezolanos había oído hablar de Juan Guaidó. Hace solo unos meses atrás, este hombre de 35 años era un personaje oscuro en un grupo de extrema derecha políticamente marginal, estrechamente asociado con actos espantosos de violencia callejera. Incluso en su propio partido, Guaidó había sido una figura de nivel medio en la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, que ahora se encuentra bajo desacato según la Constitución venezolana.
Pero después de una llamada telefónica del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, Guaidó se proclamó a sí mismo como presidente de Venezuela. Ungido como el líder de su país por Washington, un político previamente desconocido fue trasladado al escenario internacional como el líder seleccionado por Estados Unidos para la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo.
Haciendo eco del Consenso de Washington, el comité editorial del New York Times calificó a Guaidó como un “rival creíble” para Maduro con un “estilo refrescante y una visión para hacer avanzar al país”. El comité editorial de Bloomberg News lo aplaudió por buscar la “restauración de la democracia” y el Wall Street Journal lo declaró “un nuevo líder democrático”. Mientras tanto, Canadá, numerosas naciones europeas, Israel y el bloque de gobiernos latinoamericanos de derecha conocido como el Grupo de Lima reconocieron a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela.
Si bien Guaidó parecía haberse materializado de la nada, él era, de hecho, el producto de más de una década de asidua preparación por parte de las fábricas de élite dedicadas al cambio de régimen del gobierno de Estados Unidos. Junto a un grupo de activistas estudiantiles de derecha, Guaidó fue entrenado para socavar el gobierno de orientación socialista de Venezuela, para desestabilizar el país y, algún día, tomar el poder. Aunque ha sido una figura menor en la política venezolana, había pasado años demostrando en silencio su valía en los pasillos del poder de Washington.
“Juan Guaidó es un personaje que se ha creado para esta circunstancia”, dijo a The Grayzone, Marco Teruggi, sociólogo argentino y renombrado cronista de la política venezolana. “Es la lógica de un laboratorio: Guaidó es como una mezcla de varios elementos que crean un personaje que, con toda honestidad, provoca entre risa y preocupación”.
Diego Sequera, periodista y escritor venezolano de la agencia de investigación Misión Verdad, estuvo de acuerdo: “Guaidó es más popular fuera de Venezuela que en el interior, especialmente en los círculos elitistas de la Ivy League y de Washington”, comentó Sequera a The Grayzone: “Es un personaje conocido allí, es previsiblemente de derecha y se considera leal al programa”.
Mientras que Guaidó se vende hoy como la cara de la restauración democrática, su carrera la realizó en la facción más violenta del partido de oposición más radical de Venezuela, ubicándose a la vanguardia de una campaña de desestabilización tras otra. Su partido ha sido ampliamente desacreditado dentro de Venezuela y es, en parte, responsable de fragmentar una oposición muy debilitada.
“Estos líderes radicales no tienen más del 20 por ciento en las encuestas de opinión”, escribió Luis Vicente León, el principal encuestador de Venezuela. Según León, el partido de Guaidó permanece aislado porque la mayoría de la población “no quiere la guerra”. “Lo que quieren es una solución”.
Pero esta es precisamente la razón por la que Guaidó fue seleccionado por Washington: no se espera que guíe a Venezuela hacia la democracia, sino que derrumbe a un país que durante las últimas dos décadas ha sido un bastión de resistencia a la hegemonía estadounidense. Su improbable ascenso señala la culminación de un proyecto de dos décadas para destruir un robusto experimento socialista.
Apuntando a la “troika de la tiranía”
Desde la elección de Hugo Chávez en 1998, Estados Unidos ha luchado para restablecer el control sobre Venezuela y sus vastas reservas petroleras. Los programas socialistas de Chávez pueden haber redistribuido la riqueza del país y ayudado a sacar a millones de personas de la pobreza, pero también le colocaron una pistola en la espalda. En 2002, la oposición lo derrocó brevemente con el apoyo y reconocimiento de Estados Unidos antes de que el ejército restableciera su presidencia luego de una movilización popular masiva. A lo largo de las administraciones de los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush y Barack Obama, Chávez sobrevivió a numerosos planes de asesinato antes de sucumbir al cáncer en 2013. Su sucesor, Nicolás Maduro, sobrevivió a tres atentados contra su vida.
El gobierno de Trump elevó inmediatamente a Venezuela a la cima de la lista de objetivos de cambio de régimen de Washington, calificándolo de líder de una “troika de la tiranía”. El año pasado, el equipo de seguridad nacional de Trump intentó reclutar miembros del ejército para montar una junta militar, pero ese esfuerzo fracasó.
Según el gobierno venezolano, Estados Unidos también participó en un complot con el nombre código “Operación Constitución” para capturar a Maduro en el palacio presidencial de Miraflores, y otro llamado “Operación Armagedón” para asesinarlo en el desfile militar de julio de 2017. Poco más de un año después, los líderes de la oposición exiliados intentaron matar a Maduro, y fallaron, con drones cargados de explosivos durante un desfile militar en Caracas.
