En las actuales condiciones del orden mundial recuperándose de una severa crisis económica, se observa un alza significativa en la receta autoritaria para gobernar. La interminable oposición del sector más reaccionario del Partido Republicano a la ley de reforma al sistema de seguridad en la salud (ACA), es el ejemplo más nítido de este autoritarismo. Es donde se cruza el objetivo ideológico de impedir que el estado participe en la seguridad social y el interés de los consorcios del capitalismo desregulado y más voraz. Los chispazos de mayores cuotas de progresismo y apertura a la demanda popular por mayor igualdad en la elección de Bill de Blasio, como alcalde de Nueva York, un eje cultural y económico del capitalismo mundial, es apenas un pequeño resplandor.
Lo que se observa es que el instrumento económico es cada vez más determinante en todo el espectro de la negociación política. Ese creciente autoritarismo económico, para funcionar con eficacia, debe estar acompañado con el garrote político que se expresa en políticas públicas insensibles al pulso social. Se exhibe en las posturas del gobierno de Angela Merkel, que impulsa medidas en materia económica contrarias a que Estados Unidos pueda implementar crecimiento con un grado aceptable y manejable de inflación. (“Those Depressing Germans”. Paul Krugman; NYT).
Alemania desde su circuito de poder en la Comunidad Europea, mantiene que la deflación es un correctivo más eficiente para impulsar crecimiento. En el fondo el criterio teutón responde a una antigua lucha entre Europa continental y Estados Unidos respecto al valor del US Dólar para que la economía norteamericana no se recupere con la velocidad requerida y no engulla a una moneda, como el Euro, que nunca ha podido despegar como moneda de solvencia asegurada en el circuito del intercambio comercial. Las diferencias de competitividad en las diferentes economías comunitarias europeas se han visto reflejadas con la crisis de 2008.
La postura económica germana es indeleble políticamente respecto a las necesidades de la economía global, poniendo así en juego las bases de una alianza transatlántica ya resquebrajada por mutuos errores en atinar con un orden mundial más igualitario y más pacífico. Alemania y su postura económica frente a Grecia, España y Portugal y las economías menos desarrolladas, respaldan el argumento de que democracia y libre mercado, per se, no forman un sistema político. Menos se sustenta que puedan estimular a que sociedades históricamente con menor nivel de desarrollo puedan absorber los ajustes fiscales y las reformas institucionales correspondientes.
Europa Comunitaria está presionada por múltiples amenazas y fenómenos expansivos de diferente naturaleza proveniente de China, Rusia, África y Estados Unidos. Pues bien, para contenerlos, Alemania recurre al sostén económico que quizás sea el capital más vulnerable que siempre ha tenido Europa Occidental, desdeñando su capital mayor que es el político.
La economía global ha hecho más visible una falla principal en el estado liberal y dos medidas a las que se recurre en tiempos de crisis: autoritarismo económico y político; o, protección financiera y seguridad (férrea) en la sociedad.
El primer capítulo se inaugura con el ajuste estructural de las economías a comienzos de la década de 1980. La medida se adopta sin consulta ciudadana. La crisis financiera de la década anterior obliga a la economía global a que el estado reduzca sustancialmente su rol económico y social a través de la privatización de servicios y bienes públicos y con desregulación activa. En el segundo capítulo los países subdesarrollados son obligados a pagar deudas, equilibrar su cuenta corriente y reducir el gasto fiscal para programas sociales.
El resultado es la debacle generalizada en los sectores de salud y educación. El efecto se extiende a países desarrollados. El tercer capítulo comienza en la crisis de 2008 cuando se le solicita a ese estado ya debilitado, que sostenga al sistema financiero y que además ajuste el gasto fiscal social. El problema del estado liberal post segunda guerra mundial y su inclinación a concebir la democracia con supuestas dosis de calidad en la representatividad, con grados tolerables de pluralismo y respeto a los derechos, es haber "encontrado" un sistema económico – el del ajuste estructural de los 80- que se impuso violando ese patrón aceptado de pluralismo y aspiración por igualdad.
A partir de este ajuste, los sistemas políticos no representan las diferencias de la población y la evolución de sus intereses. El sistema solo puede aplicarse con autoritarismo y verticalidad a través del poder (de liquidez especialmente) en los grandes consorcios que secuestran las bases del estado y de las instituciones políticas que, en rigor, se convierten en sucursales del gran capital. El sistema económico no concibe un sistema político más horizontal y participativo que lo sustente porque pierde eficacia. El sistema económico impuesto alteró las bases del liberalismo y la tendencia hacia el autoritarismo de la década de 1980 se manifiesta en otra dimensión, aunque con instrumentos más sofisticados, a veces.
Ese autoritarismo creciente en la globalización, se expresa también en un plano geopolítico. La afrenta contra Siria derivada en terrorismo desenfrenado, permite hacer una pregunta que pocos se hacen, excepto los Sirios que resisten: ¿Por qué tanto odio contra Siria? Por cierto, Siria con el gobierno de Bashar al Assad no ha entrado en los términos de referencia que impone la globalización.
Siria es la punta del Iceberg porque en buena medida cualquier país que rechace o sea renuente a aceptar el modelo económico de la globalización, corre la suerte de ser golpeado por el autoritarismo que se implementa por la vía más determinante que es la inversión extranjera. “O te adaptas a las reglas del juego o pereces”, parece ser el logo de presentación de los propietarios del capital transnacional.
La fórmula del autoritarismo económico y político encarnado en máxima protección del sistema financiero y máxima seguridad para prevenir levantamientos sociales no están dando resultados. El mundo se ha hecho cada vez más inestable y las empresas de seguridad y la industria del armamento se han enriquecido en este período de incertidumbre económica (armscontrol.org). Las corporaciones transnacionales también han aumentado sus tasas de ganancias en el período de crisis (UNCTAD).
El problema central consiste en que el actual modelo económico no ha generado un sistema político que lo sustente política y socialmente. Los reclamos de la población están repartidos y la “bomba social” en el planeta crece. ¿Es efectivamente la revolución socialista el límite desconocido o melancólico, de ese autoritarismo descontrolado que produce el capitalismo? Juan Fco. Coloane. Ver: Nuevos hábitos del Imperio