3 dic 2015

Los creadores de monstruos

En 1818 Mary Shelley publicó su novela “Frankenstein o el Moderno Prometeo”. En ella el Dr. Víctor Frankestein creaba una criatura con restos de cadáveres a la que daba vida con electricidad. Su creación le produjo tal horror que se alejó de ella, quien desapareció de su vida hasta que murió misteriosamente su hermano. La criatura volvió a su creador y le contó que había sido rechazada por su aspecto monstruoso, y exigió a Víctor Frankenstein que le creara una compañera para mitigar su inmensa soledad (no ovidemos que se trata de una novela romántica). Víctor Frankestein lo intentó pero no se atrevió a concretarlo, y la criatura en represalia asesinó a su familia y amigos. Víctor Frankestein siguió a su criatura al Polo Norte, intentando asesinarla, murió antes de lograrlo y allí es que la criatura se autodestruye ante la muerte de su creador. La novela intentó ser una reflexión sobre la condición humana y sobre los peligros de la triunfante ciencia. Cuando Hollywood tomo el tema en 1931, ya allí el monstruo tuvo un aspecto terriblemente amenazador (interpretado magistralmente por Boris Karloff) y nació siendo asesino, generando desde el principio una lucha a muerte con su creador.
 En la modernidad, algunos se han convertido por voluntad propia en creadores de monstruos. El Departamento de Estado y las Agencias de Inteligencia de los Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial, sembraron alrededor del mundo diversos monstruos destinados a defender sus intereses geopolíticos. Algunos de esos monstruos (Los Somoza, los Batistas, los Trujillos) fueron útiles a sus creadores hasta que fueron desplazados del poder, aunque las acciones de algunos de ellos les acarrearon a aquellos finalmente grandes dolores de cabeza, tales como la Revolución Cubana o la Revolución Sandinista. Pero a partir de cierto momento, los monstruos que creaban fueron convirtiéndose en “Frankesteins” que dejaban de ser útiles a su creador y hasta se volvían contra él. El general panameño Antonio Noriega fue reclutado desde temprana edad por la CIA, quien lo promovió y estimuló a tomar el poder en ese país después de la misteriosa muerte (su aeronave explotó en vuelo) del general Omar Torrijos, quien había llevado un gobierno volcado hacia su pueblo e intentaba independizar su país de la presencia estadounidense. Desde 1983 Noriega condujo los destinos de Panamá, desde allí comenzó siendo útil a las políticas del Departamento de Estado pero luego intentó desarrollar una agenda propia, desafió el poder de sus creadores y su aventura finalizó con una invasión de los EEUU a Panamá en 1989 que provocó miles de muertos civiles, sirvió para probar en el terreno nuevas armas, capturó a Noriega y recuperó la total influencia del Norte sobre el istmo. Noriega fue llevado a los Estados Unidos, condenado por una corte norteamericana y preso durante 19 años en una prisión de ese país, hasta que en 2008 fue extraditado a Francia que lo condenó por narcotráfico.
 Desde los años 70 Saddam Husein se constituyó en un líder indiscutible en su país Irak. Los Estados Unidos lo apoyaron y le proporcionaron armas y material estratégico para llevar adelante una guerra contra su vecino Irán, que venía obstaculizando las políticas de EEUU en la región desde la caída del Sha y la llegada al poder los Ayatolás. El saldo de esta guerra fratricida fue de cientos de miles de muertos, aunque no produjo ninguna alteración en las fronteras y no hubo vencedor aparente, aunque sí creó graves problemas económicos a Irán. Una vez finalizada la guerra Saddam Husein comenzó a aplicar una política más independiente de las grandes transnacionales petroleras e invadió a su vecino Kuwait cuando este país conjuntamente con los Emiratos Árabes Unidos hicieron una política de producción del petróleo destinada a acabar con la OPEP (viejo objetivo de los EEUU). Con el pretexto de defender a Kuwait, en 1991 George Bush padre ordenó el ataque militar a Irak, junto a una “coalición” de países aliados, destruyó la aviación iraquí y gran parte de su ejército, le obligó a retirarse de Kuwait, mantuvo una zona de exclusión aérea durante años y estableció un embargo que afectó duramente a ese país, aunque Saddam continuó al frente del gobierno. En 1993 Bill Clinton ordenó un ataque con proyectiles a la central de inteligencia irakí, con el pretexto de que había hecho un plan para asesinar al en ese entonces expresidente Bush padre. En el año 2003, George W Bush (hijo) ordenó la invasión a Irak (secundado por varios países adláteres) con el pretexto de que Saddam tenía armas de destrucción masiva que eran peligrosas para Occidente (armas que nunca existieron como se probara posteriormente) Irak fue invadido, devastado, robado su patrimonio histórico, desmembradas sus instituciones y Saddam fue perseguido y condenado a morir en la horca por un gobierno y una justicia irakíes impuestos por EEUU. 