Más de una década antes de estas intrigas, un grupo de estudiantes de la oposición derechista fue seleccionado y preparado personalmente por una academia para capacitar a las élites en el cambio de régimen financiada por Estados Unidos para derrocar al gobierno de Venezuela y restaurar el orden neoliberal. Capacitación proporcionada por “el grupo ‘exportador de revoluciones’ que sembró las semillas para varias revoluciones de color”
El 5 de octubre de 2005, con la popularidad de Chávez en su apogeo y su gobierno planificando programas socialistas de envergadura, cinco “líderes estudiantiles” venezolanos llegaron a Belgrado, Serbia, para comenzar a entrenarse para una insurrección.
Los estudiantes habían llegado de Venezuela por cortesía del Centro de Acción y Estrategias No Violentas Aplicadas (CANVAS). Este grupo se financia en gran parte a través de la National Endowment for Democracy (NED), un apéndice de la CIA que funciona como el brazo principal del gobierno de los Estados Unidos para promover cambios de gobierno; y por filiales como el Instituto Republicano Internacional y el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales. De acuerdo con los correos electrónicos internos filtrados de Stratfor, una firma de inteligencia conocida como “la CIA en la sombra“, “[CANVAS] también puede haber recibido financiamiento y capacitación de la CIA durante la lucha en contra de Milosevic durante 1999/2000”.
CANVAS es una escisión de Otpor, un grupo opositor serbio fundado por Srdja Popovic en 1998 en la Universidad de Belgrado. Otpor, que significa “resistencia” en serbio, fue el grupo estudiantil que ganó fama internacional y promoción nivel Hollywood, al propiciar las protestas que eventualmente derrocaron a Slobodan Milosevic.
Esta pequeña célula de especialistas en cambio de régimen operaba de acuerdo con las teorías del difunto Gene Sharp, el llamado “Clausewitz de la lucha no violenta”. Sharp había trabajado con el Coronel Robert Helvey, un ex analista de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, para concebir el plan estratégico para una forma de guerra híbrida, le confirió armas a la protesta y que apuntó a los Estados que resistieron contra la dominación unipolar de Washington.
Otpor en 1998
Otpor recibió el apoyo de la NED, USAID y el Instituto Albert Einstein de Sharp. Sinisa Sikman, una de las principales capacitadoras de Otpor, dijo una vez que el grupo incluso recibió financiamiento directo de la CIA.
Según un correo electrónico filtrado de un empleado de Stratfor, después de sacar a Milosevic fuera del poder, “los niños que dirigían OTPOR crecieron, adquirieron trajes y diseñaron CANVAS… o, en otras palabras, un grupo ‘exportador de revoluciones’ que sembró las semillas para varias revoluciones de color. Todavía dependen del financiamiento de Estados Unidos y, básicamente, recorren el mundo tratando de derrocar a dictadores y gobiernos autocráticos (a aquellos que no les gusta a los Estados Unidos)”.
Stratfor reveló que CANVAS “dirigió su atención a Venezuela” en 2005 luego de entrenar a movimientos de oposición que lideraron las operaciones de cambio de régimen a favor de la OTAN en Europa del Este.
Al monitorear el programa de capacitación CANVAS, Stratfor describió su agenda insurreccional en un lenguaje sorprendentemente contundente: “El éxito no está garantizado, y los movimientos estudiantiles son sólo el comienzo de lo que podría ser un esfuerzo de varios años para desencadenar una revolución en Venezuela, pero los propios entrenadores son las personas que se burlan del ‘Carnicero de los Balcanes’. Tienen habilidades demenciales. Cuando veas a estudiantes en cinco universidades venezolanas realizar demostraciones simultáneas, sabrás que la capacitación ha terminado y que el trabajo real ha comenzado”.
El nacimiento de la estructura de la “Generación 2007” para el cambio de régimen
El “trabajo real” comenzó dos años después, en 2007, cuando Guaidó se graduó de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Se mudó a Washington DC para inscribirse en el Programa de Gobernabilidad y Gestión Política de la Universidad George Washington bajo la tutela del economista venezolano Luis Enrique Berrizbeitia, uno de los principales economistas neoliberales de América Latina. Berrizbeitia fue director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y pasó más de una década trabajando en el sector energético venezolano en la época del antiguo régimen oligárquico que Chávez eliminó.
Ese año, Guaidó ayudó a liderar mítines antigubernamentales después de que el gobierno venezolano no renovó la licencia de Radio Caracas Televisión (RCTV). Esta estación privada jugó un papel importante en el golpe de 2002 contra Hugo Chávez. RCTV ayudó a movilizar a manifestantes antigubernamentales, falsificó información que culpaba a simpatizantes del gobierno por actos de violencia llevados a cabo por miembros de la oposición, y prohibió los informes a favor del gobierno en medio del golpe. El papel de RCTV y otras estaciones de propiedad oligárquica en la conducción del fallido intento de golpe de Estado se describió en el aclamado documental La revolución no será televisada.
