Uno está acostumbrado a que un presunto del PP ponga la mano en el fuego por un imputado del PP. Sucede casi todos los días pares e impares, e incluso algún 29 de febrero se ha visto. Lo que suele ser menos común es que el director del segundo periódico de España ponga su teclado en el fuego para hacerse perdonar una noticia. Lo hizo este viernes el apacible y estoico Pedro G. Cuartango a toda plana en El Mundo, en un artículo titulado Cuando el problema es la prensa. Dice así mi querido ex compañero: “Yo estoy firmemente convencido de que Cristina Cifuentes es una persona honesta, pero no puedo dejar de publicar como director de un medio un informe de la policía judicial en el que se afirma que una alta autoridad del Estado ha podido cometer presuntos delitos o irregularidades”.
Creo que una de las esencias del periodismo consiste en no estar “firmemente convencido” de nada. Estar convencido de algo ya es grave. Pero estarlo “firmemente” roza los límites de la disciplina militar. Te recuerdo, Pedro, que ya no es necesario ponerse firmes ante Cristina Cifuentes: estoy “firmemente convencido” de que ya no es la delegada del Gobierno en Madrid.
Según Cuartango, su periódico ha sufrido horribles críticas y padecido tormentosas tribulaciones por haber informado de que la UCO sospecha que Cristina Cifuentes cometió cohecho, prevaricación y otras lindezas para beneficiar a un empresario que donaba alegremente dineros al PP durante las campañas. Tal empresario, además de llamarse Arturo Fernández, aparece en todas las salsas judiciales que sazonan los infinitos casos aislados de corrupción española, desde las tarjetas black de Caja Madrid a la Púnica, la Lezo, Gürtel y la financiación bolivariana del toro que mató a Manolete. “He comentado en más de una ocasión que los periodistas cometemos errores y que, con frecuencia, nos dejamos llevar por el impacto de la noticia. A veces, los árboles no nos dejan ver el bosque. Pero eso son limitaciones de esta profesión que no invalidan lo esencial de nuestro cometido: informar, sobre todo, cuando se trata de verdades incómodas. No es una casualidad -y vuelvo a insistir en ello- que es precisamente en el momento en que asumimos la desagradable obligación de denunciar los abusos del poder cuando surgen voces para cuestionarnos y poner en solfa el periodismo. Curiosamente jamás he escuchado reproches sobre nuestro trabajo cuando éste se vuelve anodino y no molestamos a nadie” escribe el director de El Mundo. Para rematar, sin referirse a nadie de Podemos en concreto, con que “nada resulta más útil al populismo que la deslegitimación de la prensa”.
El artículo del director de El Mundo viene precedido por un editorial titulado No hay razones para imputar a Cifuentes aunque debe explicarse. Como suena. Estoy “firmemente convencido” de la equidistancia e imparcialidad de tan poco aleve argumento. Más, leyendo un texto en el que se nos habla de “las graves denuncias de corrupción que se ciernen sobre los antiguos dirigentes del PP madrileño”. Entre esos “antiguos dirigentes” está Miguel Ángel Ruiz, viceconsejero de Cifuentes que hace cuatro días, en el paleolítico democrático, dimitió tras ser imputado por la Púnica.
El periódico de la bola tampoco se corta a la hora de justificar su empeño en hacerse la rubia ante los presuntos mangoneos de Cifuentes, a quien no se puede calificar como “antiguo dirigente” pues solo lleva 25 años ocupando cargos y carguitos en el PP y sus gobiernos madrileños. Hay que salvar a Cifuentes, pues el peligro rojo acecha: ” Ni que decir tiene que una supuesta dimisión de Cifuentes por algún caso de corrupción supondría una gran victoria para la oposición y, muy probablemente, daría a los partidos de izquierda el poder de la Comunidad en las próximas elecciones autonómicas”. Qué horror. Gracias a dios, ante tan terrible amenaza, siempre contaremos con el apoyo de la prensa libre, independiente y “firmemente convencida”. Es más cómodo transcribir firmemente arrodillado que escribir de pie. Texto: Aníbal Malvar