Cuando en 1978 la Unión Soviética invadió Afganistán, un joven saudita perteneciente a una de las más importantes familias de esa monarquía de formación whabita integrista, Osama Bin Laden, fue entrenado por la CIA en técnicas de guerrilla, de terrorismo y de financiación de movimientos clandestinos, para que formara una red de resistencia al ejército soviético. Luego que los soviéticos se retiraran de Afganistán Osama volvió a Arabia Saudita, y cuando Estados Unidos atacó por primera vez a Irak comenzó a resistir su intervención en la región, hasta declararlo abiertamente el enemigo principal del Islam. Organizó en 1989 Al Qaeda para resistir al nuevo enemigo y realizó atentados contra intereses estadounidenses en diferentes países. A partir de allí se convirtió en el enemigo público número uno buscado por la inteligencia de EEUU, sobre todo después que el gobierno de George W Bush le acusara de ser el responsable del episodio de las torres gemelas el 11 de septiembre (que hoy parece haberse demostrado fue un “trabajo interno”). Bin Laden fue durante varios años un fantasma del cual a veces aparecía algún video (que generalmente mostraba a un curioso personaje bastante diferente de la imagen de monstruo omnipotente difundida por Occidente). Varias veces y de fuentes serias (como la entonces primer ministro de Pakistán Benazir Bhutto en 2007) fue anunciada su muerte, pero entonces luego volvía a aparecer algún dudoso video o alguna grabación de voz (que la inteligencia de EEUU siempre afirmaba eran verdaderos) que lo 'mantenía vivo'. Finalmente en mayo de 2011 el gobierno norteamericano de Barak Obama anuncia que una operación militar en Pakistán 'asesinó' a Bin Laden y a su familia. Las “pruebas” de esta operación suministradas por la Casa Blanca fueron siempre muy dudosas, ya que ni siquiera existió un cadáver que mostrar (fue “sepultado en el mar” por las tropas estadounidenses). Luego de casi dos décadas, el “monstruo de Frankestein” pareció dejar de ser una amenaza a sus creadores. En los últimos años parece haber habido alguna variación en la política de creación de monstruos, en lugar de un monstruo individualizado se crean numerosos monstruos más anónimos. Así se hizo en Libia, donde bajo la dirección de los EEUU se financió, entrenó y armó a toda facción que estuviera dispuesta a alzarse contra Moahammed Kadaffi. Luego de arrasar a Libia con 78.000 bombardeos en dos meses realizados por los aliados de EEUU de la OTAN, derrotados por las facciones armadas los restos del ejército libio, capturado y asesinado Kadaffi y provocada la destrucción del Estado que éste había mantenido en una geografía política tribal, solo queda en esa región un archipiélago de facciones armadas que mantienen su poder regional y sus agendas propias. Tan propias que hace poco ha trascendido que la muerte de diplomáticos norteamericanos en Libia no fue responsabilidad de terroristas como se afirmaba, sino del capricho de una de esas facciones. Los pichones de monstruos también son Frankenstein. La historia se repite en Siria. Promover, financiar, armar y entrenar a todo aquel que esté dispuesto a combatir al gobierno sirio de Bashar al Assad ha provocado, luego de los progresivos triunfos militares de las fuerzas armadas oficiales, que las armas y el poder de la “resistencia” hayan quedado en manos de las facciones fundamentalistas islámicas yihadistas (alrededor de Al Qaeda) que siguen siendo un declarado enemigo de los EEUU. Finalmente, hoy le toca el turno a Ucrania. Dentro de la estrategia geopolítica mundial de Estados Unidos de aislar a la cada vez más poderosa Rusia de Putin, y por supuesto a la casi indetenible China, Ucrania constituye una pieza fundamental del dominó del poder. Bajo la conducción europea (que cada vez más está dispuesta a ser quien hace el trabajo sucio a los intereses de EEUU) se han promovido los movimientos de oposición al gobierno electo de Yanukovich y progresivamente el apoyo se ha desplazado desde la oposición puramente política a los grupos más radicales. El abierto apoyo al “Pravy Sektor” que agrupa a la extrema derecha (fascista) incluye a partidarios de “Svoboda” (Libertad), “Patriotas de Ucrania, Asamblea Nacional Ucraniana–Autodefensa Nacional Ucraniana (UNA-UNOS) y “Trizub”, todas organizaciones que comparten una ideología común que es vehementemente antirrusa, antiinmigrantes y antijudía. En un intento de arrancar a Ucrania de la esfera de influencia rusa, la alianza EE.UU.-UE-OTAN se ha unido, y no es la primera vez, con los fascistas. Es previsible que se repita el “efecto Frankenstein” aquí también. Que los patrocinados por el Departamento de Estado, la derecha norteamericana y las agencias de inteligencia lleven adelante una agenda propia que no solo se separe sino que pueda llegar a ser directamente contrapuesta los intereses estadounidenses. En definitiva, la política de crear monstruos para defender los intereses de EEUU no sólo se ha vuelto totalmente inefectiva, sino que ha llegado a generar factores que amenazan la propia “seguridad nacional” del imperio. Lo curioso es que quienes manejan estas políticas parecen haberse vuelto oligofrénicos. Su única respuesta frente al cada vez más sistemático fracaso parece ser la tradicional huída hacia adelante: más de lo mismo. Es posible  que este sea otro síntoma más de la progresiva desintegración del poder imperial de EEUU en el mundo, de su indetenible crisis interna. Así lo creemos muchos de quienes hace tiempo nos oponemos a sus designios coloniales. Texto: Miguel Guaglianone. Ver: El Terrorista

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