Ese mismo año, los estudiantes se atribuyeron el crédito por obstaculizar el referéndum constitucional de Chávez por un “socialismo del siglo XXI” que prometía “establecer el marco legal para la reorganización política y social del país, otorgando poder directo a las comunidades organizadas como un requisito previo para el desarrollo de un nuevo sistema económico”.
De las protestas en torno a RCTV y el referéndum, nació un tipo de cuadros activistas especializados en el cambio de régimen respaldados por Estados Unidos. Se llamaban a sí mismos la “Generación 2007.”
Los capacitadores de Stratfor y CANVAS de esta célula identificaron al aliado de Guaidó, -un organizador político libertario- llamado Yon Goicoechea, como un “factor clave” para derrotar al referéndum constitucional. El año siguiente, Goicochea fue recompensado por sus esfuerzos con el Premio Milton Friedman por Promover la Libertad, del Instituto Cato, junto con un premio de US$ 500.000, que rápidamente invirtió en el impulso de su propia red política.
Friedman, por supuesto, fue el padrino de los notorios neoliberales Chicago Boys que fueron importados a Chile por el líder de la junta dictatorial de Augusto Pinochet para implementar políticas radicales de austeridad fiscal tipo “doctrina del shock”. Y el Cato Institute es el grupo de expertos libertarios [en el sentido norteamericano, promotores de una participación mínima del Estado principalmente en los asuntos económicos] con sede en Washington DC, fundado por los hermanos Koch, dos de los principales donantes del Partido Republicano que se han convertido en defensores agresivos de la derecha en toda América Latina.
Wikileaks publicó un correo electrónico de 2007 del embajador estadounidense en Venezuela, William Brownfield, enviado al Departamento de Estado, al Consejo de Seguridad Nacional y al Departamento de Defensa del Comando Sur, alabando a la “Generación de 2007” por haber “forzado al presidente venezolano, acostumbrado a establecer la agenda política, a (sobre) reaccionar”. Entre los “líderes emergentes” que Brownfield identificó estaban Freddy Guevara y Yon Goicoechea, figura ésta última que fue aplaudida como “uno de los defensores más articulados de las libertades civiles entre los estudiantes”.
Con una gran cantidad de dinero de los oligarcas libertarios y de los equipos de poder blando del gobierno de Estados Unidos, el cuadro venezolano radical llevó las tácticas de Otpor a las calles, junto con una versión del logotipo del grupo, como se ve a continuación:
“Galvanizando el malestar público… para aprovechar la situación y voltearla contra Chávez”
En 2009, los jóvenes activistas de la Generación 2007 escenificaron su manifestación más provocadora hasta el momento, se quitaron los pantalones en las vías públicas y utilizaron las escandalosas tácticas guerrilleras de teatro descritas por Gene Sharp en los manuales de cambio de régimen. Los manifestantes se habían movilizado contra el arresto de un aliado de otro grupo juvenil llamado JAVU. Este grupo de extrema derecha “reunió fondos de diversas fuentes del gobierno de Estados Unidos, lo cual le permitió ganar notoriedad rápidamente como el ala de línea dura de los movimientos de calle de la oposición”, según el libro del académico George Ciccariello-Maher, Construyendo la comuna. Si bien el video de la protesta no está disponible, muchos venezolanos han identificado a Guaidó como uno de sus participantes clave. Y si no obstante la acusación no está confirmada, es ciertamente plausible; los manifestantes de glúteos desnudos eran miembros del núcleo interno de la Generación 2007 a la que pertenecía Guaidó, ¡y estaban vestidos con su marca registrada, las camisetas de Venezuela Resistencia!
¿Es este el trasero que Trump quiere instalar en el asiento del poder de Venezuela?
Ese año, Guaidó se expuso al público de otra manera, fundando un partido político para capturar la energía anti-Chávez que su Generación 2007 había cultivado. La llamada “Voluntad Popular” fue liderada por Leopoldo López, un instigador de derecha educado en Princeton, que participó activamente en los programas de la NED, que fue elegido alcalde de un distrito en Caracas, de los más ricos del país. López es un retrato de la aristocracia venezolana, directamente descendiente del primer presidente de su país. También es primo hermano de Thor Halvorssen, fundador de Human Rights Foundation, con sede en Estados Unidos, que funciona como tarantín publicitario de facto para activistas antigubernamentales respaldados por Estados Unidos en países seleccionados por Washington para el cambio de gobierno. Si bien los intereses de López se alinearon perfectamente con los de Washington, los cables diplomáticos de Estados Unidos publicados por Wikileaks destacaron las tendencias fanáticas de Voluntad Popular que la conducirían en última instancia a su marginación. Un cable identificó a López como “una figura divisiva dentro de la oposición… a menudo descrita como arrogante, vengativo y hambriento de poder”. Otros destacaron su obsesión con las confrontaciones callejeras y su “enfoque inflexible” como una fuente de tensión con otros líderes opositores que dieron prioridad a la unidad y la participación en las instituciones democráticas del país. Ver: Parte II.